En la mayor parte de series y películas medievales (e incluso ficticias) que hemos visto a lo largo de nuestras vidas, el rey siempre se coloca en primera línea de batalla. Tradicionalmente, el poder de los monarcas siempre ha estado relacionado con la guerra, donde se jugaban la vida y la “libertad” de su pueblo. Sin embargo, casi todos tenemos en nuestra mente esa imagen en la que, en el último instante, cuando la batalla está casi perdida, un soldado mira alrededor con la cara ensangrentada, los golpes comienzan a sucederse a cámara lenta y entonces el soldado, desconcertado en medio de todo el caos, grita: “¡Proteged al rey!”. En ese momento, esté donde esté el ansiado rey, en mitad de una amalgama de armaduras, espadas, caballos, sangre y miembros volando por los aires, alguien le encuentra y le salva en el último instante. 

Afortunadamente ya no vivimos en una Europa de guerras descarnadas por los territorios; los reyes hace tiempo que aprendieron que no salía rentable ponerse en primera línea de batalla, cuando podían mantener sus privilegios sin asumir riesgo alguno. Pero los caballeros no le han retirado su protección, solo que ahora quienes le guardan las espaldas llevan traje y corbata, aunque a algunos les encantaría seguir yendo a caballo (y volver a la Edad Media).

“Para usted la ley es castigo, la Constitución es revancha y dar un golpe de estado es concordia”, dice tajante Pablo Casado, que sigue con la cabeza todavía en Colón. Pedro Sánchez, gesticulando mucho, responde: “Dicen defender tanto la Constitución y la monarquía parlamentaria que mandan a la señora Ayuso a decir incongruencias del papel del rey”.

Con el papel del rey hemos topado. Felipe VI, que se veía ya con un pie en Marivent de vacaciones, si acaso teniendo que retrasarlas un poco para firmar los indultos, de repente está interpelado por la derecha, que busca en él una reacción, una señal que indique que la monarquía sigue de su lado.

Fuera del hemiciclo, fuentes del ala socialista del Gobierno sacan pecho y aseguran que “la figura del rey no está en la política partidaria” y añaden que “más respeto que el que le tiene mi partido (el Partido socialista) al rey, imposible”.

Así, mientras se libra la batalla definitiva entre una parte de la izquierda vs. las derechas y todos se pelean por ver quién salvará al rey de ser juzgado (solo moralmente, claro) por su papel en el juicio del procés y los ahora posibles indultos, los problemas del resto de los ciudadanos y ciudadanas siguen su curso sin que nadie acuda a socorrerles.

Por ejemplo, la regulación de los alquileres, tema al que quizás en algún momento haya que cambiar el nombre para denominarlo la no regulación de los alquileres o, para los más nostálgicos, “es el mercado, amigo”. Fuentes del PSOE no creen que la solución sea bajar los precios de los alquileres porque “en España casi todos los pisos son de pequeños propietarios” (dato que, por cierto, es falso) y porque “si a un propietario le dices que le vas a limitar el alquiler, le desmotivas, por ejemplo, a la hora de hacer una reforma que mejore el piso”. Eso es así, todas sabemos que los pisos en Madrid y en Barcelona se alquilan a un precio muy razonable y recién reformados. Ten cuidado con limitar el alquiler que vas a vivir hasta el año 2100 en pisos con gotelé.  

Seguramente saldrá una ley de los alquileres, después de mucho esfuerzo por parte de Unidas Podemos y muchas, demasiadas, negociaciones, pero es muy probable que no cambie tanto las cosas como esperábamos al principio. De herramientas para combatir de frente a la violencia machista no se habla en el Congreso, ni siquiera en una semana en la que raro es el día que no nos enteramos por la prensa de la historia de otra mujer asesinada a manos de su pareja o su expareja. Al mismo tiempo, la derecha y la ultraderecha gritan en Colón reclamando cárcel para los políticos independentistas y denunciando a un supuesto “gobierno ilegítimo”. Y, mientras las espadas vuelan por los aires por encima de nuestras cabezas, el PSOE permanece quieto en medio del campo de batalla, donde solo alcanza a gritar: ¡Proteged al rey!