1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

  308. Número 308 · Mayo 2024

  309. Número 309 · Junio 2024

  310. Número 310 · Julio 2024

CTXT necesita 15.000 socias/os para seguir creciendo. Suscríbete a CTXT

Perfil

El oportunista

Los cómicos errores del candidato demócrata Pete Buttigieg para posicionarse dentro de una clase social que no es la suya

Corey Pein (The Baffler) 7/02/2020

<p>Pete Buttigieg en la Convención Demócrata de California en 2019.</p>

Pete Buttigieg en la Convención Demócrata de California en 2019.

Gage Skidmore (CC BY-SA 2.0)

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

El antiguo alcalde de South Bend, Indiana, Pete Buttigieg y yo tenemos unas pocas cosas en común. Unas pocas.

Los dos somos tipos blancos cis. Tenemos más o menos la misma edad. Los dos nos graduamos en universidades caras de la Ivy League y los dos sabemos que todo el mundo se preocupa.

Confío también en que los dos resultaremos ser igual de exitosos a la hora de convertirnos en presidente de los Estados Unidos.

A partir de aquí, empiezan unas pequeñas diferencias. Pete, aunque no es un gigante de la escena política, es ligeramente más alto que yo. Eso lo achaco a una falta de alimentación adecuada por mi parte. Mi padre en ocasiones se encontraba en el paro, pero siempre estaba borracho. Mi madre es una desconocida para mí y ha vivido en la calle durante la mayor parte de mi vida adulta. Me gustaría pensar que si hubiera tenido un poco más de apoyo en casa, yo también podría haber aprendido unos siete u ocho idiomas y haber crecido algunos centímetros más.

Pete y yo hemos publicado libros con nuestros nombres en la portada. Si alguna vez llegamos a hablar, me encantaría hablarle de su proceso de escritura.

Los dos hemos viajado por el mundo y hemos visto la cara negra del imperio estadounidense desde cerca, si bien con una perspectiva diferente. Los dos disfrutamos leyendo El americano impasible, de Graham Greene, cuando éramos estudiantes universitarios. Pete escribió su tesis sobre eso, y ha sido descrita como una lectura totalmente errónea que es abiertamente benévola con el personaje principal, un joven oficial de la CIA en Vietnam. La impresión que me dejó a mí el libro de Greene fue algo más tradicional: el colonialismo es un mal que los untuosos, los superprivilegiados y los naifs infligen sobre quienes no se lo merecen.

Puede que Pete haya temido por su vida en algunas ocasiones mientras estuvo desplegado con el ejército de los Estados Unidos, pero también es cierto que se apuntó por voluntad propia para correr ese riesgo. No recuerdo que nadie me preguntara a mí si quería experimentar la pobreza infantil.

Con la ayuda del psicoanálisis, he llegado a la conclusión de que quizá la única razón de que siga vivo hoy en día es que no escuché a gente como Pete. Cuando habla de educación y oportunidades, Pete me recuerda al orientador  que tuve en el instituto. Ese tipo era un imbécil. No quería que fuera a la universidad cuando decidí ir, pensaba que lo que me hacía falta era disciplina y me sugirió que hiciera el servicio militar en el ejército. No me hacía falta disciplina, sino libertad y respeto. Y dinero. Más que nada, me hacía falta dinero.

He llegado a la conclusión de que quizá la única razón de que siga vivo hoy en día es que no escuché a gente como Pete

De igual modo, Pete dice que la universidad no es para todo el mundo. En principio, estoy de acuerdo. Eso no significa que quiera que él (ni cualquiera de su procedencia social) elija quién es apto, y quién no, para ocupar puestos de gerencia, gubernamentales o puestos en otras profesiones que se reservan para los instruidos y los educados.

