Tribuna
¿Qué virus les ha picado?
Desde la tumba en que se ha convertido Grecia para salvar al euro oímos que “como europeos, estamos llamados a ofrecernos apoyo los unos a los otros” y vemos cómo Merkel abre a chorros el grifo del crédito para Alemania
Pedro Olalla Atenas , 7/04/2020
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Sabemos que la vida da muchas vueltas, y deberíamos, por ello, estar ya preparados para escuchar de todo. Pero, después de más de una década escuchando reiteradamente los mantras del neoliberalismo y los incuestionables dogmas de las altas esferas de la Unión Europea, confieso que me pillan por sorpresa las vehementes declaraciones de Mario Draghi –quien fuera vicepresidente de Goldman Sachs, director ejecutivo del Banco Mundial, presidente del Banco Central Europeo y paladín de los memorandos y las políticas de austeridad que han hundido por completo a Grecia (por no hablar de otros países)– en el Financial Times, hace apenas dos días:
“Hay que actuar de inmediato sin preocuparse del aumento de la deuda pública”. “Niveles más altos de deuda pública revitalizarán la economía y se verán acompañados de la cancelación de la deuda privada”. “Hay que evitar ante todo que las personas pierdan su trabajo. No es suficiente recortar impuestos: hay que inyectar liquidez al sistema, y la banca debe hacer su parte prestando dinero a coste cero a las empresas”. “Los gobiernos deben intervenir de inmediato para el mantenimiento de la economía, porque su caída significaría profundizar en una recesión de la cual sería muy difícil salir”. “Todos los recursos deben movilizarse para proteger a las empresas y a los trabajadores”. “Una destrucción permanente de la capacidad productiva y, por lo tanto, fiscal, sería todavía más dañosa para la economía y, en un futuro, para la credibilidad de los gobiernos”. “Como europeos, estamos llamados a ofrecernos apoyo los unos a los otros ante lo que, con toda evidencia, es una causa común”. “La profunda recesión es inevitable: lo importante es que no se convierta en la tumba de Europa”.
Mario Draghi, claro está, no ha sido el único, pero sí ha sido de los más visibles. La misma doctrina ha sido defendida sin fisuras por Merkel, Sarkozy, Barroso, Strauss-Kahn, Lagarde, Trichet, Schäuble, Dijsselbloem, Juncker, Centeno, De Guindos, Rato y sus respectivos círculos de influencia. También, bien está decirlo, por unas élites económicas nacionales contentas y beneficiadas de esa situación, una clase política cómplice y partícipe durante demasiado tiempo, una comunidad académica poco científica cuando no pesebrera, unos medios de comunicación muy fieles a la voz de su amo y una ciudadanía dormida en los laureles de un aparente confort.
¿Cómo es posible que proclamen a gritos que “hay que actuar de inmediato sin preocuparse del aumento de la deuda pública” quienes abogaron por blindar el déficit público en el texto de las Constituciones?
¿Y ahora, qué? ¿Qué virus les ha picado? ¿Cómo es posible que proclamen a gritos que “hay que actuar de inmediato sin preocuparse del aumento de la deuda pública” quienes abogaron por blindar el déficit público en el texto de las Constituciones y quienes predicaron la doctrina del Déficit Cero como la máxima virtud política? ¿Cómo es posible que quienes impusieron el despido masivo e incluyeron en los memorandos europeos la derogación de los convenios colectivos, de la jornada de ocho horas y del salario mínimo aseveren ahora que “hay que evitar ante todo que las personas pierdan su trabajo”? Quien hoy sostiene que “no es suficiente recortar impuestos, sino que hay que inyectar liquidez al sistema”, ¿en qué pensaba cuando subían al 24% el IVA de casi todos los productos, cuando –al tiempo que recortaban mortalmente sueldos y pensiones– disparaban los impuestos tradicionales y creaban aún otros nuevos? ¿Receta hoy “inyectar liquidez al sistema” el mismo médico que recetó el corralito y las medidas que hicieron decaer durante años la circulación del dinero? Quien hoy ve como un deber urgente de la banca “prestar dinero a coste cero a las empresas”, ¿no estuvo entre los principales artífices de los severísimos memorandos que rescataron reiteradamente a la banca privada y a los acreedores, sin exigir siquiera garantías de que ese rescate fuera dirigido a apoyar la economía productiva?
Quien hoy asevera que “todos los recursos deben movilizarse para proteger a las empresas y a los trabajadores” orquestaba hasta ayer el mayor plan de privatización de recursos públicos del mundo para convidar a los especuladores, mientras cientos de miles de empresas echaban el cierre y millones de trabajadores perdían su modus vivendi. Si es cierto que “una destrucción permanente de la capacidad productiva y, por lo tanto, fiscal, sería todavía más dañosa para la economía y, en un futuro, para la credibilidad de los gobiernos”, ¿dónde debería estar hoy la credibilidad de los muchos gobiernos, y de la propia Unión Europea, que han estado aplicando de manera implacable recetas que han llevado a la destrucción incuestionable del tejido productivo real y a la recesión más absoluta de la economía real? ¿No deberían todos ellos pedir perdón, entregar el poder y retirarse a casa, cuando no ser juzgados por crímenes de lesa humanidad y lesa patria?
Ahora, mientras Mario Draghi vaticina que “la profunda recesión es inevitable: lo importante es que no se convierta en la tumba de Europa”, desde la tumba en que se ha convertido Grecia para salvar al euro oímos que “como europeos, estamos llamados a ofrecernos apoyo los unos a los otros ante lo que, con toda evidencia, es una causa común” y vemos cómo Merkel abre a chorros el grifo del crédito para Alemania (con una “ayuda” que dobla la ominosa deuda griega), aparca la doctrina del Schuldenbremse y trata de impedir, despavorida, que las joyas de la empresa teutona caigan en manos de los inversores extranjeros.
Su miedo tiene una causa: que se muera la vaca que han estado ordeñando y sangrando. Que, ante un error de cálculo motivado por el coronavirus, se le vaya la mano a la economía especulativa y acabe por completo con la real. Probablemente, cuando el cadáver del virus pase por delante de nuestras puertas cerradas, ellos volverán a ponerse otra medalla. Y, si no despertamos, volverán a gobernar. A ver si el virus nos enseña de una vez para qué debe servir la Política.
Sabemos que la vida da muchas vueltas, y deberíamos, por ello, estar ya preparados para escuchar de todo. Pero, después de más de una década escuchando reiteradamente los mantras del neoliberalismo y los incuestionables dogmas de las altas esferas de la Unión Europea, confieso que me pillan por sorpresa las...
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Pedro Olalla
Es autor, entre otros libros, de Grecia en el aire. Herencias y desafíos de la antigua democracia ateniense vistos desde la Atenas actual (Acantilado, 2015), Historia Menor de Grecia. Una mirada humanista sobre la agitada historia de los griegos (Acantilado, 2012) y Atlas Mitológico de Grecia (Lynx Edicions, 2002), y de las películas documentales Ninfeo de Mieza: El jardín de Aristóteles y Con Calliyannis. Reside en Grecia desde 1994 y es Embajador del Helenismo.
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