MAX LEMCKE / DIRECTOR DE BILLY EL DOCUMENTAL
“Vivir durante el franquismo era formar parte de una sociedad aterrorizada”
Pilar Ruiz 11/11/2020
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Max Lemcke.
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El 11 de noviembre se estrena en el Festival Europeo de Sevilla Billy, película documental sobre el inspector de la Brigada Político Social Antonio González Pacheco “Billy El Niño”, coproducida por CTXT gracias a un micromecenazgo en el que han participado 1300 personas. Max Lemcke (Madrid, 1967) es su guionista y director. Especialista en radiografiar la clase social llamada falsamente, “media” como en Casual Day (2007) y Cinco metros cuadrados (2011), Lemcke cuenta fábulas de un país quebrado –en todos sus aspectos– con una mirada honesta, humanista y por eso mismo, sutilmente indignada. Si con su filmografía anterior había retratado a la generación hija de la Transición, con Billy, Lemcke ha viajado al origen de todo sin la red de la ficción.
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1300 mecenas han financiado esta película a través del crowdfunding de CTXT. ¿Cómo es hacer cine en España fuera de los márgenes industriales?
No debería ser así. Las ayudas públicas deberían financiar proyectos independientes como este. Pero la situación es muy complicada y además teníamos cierta urgencia: los protagonistas de esa generación son ya mayores. CTXT se interesó enseguida y nos buscó la financiación a través del micromecenazgo. Fue muy rápido, la gente participó con entusiasmo.
Falta homenajear a esa generación que ahora son jubilados; sus luchas consiguieron que hoy vivamos en una democracia, aunque sea imperfecta
Billy, el documental, nace de un proyecto de ficción para el que investigasteis durante mucho tiempo: ¿cómo llega hasta el policía torturador Antonio González Pacheco? ¿Cómo viaja de la ficción al documental?
Desde el principio buscamos al personaje, aunque en el proyecto de ficción no era él el protagonista, sino una periodista que investigaba su pasado y le estallaba en el presente. Fue imposible encontrar la financiación para ese proyecto y se heredó el título para el documental, que también gira alrededor del personaje de Billy, pero donde tampoco es el protagonista: los héroes son otros. El torturador y la figura mítica del villano del Oeste nos servían para contar los últimos años de la dictadura y los primeros de la Transición y la represión que sufrieron los jóvenes que intentaban traer algo de luz a aquella oscuridad: militantes activos que fueron terriblemente torturados. Puede parecer increíble, pero falta homenajear a esa generación que ahora son jubilados; merecen un reconocimiento porque sus luchas consiguieron que hoy vivamos en una democracia, aunque sea imperfecta.
Los verdaderos protagonistas son aquí los perseguidos y olvidados de la lucha antifranquista y la emoción verdadera que provocan sus testimonios. Hay una vinculación entre los rostros tan humanos de los actores de tus anteriores películas –la “verdad” de la representación tan difícil de conseguir en el arte–, y los rostros reales de los entrevistados en Billy.
Es cierto, todo lo que hago tiene una referencia directa a la realidad inmediata. Incluso desde mis primeros cortos y las películas en las que he trabajado con los hermanos Remón como guionistas: su trayectoria en temas y personajes están pegadas a la realidad dentro de historias de ficción. Pero en el documental, el policía González Pacheco tenía esa dimensión casi mítica de forajido del Oeste con su sobrenombre de Billy el Niño, y busqué referencias del western porque tenía que ver con la búsqueda del mito cinematográfico. Era necesario también llegar al cine a través de una película en la que aparecía: 7 días de enero, película documental, aunque ficcionada, sobre los asesinatos de Atocha y que nace también de una urgencia. Fue una obsesión para mí encontrar a Alberto Alonso (el actor que interpreta a González Pacheco en la película de Bardem, da su testimonio en Billy). Todas esas películas eran documentos también y le dan otro sentido al documental: al separarnos de lo televisivo y de los reportajes periodísticos sobre el personaje real, se ve al cineasta. Lo primero que le dije a la montadora es que quería abrir la película con un western.
El montaje de las entrevistas se alterna con imágenes de cine: 7 días de enero (Bardem, 1979), la película de animación de Lucky Luke (Goscinny, Morris) y El hombre que mató a Billy el Niño (Julio Buchs, 1967) ¿Un país que premia con medallas a sus torturadores es un país de caricatura, de serie B o de spaghetti western?
