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Reportaje

“Compraba y bebía para dejar de sentirme así de mal, culpable”

El alcohol, en las mujeres, y la cocaína, en los hombres, concentran las adicciones en España. Como ya ocurriera en la crisis de 2008, la pandemia aumenta el consumo entre los más precarios y amenaza tratamientos de desintoxicación

Álex Blasco Gamero Madrid , 22/01/2021

<p>Retrato de Suzanne Valadon o La resaca, de Henri de Toulouse-Lautrec.</p>

Retrato de Suzanne Valadon o La resaca, de Henri de Toulouse-Lautrec.

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Cruce de la calle Alcocer con Romeral del barrio madrileño de Villaverde Alto. Entre los coches del aparcamiento se levanta la Parroquia Santa Bibiana, una comunidad religiosa con un espacio reservado para la asesoría jurídica sobre asuntos de extranjería, violencia de género, penal y familia y otro para Alcohólicos Anónimos (A.A.), un grupo cerrado que se reúne habitualmente pero que las mañanas de los sábados permite el acceso libre. 

En la sala de A.A., alrededor de una gran mesa presidida por dos carteles de más de un metro de alto que recogen los 12 pasos necesarios para vencer la enfermedad, nueve personas adictas, con separación de seguridad y mascarillas, se sientan para compartir sus preocupaciones. “Hoy no me importa reconocer que soy una enferma, una alcohólica, pero me costó mucho asumirlo”, comienza Sofía –nombre ficticio, como el de todos los integrantes de este grupo. “Durante años fui la borracha del barrio y me decían que esto era un vicio malo, que lo dejase y listo. La gente no se da cuenta de que esto es una adicción, una enfermedad. Que no se puede dejar así como así”.

Sofía prosigue su relato. “Tomo chicles de nicotina, esta semana me he pasado y he gastado lo que suelo comprar para todo el mes… Quería comprar más, he comprado más, pero no quería contárselo a mi pareja y eso me ha revuelto por el hecho de no ser honesta y pecar de orgullo, de no haber sido lo suficientemente fuerte y ocultarlo”. 

 

“Me he tirado tantos años buscando excusas para dejar a los niños antes en el cole para comprar alcohol, vomitar para que no se enterasen o acostarles de día bajando las persianas para poder beber hasta que mi hija pequeña, con solo tres añitos, con sus quiquis y esa cara tan bonita que tenía, me dijo ‘no, ya’ que el simple hecho de ocultar que compré los chicles a escondidas me atormenta”, continúa la mujer rubia de ojos claros, casi escondida tras una bufanda enorme, con sus más de 60 años a cuestas.

Según el informe del Observatorio Proyecto Hombre, que vio la luz el pasado 29 de octubre, la principal sustancia de consumo en las mujeres es el alcohol. Del total de mujeres adictas en España, el 36,2% lo es al alcohol, una adicción que Elena Presencio, directora general de la Asociación Proyecto Hombre, subraya como el principal problema de drogas en nuestro país. Se estima que el 10% de los consumidores habituales de alcohol son adictos. 

Pese a que la tasa de adicción es similar en hombres y mujeres, ellas solo accedieron al 16,1% del total de tratamientos por drogodependencia durante 2019. Los mayores niveles de carga familiar y la también mayor estigmatización social explican este desajuste. “La sociedad ve peor el consumo en las mujeres y esto afecta en su acceso al tratamiento. Es algo que vemos todos los días en los acompañamientos. El apoyo en los hombres es mucho mayor que en las mujeres. Muchas vienen solas”, explica Elena Presencio. 

Pese a que la tasa de adicción es similar en hombres y mujeres, ellas solo accedieron al 16,1% del total de tratamientos por drogodependencia durante 2019

“A veces el problema también es encontrarte con un médico que te entienda”, cuenta Julia, otra miembro de A.A. “Hay casos en los que vas a tu médico y este te receta Antabus para quitarte los hábitos y luego antiansiolíticos… Imagínate si tienes una recaída tomando eso. Pasas del alcohol al alcohol y las pastillas. Encontrar a un médico preparado y que te entienda es muy importante. En la mayoría de los casos los tratamientos se reducen al periodo de desintoxicación y poco más. No existe un interés por los problemas de la cabeza y el alma”.

