Ampparito / Artista
“Veo más poesía en la gente que hace una cola o en una quedada de Wallapop que en la mayoría de arte al uso”
Gabriel Méndez-Nicolas 2/12/2020
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“No toquen las obras”. “Prohibidas las fotografías”. “Hablen bajito que aquí se disfruta con los ojos”. Si han ido a un museo es más que probable que hayan escuchado alguna de estas frases. Convertir los museos en templos del arte más puro es algo que según Ignacio Nevado (Madrid, 1991) aka Ampparito, está muy pasado. Sus obras son todo lo contrario. El artista madrileño usa el juego físico y mental con el espectador para atraparlo en su mundo artístico. Lo hace a partir de una interacción con el espectador al convertir en abstracto los objetos más comunes. Muchas de sus obras solo se entienden jugando con ellas, haciéndoles fotos, interactuando para llegar –entre carcajadas– a su reflexión artística.
El chaval miedoso que pintaba “Ampparito” en los muros de Madrid porque “era gracioso ver un nombre de señora mayor entre tanta pintada” se ha convertido en uno de los exponentes del arte contemporáneo de la capital española. Alejado de un arte urbano muchas veces despojado de significado y del olor a cerrado de sectores del arte contemporáneo, de su obra emana una reflexión potente para todos los públicos.
Ampparito recibe a CTXT en La Causa Galería, hogar de su nuevo Solo Show: Ampparito [2020] [TS-Screener] [ESP]. En esta ocasión el artista madrileño se centra a una idea: el acto de compartir algo implica tener que modificarse para poder ser transmitido al usar tanto palabras como imágenes. La descarga de screeners –las películas grabadas en la sala de cine y descargadas ilegalmente– o el uso masivo de las redes sociales son ejemplos de cómo la imagen sufre una pérdida de calidad al ser compartida. En este nuevo mundo en el que se ha acelerado la conversión digital de la sociedad, esta exposición juega con esa idea y propone una experiencia tan analógica como digital. Por nuestra parte, tenemos la suerte de quitarnos las mascarillas y sentarnos para charlar analógicamente alrededor de un café.
¿Cómo llegas a querer ser artista?
No fue algo pensado en realidad. A mí me gustaba hacer eso y al final cuando a ti te gusta hacer algo intentas dedicarle el mayor tiempo posible y, si puedes vivir de ello, pues mejor. Siempre había sido una persona inquieta, cacharreando, pero nunca de una manera artística o poética, siempre buscando la funcionalidad.
Rompes con la idea puramente estética del grafiti, estética sin mensaje.
Sí, siempre he tenido esa especie de búsqueda de la simbología. Cada cosa que haces tiene un significado. Cualquier cosa que hacemos y que no pensamos, que sale de manera inconsciente, dice más sobre nosotros que las cosas que de verdad dices o que quieres que sepan de ti. Esa es la parte del arte que a mí me interesa. Me gusta más de un cuadro o me va a contar más cosas sobre el artista, cómo está hecho que lo que me quiere transmitir. Me interesa más el medio que un mensaje que vas a manipular para que se adapte a lo que tú quieres decir. Veo más poesía en la gente que hace una cola o en una quedada de Wallapop que en la mayoría de arte al uso.
Ahora trabajas en distintos soportes y distintos lugares, murales u obra en galería, ¿Te gusta cambiar?
Son dos formatos, son dos cosas que ahora les he encontrado un punto en común. Creo que los murales tienen una parte buena, que es la sorpresa. Pillas a la gente desprevenida. Al final, a una galería la gente viene, en los murales tú sales. También hay un conflicto con el arte en la calle precisamente porque a ti nadie te ha pedido que hagas eso. Si te duele una muela vas al dentista, si se te jode el coche vas al mecánico y si quieres ver arte vas a un museo. En el momento en el que tú haces una intervención en la calle, nadie ha salido a ver eso. La calle es para andar o para estar, no para ver arte. Entonces, surgen conflictos porque nadie te ha pedido nada, no se lo van a esperar y por eso creo que es más potente. La gente no espera ver arte. Se dice que normalmente la audiencia que tienen los museos es gente muy domesticada. Somos gente que conocemos por ejemplo que el arte no se toca, que se habla bajito. Estamos muy domesticados.
