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Queridos amigos,
Ha sido un año de mierda, lo sabemos todos. Las navidades están al caer y, con ella, la tentación de mandarlo todo a la porra.
Un año sin bares, sin bailoteo, sin multitudes, llenos de temores y de ganas de abrazar. Un año en el que en miles de familias faltará alguien en la mesa esta navidad, en el que el miedo y la incertidumbre se han apoderado de todos nosotros.
Una de las cosas que hemos aprendido desde que esta pesadilla empezó es que eso de que “íbamos a salir mejores” es tan solo otro cuento chino que querríamos que apareciese en los libros de historia en unas décadas. (Dios, había empezado a escribir con la intención de transmitir una cosa mona y de esperanza, pero veo que mi pesimismo me puede. Otra vez). Vamos allá. (Volvamos a empezar).
Queridos amigos,
Ha sido un año de mierda y no lo vamos a negar. Vamos a ser sinceros, vienen las navidades y a todos nos apetecería juntarnos 30 personas, besarnos, abrazarnos, jugar a las cartas y comernos un trozo de turrón después de haberlos tocado todos. A estas alturas, en cualquier otro año, muchos estaríamos empezando a pensar cómo pasar el fin de año, a qué fiesta insoportable de 60 pavos ir en la que tardas 2 horas en pedirte una copa y pensando en cómo mostrarle a tu tío de derechas (una vez más) que Podemos se te queda corto.
Este año, a estas alturas, será mejor pensar únicamente en el fiestón que nos vamos a pegar cuando todo esto pase, es la única manera.
Yo soy una de esas que va de antisistema pero que cuando llega diciembre se vuelve más capitalista que el propio sistema y más tradicional que el emérito soltando trolas. Yo iba de teniente general alemán desde que empezó la pandemia, pero un árbol de navidad y 15 personas sentadas a una mesa me hacen defender las teorías de Miguel Bosé a capa y espada. Racionalmente, tirar nueve meses de restricciones, aburrimiento y desesperación por la borda por tres días de festividad cristiana no tiene sentido. Irracionalmente... pues eso.
Con esto, queridos amigos, lo que quiero hacer es, por un lado, una defensa del espíritu navideño que mi tía, sus centros de mesa y sus paquetes perfectos me transmitieron de enana. Y por otro, una oda a la racionalidad y a la prudencia. Suspendamos la navidad este año y guardémonos las ganas de reuniones, compras, nuitazos, cenas y turrones para cuando la irracionalidad sea justificable. Transformemos las fiestas en homenaje a todo aquello que hemos perdido este año y brindemos por todo lo que vamos a ganar haciéndolo.
Perdonad, haters de la navidad, si os he aburrido; y los demás recordad: siempre nos quedará Love actually.
Queridos amigos,
Ha sido un año de mierda, lo sabemos todos. Las navidades están al caer y, con ella, la tentación de mandarlo todo a la porra.
Un año sin bares, sin bailoteo, sin multitudes, llenos de temores y de ganas de abrazar. Un año en el que en miles de...
Autor >
Elisa Mora Andrade
Es graduada en Ciencias Políticas.
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