No obstante, a la universidad fuimos tanto Pete como yo. Después de saltar de Harvard a Oxford, Pete encontró rápidamente (aunque ahora le reporte mala fama) un trabajo en McKinsey & Company. Aunque a mí me fue bien en los estudios, nadie me enseñó cómo buscar trabajo. Cuando terminé la universidad pensé que había sido afortunado porque me contrató una empresa temporal. Me colocaron de bedel en un hospital. La plantilla, formada en su mayoría por señoras mayores, rara vez llevaba los guantes protectores para utilizar los químicos de limpieza. Sus articulaciones estaban inflamadas y nudosas.

Esas bondadosas mujeres me protegieron de lo peor de ese trabajo, como por ejemplo “un código marrón” en la sala de operaciones (imagínate lo que puede ser). Las que siempre eran bruscas y exigentes –de la manera en que la gente suele ser cuando el capitalismo les concede un poco de poder sobre los demás– eran las enfermeras profesionalizadas. A juzgar por el relato de cómo son sus eventos de campaña a marchas forzadas, estas mujeres están muy cerca del ideal platónico de los votantes de Pete: enfermeras Ratched [la que aparece en Alguien voló sobre el nido del cuco] administrando un sedante a un prisionero político y tarareando “grandes, grandes, grandes, grandes esperanzas” mientras dan saltitos al caminar.

Pero mis camaradas de la plantilla de limpieza no necesitaban más papeleo, o lo que sea que Pete está vendiendo. Lo que necesitan es atención sanitaria gratuita, subsidios a la vivienda y un sindicato.

Pero esos puntos no están en la agenda de Pete. Y lo que es peor, se comporta como un espía de la dirección. El mejor ejemplo de esto se produjo el año pasado cuando se presentó en un piquete de United Auto Workers e interrogó con torpeza a un hombre que sujetaba un cartel sobre cuánto dinero quedaba en el fondo de huelga del sindicato. Hace poco, The Intercept publicó que su campaña estaba contratando gente a través de Amazon Mechanical Turk, un perverso proyecto cuyo objetivo es doblegar la fuerza de trabajo para siempre al convertir cualquier trabajo que te puedas imaginar en un trabajo a destajo desmoralizador y profundamente mal pagado.

Cuando miro a Pete, veo la cara de la podrida y falsa meritocracia estadounidense y sé que no estoy solo.

------------

Como tantos otros luchadores burgueses, Pete ocupa espacio allá donde va. Nunca quiso ser un periodista, pero aun así solicitó unas prácticas en una redacción de noticias. Uno de sus profesores de Harvard le consiguió el trabajo. Según el Washington Post, el reportero para el que terminó trabajando Pete había estado intentando “presionar para que su cadena encontrara un becario afroamericano, o al menos alguien que realmente quisiera convertirse en reportero”. En resumen, lo que hizo fue utilizar sus influencias para privar a un negro aspirante a periodista de una oportunidad que podría haber lanzado su carrera profesional. ¿Por qué? Porque quería ser presidente algún día y pensó que sería útil conocer cómo funcionaban los medios de comunicación.

“Crecí rodeado de fábricas que cerraban y casas vacías”, dijo hace poco Pete cuando le entrevistaron en el New York Times para decidir a quién apoyaría el periódico. ¿Pero sabe cómo es la realidad de las personas que viven y trabajan en ese tipo de lugares? No lo creo.

Te lo voy a decir, Pete: es difícil. Cuando me llegó la carta de admisión de una universidad de la Ivy League, no me emocioné. Sentí vergüenza de mí mismo porque iba a dejar atrás a mis amigos. Además, estaba aterrorizado, no solo por motivos sociales sino también económicos. Tuve que vender mi coche después de que me quitaran el carné por una multa que no podía permitirme pagar, una multa que me pusieron por no arreglar un tubo de escape ruidoso que no podía permitirme reparar. Me subí en un bus de Greyhound para cruzar el país desde Olympia, Washington, hasta la Universidad de Columbia en Nueva York. No era la primera vez que hacía ese viaje, y tras haber aprendido algunas cosas sobre defensa personal, llegué con un bate de béisbol envuelto en un saco de dormir.