En la calle vas sin esa predisposición ni sabes de qué va la obra.
En la calle no hay domesticación. Cuando reduces a localismos y haces obra con localismos, para alguien puede ser abstracto y para otra persona puede ser un chiste. Es curioso como cambiando de sociedad, el contexto donde tú has nacido, tu situación sociopolítica o socioeconómica hace que entiendas una cosa como abstracta o como figurativa.
Viendo tu obra hay un evidente desconcierto al principio, pero hay una crítica detrás en toda ella.
No es pretendidamente crítico. Simplemente, planteo una situación en la que yo tampoco juzgo si es algo bueno o malo. Lo que me gusta es explorar esos grises, ese terreno en el que las cosas no son ni dejan de ser. Por ejemplo, ¿Cuándo una bandera deja de ser bandera? ¿Cuándo un acto es legal o ilegal? Hice una pieza de banderas en la que se quemaba una bandera de España en invertido. Creé una bandera de España invertida en los colores, el amarillo es azul y el rojo es como un verde agua. Esa bandera se quemaba y con los móviles, que tienen una opción de invertir colores, se podía ver la bandera de España quemándose. ¿Eso es legal o ilegal? A través de un filtro estás viendo la bandera de España quemarse, pero físicamente no es la bandera de España. Si tú quemas una bandera de España desgastada ¿sigue siendo la bandera de España? Si la bandera de España en lugar de tener las medidas oficiales es un cuadrado ¿sigue siendo la bandera de España? A mí me gusta ver dónde están esos límites y moverme en esa área para comprobar que nada es fijo si cambias todas las variables alrededor.
Jugar con el contexto.
Sí, el contexto es variable, va mutando y cuando tú haces una especie de tesis fija sobre algo que es variable, en el momento en el que ese contexto cambia la tesis se va a la mierda.
¿A esas reflexiones llegas antes de crear? ¿Cómo es tu proceso creativo para llegar a plasmar eso en obra?
Muchas son de manera intuitiva. Es verdad que primero llego de manera formal, considero cosas que pueden ser poéticas, pero cada vez voy educando más la intuición. Empezaba de esa manera y antes lo hacía mucho, creo que por eso mi obra era peor porque de alguna manera ilustraba ideas. Todo queda mucho más correoso si ilustras ideas. Si tengo una idea y la intento formalizar teniendo la parte conceptual, a mí normalmente me ha dado malos resultados porque es una ilustración de un concepto. La otra manera de trabajar, que es más intuitiva, es crear una especie de experiencia o de situación que luego tiene diferentes lecturas como toda obra artística.
Jugar con los espectadores es algo que a ti te gusta.
Sí, el acercamiento a algo intenso desde un punto de vista corporal es importante. La reflexión la puedes tener luego en tu casa si te ha llamado la atención. Cuando estás en un espacio expositivo con la cantidad de estímulos a los que estamos expuestos, es una buena manera de abordar situaciones complejas o poliédricas, con distintos acercamientos. No creo que tengas que hacer obras súper crípticas y ultra serias porque de lo que estás hablando es muy serio. Puedes hablar de cosas muy serias de una manera pretendidamente naíf. Incluso en las explicaciones de las obras hago frases sin subordinadas, con estilo directo, sin articularlas de manera narrativa, como un prospecto en versión poética.
En el Museo Reina Sofía, por ejemplo, no se puede sacar el móvil para hacer fotos ni vídeos a obras como Guernica. Es todo lo contrario a tu obra en la que usas el teléfono móvil para jugar con las obras.
