La CEOE le pide al próximo Gobierno de España que “tome medidas prácticas y no ideológicas”. Qué sería de España si no estuviera ahí la CEOE, pendiente de estos pequeños detalles. Pequeños pero fundamentales. La recomendación de los empresarios es todo un acierto. Ojalá el futuro Gobierno de España tome nota y haga caso a los empresarios. De lo contrario, repetiremos disgustos ideológicos que ya conocemos de sobra. 

Fueron medidas ideológicas las que nos llevaron a la peor crisis mundial de las últimas décadas. Poner la economía en manos de la ideología ultraliberal, nos llevó a perderlo todo en una juerga de casino y ruleta: todo a la especulación financiera. Durante la fiesta, mientras se cocía la crisis que arrasaría con millones de familias que no habían tenido nada que ver en todo aquello, los ludópatas ideológicos y quienes los animaban, repetían que aquello de jugarse las llaves de la casa, el coche y las joyas, era “lo práctico”. Entre trago y trago, ruleta y ruleta, brindis y brindis, aquellos tiburones ultraliberales repetían que ideología eran los otros. Qué risa.

Cuando la burbuja financiera explotó, algunos ideólogos de la fiesta tenían tal resaca que a la mañana siguiente no sabían si hacerse un zumo de naranja o refundar el capitalismo. Hicieron lo segundo aplicando aún más ideología. Después de aquella crisis provocada por su ideología salvaje, lo práctico, nos dijeron, era seguir metiéndole ideología al asunto: se rescataron bancos y grandes capitales con el dinero común, se multiplicó el gasto, se bajaron los salarios y se dejaron tiradas a las familias que, para colmo, tuvieron que pagar las deudas de juego de los ludópatas de la ideología. Un cuadro. Clínico. Las familias pagaron las deudas de juego, pero a la ideología ultraliberal aquello seguía sin parecerle lo suficientemente “práctico”. Querían más. “Hay que abaratar el despido para fomentar las contrataciones”, decía el presidente de la CEOE, ahora en la cárcel por alzamiento de bienes, blanqueo y vaciamiento patrimonial en una de sus empresas. No era por ellos, sino, como cada recomendación de la CEOE, por el bien del empleo. El despido se abarató y no, las contrataciones no llegaron, pero –oh, tremendísima sorpresa– la sangría de despidos a cuatro duros se disparó. La cosa no paró ahí. Con su ideología bajo el brazo, años después fue inventado un nuevo concepto: el trabajador pobre. Muy práctico si eres dueño de una gran empresa; un inconveniente, la verdad, si eres el que tiene que madrugar cada día para no conseguir llegar a final de mes. Ideología es querer vivir dignamente, cosa altamente dañina para la economía de otros.

Fue práctica la explicación de Rodrigo Rato sobre el saqueo de Bankia: “es el mercado amigo”. También fue un consejo práctico el de Lagarde, ahora presidenta del Banco Central Europeo, cuando, presidiendo el FMI, nos recomendó morir antes para no descuadrar la economía. También eran prácticos los paraísos fiscales y demás trampas. A estas alturas de la película, la ideología ultraliberal ha arrasado con tanto que pretende incluso arrasar con la memoria. Hacer como que nada ha pasado y seguir dando lecciones. Salir impune del desastre tiene grandes ventajas. Una de ellas es poder seguir hablando de lo ideológico y de lo práctico, como si tal cosa. Cuando la manada económica te invite a entrar en el portal porque es lo práctico, desconfía.