Un país que premia a unos torturadores y no ha sido capaz de revisarlo es un país que “se lo tiene que hacer mirar” como dice Josefa Rodríguez, “Asturias”, en el documental. Incluir la película de animación de Lucky Luke produjo muchas dudas: ¿era frívolo? Alguien podría malinterpretarlo. Pero descubrimos que solamente en esa caricatura, una película de animación para niños, es donde se juzga finalmente a Billy el Niño y las víctimas encuentran justicia. Aunque la historia no acaba ahí: todavía quedan más “Billys” a los que se les puede juzgar.
Hay decisiones de estilo que apartan a Billy del reportaje periodístico, como la elección del decorado de las entrevistas, tan claustrofóbico y abandonado como una celda. La sensación va a más cuando os sorprende la pandemia y tenéis que grabar en pleno confinamiento a través de Zoom o Skype. Todo nos sitúa a los espectadores en un lugar estrecho y amenazante.
Necesitábamos espacios así de abandonados para dar la sensación de estar en un lugar que encierra: los buscamos. Aunque en las entrevistas dejaba que los participantes se situaran como quisieran sin apenas dar indicaciones, precisamente por eso existe un elemento de descontrol y al final tienes la sensación de que te encuentras dentro de algo intimidante, que te supera.
¿Cómo influyó en el montaje final la muerte por covid de González Pacheco y de Chato Galante, una de sus víctimas y destacado militante y promotor de esta y otras causas por la memoria democrática, como la querella argentina? ¿No hay una paradoja siniestra en ello?
La muerte de Pacheco fue un shock, pensábamos que la historia quedaba en el aire, pero al final lo integramos: le da otra dimensión. Y el fallecimiento de Chato Galante fue uno de los momentos más emotivos del documental al perder a uno de los activistas más importantes por la recuperación de la memoria democrática. Habíamos quedado citados para continuar la grabación y no pudo ser. Era todo increíble en una situación como la que hemos vivido este último año; nos adaptábamos como podíamos. También hay otros momentos impactantes en el documental como los testimonios de Javier Navascués y Josefa Rodríguez “Asturias”, a quienes todavía les duele no haber podido soportar los golpes y haber delatado a sus compañeros. Ante la cámara, piden perdón por ello.
No deja de ser relevante que las generaciones que no vivieron el franquismo ni participaron en la Transición, los educados en la creencia de que la llegada de la democracia fue modélica, toda concordia y reconciliación, sean quienes tengan que dar voz a esa “otra” generación del 78 y a los hechos violentos que vivieron. ¿Qué responsabilidad crees que tiene en ello la “generación tapón”?
Esa generación anterior a la nuestra parece que hizo “de tripas corazón” y callaron. Desde sus atalayas, ahora defienden símbolos de esa Transición que han huido a los Emiratos Árabes. Las cloacas del Estado han existido siempre y cuando llegó el paso a la democracia, gente como González Pacheco siguió trabajando para los distintos gobiernos. Nunca nos contaron la verdad: en esa Transición hubo muchas muertes, fue muy sangrienta y los recién llegados llegaron a un acuerdo para proteger a las mismas élites que habían manejado todo durante el franquismo, incluyendo la represión.
Porque durante los 80 y 90 del siglo pasado era habitual la falta de curiosidad sobre la historia reciente de España, incluso el activismo político estaba mal visto. Son 30 años de desmemoria. ¿No cree que es injusto acusar de ignorantes a las generaciones más jóvenes?
Lo que primaba en esos años era el disfrute, pero yo en mi juventud sí que formaba parte de un grupo muy politizado –éramos los raros– y lo que sí recuerdo es discutir sobre la historia oficial que contaban los libros de texto aunque se pasara de puntillas por la Guerra Civil y mucho más sobre la Transición. Pero las generaciones actuales se enfrentan a un “memoricidio” aún más grave. Es verdad que a partir del 15M se pone en entredicho el régimen del 78 con una perspectiva crítica sobre aquel “cómo se hizo” y hay una reacción brutal frente a ello. La generación anterior responde a la defensiva, con miedo. Incluso los que nos gobernaron durante tanto tiempo: Alfonso Guerra aparece en un corte de Billy diciendo que “no era el momento” de revisar esa Transición. Para ellos nunca es el momento. Ahora estoy preparando un documental sobre atracadores de los 70 y ellos mismos cuentan lo fácil que era robar bancos porque la gente tenía muchísimo miedo. Vivir durante el franquismo era formar parte de una sociedad aterrorizada.
¿Qué opinión le merece el interés creciente por las series de ficción y documentales que se están estrenando sobre la banda terrorista ETA?
