Europa contra sí misma
¿Coronabonos sí o no? No se agobien: esto va para largo
La próxima reunión del Eurogrupo no será el Día D, ni la hora decisiva de la UE: será, en cambio, el inicio de una larga batalla, esa sí, crucial para el futuro del proyecto comunitario
Steven Forti 2/04/2020
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
La Unión Europea (UE) está viviendo posiblemente su mayor crisis. Lo de hace una década ha quedado ya oscurecido por lo que se nos viene encima estas semanas. El brexit ya no copa las portadas de los periódicos. Hay quienes están convencidos de –o al menos esperan– que las instituciones comunitarias sabrán encontrar una respuesta satisfactoria a la emergencia sanitaria y económica del coronavirus. Hay quienes dudan y no saben qué pensar. Y hay quienes auguran, con miedo, resignación o frotándose las manos, que el proyecto cuyos cimientos pusieron De Gasperi, Schuman y Adenauer, tras el final de la Segunda Guerra Mundial, está a punto de implosionar. O de disgregarse lentamente. Todo puede pasar en estos tiempos que más que líquidos son gaseosos. El mundo está cambiando de golpe y todo se tambalea.
El pasado 24 de marzo el Eurogrupo –la reunión de los ministros de Economía y Finanzas de la zona euro– ha mostrado la profunda división que existe entre los Estados del sur –liderados por Italia y España– y los del Norte –con Alemania y Holanda a la cabeza–en torno a las medidas que deben adoptarse. Los primeros, a los que se han sumado Francia, Bélgica, Luxemburgo, Portugal, Grecia, Eslovenia, Irlanda y por último Chipre, hicieron pública una carta en la que pedían utilizar medidas extraordinarias y, más concretamente, los coronabonos, una versión actualizada de los eurobonos que flotan en el aire hace tiempo. Se trata de nueve países que representan más de la mitad de la población y el PIB europeo.
Los segundos, arropados por Austria y Finlandia, tradicionales halcones dentro de la UE, insistieron en la defensa de los instrumentos ya existentes: el primero, el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE). Se trata de un organismo creado en 2012 para encontrar una salida a la crisis de la deuda soberana, que comportó una serie de estrictas condiciones para la devolución de los préstamos. Simplificando, los “hombres de negro” que en tiempos de la nunca olvidada Troika, formada por la Comisión Europea (CE), el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), impusieron draconianas políticas de austeridad en los países que tuvieron que pedir un rescate.
La incapacidad del Eurogrupo para ponerse de acuerdo y dar una respuesta rápida y valiente ha sido decepcionante. La única respuesta al bloqueo fue ganar tiempo: en la reunión del Consejo Europeo del 26 de marzo los 27 países miembros de la UE firmaron un documento que encarga a la presidenta de la CE, Ursula von der Leyen, y al presidente del mismo, Charles Michel, la elaboración de una propuesta en un plazo de dos semanas. El próximo martes 7 de abril, pues, se volverá a reunir el Eurogrupo con el objetivo de encontrar una solución a medio-largo plazo. Hay quien ve en esta reunión el D-Day, una especie de momento decisivo que puede relanzar o enterrar definitivamente el proyecto de integración europea. Sin duda, será una reunión importante y nos mostrará si la UE tiene un verdadero proyecto de futuro o si no podemos esperar mucho más de lo que ya tenemos.
En el propio ámbito sanitario, los Tratados permiten muy poco margen de acción a Bruselas, precisamente porque los Estados no quisieron ceder soberanía
Sin embargo, no perdamos de vista también que existe un relato catastrofista, impulsado por otros actores internacionales que apuestan por el debilitamiento o el fin de la UE. Un reciente informe de EuvsDisinfo, la unidad de la CE que estudia y contrasta las noticias falsas en la red, ha confirmado que hay un notable esfuerzo, sobre todo de Rusia y China, para desestabilizar la UE, difundiendo noticias según las cuales la Unión está traicionando a sus ciudadanos y agigantando el papel de las ayudas que Pekín y Moscú han enviado a diferentes países europeos.
