LA VITA NUOVA
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Ser elegido por 75 millones de votos hace de Biden, independientemente de lo que sea Biden, algo parecido al Jabugo, quizás el único producto planetario con esos márgenes de preferencia
Guillem Martínez 7/11/2020
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En el preciso momento en el que escribo la ‘o’ del palabro momento, Biden ha sido proclamado presidente. Lo que tiene consecuencias. La primerísima es que Trump no lo es. Se inicia, por tanto, y como su nombre indica, un paréntesis de no-Trump. Algo con consecuencias mundiales. Ese paréntesis se empezó a plantear, en todo el mundo, en marzo, con la covid. O, al menos, esa es la primera lectura de una fabulosa encuesta pan-europea diseñada y publicada por The Guardian el pasado 26-O, en la que se señalaba un descenso llamativo en las tendencias populistas en el continente. El populismo europeo, ultraderechas que han crecido en votantes del 7% al 20% en 20 años, ha sufrido una crisis de vocación en sus consumidores respecto al año pasado. Por la pandemia. “La gente era menos propensa a creer –en 2019– que el poder de unos pocos intereses especiales impide que nuestro país avance”, razona uno de los sociólogos que ha participado en la encuesta. En Esp –es decir, también en Cat, una cultura política tan parecida que hiela la sangre; a los españolitos se les hiela el corazón dos veces; a los cats, cuatro; cualquier día nos compra Findus y nos hace barritas–, esa percepción ha bajado casi 10 puntos. A pesar de ello, glups, Esp –y Cat– es, junto a Italia –ambos con un 69%– , el topos europeo con la percepción populista más a flor de piel. El populismo es, de hecho, una flor inmortal en la piel, esa otra cosa que muere y precisa, pongamos, sanidad.
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Sobre el hecho de que la covid puede ser un paréntesis dentro de ese paréntesis que ha sido el trumpismo –la más influyente formulación de la nueva ultraderecha al oeste del río Pecos– se detecta un auge de la disciplina en esta segunda ola, ese cúmulo de desprestigio merecido en el Estado, e irritación y desesperación y pobreza en la sociedad. Venga lo que venga después de Trump en el mundo, ese será uno de sus alimentos. Tal vez su potito vitaminado. No bienestar + no corrección de la pobreza + no regulación, cuando llueve, de derechos como la vivienda = ultraderecha populista. Sí, el trumpismo esp y cat igual no tienen que esperar mucho para volver a asomar el hocico con cierto arte. Sin cambios –el neoliberalismo, ese meteorito del tamaño de Andorra que se aproxima a la Tierra no prevé cambios en su órbita–, las soluciones populista tienen la vida garantizada, si bien con achaques. Cuesta disimular todo el día y toda la noche, en fin, un meteorito. El Trumpismo volverá, porque es un gran invento. Un invento que tiene que ver con un medio. Twitter. Dicho así parece una tontería, pero lo mismo pasó con Goebbels y otro invento. La radio. La impregnó tanto que la reformuló. Hasta que un estudio –el primer análisis electoral de la historia, tras la IIWW; lo pagó el Partido Demócrata; quería saber si la radio era eso que había costado varios millones de muertos– demostró que la radio no era el enemigo. Lo podía ser una suerte de oyente categórico, que en cada familia o círculo ponderaba las noticias de la radio. En el Reich ese era, en efecto, y es un decir, Goebbels. En los USA era tu tío, o tu cuñado, lo que puede hasta molar. Actualmente, supongo, es, en todo el mundo, el tertuliano. Es decir, también Twitter. Rayos, acabo de dibujar el mapa de medios esp-cat.Lo de Biden, y una vez corregido el desánimo inicial de ver, varios días después de las elecciones, a Trump vivito y coleando, ha sido algo más que un achaque. Ser elegido por 75 millones de votos hace de Biden, independientemente de lo que sea Biden, algo parecido al Jabugo, quizás el único producto planetario con esos márgenes de preferencia. Biden es un cúmulo de tensiones, mientras que Trump es una tensión dirigida a tu nariz. Sobre las tensiones de Biden: es un político conservador, con una vicepresi con otro significante, miembro de un partido que –no es así, pero es así– sólo existe cada cuatro años, formado por diversos sectores en tensión. Algunos muy sexys, como el Antiautoritario, la némesis del sector Libertario del Partido Republicano. Y, ojo, con otra diferencia inexistente en Europa. Los movimientos. Feministas, antirracistas, anticontrol tecnológico, proderechos, antifinancieros, pro-inscripción en el censo de personas no previstas... Con otro temperamento al europeo. En ocasiones con una radicalidad serena, programática. Incluso divertida. Son cacharros que presionan la política. Que hacen del voto presión, y no sólo papel y ceremonia y sentimentalidad. Que ocasionan 75 millones de votos. Es decir, que también pueden, desde fuera de la política, modular el poder, esa bestia. O, al menos, algunas de sus regiones. Diría que por aquí abajo sólo han acariciado algo parecido a esa naturaleza las asociaciones antiabortistas y pro-boina y, en el otro extremo –es decir, en esa centralidad sexy y serena de los movimientos USA– la PAH y el Sindicato de Inquilinos, que echa humo estos días, por cierto, en sus presiones a favor de la regulación en la próxima Ley de la Vivienda.
Los USA son los puritanos del Mayflower. Pero también otros peregrinos, cuyos ancestros, o ellos mismos, fueron expulsados de sus países de origen a boinazos. Los USA son Trump. Pero también son esos 75 millones, que confirman una democracia avanzada y una política fuera del trumpismo. Y que, en esta emisión, han ganado. Yupi. Por aquí abajo –otra cultura democrática en el Estado, en la política, pero también en la sociedad–, si se consigue una mayoría estable de distintos y opuestos en el Congreso, sin derechas-Colón, capaz de pelearse, pero de llegar a acuerdos no previstos en el piloto automático –el Gran Timonel, el Sol Radiante de la política espZzzzz–, y de escuchar, por tanto, a un movimiento como el Sindicato de Inquilinos, ya es para darse con un canto en los dientes.
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En el preciso momento en el que escribo la ‘o’ del palabro momento, Biden ha sido proclamado presidente. Lo que tiene consecuencias. La primerísima es que Trump no lo es. Se inicia, por tanto, y como su nombre indica, un paréntesis de no-Trump. Algo con consecuencias mundiales. Ese paréntesis se empezó a...
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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