música
Bob Dylan: Key West, Pop. 1
En esta canción el personaje con voz de Dylan intenta sintonizar las razones y sinrazones que lo llevaron a un viaje que intuye como definitivo
Rodrigo Fresán 22/11/2020
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Tañendo casi las campanadas del final de un año y el principio de otro, creo que todos más o menos coincidimos en cuál ha sido el gran acontecimiento del 2020. De ahí que toda curiosidad encuestadora –otro de esos rasgos inevitables que suelen caracterizar a diciembrenero, como las reuniones masivas con pocas/muchas ganas o encomendarse al azar salvador o prometer promesas incumplibles para los doce meses por venir– quede prontamente establecida y lista para su trámite y archivo.
La pandemia ha golpeado duro a CTXT. Si puedes, haz una donación aquí o suscríbete aquí
Por lo que –para romper la monotonía– me permitiré aquí auto-encuestarme para entrar en materia acerca de otras cuestiones acaso más convencionales pero variadas.
¿Mejor canción del 2020?
“Key West (Philosopher Pirate)” de Bob Dylan, muy por encima de su tanto más alabada y también impresionante “Murder Most Foul”, e incluida también en su magistral y contenedor de multitudes y maníaco referencial y trigésimo noveno álbum de estudio Rough and Rowdy Ways, aparecido el pasado junio.
¿Mejor cuento?
“Key West (Philosopher Pirate)”.
¿Mejor novela?
“Key West (Philosopher Pirate)”.
¿Mejor poema?
“Key West (Philosopher Pirate)”.
¿Mejor película?
“Key West (Philosopher Pirate)”.
¿Mejor serie de televisión?
“Key West (Philosopher Pirate)”.
¿Mejor cuadro (paisaje & retrato & desnudo & abstracción figurativa)?
“Key West (Philosopher Pirate)”.
¿Mejor actuación?
“Key West (Philosopher Pirate)”.
¿Mejor accidente geográfico?
“Key West (Philosopher Pirate)”
¿Mejor platillo regional?
“Key West (Philosopher Pirate)”.
Y así hasta donde quieran llegar –por esa Route 1 crepuscular y arrullados por un plácido acordeón– que, luego de cruzar el propio Rubicón, conduce hacia el sur de todas las cosas.
Allí, en esta canción que se ubica sin esfuerzo ni demora entre sus mejores,[1] el personaje con voz de Bob Dylan intenta sintonizar[2] las razones y sinrazones que lo llevaron a este viaje que intuye como definitivo. ¿Es un corsario filosofante? ¿Es un fugitivo? ¿Es un perseguidor? ¿Es un falso profeta? ¿Es un anarquista magnicida? ¿Es un beatnik que se va quedando sin gasolina ni huella digital en su pulgar para auto-stop? ¿Es un sumo sacerdote de religiones secretas? ¿Es alguien cegado por el amor? Quién sabe... Tampoco este Key West es el de los atlas[3] sino uno habitado, mentalmente, por nada más que uno, por un huérfano por opción de todo y de todos: por aquel, por este que nos invita a acompañarlo por los 9 minutos y 34 segundos que dura esta canción tan clásica y atemporal. Lo cierto es que aquí el hombre se da caza a sí mismo a lo largo y ancho de estrofas íntimas y nubladas. Alguien a quien, recuerda, a los doce años lo metieron en un trajecito y lo obligaron a casarse con una prostituta que “sigue siendo bonita y seguimos siendo amigos”[4]. Alguien que se enorgullece porque “Nunca he vivido en la Tierra de Oz o malgasté mi tiempo en una causa indigna”. Informaciones puntuadas por estribillos que parecen salidos del más reflejo y automático y soleado de los folletos turísticos[5] optando por ignorar el lado de la sombra por el que camina un narrador con cadencia en off de film de Terrence Malick. Hay una historia velada allí (y, por la maestría con que la devela y la esconde, ¿queda alguien por allí aún indignado por el Nobel a Dylan?). Así, la trama de alguien que se niega a ser negado o a desplegar el mapa que conduce al retiro en esa Florida que suele funcionar como pre-cementerio de jubilados Made in USA (y siempre recuerdo esa entrevista a Dylan en la que se alababa la épica de sus giras interminables y en la que, de pronto, el girador centrífugo interrumpía al entrevistador con un “No veo que sea algo tan admirable... Es esto o mudarme a Miami a beber whisky frente al televisor... ¿Tú que elegirías?”).
