Fin de la austeridad
Adiós a los hombres de negro
Solo hay un agente económico capaz de impulsar la economía cuando los demás no pueden o no quieren: el Estado. También es el único que puede proteger a los ciudadanos de forma justa
Emilio de la Peña 23/03/2020
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La Comisión Europea y el Banco Central Europeo han reaccionado ya ante la pandemia económica del coronavirus. Primero lo hizo el BCE, el pasado jueves 19. Acordó que va a comprar títulos de deuda de los países y de las empresas de toda la eurozona por valor de 750.000 millones de euros de aquí a fin de año. Al día siguiente, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, anunció que quedaba suspendido el Pacto de Estabilidad. Ese que impide a los Estados aumentar sus gastos y su endeudamiento. Los países podrán gastar lo que sea necesario para hacer frente a la catástrofe. El coronavirus se ha llevado por delante la austeridad, que hasta ahora era una norma sagrada.
Los países podrán gastar lo que sea necesario para hacer frente a la catástrofe. El coronavirus se ha llevado por delante la austeridad, que hasta ahora era una norma sagrada
Analicemos ahora cada una de las dos decisiones. Primero, el BCE. Esta institución se ha dado prisa para evitar los tremendos errores del pasado. Recordemos que, a estas alturas de la crisis financiera de 2008, al entonces presidente del BCE, Jean Claude Trichet, no se le ocurrió otra genialidad que subir el tipo de interés, restringir el dinero. Luego, el BCE tardó cuatro años en tomar decisiones útiles. Cuando un banco central compra no necesita tirar de sus ahorros, basta con que fabrique más dinero. Puede hacerlo sin medida. Ya lo hizo cuando el euro estaba a punto de naufragar en 2012, aunque se trató más que nada de salvar a los bancos. La duda es si la medida será suficiente para activar la economía y rescatar a los ciudadanos. Desde luego, por sí sola, no.
Al comprar deuda pública, o anunciarlo simplemente, el BCE hace que esta se encarezca, al ser un comprador mayor que cualquier otro dispuesto a pagar lo que sea. Eso beneficia a los Estados que emiten esa deuda, por ejemplo, España, porque cuanto más valgan sus nuevos títulos, menos interés pagarán por ellos. Podrán así soportar más endeudamiento. Por ejemplo, aquí el Estado pagó el año pasado 2.500 millones de euros menos por los intereses de su deuda que en 2014, y eso que el volumen de deuda del Estado era mayor. Fue posible porque los intereses eran más bajos. Y se consiguió gracias a que el BCE decidió comprar deuda de los países. Pero ahora los intereses de la deuda están muchísimo más bajos que en otros tiempos. Bajarlos es ya casi imposible. Por un bono nuevo español a 10 años el Tesoro paga tan solo el 0,7%. La acción del BCE puede impedir que vuelvan a subir, pero nada más. La economía ha caído en lo que Keynes llama trampa de la liquidez. El margen es muy escaso.
Además, ese inmenso dinero que sacará ahora el BCE va a parar sobre todo a los bancos, que son los que tienen en su poder más títulos de deuda pública y privada, para venderla al Banco Central Europeo. No llegará directamente a las empresas o a los ciudadanos. Y son los bancos los que deben canalizarlo prestando. El Estado les puede forzar a que compren más deuda pública, pero el resto no. El Estado está en condiciones de endeudarse más. Ya no tendrá encima a los hombres de negro. Pero ahora, si el Estado se endeuda, que tendrá que hacerlo, deberá ser para rescatar a ciudadanos y pymes, no a bancos.
La gran cantidad de dinero que sacará ahora el BCE va a parar sobre todo a los bancos. No llegará directamente a las empresas o a los ciudadanos
El economista John Kenneth Galbraith comparaba la actuación de los bancos centrales con la utilización de una cuerda. Es posible que tirando de una cuerda se restrinja el dinero que pueden prestar los bancos. Pero, al revés, empujando de la cuerda, es seguro que no se conseguirá que aumenten los préstamos al sistema productivo ni a los ciudadanos. Solo hay un agente económico capaz de impulsar la economía cuando los demás no pueden o no quieren: el Estado. También es el único que puede proteger a los ciudadanos de forma justa, sin favorecer a unos y dejar tirados a otros. Pedro Sánchez se ha comprometido a hacer frente a la crisis sanitaria, económica y social con los recursos que sean necesarios. Para ello necesita gastar lo que sea necesario. Sin limitaciones. Nadie se lo impide ya.