Al contrario que Pete, yo tengo un buen motivo para estar ahí. Yo sí que quería ser un reportero, porque me parecía que era la única manera de ganarme la vida con algo que se ajustara a mis capacidades y temperamento. Si ignoramos los mitos de Horatio Alger y de Abe Lincoln, sabía que la presidencia no era para gente como yo. ¿Acaso Pete dudó de sí mismo alguna vez? Por lo que yo he podido comprobar, Pete piensa que está cualificado para liderar al país porque fue a una escuela preparatoria, luego a Harvard y luego consiguió una beca Rhodes. Enhorabuena, Pete. Impresionante. Pero te equivocas. Todos esos reconocimientos no dicen nada acerca de quién eres.

No cabe duda de que Pete se esforzó para alcanzar esos logros. Pero vaya si le han ayudado. No todos nosotros tenemos tanta suerte. La ayuda que yo recibí provino en su mayoría de extraños. Saqué muchísimo provecho del tipo de programas de inspiración socialista que Pete piensa que no funcionan. Gracias a una ayuda federal para matrículas, fui capaz de terminar una licenciatura universitaria, algo que no consiguieron mis padres.

Cuando era un adolescente, era incontrolable y temerario, porque iba casi siempre a mi aire. Me metí todas y cada una de las drogas que se me pusieron por delante. Robé un coche y crucé tres estados conduciéndolo. Tuve suerte de ser un chico blanco. Poco después de terminar el instituto, me vi en la cárcel de mi ciudad natal. No llamé a papá para que me pagara la fianza. Me daba mucho más miedo que los tipos del calabozo. Desconozco si el futuro alcalde Pete solía acudir a fiestas, pero si lo hacía, y la policía se presentaba, estoy seguro de que llamaban a la puerta y les decían a sus amigos de la preparatoria que tuvieran cuidado, que se divirtieran y que apagaran la música a eso de las diez.

Yo sé lo que aprendí: Estados Unidos necesita el socialismo desesperadamente. ¿Qué es lo que ha aprendido Pete? Que si todos trabajamos juntos, ¿podemos conseguir absolutamente nada?

--------------

Lo más exquisito sobre la campaña de Pete es que, puede que por primera vez en su vida, su privilegiada clase social sea un inconveniente y no una ventaja. Es evidente que a Pete le está destruyendo (hace poco sufrió en sus propias carnes una situación en la que tuvo que pedir que aplaudieran durante un mitin lleno de blancos de geriátrico), pero yo me lo estoy pasando en grande. La reciente y generalizada agitación de conciencia de clase es lo mejor que le ha pasado a la política estadounidense en décadas.

No soy el único que se ha dado cuenta de cómo Pete intenta, sin éxito, hacerse el pobre. El mes pasado, en Iowa, se vendió como un independiente de Washington D.C., “alguien que puede realmente caminar desde su casa al maizal más próximo”. “¡Caramba!”, tuiteó Shawn Sebastian, un miembro del partido Familias Trabajadoras y nativo de Iowa, y escribió como respuesta que Pete era “el alcalde de una pequeña localidad universitaria controlada por una universidad privada. El padre de Pete fue un académico de Gramsci y acudió a escuelas privadas durante toda su vida. Basta ya de esta falsa autodefinición de industrial/agrícola. Pete camina para ir a bodegas, no a maizales”.

Cuando Binyamin Appelbaum del New York Times acusó a Pete de fijar los precios del pan en Canadá durante sus días como consultor, el candidato se refugió de nuevo en hacerse el pobre, en esa ocasión con un calculado uso de una expresión vulgar: “La alegación de que me encontraba al frente de una maniobra de fijación de precios corporativa es una chorrada”. No me impactó mucho su dominio de la lengua coloquial, pues más bien parecía Mister Rogers en un papel equivocado de Los aristócratas.

Lo más exquisito sobre la campaña de Pete es que, puede que por primera vez en su vida, su privilegiada clase social sea un inconveniente y no una ventaja

Cuando realicé una encuesta entre mis seguidores de las redes sociales para saber cuáles eran las “cosas que más les irritaban de Pete”, las respuestas fueron un compendio de indicadores de clase: “No lucha por nadie más que por su propia carrera”, “sonríe burlonamente con aires de superioridad cada vez que se le critica”, “una afectación vocal que le hace pensar que utilizar un tono portentoso convierte sus declaraciones banales en profundas” o “parece un falso zalamero que hace voluntariado en hogares sociales porque queda bien en el currículum”. Lector, ¿dónde está la mentira?

