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Lo que el bichito nos enseña
Hay que repensar el mundo, el trabajo no debe tener preferencia sobre los cuidados. Sin conciencia común no hay nada
Gerardo Tecé 13/03/2020
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Me lavo las manos con el esmero del millonario que abrillanta el capó de su nuevo Lamborghini. Es la tercera vez que lo hago hoy y calculo que estaré batiendo mi mejor marca personal de la historia. Mientras fumigo con jabón ese hueco mortal que hay en el resquicio del anular esquina con meñique, recuerdo que tenía que poner una lavadora de color y responder un par de correos. Con tanto acontecimiento histórico a uno se le pasa lo cotidiano. No es para menos. Colegios y universidades cerrando por todo el país, conexiones aéreas canceladas por todo el mundo, bolsas practicando la caída libre, museos clausurados, la liga de fútbol aplazada, el todopoderoso Real Madrid en cuarentena, citas ineludibles siendo eludidas y quinielas de líderes políticos que van cayendo en las garras del bichito. Tengo la sensación de no haber vivido nunca algo así, me dice un amigo por whatsapp, y le respondo que no creo que sea una sensación sino una realidad. Nunca habíamos vivido algo así. Estos días aparecerán en los libros de Historia, pero aún no sabemos con qué tamaño de letra, ni qué dirá exactamente el texto que narre lo ocurrido a principios de 2020.
Lavar ropa de color es la mejor terapia para que se te pase durante un rato esa sensación de vértigo, de febrícula histórica, para volver a aterrizar sobre terreno firme. Con la normalidad del tambor de la lavadora dando vueltas, uno recuerda que, a pesar del bichito, el mundo gira. Y que, ya que el bichito está entre nosotros, mejor aprender algo de él que entrar en pánico. El bichito nos ha enseñado mucho desde que llegó. Cosas tan útiles y valiosas como que el mundo ordenado y funcional que damos por hecho es solo falsa sensación de seguridad, como los salvavidas de los aviones o los sonrientes matrimonios de las casas reales. El bichito nos enseña que el castillo robusto en el que creíamos vivir es en realidad un frágil andamiaje cuya estabilidad depende de nuestros movimientos.
El bichito nos enseña que el mundo acomodado se vuelve histérico ante las adversidades. En contraste con su pachorra habitual, el hombre occidental sale a arrasar supermercados convirtiendo el papel higiénico en el nuevo bitcoin. El bichito nos enseña, si somos capaces de entender lo que es el peligro, la psicopatía tan grande que es cruzarse de brazos mientras hay quien muere por pandemias de hambre, guerra o enfermedades curables. El bichito nos enseña que en el mundo hay parásitos que nos enferman más que cualquier virus. Quienes se empeñan en comercializar con lo sagrado, quienes desatienden lo común para enriquecerse. Quienes nos venden la película de que el ser humano no es un colectivo, sino una suma de individuos jugando a pisotearse. El bichito ha demostrado la falsedad de esa teoría y ahora muchos deberían pedir perdón y entregar, manos en alto, sus libros de economía ultraliberal.
El bichito nos enseña que nada, excepto la salud, es imprescindible. No son imprescindibles para nuestra vida las fiestas patronales, ni las competiciones deportivas de élite. El bichito nos enseña que nuestro tesoro nacional no es Rafa Nadal, sino la enfermera que hace horas extras en un hospital público. El bichito también nos ha enseñado que lo imposible no lo era tanto. Si ante esta emergencia se han podido activar ayudas sociales, también se podían haber activado durante la anterior crisis del capitalismo que provocó en millones de familias estragos mayores que cualquier bichito. Si no se hizo, nos enseña ahora el bichito, es porque no se quiso.
El bichito nos enseña que el mundo hay que repensarlo. Que si la contaminación que nos mata no se reduce es porque al volante hay conductores suicidas. El bichito nos enseña que, en un cruce de caminos, el trabajo no debe tener preferencia sobre los cuidados. El bichito nos enseña que sin conciencia común no hay nada. El bichito nos enseña que, como decía Al Pacino en Un Domingo Cualquiera, o sanamos como equipo o morimos como individuos. Buena película, a propósito, para pasar el fin de semana en casa.
Me lavo las manos con el esmero del millonario que abrillanta el capó de su nuevo Lamborghini. Es la tercera vez que lo hago hoy y calculo que estaré batiendo mi mejor marca personal de la historia. Mientras fumigo con jabón ese hueco mortal que hay en el resquicio del anular esquina con meñique, recuerdo que...
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Gerardo Tecé
Soy Gerardo Tecé. Modelo y actriz. Escribo cosas en sitios desde que tengo uso de Internet. Ahora en CTXT, observando eso que llaman actualidad e intentando dibujarle un contexto. Es autor de 'España, óleo sobre lienzo'(Escritos Contextatarios).
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