Los bancos pueden prestar a empresas grandes y pequeñas para hacer frente a su falta de dinero por la paralización de los negocios. Pero la situación a priori no los anima a ello. El interés que obtienen es bajo y les compensa poco para el riesgo que corren si no les devuelven lo prestado. Así funcionan las cosas. Hay remedios, pero los tiene que acometer el Estado. Los 100.000 millones de euros en avales que aprobó el Gobierno son precisamente para eso, son un remedio. Será el Estado el que corra el riesgo por los préstamos que den los bancos y no se devuelvan. Aun así, se debería vigilar que las entidades financieras no se cierren en banda o cobren comisiones e intereses más altos de lo debido. Las crisis nunca han ablandado el corazón del dinero y menos del que lo tiene.
Segundo, la Comisión Europea. Había que acabar con la política de austeridad plasmada en el Pacto de Estabilidad. Es la que obligó a recortar el gasto público. Y entre otras cosas, a reducir el número de camas en los hospitales españoles: ahora hay 4.000 menos que en 2011. Italia, Francia y Alemania querían que cada país pudiese gastar cuanto fuese necesario. Pero había resistencias de quienes seguían pensando todavía en el Estado al servicio del modelo neoliberal. En la última reunión de los ministros de Economía de la eurozona, el 16 de marzo, algunos insistían en que el aumento del gasto sin límite debía venir de la Unión Europea, no de los Estados. Bruselas en realidad tiene poca capacidad de gasto, basta con mirar su presupuesto raquítico. Ese día solo se autorizó aumentar el déficit para pagar lo inevitable: parados, coste sanitario y préstamos a las empresas. Fue un chasco.
No se trata de que aumente algo el déficit y que, por ejemplo, en España pase con mucho de los 22.500 millones previstos para este año. Van a dispararlo, sin duda alguna: el pago a asalariados y autónomos que se queden sin empleo (ahora van a cobrar todos los que estén en paro, aunque sea temporal, no como antes), el gasto sanitario y asistencial por el coronavirus, y la caída de la recaudación de los impuestos. De lo que se trata es de gastar todo lo necesario para recuperarse.
Habrá que volver a esas políticas keynesianas que relanzaron la economía europea y norteamericana tras la Segunda Guerra Mundial
Una semana después, la presidenta de la Comisión rompió amarras. En un vídeo, y en un comunicado, de la Comisión difundido por Twitter, anunciaba que los Estados dejaban de estar sujetos al Pacto de Estabilidad. Podrán gastar lo que necesiten. En realidad, es una propuesta a los jefes de Estado y gobiernos de la Unión, que la aprobarán con toda seguridad. Von der Leyen añadía además que, solo con que se prolongue la pandemia del coronavirus hasta junio, la economía de la UE caería como lo hizo en el peor momento de la crisis financiera, en 2009. Entonces se hundió un 4,5%.
Tras las medidas anunciadas hace una semana por el Gobierno de Sánchez, y por otros países de la eurozona para contener el impacto del coronavirus, habrá que emprender otras. Sobre todo, cuando se vea el paisaje que ha dejado la pandemia: las grandes empresas noqueadas y sin ingresar dinero, al menos durante meses. Las pymes paralizadas en su mayor parte, sin liquidez siquiera para pagar a sus trabajadores. Todas dependiendo de préstamos simplemente para afrontar sus pagos. Y los trabajadores pendientes de cobrar el subsidio del paro mientras estén suspendidos de empleo. Nadie, salvo el Estado, estará en condiciones de invertir y de poner en marcha el aparato productivo. Y por supuesto de proteger a los más vulnerables.
Habrá que volver a esas políticas keynesianas que relanzaron la economía europea y norteamericana tras la Segunda Guerra Mundial. Entonces, de un mundo devastado se pasó a un florecimiento económico como no se ha registrado nunca más. Se redujeron las desigualdades al nivel más bajo de la era moderna. Se potenció al máximo en la Europa libre (España no lo era) el Estado de bienestar. Se consiguió con gasto del Estado, hasta donde fuese necesario, y con el control de la economía privada. También con un fuerte aumento de los impuestos a los más ricos. A los empresarios no les quedó otra que aceptarlo.
El neoliberalismo económico, con su apoyo a los mercados sin control y el grillete de la austeridad en Europa, que tanta desigualdad ha generado, ha sido incapaz de dar respuesta a la catástrofe. A los hombres de negro, que así se llamó a los agentes de Bruselas que vigilaban la ortodoxia neoliberal, se los lleva la pandemia.
La Comisión Europea y el Banco Central Europeo han reaccionado ya ante la pandemia económica del coronavirus. Primero lo hizo el BCE, el pasado jueves 19. Acordó que va a comprar títulos de deuda de los países y de las empresas de toda la eurozona por valor de 750.000 millones de euros de aquí a fin de año. Al...
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Emilio de la Peña
Es periodista especializado en economía.
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