Diario itinerante
¿Cómo respondemos al trumponarismo?
La pésima gestión de la covid-19 parece haber golpeado la reputación de los dos presidentes con más eficacia que los demócratas o la izquierda brasileña
Andy Robinson 24/06/2020
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La mala noticia –como se comentó aquí– es lo que dice David Adler, uno de los estrategas de la Nueva Internacional Progresista: “Trump, Bolsonaro y muchos más están compartiendo tácticas en ejes transnacionales en lo que es un caballo de Troya para el nacionalismo de ultraderecha”. El joven filósofo brasileño Rodrigo Nunes lo explica con más detalle en una entrevista que aparece en la segunda parte de este artículo.
Increíblemente, Trump –tal vez bajo la influencia de los pocos amigos que aún tiene en el partido Republicano, los de Miami– parece creer que América Latina le puede aportar ideas. “No es un tráfico de un solo sentido de EE.UU. a Brasil”, dice Nunes en referencia al flujo de ideas y tácticas.
En el futuro de los tecnócratas, las democracias latinoamericanas acabarían pareciéndose a EE.UU. y Europa. Pero las dinámicas ya parecen que van al revés
Al igual que en España, la cultura política vulgar y violenta de la derecha latinoamericana interesa a los trumpistas. Aquellos modales de élites en absoluto refinados. El desprecio por las instituciones y los medios de comunicación. El lawfare y la permanente histeria. Son tradiciones latinas que empiezan a aportar cosas en EE.UU. y no solo en la “pequeña Habana”. No solo hacen guiños al gurú esotérico de Bolsonaro, Olavo de Carvalho, amigo de Steve Bannon, afincado en Virginia, que cree que Theodor Adorno compuso Love is all you need para subvertir los tradicionales valores occidentales. Parece que Trump se deja seducir incluso por los casposos “ultras” bolivianos, cruzados de la reconquista del poder en La Paz. La foto-opportunity de Trump sujetando la Biblia delante de la iglesia de San Juan en Washington, tras desplegar a los antidisturbios, recuerda mucho a Jeanine Áñez, la presidenta de facto de la derecha boliviana. “La Biblia ha vuelto al palacio presidencial”, anunció Áñez desde el balcón de la sede presidencial, el pasado 11 de noviembre, mientras sujetaba una Biblia de encuadernación medieval, tras la renuncia forzada de Evo Morales.
En el futuro de los tecnócratas, según el consenso de Washington ya caduco, las democracias latinoamericanas acabarían pareciéndose a EE.UU. y Europa. Pero las dinámicas ya parecen que van al revés.
La buena noticia: la política mimética y el intercambio de tácticas de Trump, Bolsonaro y algún admirador suyo en el Barrio de Salamanca no parecen estar dando resultados muy buenos, al menos en Brasil y EE.UU. Bolsonaro ya se considera un presidente lame duck (pato cojo) y ni siquiera los asesores republicanos creen que Trump vaya a lograr la reelección.
La pésima gestión de la covid-19 parece haber golpeado la reputación de los dos presidentes con más eficacia que los demócratas o la dividida izquierda brasileña. Las respuestas delirantes de Trump y Bolsonaro a la pandemia han resultado un desastre . No es de extrañar. Los dos sacaron a sus cachorros (bolsominiones, los llaman en Sao Paulo) a las calles, con sus respectivas banderas y a gritos de “¡Libertad!”. Pero el microscópico coronavirus no les hizo caso. EE.UU. y Brasil ya son el número uno y dos en el ranking mundial de contagiados.
Esto ya se ve reflejado en las encuestas. Más que gritos de libertad o derechos inalienables de no ponerse una mascarilla, la mayoría de los estadounidenses y brasileños quieren un Estado que les proteja mediante servicios de sanidad pública. Prefieren políticas responsables a la retórica patriotera. Para hacer frente a la crisis económica, quieren rescates que combatan y que no agudicen la desigualdad extrema. Las privatizaciones a precio de saldo de Bolsonaro y su superministro Paulo Guedes y los regalos millonarios a la Bolsa de Trump y Steve Mnuchin no son las políticas indicadas para un momento histórico en el que vuelve el Estado como guardián.
Trump y Bolsonaro registran un nivel de rechazo sin precedentes en la historia de sus respectivos países. Eso sí, Bolsonaro parece mantener el apoyo de su base, en torno al 30% del electorado, en gran medida, dice Nunes, porque estos incondicionales se informan a base de una oleada de desinformación en las redes bolsonaristas.
Si Trump pierde las elecciones, Bolsonaro será no solo un pato cojo sino un presidente dead duck. Tras destruir de un plumazo la pragmática tradición de la política exterior brasileña en su afán de complacer a Trump, Bolsonaro y su canciller, Ernesto Araujo –un discípulo de De Carvalho, que considera que Gramsci está detrás del narcotráfico– pueden encontrarse pronto con una administración demócrata encantada de romper los lazos con el violador de la Amazonia y el apologista del esclavismo.