¿Qué ha hecho hasta ahora la UE?
¿La UE no ha hecho nada? Bueno, las cosas son, como siempre, más complejas. Por un lado, no podemos olvidar que la UE no son Alemania y Holanda, sino unas instituciones en las que participan todos los Estados miembros. Esos mismos Estados que, por distintas razones, y durante años, no han querido avanzar hacia una real integración política, fiscal o bancaria. De aquellos polvos, estos lodos. En el propio ámbito sanitario, los Tratados permiten muy poco margen de acción a Bruselas, precisamente porque los Estados no quisieron ceder soberanía. El comisario para el mercado único, Thierry Breton, consiguió desbloquear la exportación de material sanitario dentro de la UE, después de que algunos Estados se negaran a ello. No se pueden, pues, pedir peras al olmo, ni mucho menos responsabilizar a la UE de todos los males.
Por otro lado, es menester también poner de relieve lo que las instituciones comunitarias han hecho en estas primeras semanas, tras unos evidentes titubeos. En primer lugar, medida impensable tan solo hasta hace un mes, se ha suspendido el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, lo que permite a los Estados aumentar el gasto sin tener que respetar las limitaciones que el pacto imponía, como el déficit y la deuda pública al 3% y 60% del PIB, respectivamente. En segundo lugar, no obstante la infeliz expresión, luego corregida, de Christine Lagarde, el BCE ha aprobado el Pandemic Emergency Purchase Programme (PEEP) que implica la compra de deuda de los diferentes Estados hasta 750.000 millones de euros –cifra que podría ampliarse si fuera necesario–. En tercer lugar, el Europarlamento ha aprobado un plan de 37.000 millones de euros para financiar la sanidad de los Estados miembros golpeados por el coronavirus y otro plan de 40.000 millones dirigido a las pymes a través del Banco Europeo de Inversiones (BEI). No es poco, teniendo en cuenta lo que vimos tras la crisis de 2008-2010 –es decir, una respuesta lenta, limitada y equivocada– y el ridículo presupuesto del que dispone la UE, unos 168.000 millones de euros, poco más del 1% del PIB de los países miembros.
El vicepresidente de la Cámara de diputados, Fabio Rampelli, dirigente de Hermanos de Italia, ha quitado la bandera europea de su despacho. Por ahí van los tiros de los amigos de Orbán, Le Pen y Abascal
Ahora bien, las políticas de quantitative easing sin limitaciones protegen la zona euro de posibles crisis de deuda soberana, pero la política monetaria tiene evidentes límites de eficacia, sobre todo tras el “whatever it takes” pronunciado en 2012 por el entonces presidente del BCE, Mario Draghi. Solo unas medidas con ulterior gasto público pueden tener eficacia en la renta disponible de personas y familias, además de la liquidez de las empresas. Sirven pues políticas de inversión pública de apoyo a estas primeras medidas. Es lo que, a fin de cuentas, sugieren también el G7 y el G20 cuando piden reforzar lógicas de intervención coordinada a nivel internacional. Y lo que, sibilinamente, o quizás no tanto, afirmó hace unos días en el Financial Times el mismo Draghi: en tiempos de guerra se debe generar más deuda pública y utilizar rápidamente los recursos.
¿Italia, Francia y España van en serio?
Se debate mucho sobre la postura adoptada por los gobiernos italiano, español y francés. ¿Van en serio o están jugando de farol? La reacción del presidente del Consejo italiano, Giuseppe Conte, ha sido la más dura. No es extraño teniendo en cuenta la situación sanitaria del país transalpino –el primero en sufrir los estragos del coronavirus– y la de su economía, estancada desde hace más de una década. Además, la deuda pública italiana roza el 135% del PIB, es decir 2,44 billones de euros, y la estabilidad política está en entredicho con la ultraderecha –la Liga de Matteo Salvini y Hermanos de Italia de Giorgia Meloni–, que ya supera el 40% de intención de voto en todos los sondeos. Para entender el puñetazo en la mesa que dio Conte a nivel europeo no se puede perder de vista la política interior y la debilidad del ejecutivo integrado por el Partido Democrático (PD), el Movimiento 5 Estrellas (M5E), la izquierda de Libertad e Igualdad (LeU) e Italia Viva (IV), el nuevo movimiento creado por el ex jefe de Gobierno Matteo Renzi. Mostrar debilidad en esta situación habría significado dejar campo libre a Salvini y Meloni, que no han esperado ni unas horas para reactivar su discurso euroescéptico. Una nota de color: el vicepresidente de la Cámara de Diputados, Fabio Rampelli, dirigente de Hermanos de Italia, ha quitado hace unos días la bandera europea de su despacho. Por ahí van los tiros de los amigos de Orbán, Le Pen y Abascal.