Paco Sainero, terapeuta, director de la comunidad terapéutica de Castilla-La Mancha y miembro de la comisión de tratamiento de Proyecto Hombre, da las claves sobre por qué las mujeres se atreven mucho menos a buscar ayuda. “La culpa que sienten es doble. Socialmente se entiende que la mujer es el soporte de la casa, por lo que si una mujer cae en este tipo de conductas falla como mujer y como madre, hija, pareja, esposa o, incluso, hermana. Entendemos que la mujer es responsable de todos, y de sus cuidados, por lo que cuando cae en conductas adictivas la idea que se tiene de ellas es que ha sido egoísta y nos ha abandonado”.

El relato de Sofía refleja esa culpa de la que habla Sainero. “Muchas veces esperaba la Navidad con ansia para ver la ilusión de mis niños con los regalos y así dejar de sentirme culpable. Compraba y bebía para dejar de sentirme así de mal porque no era capaz de tirar para adelante con la vida. Ahora, además del miedo a beber me dan apuro las fiestas por no ser capaz de dejar de comprar”.

La edad media de inicio de tratamiento de las mujeres en España es de 39,9 años, dos años y medio más que en el caso de los hombres. Un retraso que unido al menor apoyo sociofamiliar, a que un 11% viven solas con sus hijos (un 10% más que en el caso de los hombres) y a un estatus laboral más precario (solo el 27,7% cuentan con empleo estable a jornada completa frente a un 39,9% de los hombres), a pesar de tener un nivel formativo similar que el de los varones, las lleva a unos mayores niveles de vulnerabilidad.

Según se concluye del estudio de Proyecto Hombre, el 69,3% de las mujeres en tratamiento sufrieron abusos emocionales, el 50,2% abusos físicos y el 28,6% sexuales

Esta situación de inseguridad social y laboral se traslada en muchos casos al terreno de la salud mental, donde se percibe una incidencia mayor de trastornos en las mujeres. Según las estadísticas de las personas que han pasado por Proyecto Hombre, ellas son quienes padecen más ansiedad severa (76,9% frente a 63,2% de hombres), más problemas emocionales/psicológicos (70,7% frente a 48,6% de hombres), mayores niveles de depresión (68,5% frente a 48,9% de hombres), y, sobre todo, un mayor número de intentos de suicidio que los hombres (38,7% frente a 20,5%).

Sin embargo, los efectos en la salud mental no siempre son consecuencia de la adicción. En muchos casos son la causa. Según se concluye del estudio de Proyecto Hombre, el 69,3% de las mujeres en tratamiento sufrieron abusos emocionales, el 50,2% abusos físicos y el 28,6% sexuales. En el caso de los hombres los porcentajes son de un 46,1%, un 23,8% y un 4,5% respectivamente. “Muchas de las personas que tratamos pasan, o han pasado, por situaciones muy duras que como sociedad no nos queremos ni imaginar. Los abusos sexuales y el maltrato se suelen ocultar, se meten en un baúl por vergüenza o por tener relación con cercanos, y crean una inestabilidad emocional que potencia conductas adictivas”, incide Sainero.

Hombre de 38 años, soltero, con bajo nivel formativo

Según el mismo informe, la cocaína es la principal adicción en los hombres (37% de los varones en tratamiento). La tendencia en el uso de esta droga lleva en ascenso desde 2013. En ocho años, el consumo ha aumentado casi un 9%. Y normalmente viene acompañada del alcohol y, en casos puntuales, de cannabis. En España, según datos del Ministerio de Sanidad, se estima que consume anualmente el 2,2% de la población de entre 15 y 64 años, un 0,9% por encima de la media de la UE (1,3%)

Esa fue la situación de Ángel, que con 43 años terminó hace tres su tratamiento en Proyecto Hombre y lleva casi un lustro sin consumir. “Todo empezó probando una raya en la encimera de la casa de unos amigos, y luego se convirtió en una forma de socializar, y de ligar. Llegué al punto de que necesitaba tener una raya preparada encima del taquillón de la habitación para cuando me levantase. Consumía para sentirme normal, porque tenía ansiedad, porque estaba deprimido. Necesitaba el estímulo para salir de aquello y no me daba cuenta de hasta qué punto vivía descontrolado. Al final, amigos, familiares y, sobre todo, mi madre fueron los que me hicieron ver que yo no era así, no era violento. Nunca lo fui. El alcohol y la coca me habían hecho ser de una forma que hoy me da miedo”, relata con tristeza.