Es más, se acerca peligrosamente la posibilidad de que las íntimas relaciones de la familia Bolsonaro con las milicias de la ultraderecha que asesinaron a Marielle Franco acaben con su presidencia antes del 2022 o que, como dice Nunes, se acabe anulando el resultado de las elecciones del 2018 debido al uso ilegal de las falsas noticias.
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Rodrigo Nunes, filósofo de la Universidad Católica de Río de Janeiro, publicó un análisis muy agudo en La Folha de São Paulo hace unos meses sobre el dilema de cómo responder al discurso delirante de la ultraderecha. ¿Hay que tomarles en serio o no?
La metodología de comunicación de la alt right –dice Nunes– se basa en la circulación de ideas extremistas que se entremezclan en un mundo de falsas noticias y falsas verdades. Como, por ejemplo, aquel extraordinario discurso plagiado de Goebbels del entonces ministro de cultura de Bolsonaro, Roberto Alvim. ¿Cómo se responde a estos delirios? Es más complicado de lo que parece, advierte Nunes, porque “las reacciones indignadas (de la izquierda) luego pueden ser usadas para retratar a sus adversarios como (…) enemigos de la libertad de pensamiento, elitistas, o moralistas sin sentido de humor”.
¿Cree que hay una coordinación entre Bolsonaro y Trump?
No hay elementos suficientes para decidir si hay una relación más allá de la coincidencia, pero parece perfectamente plausible que o bien hay canales de contacto entre el Gabinete del Odio de Bolsonaro y la gente que arma la estrategia político-comunicativa de Trump, o estos últimos están bastante atentos a lo que hacen sus epígonos en otros países. También es posible que el canal de comunicación entre ellos no sea simplemente entre dos equipos de función semejante en dos gobiernos aliados, sino que sea parte de algún espacio más amplio de cooperación y articulación estratégica de las nuevas derechas globales, algo como The Movement, de Steve Bannon. Esto es especulación, claro, pero tampoco creo que, a estas alturas, alguien se espantase de descubrir que pasa algo así.
¿Bolsonaro copia a Trump o viceversa?
En Brasil, inicialmente se tenía la idea de que la relación entre Trump y los Bolsonaro era más bien mimética y en una sola dirección: el primero creaba, los segundos imitaban (no solo a él, sino a Bannon y a la ecología más amplia de la alt right estadunidense). Durante la pandemia, sin embargo, hubo ocasiones en las que se notó que surgían cosas en el discurso de Bolsonaro un día y, algunos días más tarde, también en el de Trump.
¿Cuál es el papel de las falsas noticias y campañas de desinformación para Bolsonaro y Trump?
En Brasil, como en EE.UU., tenemos probablemente los dos gobiernos mundiales que peor han manejado la pandemia de la covid. Sin embargo, los dos presidentes han logrado mantener el apoyo de sus bases más fieles. En Brasil, por lo menos en algunas de las encuestas, Bolsonaro mantiene el 30% de aprobación que tenía hace un año. No hay duda de que una de las explicaciones para esto es que la dieta de información de su base fiel viene esencialmente de fuentes pro-Trump y pro-Bolsonaro, muchas de las cuales trafican abiertamente con información falsa y tienen algún tipo de apoyo político y/o económico del gobierno o de políticos o empresarios cercanos al gobierno. La importancia de este aparato paraperiodístico de propaganda política disfrazada es aún más grande en Brasil, donde no hay un gran conglomerado mediático de extrema derecha, como es la Fox en EE.UU.
¿Por qué reaccionan los Bolsonaro a una investigación del Tribunal Supremo sobre las falsas noticias con amenazas de autogolpe?
Me parece que la reacción de Bolsonaro a la investigación, diciendo “ahora basta” y amenazando de forma velada a la Corte Suprema indica que él sabe en qué medida su futuro político depende de este aparato y cómo esa investigación le amenaza a él y a su familia directamente. No solo porque sus hijos son nodos centrales de esta red, sino porque puede revelar relaciones ilegales con los grupos que financian todo el aparato. Eso podría llevar incluso a la convocatoria de nuevas elecciones si se confirma, como ya denunciaba entonces en Folha de São Paulo la periodista Patrícia de Mello Campos, que hubo fraude electoral por detrás del uso de WhatsApp en la campaña de Bolsonaro.
La mala noticia –como se comentó aquí– es lo que dice David Adler, uno de los estrategas de la Nueva Internacional Progresista: “Trump, Bolsonaro y muchos más están...
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Andy Robinson
Es corresponsal volante de ‘La Vanguardia’ y colaborador de Ctxt desde su fundación. Además, pertenece al Consejo Editorial de este medio. Su último libro es ‘Oro, petróleo y aguacates: Las nuevas venas abiertas de América Latina’ (Arpa 2020)
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