Lo mismo vale para los demás, no sólo para los firmantes de la carta del mal llamado “frente sur”: todos están preocupados por los soberanistas que tienen dentro de sus fronteras. El año que viene Merkel dejará la política y la CDU, en crisis de identidad y sin un liderazgo claro para el futuro, ve como Alternativa para Alemania le sigue robando votos. En 2022 Macron se juega la reelección y la situación en el Hexágono no es especialmente halagüeña para el presidente galo, con un Rassemblement National que puede aprovecharse de la crisis para aumentar sus consensos.
Se está especulando mucho sobre si, más que Italia y España, Francia va en serio al pedir los coronabonos y un cambio de rumbo radical en las políticas comunitarias. Quién sabe. París ha jugado siempre muy bien sus cartas, pensando sobre todo en sus intereses. Puede que la ruptura del eje franco-alemán sea puntual o puede que la alianza con Italia y España sea duradera. Este es el nudo gordiano. Imposible hacer previsiones ahora.
Una batalla que acaba de empezar
¿Esto significa que todo es teatro? Obviamente, no. Conte ha repetido hasta la saciedad que la UE tiene por delante un reto histórico. Y es cierto. En una entrevista reciente en el canal de televisión alemán ARD, el presidente del Consejo italiano defendió los bonos europeos, y explicó que “los ciudadanos alemanes no deberán pagar un solo euro de la deuda italiana. Italia siempre ha pagado sus deudas y seguirá haciéndolo”. Al diario holandés De Telegraaf, Conte añadía una recomendación: debemos evitar que dentro de un tiempo tengamos que decir: “Por fin tenemos la terapia para descubrir luego que el paciente está ya muerto”. Son palabras mayores.
La de estos días a nivel europeo es una confrontación dura. No cabe duda de que Conte se juega su futuro y también el del Ejecutivo que, de momento, se muestra compacto –desde los más pro-europeístas, como el ministro democrático de Economía, Roberto Gualtieri, hasta los sectores más populistas de los grillini, como Alessandro Di Battista– y “blindado” frente a un posible intento de conformar un gobierno de unidad nacional liderado por Mario Draghi en plan “salvador de la patria”. Una opción que gustaría a Salvini y a Renzi. Este riesgo podría materializarse, no de manera inminente, sino después del verano, si la crisis económica y social sigue avanzando. Nadie, ni en el impredecible y heterogéneo M5E, quiere, en realidad, una salida de la UE: según confirman fuentes parlamentarias del mismo Movimiento, todos están convencidos de que los coronabonos son un espejismo. El mismo Paolo Gentiloni, comisario europeo de Asuntos Económicos, ha afirmado que la emisión de bonos para mutualizar la deuda “no se aceptará jamás”: según el expresidente del Consejo italiano, se debe trabajar a largo plazo. El objetivo del gobierno de Conte es pues bloquear el MEDE y obtener en cambio un nuevo mecanismo a través de la BEI (Banco Europeo de Inversiones), es decir, liquidez con la obligación de devolver el dinero en un plazo largo de tiempo sin más condiciones. Se trata, explican, de una “negociación a la baja”: el quid es entender hasta qué punto será a la baja. Nadie niega que el riesgo es acabar como Tsipras.