El perfil dominante de las personas atendidas es el de un hombre de 38 años, soltero, con bajo nivel formativo, trabajo a tiempo completo y sin grandes cargas familiares, y que a diferencia de las mujeres tiende más al consumo de drogas ilegales. “Entre los varones, el límite de lo legal pierde importancia. Socialmente no está tan mal visto que un hombre consuma sustancias ilegales, aunque se tenga que saltar la ley para ello. Además, muchos de ellos no tienen miedo a sus efectos en la salud”, cuenta Presencio. 

La directora general de Proyecto Hombre explica que “el consumo de sustancias estimulantes empezó a romper la tendencia a la baja en 2015. Hoy la cocaína se percibe como una droga de control, de éxito, de cierto estatus social. España es uno de los países de entrada a Europa de esta sustancia que, además, ha mantenido un precio estable los últimos 15 años”. Según el Ministerio de Sanidad, el precio de un gramo de cocaína era de 59,21 en 2018 y hoy se acerca más a los 45 euros por gramo. 

“Hemos tenido casos de hombres de la construcción que consumían cocaína para poder trabajar más horas a pleno rendimiento. El problema llegaba cuando se daban cuenta que se habían gastado más dinero en lo consumido que lo que habían ganado trabajando esas horas extras”, explica Sainero. “Las conductas adictivas suelen ser una respuesta a la incapacidad de afrontar situaciones de inestabilidad emocional, de afrontar las emociones o de baja autoestima. Si a esto le unimos un modelo de sociedad que cada vez exige más y con más prisas a la hora de trabajar, de consumir y de, en general, vivir, con unas referencias de la masculinidad en las que el tratamiento de las emociones es casi inexistente, se da esto”, agrega. 

Esa incapacidad para afrontar emociones la ejemplifica Víctor, un hombre grande, con voz de locutor de radio y tono tranquilo. “No sabía vivir. Me enfadaba por tonterías. Si me levantaba y al hacer la cama no me quedaba como quería, si aparcaban demasiado cerca de mi coche, si hablaban demasiado alto cerca de mí, ya pasaba el día hecho un cabrón, entrando en discusiones estúpidas. No me daba cuenta de que casi nada dependía de mí, ni tenía que ver conmigo. Entender que no podía controlar todo y que no era el centro de todo me liberó”. 

En el ámbito europeo, cada vez más consumidores solicitan tratamiento, frecuentemente por policonsumo. Tres cuartas partes de las personas que accedieron a tratamientos especializados en drogodependencia por primera vez el año pasado, según la oficina de las Naciones Unidas contra la droga y el delito, se concentran en solo tres países: Italia, Reino Unido y España.

A pesar de que, como menciona el Ministerio de Sanidad, el consumo durante la pandemia, concretamente durante el confinamiento, ha descendido por las dificultades para comprar y el tiempo que se ha pasado rodeado de allegados, el número de personas que ha llamado para informarse sobre tratamientos o lo han iniciado ha aumentado. Cada año reciben ayuda en España entre 47.000 y 53.000 personas por drogadicción. Una cifra que los especialistas temen que aumente por la crisis de la covid, que se ensaña con las personas con empleos más precarios o de baja formación. La crisis económica de 2008 ya detonó una lluvia de recaídas y de adicciones. La falta de apoyo tras los tratamientos y la ausencia de seguimiento añaden aún más dificultades a la lucha contra esta enfermedad.

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Autor >

Álex Blasco Gamero

De Leganés. Estudió periodismo y cª políticas –eso dicen dos papeles muy caros–. Actualmente es miembro de la redacción de CTXT.

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