Esta rutina teatral de persona honesta es profundamente irritante, empezando por el campechano apodo que ha adoptado para parecerse más a un personaje sacado de un cuadro de Norman Rockwell. No obstante, es una victoria de la clase trabajadora que alguien como Pete se sienta obligado a minimizar los indicadores de clase alta que se ha pasado toda una vida dominando.

Cuando veo a Pete ponerse tenso y apretar los labios, o tragar saliva rápidamente al sentirse bajo presión por tener que explicar algún aspecto de su predecible carrera política o de sus políticas regresivas e impopulares, me entran ganas de levantar una barricada en la calle con neumáticos ardiendo y boicotear un puerto de contenedores. Si Pete está nervioso, eso significa que hay otros como él que están nerviosos. Temen que todo aquello por lo que se han esforzado en la vida (no solo en un sentido proletario, sino en el sentido de escribir cartas aduladoras y utilizar sus contactos) esté en peligro. Le tienen miedo al movimiento socialista. Bien. Ya era hora.

Piensa en lo patético que resulta el espectáculo fingido de oportunismo de clase de Pete al lado del fino y camaleónico espectáculo fingido de su compañero de beca Rhodes, Bill Clinton. El antiguo presidente archineoliberal es, naturalmente, mi enemigo político. No obstante, sigo encontrando algunas historias sobre su cruel infancia sumamente conmovedoras, poderosas y, como dicen los asesores de relaciones públicas, algo con lo que puedo identificarme. La habilidad de Clinton para hablar de forma genuina sobre su educación de clase baja es parte del motivo por el que su carisma conectó con tantos estadounidenses. Así y todo, el “muchacho de Hope” demostró ser, al final, un traidor de clase. Me gustaría pensar que Bill podría haber acabado mejor si no hubiera recibido la beca Rhodes.

Pero Pete no es Bill. No tiene una historia que contar, solo ha coleccionado anécdotas de forma estudiada. Es un conservador sin complejos en el sentido de que piensa que la clase no importa para nada, excepto en la medida en que es algo que él puede explotar. Su discurso se basa en un falso recurso emocional. Aunque nadie se lo cree, excepto aquellas personas que están más desconectadas que él de la lucha de la clase obrera.

Cuando le preguntaron a Pete, durante el Foro Presidencial Latino y Negro de Iowa que organizó Vice News, cuál sería la comida que llevaría a una cena informal, se quedó sin respuesta. “¿Es un desayuno informal?”, preguntó. Tras la aclaración de los moderadores, Pete dijo que llevaría “nachos y una salsa para mojar”. ¡Nachos y una salsa! Muchas gracias, becario de Rhodes Pete. Semejante tacañería es típica de los socialmente ascendentes. ¿Qué te parece si comemos en un restaurante la próxima vez y te ofreces a pagar la cuenta?

Y ya que estamos hablando de autenticidad, ha llegado el momento de que realicemos una sincera valoración de la cualificación que más publicita: su servicio militar.

Nunca he escuchado a un veterano hablar de la guerra o de la vida militar como habla Pete. Naturalmente que me di cuenta de cómo, en el último debate antes de los caucus de Iowa, se refirió a la difícil situación de “los soldados con los que serví”, como si fueran una especie diferente. Incluso para un oficial, Pete parecer ser particularmente estirado.

¿Alguien me puede explicar por qué los niños ricos piensan de forma tan gratuita que tienen derecho a decirle a la clase trabajadora cómo tiene que vivir?

