LA VITA NUOVA
Últimas primeras veces
De la resistencia de Trump a los Presupuestos Generales y la vacuna de Pfizer, el Estado ha abandonado el Bienestar y se ha convertido en léxico
Guillem Martínez 12/11/2020
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En los estertores de la IGM, el alto mando alemán envió un telegrama al alto mando austriaco. El texto: “Situación grave, pero no desesperada”. La respuesta del alto mando austriaco, esos cachondos, fue, a su vez: “Situación desesperada, pero no grave”. Un alto mando, vamos, hablaba de una guerra, mientras que el otro lo hacía de una época recién estrenada. Si la leyenda urbana es cierta, explica, en todo caso, dos estados de ánimo ante un mismo fenómeno, inapelable. Por lo que explica lo que está pasando en los USA –una guerra, pero también una época–. Algo tal vez inapelable pero, por ahora, más austrohúngaro que alemán, esa eficacia.
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La cosa en los USA tendría que haber ido así. El presi ya ha sido proclamado por la agencia AP y los medios, la forma de validación desde 1848. Tras eso, habría hecho su aparición la ley que modula la transición entre presidentes, de 1963, cuando la minifalda, muy pop. Establece que, tras la proclamación, el responsable de la GSA –Administración General de Servicios– firma un papelito y se inicia el papeleo. Papeleo: el expresi y el presi inician el trasiego de información, el 8 de diciembre los estados entregan los resultados electorales, el 14D se forma el colegio de electores, el 6 de enero votan a Biden, y el 20E Trump abandona la Casa Blanca. Pero la responsable de la GSA, trumpista I+D, no ha firmado nada. Hay precedentes. Uno. En 2000, cuando Bush-Gore, el del GSA firmó en diciembre. Pero eso fue por problemas de recuento en un condado de Florida, con posterior intervención del Tribunal Supremo. En esta ocasión no hay ese tipo de problemas reales. Pero están pasando cosas raras. Trump ha planteado más de una docena de denuncias en tribunales. Salvo una, las demás han sido desestimadas. No hay fraude electoral. No obstante, la administración Trump, por boca de secretario de Estado, ha declarado que no se está preparando ninguna transición que dé paso a Biden, sino a Trump. Hay un plan, por lo tanto. El plan puede ser tan básico como no ofrecer transición a Biden, que entraría a la Casa Blanca en enero, a pelo. The Newyorker no ve mucho recorrido verosímil más. Pero especula con varios itinerarios posibles, esbozados desde voces republicanas. Básicamente, la creación de un clima de desconfianza ante los resultados –los climas pueden ser creados, como atestigua un brasero– de manera que la Corte Suprema, en estados republicanos, cambie, para salvar la democracia y todo eso, electores presidenciales electos por electores no electos. Republicanos. En su catálogo de situaciones, la peor sería que el pifostio ambiental fuera tan gordo que al final, ante una desconfianza, despiste y disfuncionalidad generalizada, se optara por pasar del colegio de electores, una posibilidad constitucional, de manera que el presidente fuera elegido por el Congreso. De mayoría demócrata, pero en el que se votaría por estados. Es decir, que ganarían los republicanos.
Hay datos que dan valor austrohúngaro al asunto, y le quitan hierro. Como informaciones que apuntan a que los trabajadores de la Casa Blanca se están buscando la vida/prevén el finiquito. Y si bien, en efecto, Trump ha modulado tramos de la Justicia en su legislatura, y hace escasas horas le ha hecho la ITV al Pentágono, introduciendo umpalumpas suyos en el staff, en los USA hay una cultura y una tradición que impediría lo que la descripción de todo lo que está pasando apunta: un golpe de Estado, con todas las letras. Lo único real de lo que está sucediendo no es lo que se dibuja, sino que tal vez es lo que desenvuelve. Una primera vez. Un ensayo. Un precedente. Se está apuntando que a) más pronto que tarde, en Occidente, un Gobierno no reconocerá los resultados electorales, y que b) en ese trance, su principal aliado y resorte será el judicial. Un judicial c) más próximo al léxico que a los hechos, en un mundo en el que d) el léxico es más importante que la realidad, como son más importantes las palabras fraudeelectoral, que su hecho contrastado. Ese golpe de Estado se hará. Por la misma razón por la que se inventó el fuego. Porque se puede. Es más posible, e imparable, en países con medios masivamente próximos a los mitos del Ejecutivo, con un Ejecutivo en simbiosis con el Judicial, y con políticas fundamentadas en el léxico. Si conocen alguno, me llaman.
Mientras tanto, los PGE pasan su primer trámite en el Congreso. Los partidos próximos a la nueva época, la del léxico, tienen problemas para votarlos. No tanto por los PGE, sino por votar junto a seres de otro léxico y simbología. C’s tiene problemas con ERC y Bildu. PP y Vox, ni te digo. En alguno de los PSOEs disponibles también es una frontera. ERC y JxC los tienen con C’s. Hay un mundo léxico que impide hablar, que sólo busca legitimación. Es decir, sobre todo ilegitimidad. ERC, PP y C’s, que han gestionado de manera similar la pandemia, y con la misma lógica y sentido de la época, construyen léxicos diferentes, que les diferencian. PP ha ido más lejos. El Gobierno ilegítimo –importante palabro aquí y en USA– pacta con ETA, que no existe, y acaba con el castellano –la lengua vehicular desde la que les escribo; hola– como lengua vehicular, cuando simplemente se ha cambiado un párrafo de la ley Wert. Una ley de otra época. De esta. Los PGE son el único momento político, si nos ponemos flamencos, de un parlamento. Es el único momento en el que un parlamento es operativamente de derechas o de izquierdas. Y, al parecer, el Congreso se ha puesto mayormente léxico. Paralelamente al trámite de los PGE, muy de su época, sucede la época. El IMV sigue sin llegar, como no llegan, desde verano, el cobro del seguro de desempleo. En Cat –JxC, ERC– tampoco hay manera de acceder al trámite de subsidios anunciados. Cuatro autonomías –Galicia, Andalucía, Castilla y León, MAD; PP, Vox, C’s– no pueden satisfacer la demanda de vacunas para la gripe. Este año, del tipo A y B, las más ocurrentes. El Estado está colapsado. En esos puntos, que no en otros, en los que está hecho un chaval. Es decir, el Estado ya no está pensado para cumplir esas funciones antiguas, de Bienestar. Se habla de una vacuna como solución a esta crisis. Parece ser que no lo será, o no será la panacea. Van saliendo vacunas, no obstante. Cada vez que se anuncia una, la empresa anunciadora sube en la Bolsa. Pfizer, esta mañana a primera hora, valía más que el principal banco europeo. Según la OMS, hay 155 proyectos de vacuna mundiales, 47 ya en fase clínica, de ellos 10 en fase 3, la penúltima. Y de ellos, sólo uno ha hecho públicos sus protocolos. Es decir, no se sabe nada de la utilidad, de la efectividad, de la duración, de la universalidad de esas vacunas. Son vacunas para una época. Neoliberal. Y de léxico no verificable, que suple la realidad. Como todo.
El fuego se descubrió en todo el mundo a la vez. Y está volviendo a pasar. Aquí vamos progresando adecuadamente en un mundo que progresa adecuadamente. Desesperación, si bien no gravedad. Austrohungría.
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En los estertores de la IGM, el alto mando alemán envió un telegrama al alto mando austriaco. El texto: “Situación grave, pero no desesperada”. La respuesta del alto mando austriaco, esos cachondos, fue, a su vez: “Situación desesperada, pero no grave”. Un alto mando, vamos, hablaba de una guerra, mientras que el...
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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