Y, ah, claro, todo con esa voz. Y, de pronto, la comprensión de los pasados años en los que Dylan se la pasó explorando el songbook de Frank Sinatra[6] para re-aprender a cantar y frasear así. Con esa delicada firmeza con la que Dylan enfatiza y actúa aquí palabras como confess, rest, disease, life, happiness, help, friends, kiss, ends.
Y, ah, teoría privada: en “Key West (Philosopher Pirate)” Dylan homenajea a la vez que compite con la sublime –otro novelístico gran cuento acancionado– “Lake Marie” de John Prine,[7] quien alguna vez fue uno de los tantos “Nuevos Dylans” y, por suerte, acabó siendo nada más y nada menos que el único y viejo John Prine. Prine –quien murió el pasado abril por complicaciones de covid-19– también desgrana en “Lake Marie” una historia en tres tiempos partiendo de lo histórico pasando por lo romántico hasta alcanzar lo siniestro con locación de postal como telón de fondo[8]. Así, pienso, de camino a Key West, Dylan hizo un alto para reponer combustible e ir al baño y asar unas salchichas en ese Lake Marie con princesas indias, matrimonio naufragando y asesino en serie suelto.
“Key West (Philosopher Pirate)”, finalmente, acaso cierre una suerte de trilogía territorial dylanesca luego de explorar las tierras bajas (“Sad-Eyed Lady of the Lowlands” en Blonde on Blonde, en 1966), las tierras altas (“Highlands” en Time Out of Mind, en 1997) para por fin llegar a las pantanosas y terminales flatlands en las que “el invierno, es cosa desconocida” y donde –en un legendario bar llamado Capt. Tony's Saloon– Bob Dylan tiene un taburete con y a su nombre por toda la eternidad.
Cerca del final y despedida de “Key West (Philosopher Pirate)” destella uno de esos versos que quitan el aliento por el modo en que se los canta y dice y que, enseguida, nos permiten seguir respirando tranquilos:
“Esa es mi historia, pero no donde termina”, avisa allí Bob Dylan.
Que así sea.
Notas
[1] Siendo otra de esas sentidas auto-elegías que Dylan viene componiendo desde finales del milenio pasado como “Dignity”, “Series of Dreams”, “Shooting Star”, “Not Dark Yet”, “Sugar Baby”, “Nettie Moore” y “Long and Wasted Years”.
[2] Probablemente Rough and Rowdy Ways sea el disco más “radial” del que se tenga memoria; sus canciones en heavy rotation pidiéndole otras canciones a disc-jockeys radiactivos y fantasmales.
[3] El Key West de coordenadas 24°33′55″N 81°46′33″W, el de una población estimada de 24,118, el de To Have and Have Not de Ernest Hemingway o el de Bloodline: la atendible serie de Netflix perteneciendo al género “catástrofe familiar”.
[4] ¿Acaso —y, sí, el claramente críptico Dylan siempre obliga a la práctica compulsiva y patológica y por lo general delirante de ese deporte en el que siempre sale ganando él y que es el de la adictiva interpretación de todas-las-cosas Dylan— una codificada alusión al propio bar mitzvah y a la fe polimorfa y mutante y perversa pero siempre constante de Dylan?
[5] De hecho, fueron varias las revistas de viaje y oficinas de turismo de Florida quienes fueron fácilmente encandiladas y celebraron la canción como invitación a visitar esta sombría "tierra de luz".
[6] Al que Dylan exploró entre 2015 y 2017 en Shadows in the Night, Fallen Angels y Triplicate y quien, digámoslo, siempre consideró a Dylan un prodigio vocal.
[7] Oírla y admirarla en Lost Dogs and Mixed Blessings (1995).
[8] "Lake Marie" es --Dylan la señaló varias veces-- su canción favorita de John Prine, cuya maestría definió como "puro existencialismo proustiano... trips mentales del medio-oeste elevados a la enésima potencia".
La pandemia ha golpeado duro a CTXT. Si puedes, haz una donación aquí o suscríbete aquí
Tañendo casi las campanadas del final de un año y el principio de otro, creo que todos más o menos coincidimos en cuál ha sido el gran acontecimiento del 2020. De ahí que toda curiosidad encuestadora –otro de esos rasgos inevitables que suelen caracterizar a diciembrenero, como las reuniones masivas con...
Autor >
Rodrigo Fresán
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí