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Derecha española: la ‘road movie’
Dos años de derechitas cobardes, valientes y mediopensionistas disputando el mismo voto saltaron por los aires en la placa tectónica que siempre está dispuesta a los mejores meneos: la madrileña
Gerardo Tecé 11/03/2021
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Teoría del vuelo de la mariposa ibérica: la vacunación de un consejero en Murcia puede provocar un seísmo en toda la derecha que acabe poniendo patas arriba el mapa político nacional. Aunque no hayan sido las vacunaciones murcianas by the face el motivo real de la ruptura de Ciudadanos con el PP en aquella comunidad –imagínense si cada cacicada del PP se tuviese que traducir en un cisma político–, sí que ha sido esa la excusa elegida por el partido naranja para, al fin, poner a prueba en el laboratorio murciano una posible nueva estrategia aún en fase de ensayo: intentar escapar del seguidismo suicida al PP que los entierra en vida, encuesta tras encuesta. Siempre es mejor morir en movimiento que quedándose uno quieto. Que un incidente puntual desemboque en gran batalla nos lo enseñó la Primera Guerra Mundial, cuando un atentado contra aquel archiduque austriaco que ni fu ni fa les sirvió de excusa a todas las potencias europeas, primas hermanas, para liarse a guantazos. Liarse a guantazos era, en realidad, lo que desde antes del atentado les venía pidiendo el cuerpo para solucionar sus rencillas. Aquel archiduque, como los consejeros murcianos, sólo pasaba por allí. De otra crisis que pudo derivar en gran guerra pero que no lo hizo, la de los misiles entre EE.UU. y la URSS, aprendimos que, a veces, cuando dos potencias son enemigas reales y no vecinas del mismo edificio, puede acabar imponiéndose la prudencia. En resumen: nada fluye mejor que las hostias en familia.
La tensión dentro del trifachito ha sido un hecho evidente desde la constitución misma en 2018 de esta nueva forma de derecha de tres cabezas en la que los naranjas huían de la foto del pacto andaluz con la ultraderecha al tiempo que formaban gobierno gracias a ella. Nada ha cambiado desde entonces. A un lado, el franquismo de siempre, el del machismo, la pandereta y el chiste de negros y maricones. Al otro, la derechita cobarde, la marketiniana de Ciudadanos, la carente de raíz social derechista, la de jersey de cuello vuelto y candidato fotogénico diseñado por publicistas de familia de bien que hicieron el Erasmus en Toulouse. Mezcla compatible la de las tres derechas cuando se trata de gobernar privilegios, pero alianza de equilibrio imposible cuando, a la larga, el negocio consiste en venderle pescado al mismo cliente. En medio, el PP, declarándose poliamoroso. Declarándose, a la vez, heredero del centrismo de Adolfo Suárez y también, por qué no, amigo de quienes, si les das a elegir en privado, hasta la virgencita de Kaiserslautern sabe que se quedan con otro Adolfo. Dos años de feos, de pullas, amenazas y conveniencias, de derechitas cobardes, valientes y mediopensionistas disputando el mismo voto; porque, no se engañen, el centro en España es como los gamusinos o como la transparencia en la Fiscalía. Una tensión acumulada que el miércoles saltaba por los aires en la placa tectónica que siempre está dispuesta a los mejores meneos: la madrileña.
Doce menos cuarto de la mañana. Al ver las barbas murcianas cortar, Isabel Díaz Ayuso, lideresa espiritual de Vox y también, por qué no decirlo, lideresa de parte del PP, puso las suyas a remojar en una road movie de la que sólo podía salir como víctima o verduga. Corrió como si de una privatización con el plazo acabando se tratase para mover ficha y acabar, vía desahucio exprés, con el fiel aliado acompañante naranja. Tan fiel que durante la presidencia de Ayuso ha aguantado carros, carretas, pizzas para los niños, shows pandémicos e irresponsabilidades a miles con la estoicidad que sólo un tipo como Ignacio Aguado inaugurando un expendedor de jabón puede atesorar.