Le pregunté al veterano del ejército de Estados Unidos reconvertido en escritor, Joe Kassabian, un declarado hombre de izquierdas y copresentador del podcast Leones dirigidos por burros, qué es lo que pensaba de Pete, un oficial de inteligencia del ejército naval nombrado directamente. “No hay nada de Pete Buttigieg que parezca auténtico, y menos su paso por el ejército. Su tiempo de servicio es hueco y denota el curioso sistema de castas que impera en Estados Unidos”, señaló Kassabian. “¿Quién cojones deja un puesto de consultor bien pagado para desplegarse al azar durante seis meses? Eso sencillamente no pasa. Es sí, en cuanto alguien saca el tema de la guerra, de inmediato saca a colación los seis meses que pasó allí, como si ser el teniente de una base avanzada de operaciones te aportara un cierto tipo de conocimiento superior sobre la guerra en general. Es evidente que no aprendió nada, porque no quiere acabar con ella”.

Hasta John Kerry, un impertérrito oficial de sangre azul, tuvo la decencia de tirar sus medallas y marchar contra la guerra cuando regresó de Vietnam. Antes de su nombramiento, Pete se paseó por las zonas ocupadas del imperio como un especulador civil. ¿Dónde está el patriotismo en eso?

-------------

Yo nunca diré que Pete no se ha enfrentado a desafíos en su vida. No tengo ningún derecho a darle lecciones a una persona gay sobre sus luchas personales, a las minorías raciales sobre las suyas, a las mujeres sobre las suyas y así sucesivamente. Así que por favor, ¿alguien me puede explicar por qué los niños ricos piensan de forma tan gratuita que tienen derecho a decirle a la clase trabajadora cómo tiene que vivir? Adelante. Estoy esperando. De verdad que quiero escuchar la explicación, sobre todo de alguien como Pete, pero cualquier niño de papá me vale. Venga, Bret Stephens, ven a mi casa y explícamelo a la cara; pero tráete tu propia botella de Beaujolais.

¿A qué tanta duda? ¿Tienes miedo? ¿Acaso crees que los pobres son más proclives a la violencia? ¿Crees que están desequilibrados y que son impredecibles? ¿Perjudicados? ¿Lastimosos? Esclavitud por deudas, ¡eso es lo que hace falta!

¿Acaso crees que nunca íbamos a ser capaces de comprender nuestra desastrosa situación, o cómo arreglarla?

Esto va dirigido a todos vosotros, pero sobre todo a los candidatos a la presidencia. Dejad de menospreciar a la clase obrera. Dejad de robar nuestro valor de veteranos de la pobreza. Solo tenéis que decir: “Soy hijo de un profesor, soy más conservador que mi padre y esta es la razón”. Y luego, Pete, puedes ponerte a escuchar. Solo entonces podrás comprender por qué tu espectáculo fingido de clase social fracasa estrepitosamente, aunque hayas marcado todas las casillas como el buen estudiante que siempre has sido.

¿”Pete” está bien? ¿Puedo llamarte Pete? “Alcalde Pete” no suena muy correcto, teniendo en cuenta que ya no eres alcalde. De todos modos, seamos sinceros: ¿no preferirías que te llamara señor presidente?

-------------

Corey Pein escribe la sección “Pensamiento Mágico” en The Baffler. Actualmente vive en Washington D.C. y Portland, Oregón, y ha escrito un libro que se publicó en abril de 2018 con el título Vive, trabaja, trabaja, trabaja y muere: un viaje hacia el corazón salvaje de Silicon Valley.

--------------

Traducción de Álvaro San José.

Este artículo se publicó en inglés en The Baffler.

El antiguo alcalde de South Bend, Indiana, Pete Buttigieg y yo tenemos unas pocas cosas en común. Unas pocas.

Los dos somos tipos blancos cis. Tenemos más o menos la misma edad. Los dos nos graduamos en universidades caras de la Ivy League y los dos sabemos que todo el mundo se preocupa.

Confío...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí

Autor >

Corey Pein (The Baffler)

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

1 comentario(s)

¿Quieres decir algo? + Déjanos un comentario

  1. Slaine

    The Manchurian candidate, tan negro como Obama y tan capaz como Mariano.

    Hace 4 años 5 meses

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí