Crónica
Uno, ninguno y cien mil Dylans
El paso del músico estadounidense por España deja una versión inspirada de un mito que solo busca retarse a sí mismo
Arturo Tena Salamanca , 26/03/2018
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Puedes elegir al que más te guste. El joven comprometido con el folk protesta, el eléctrico y controvertido rockero, el intenso cristiano renacido, el maduro bluesman, el crepuscular cantante de jazz… Como pasaba en la película de Todd Haynes I’m not there, Bob Dylan tiene varios Dylan dentro; varias caras que son épocas, estilos musicales y actitudes ante la vida. Durante la fría noche del 24 de marzo, en Salamanca, todos los Dylan estaban en el escenario, en conflicto entre ellos y con su público, pero finalmente superados por el empuje del que es todos y ninguno: el artista libre que necesita seguir arriesgando para darse un sentido.
Las 4.500 personas que abarrotaron el pabellón Multiusos Sánchez Paraíso querían averiguar a qué Dylan se iban a encontrar. Todas sentadas en sus sillas a la hora del inicio. Había una extraña expectación en el ambiente, tranquila pero con cierta tensión, alimentada también por la prohibición de hacer fotos o vídeos durante el concierto.
Entre tema y tema no hay concesión, palabra, referencia o guiño alguno al público
El músico de Duluth y su banda aparecieron puntuales en el recinto, abriendo con una declaración de intenciones como Things Have Changed. La rápida disposición de los músicos en el escenario era otro mensaje para la gente. Se colocaron en forma de semicírculo, con el guitarrista y el piano de Dylan cerrando por los dos lados, y todos a varios metros del borde del escenario. Una disposición más propia de un ensayo que de un concierto. Esa es, al final, la idea que une todos los puntos de una gira (Never Ending Tour) que cumple 30 años en 2018: experimentar, cambiar, improvisar; ofrecer arreglos y sonidos en directo que estén en continuo desarrollo. Entre tema y tema no hay concesión, palabra, referencia o guiño alguno al público. Esos espacios se rellenan con sonidos de prueba de los instrumentos de los músicos. Una aparente poca profesionalidad muy intencionada. No hay escenificación.
Las primeras canciones del concierto se ejecutaron de forma fría y algo caótica, con un Dylan que se limitaba a esperar a que fueran los propios temas los que le diesen el tono y la motivación. Si bien los retazos folk que quedaban en It Ain’t Me, Babe encandilaron hasta al menos nostálgico, el primer logro de intensidad apareció con la cuarta canción, Simple Twist of Fate. Dylan se levantó de su silla del piano y buscó una conexión entre su interpretación vocal: la música y la historia que hay en el texto de la canción. A partir de ahí, creció la implicación con los temas e incluso se permitió, pese a sus evidentes limitaciones técnicas, hacer algún solo al piano.
Los temas que toca ahora Dylan en directo son una selección de algunos de sus discos más inspirados de los últimos 20 años (Time Out of Mind, Love And Theft, Modern Times o Tempest). Fueron, por supuesto, los que más sonaron en Salamanca. En estas canciones, el grueso y parte central del concierto, la banda y la leyenda se sintieron lo suficientemente cómodos y libres para hacer los cambios que les hacen brillar más en ritmos de blues o puramente rockeros. Un contraste importante con respecto a los momentos en los que el autor de Hurricane abandonó el piano para cantar al micro dos de sus versiones de jazz (Once Upon a Time y Why Try To Change Me Now), su género predilecto en sus últimos discos. Estos temas se escucharon limpios, pero más planos y lineales, fuera del concepto que buscaban crear.
En la parte final de este espectáculo que no es espectáculo, los arreglos adquirieron una dimensión muy potente, con momentos verdaderamente imponentes en canciones como Desolation Road o Thunder On the Mountain. La voz vibraba segura, y los músicos daban con el ritmo y la composición de elementos instrumentales adecuadas. Solo Love Sick daba la impresión de haberse quedado sin la fuerza que tiene en el estudio dentro de este excelente clímax final.
El único guiño de Dylan hacia el público es hacer los bises. Y no se siente cómodo haciéndolos. En el Multiusos se le vio forzado en la pose, de cara a la galería, de irse cuando sabes que va a volver. Y luego, el verdadero gesto: Blowing in the wind. Una de las canciones más famosas de la historia totalmente cambiada, pero que no evitó la emoción de la gente, que sacó el móvil, ya sin complejos, para captar el gran momento.
Una hora y cincuenta minutos de buen concierto que son una síntesis y una negación de todos esos Dylans
Una hora y cincuenta minutos de buen concierto que son una síntesis y una negación de todos esos Dylans. Una prueba más del valor del que se sabe hombre y leyenda, del que no tiene nada que demostrar a sus casi 80 años, pero que se seguirá subiendo a un escenario mientras crea que puede avanzar. La valentía de un mito antipático que sigue retándote a que descubras qué Dylan es.
Setlist completo del concierto
Things Have Changed
It Ain't Me Baby
Highway 61 Revisited
Simple Twist of Fate
Summer Days
Make You Feel My Love
Honest With Me
Trying To Get To Heaven
Once Upon A Time
I Pay In Blood
Tanged Up In Blue
Soon After Midnight
Early Roman Kings
Desolation Road
Spirit On The Water
Thunder On The Mountain
Why Try to Change Me Now
Love Sick
BISES
Blowin' In The Wind
Ballad of a Thin Man
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Arturo Tena
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