No sabía que no se le podían hacer fotos al Guernica. De hecho, me parece que es algo muy pasado. El sentido que puede tener es que hagas fotos con flash y que el flash afecte al cuadro. Me gustaría ver si puedo hablar con alguien que trabaje allí para conocer la razón. Pero a mí me suena a intentar ser un poco guardianes de las esencias, como darle a un museo un áurea de iglesia. Que ciertas cosas que se hacen en la calle que son profanas, en este templo no se pueden hacer.
¿Eso es lo que tú combates en el mundo del arte?
Yo creo que sería bonito, si algún día expongo en este tipo de museos, que el segurata te obligue a hacerle una foto con el móvil. No tengo ni idea de por qué no se pueden hacer fotos en los museos, pero creo que tiene algo que ver con esa idea de ser guardianes de las esencias. Estaría bien hacer algo sobre ese tema, porque muchas veces en lo que hago se obliga o de alguna manera está preparado para que se hagan fotos.
Esa democratización del arte que tú buscas ¿te viene de tus inicios en el grafiti?
Creo que es más un tema generacional. Tengo que jugar con eso, con el tiempo en el que me ha tocado vivir. Si mi contexto es que la mitad del día me lo paso mirando al móvil o una pantalla, habrá que tener en cuenta eso. La gente de mi edad y mi público tiene este tipo de lenguaje. No tiene sentido que yo me ponga en plan “por favor apagad los móviles porque ahora vamos a sentir”. Son los conflictos propios de un cambio de paradigma total, de pasar de vivir a un mundo totalmente analógico y gente que ha nacido en un mundo digital.
También te basas mucho en cultura popular en tu obra, ¿es una manera de llegar a todo el mundo?
No está hecho de una manera pensada. Busco elementos que me rodean con los que se hacen acciones. Elementos que se asocian a acciones, si ves una pelota piensas que es para botarla o si ves una señal de Stop es que no pases. Son elementos a los que se les presupone una acción; entonces, en el momento en el que tú alteres ese objeto alteras la acción. Cambias la utilidad. La alteración de la funcionalidad de un objeto abre un mundo poético al olvidar la parte práctica. Cuando matas el mundo de la funcionalidad abres uno poético.
¿Eso no es una crítica a un mantra capitalista de siempre de la productividad y la funcionalidad a toda costa?
Hay un punto de ruptura, yo había estudiado siempre ingeniería y todo era funcional. “Como llego a lo que quiero de la manera más rápida”. Es lo que se busca en este mundo, hacer todo lo posible para que sea funcional, gastar los mínimos recursos y hacer algo en el menos tiempo posible. Pero una vez que estás metido en esa dinámica piensas: ¿Para qué? Si el tiempo que estás ganando por hacer eso luego lo inviertes en acelerar otros procesos. Ganas en tiempo y en funcionalidad, pero ¿para qué? El problema es que muchas veces en este mundo, el mundo capitalista, ese medio se convierte en un fin. Con los frutos que conseguimos de hacer las cosas de la manera más eficiente los reinvertimos en seguir haciéndolo más eficiente. Es una carrera, pero ¿hacia dónde?
¿Tendrías obra tuya en casa?
Yo creo que sí. De los demás tendría objetos que tengan añadidos una carga personal. Con respecto a mi obra, a mí desde pequeño me ha gustado la idea de tener una casa llena de cacharros para usar. Las obras con las que se pueden realizar acciones. La capacidad artística de una obra es más lo que sucede con ello que en realidad verlo. Es más bonito o significativo eso. Tendría obra mía, pero para usarla, obras que cada vez que usas sacas una lectura distinta.
“No toquen las obras”. “Prohibidas las fotografías”. “Hablen bajito que aquí se disfruta con los ojos”. Si han ido a un museo es más que probable que hayan escuchado alguna de estas frases. Convertir los museos en templos del arte más puro es algo que según Ignacio Nevado (Madrid, 1991) aka
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