Lo que demuestra es que no somos capaces de contar nuestra historia hasta que no ha pasado mucho tiempo y se han enterrado muchas cosas. Es necesario que se reconozca y se respete a las víctimas de ETA y recordar la violencia terrible que sufrieron, algo fundamental para salir de esta desmemoria, despejar los huecos de la memoria colectiva de nuestro pasado reciente. Pero ETA siempre se ha aprovechado para no profundizar sobre muchos otros temas, como las víctimas del franquismo y de su violencia policial, como las que aparecen en nuestro documental. Unas víctimas interesan y otras no.
Un partido como el PP no puede ser radical en esto; tiene que respetar a esas hombres y mujeres que lucharon por romper la dictadura
La “batalla cultural” planteada por la derecha más nostálgica del régimen franquista pasa por el control del tan traído y llevado “relato” que afecta directamente a la libertad de expresión, a las manifestaciones artísticas e incluso al patrimonio cultural, no solo histórico (los versos de Miguel Hernández borrados del memorial de las víctimas de la guerra civil en la Almudena, el monumento a Indalecio Prieto) ¿Cómo valora la posibilidad de que la lucha antifranquista se criminalice?
La derecha y la ultraderecha están intentando controlar ese relato para impedir que nos llegue de forma crítica lo que pasó en nuestra historia más reciente. Tenemos que hacer autocrítica desde todos los frentes, eso no debería ser un problema, todo lo contrario: demostraría que somos una democracia. Lo que no vamos a cambiar es el negacionismo total de la ultraderecha, pero un partido como el PP, que es un partido democrático al que vota muchísima gente, no puede ser radical en esto; tiene que respetar a esas hombres y mujeres que lucharon por romper la dictadura, que fueron víctimas de la represión del Estado, y proteger su memoria. Tiene que huir de su propio pasado y de una idea de patria patrimonializada y excluyente. Frente a esto la izquierda se ha mostrado muy tibia, pasando de puntillas por esa memoria todavía viva como si fuera una patata caliente, cuando la única manera de parar esto es poniéndose en frente y no callar ni aceptar el silencio. La ley de Memoria Histórica tendría que ser defendida de manera efectiva.
La crisis del coronavirus ha afectado a la totalidad del sector cultural en todo el planeta, la cultura española ya venía arrastrando una situación de precariedad desde los tiempos de la crisis financiera y bancaria del 2008. ¿Cuál es su perspectiva?
Las restricciones a la cultura nos están destrozando. Es injusto. Y la situación tan grave, que va a acabar con este motor industrial que no se ha intentado salvar. Habría que combinar ciertas restricciones con la protección de la salud, pero no dejar la cultura fuera de las actividades esenciales. A mí me parece que la cultura es un bien esencial. Además ninguna ayuda ha llegado, en cualquier caso son migajas que no sirven para levantar este sector tan precario. El problema es el de siempre: una incongruencia absoluta en las medidas que se toman en todos los ámbitos, no hay más que ver el absurdo de que se construya un nuevo hospital mientras se mantienen UCIs cerradas, como ocurre en la Comunidad de Madrid. Así que me temo que de esta crisis saldrán más poderosos los que ya eran fuertes y las pequeñas salas de cine o de teatro, los artistas, productores o distribuidores independientes y todos los demás oficios que los rodean, desaparecerán.
La película reclama memoria, justicia y reivindicación de las víctimas de la represión tardofranquista, una condición necesaria para reconocer España como una verdadera democracia. ¿Se trata de una batalla perdida?
Estamos en un momento de polarización tan grande… Y quizá haya quien piense que estamos echando leña al fuego. Pero creo que a veces es necesario atizar según que fuegos: hay que poder hablar de lo que sucedió, dar voz a quienes no la tenían y no arrastrar los mismos problemas de generación en generación. Nuestra película es un documento histórico que trata de llegar a la gente que desconoce lo que ocurrió hace no tanto tiempo, para que mantenga viva una memoria que también le pertenece.
‘Billy’ se estrena en el Festival de Cine Europeo de Sevilla el 11 de noviembre.
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El 11 de noviembre se estrena en el Festival Europeo de Sevilla Billy, película documental sobre el inspector de la Brigada Político Social Antonio González Pacheco “Billy El Niño”, coproducida por CTXT gracias a un micromecenazgo en el que han participado 1300 personas. Max Lemcke (Madrid, 1967) es su...
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Pilar Ruiz
Periodista a veces y guionista el resto del tiempo. En una ocasión dirigió una película (Los nombres de Alicia, 2005) y cada tanto publica novelas. Su último libro es "La Virgen sin Cabeza" (Roca, 2003).
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