Quedan convocadas las elecciones, dijo Ayuso embistiendo contra todo ser viviente entre Despeñaperros y Segovia, incluido el pobre Ignacio que recibía la noticia de su destitución con la estupefacción con la que Chenoa recibía a la prensa a las puertas de su casa tras acabar lo suyo con Bisbal. Quién me mandaría a mí meterme aquí pudiendo haberme sacado aquellas oposiciones a la policía local, pensó. Creyendo que las decisiones institucionales funcionan como un truco de magia en Hogwarts, diciendo el conjuro y ya, Ayuso disolvió la Asamblea sin darle la importancia que tenía al reglamento que dice que, para disolver la Asamblea de Madrid y convocar elecciones, tienes que pasar por la maldita burocracia de Washington, que diría Bruce Willis metralleta en mano. Es decir, para convocar unas elecciones y disolver una asamblea no basta con decirlo, pensarlo o tuitearlo, necesitas el registro y el Boletín Oficial de la Comunidad de Madrid. A las dos y media de la tarde, Ayuso se plantaba ante la prensa con un discurso a la altura de su gestión al frente de la Comunidad: increíble. “Socialismo o libertad”. Braveheart vestido de Gucci alentando a las tropas. Traidores todos, enemigos todos de la libertad, repetía Ayuso metiendo en el saco a todo el arco parlamentario excepto a, curiosamente, los herederos del franquismo, deseados futuros compañeros de viaje. Lo que dice Vox es lo que llevo escuchando toda la vida dentro del PP, dijo Ayuso en su momento en lo que es, hasta ahora, su intervención más acertada. Si no llego a convocar elecciones –unas horas más tarde supimos que mientras pronunciaba estas palabras aún no había registrado la convocatoria oficial–, me hubieran organizado una moción de censura –ya estaban registradas a esa hora las mociones de Más Madrid y PSOE– para destrozar Madrid. Discurso mitad guerracivilista, recordando a los últimos de Trump derrotado y dispuesto al caos antes que la claudicación, mitad generador de una realidad paralela que recordaba al de Acebes en marzo de 2004.
Como todo últimamente en España, el conflicto para decidir si imperan las mociones de censura presentadas por Más Madrid primero y PSOE después –Gabilondo llegó aquella tarde a casa sacando pecho y pidiendo que lo llamasen Doctor Acción– lo dirimirá la Justicia. En todo caso, más temprano que tarde, Madrid, capital nacional del ruido y el contagio de lo que no debería ser la política, irá a elecciones. En ellas veremos algo seguro: la ecuación de la derecha finalmente despejada quedando resuelto uno de los modelos posibles de futuro. Si a Ayuso le sale mal, querrá decir que milagrosamente Ciudadanos aguantó el tirón y ganarán la democracia, la cordura y, de paso, el PP que el Pablo Casado post moción de Abascal dice querer. A fecha de hoy, si mañana se quita la barba podría ser otro el planteamiento. Si a Ayuso le sale bien, ganará el modelo de la derecha y la ultraderecha haciendo público su amor sin más disimulo, sin terceras personas. El que le vale a Isabel Díaz Ayuso, pero no a Pablo Casado que, como Ciudadanos, la democracia y la cordura, perderá tras esta escabechina llamada un miércoles cualquiera en Madrid.
Teoría del vuelo de la mariposa ibérica: la vacunación de un consejero en Murcia puede provocar un seísmo en toda la derecha que acabe poniendo patas arriba el mapa político nacional. Aunque no hayan sido las vacunaciones murcianas by the face el motivo real de la ruptura de Ciudadanos con el PP en...
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Gerardo Tecé
Soy Gerardo Tecé. Modelo y actriz. Escribo cosas en sitios desde que tengo uso de Internet. Ahora en CTXT, observando eso que llaman actualidad e intentando dibujarle un contexto. Es autor de 'España, óleo sobre lienzo'(Escritos Contextatarios).
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