Aula virtual
Oportunidades para la docencia universitaria en la nueva normalidad y más allá
Pese al carácter imprescindible de las clase presenciales es un error considerar que la apertura a nuevos entornos de aprendizaje virtuales se hace en detrimento de esta
Francisco Pertíñez Vilches 7/07/2020
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En las últimas semanas abundan en los periódicos artículos de opinión procedentes del ámbito académico que advierten del peligro de que la universidad pública española, tras la experiencia impuesta por la pandemia de covid-19, decida emprender el camino hacia una virtualización total de la docencia. Ciertamente, una universidad sin contacto presencial entre profesores y alumnos quedaría despojada de su esencia, que desde su origen es la generación y transmisión de conocimiento entre profesores y alumnos, pero también el intercambio de ideas, reflexión y debate. En este sentido, la universidad no presencial, si bien ha cumplido y cumple una función social importantísima, no ha sido considerada nunca como un desiderátum.
Pero estando bien construida intelectualmente la defensa de la universidad frente al riesgo de mutación a un sistema íntegramente virtual, por el flanco opuesto puede surgir un riesgo de no menor importancia, el del inmovilismo. Nuestros alumnos y la sociedad en general no entenderían que los profesores universitarios retornásemos a nuestras clases, cuando se pueda, como si nada hubiéramos aprendido durante este periodo de virtualización forzosa.
El reto está en la forma de combinar lo nuevo y lo tradicional: las grabaciones audiovisuales, foros, tutorías online, etc., con la explicación presencial
Los recursos técnicos y, sobre todo la metodología docente que hemos debido emplear en este periodo de alejamiento forzoso de nuestros alumnos –centrada por fin, aunque haya sido por la distancia impuesta, en el trabajo del alumno, tutelado y orientado por el profesor, tal y como propugna el Plan Bolonia– han de contribuir a mejorar la calidad futura de la docencia universitaria. El reto está en encontrar la forma de combinar lo nuevo y lo tradicional: las grabaciones audiovisuales, chats, foros, tutorías online, evaluaciones con correcciones personalizadas (el llamado feedback), etc., con la explicación presencial tradicional, pues ni Sócrates ni von Humboldt hubieran renunciado a estos recursos para practicar su magisterio. Y todo ello sin caer en el friquismo, en una fascinación desmesurada por lo tecnológico que convierta las nuevas herramientas articuladas en torno a las plataformas docentes no en instrumentos, sino en un fin en sí mismo, cuyo conocimiento avanzadísimo sea el que determine la condición de buen profesor.
Para hallar este equilibrio, el punto de partida ha de ser una reflexión sobre la esencia de una clase presencial, aquello que la hace imprescindible e insustituible por una grabación o por la realización de una actividad práctica y ello tomando como referencia el paradigma del buen profesor, aquel que se engrandece en una clase y de cuyas virtudes la universidad no puede prescindir sin dejar de ser universidad. Sólo a través de una clase presencial puede el buen profesor suscitar en sus alumnos la curiosidad por lo desconocido o provocar ciertas emociones mediante la transmisión de experiencias, así como generar un sentimiento de empatía con su alumnado que le permita reorientar la explicación en caso de percibir que no resulta correctamente asimilada o simplemente que no interesa. Además, el diálogo abierto con los alumnos y entre los alumnos, el debate y la suma de ideas, enriquece el nivel de las explicaciones, llevándolas a lugares que el profesor ni tan siquiera había previsto. Por último, sin una docencia presencial, los profesores verdaderamente excepcionales, aquellos que cada uno que haya pasado por un aula universitaria recuerda como imprescindibles en su carrera, no podrían plasmar en sus alumnos una impronta, un rasgo o una huella de su personalidad.
Por todas estas razones, el paso por una universidad sin haber pasado por sus aulas físicas sería necesariamente distinto y más pobre y una universidad enteramente virtual no necesitaría profesores universitarios con conocimientos sofisticados sobre la materia que imparten y habilidades para transmitirlos, sino meros elaboradores de contenidos y evaluadores de prácticas, cuya relación con los alumnos sería la de un simple coach, que anima, que orienta, que evalúa, pero que no aporta valor a los conocimientos ya plasmados en un texto.
Una universidad enteramente virtual no necesitaría profesores con conocimientos sofisticados sobre la materia y habilidades para transmitirlos, sino elaboradores de contenidos y evaluadores de prácticas
Sin embargo, pese a admitir el carácter imprescindible y la centralidad de la clase presencial en la docencia universitaria es un error considerar que la apertura a nuevos entornos de aprendizaje que transcurren fuera del aula se hace en detrimento de aquella, como si en el reparto de la tarta de horas y créditos de un programa docente toda actividad que se haga fuera del aula sea una resta de lo que inevitablemente se habría de explicar en ella. Nada más lejos de la realidad, el empleo de recursos audiovisuales que pueden reproducirse tantas veces como el alumno quiera, la facilitación a través de las plataformas de materiales correctamente seleccionados, junto con la elaboración de actividades prácticas bien orientadas por el profesor y la comunicación a través de foros y chats introducen un factor de dinamismo que rompe con la linealidad de la explicación ordenada de un programa y que no merma, sino que fortalece el valor de una clase presencial, en cuanto que contribuye a despejarla del aspecto que la hace menos atractiva, el de servir de acopio, mediante la toma de apuntes, de los materiales que constituyen la fuente de estudio para la realización del examen.
La oportunidad y el reto son ilusionantes y el buen profesor o el que modestamente aspira a serlo no debería dejarse arrastrar por el pesimismo o por la melancolía de un tiempo pasado que considere mejor, sino que debería prepararse para el nuevo curso, en el que la semi presencialidad será la tónica, adaptando su metodología al nuevo escenario, preparando recursos, materiales y prácticas y aprovechando en definitiva la ocasión para mejorar la calidad de la docencia universitaria en la nueva normalidad y más allá, tal y como nuestros alumnos y la sociedad nos demandan.
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Francisco Pertíñez Vilches es profesor de Derecho Civil. Universidad de Granada.
En las últimas semanas abundan en los periódicos artículos de opinión procedentes del ámbito académico que advierten del peligro de que la universidad pública española, tras la experiencia impuesta por la pandemia de covid-19, decida emprender el camino hacia una virtualización total de la docencia. Ciertamente,...
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