Quizá se pueda desbloquear el presupuesto europeo, pero poco más. El objetivo es, más bien, trabajar para el futuro con la vista puesta en obtener los famosos eurobonos
Diferentes fuentes del Partido Democrático subrayan que, muy probablemente, los cambios serán mínimos en la próxima reunión del Eurogrupo. Quizá se pueda desbloquear el presupuesto europeo, pero poco más. El objetivo es, más bien, trabajar para el futuro con la vista puesta en obtener los famosos eurobonos a largo plazo .Diferentes analistas italianos explican que se deben separar las dos cosas. Una cosa es cómo gastar dinero, endeudarse y financiar la deuda ahora mismo: esto se puede hacer con las medidas ya aprobadas por la CE y sobre todo el BCE, que comprará 215.000 de los 325.000 millones de euros de la deuda que Italia tiene que refinanciar este año. Otra es cómo reformar la UE: ahí entrarían los eurobonos y un nuevo Plan Marshall o recovery plan, que comportaría un salto hacia adelante en la integración europea. Se trata de algo no inmediato; ahora, como mucho, se podría empezar a poner los cimientos En esto será crucial la evolución del debate en Alemania, que se está quedando bastante aislada a nivel europeo: los Verdes y parte del SPD están a favor de una solución de este tipo. Todos subrayan, pues, que se trata de una larga batalla que acaba de comenzar.
En Italia el miedo, si acaso, viene derivado de la reacción de los mercados ante un posible empecinamiento de Conte en la cuestión de los coronabonos: esto, explican, podría conllevar un posible aumento de la prima de riesgo. En ese caso, la economía italiana sí que se enfrentaría a graves problemas. Según estimaciones del centro de estudios de Confindustria, la patronal italiana, en 2020 el PIB italiano perdería el 6% y la deuda llegaría hasta el 147%. No es un asunto menor.
Un compromiso a la europea
Las opiniones recogidas en Italia parecen confirmarse también a nivel europeo. No es casualidad que el halcón alemán Klaus Regling, actual director general del MEDE, haya declarado al Financial Times que en el caso de que se abriesen líneas de crédito del MEDE “serían completamente distintas a las de hace una década” por que la de ahora es “una crisis simétrica que no se debe a errores políticos de ningún país”. Una declaración, todo sea dicho, impensable hace unas semanas.
En realidad, Von der Leyen y Michel estarían elaborando una propuesta de fondo de reaseguro de desempleo comunitario –por valor de entre 80.000 y 100.000 millones de euros– que garantizaría dentro de los tratados existentes una ayuda a los trabajadores en paro por la crisis. Sería una especie de aval para que los países puedan financiar los instrumentos necesarios. Se activaría así el artículo 122.2 del Tratado de la UE que permitiría utilizar recursos del presupuesto comunitario sin pasar por otros organismos financieros como el MEDE. Paralelamente, se podría modificar el presupuesto de los próximos siete años (2021-2027) con un paquete de estímulos para reactivar la economía.
Sería pues una solución de consenso en la “clásica” tradición de la UE. Un compromiso entre países que no quieren quedar como los derrotados ante sus opiniones públicas. No habrá teóricamente ni vencedores ni vencidos. Y, justo después, empezará la batalla del relato donde querrán tener protagonismo las ultraderechas que tienen ya en Hungría su modelo de Estado autoritario. La próxima reunión del Eurogrupo no será pues el D-Day, ni la hora H de la UE: será, en cambio, el inicio de una larga batalla, esa sí, crucial para el futuro del proyecto comunitario.
La Unión Europea (UE) está viviendo posiblemente su mayor crisis. Lo de hace una década ha quedado ya oscurecido por lo que se nos viene encima estas semanas. El brexit ya no copa las portadas de los periódicos. Hay quienes están convencidos de –o al menos esperan– que las instituciones comunitarias sabrán...
Autor >
Steven Forti
Profesor de Historia Contemporánea en la Universitat Autònoma de Barcelona. Miembro del Consejo de Redacción de CTXT, es autor de 'Extrema derecha 2.0. Qué es y cómo combatirla' (Siglo XXI de España, 2021).
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí