TONI MEJÍAS / AUTOR DE ‘HAMBRE’ Y VOCALISTA DE LOS CHIKOS DEL MAÍZ
“Lo que más me jode es haberle hecho perder dos años de vida a mi pareja”
Israel Merino 3/07/2021
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Toni se acerca por el paseo de las Acacias, en Madrid, a la cafetería en la que lo espero. No es consciente del calor que, el último día de mayo, hace en la capital: lleva unos pantalones largos y una camisa vaquera abierta sobre una camiseta de Angela Davis. “Puf, siempre me pasa”, comenta entre risas. “A Madrid vengo abrigado y luego, cuando subo al Norte, voy con pantalones cortos y camisa de tirantes”.
Ha venido desde su Valencia natal a promocionar su primer libro, Hambre (Aguilar, 2021), un relato duro, personal y directo en el que cuenta su experiencia como paciente de anorexia, una de esas horribles enfermedades mentales de las que poca gente se atreve a hablar. Una enfermedad invisible ante el gran público. Una enfermedad que existe, aunque no se vea.
Se sienta en una de las mesas de la terraza y le pide a la camarera un café solo. Mientras, charlamos tranquilamente. Le pregunto por Los Chikos del Maíz. Están de gira promocionando su último disco, Comanchería, y su nuevo EP, David Simon: “La situación está un poco jodida, pero bueno, por lo menos podemos salir de gira. En lo que más se ha notado es en lo económico. Como no se pueden llenar grandes recintos y tenemos que tocar siempre con aforo reducido, los promotores están pagando mucho menos. Ahora mismo estamos cobrando el caché de hace unos años, de cuando empezamos. Pero no perdemos pasta girando, que no es poco (risas)”.
Cuando por fin tiene su café entre las manos, empezamos la entrevista ‘de verdad’. Se arrima y se pone recto frente a la mesa. Traga saliva. Flexiona su tono de voz.
Empecemos de cero. Eres Toni Mejías. Toni El Sucio. ¿Cómo empieza una estrella de la música como tú –aunque niegues que lo eres, el proceso puede ser diferente al de un ‘desconocido’– a sumergirse en la anorexia? ¿Es un proceso? ¿Un click en la cabeza?
Digamos que es un proceso. Esa es una de las cosas de las que ahora, con cierta perspectiva, después de haber escrito el libro y dar tantas entrevistas, me estoy dando cuenta. En mi caso, es todo un problema que viene ya desde la adolescencia. Viene de temas de inseguridades, de cierto acoso escolar, de baja autoestima, incluso de un trastorno de la obsesión. Yo creo que la anorexia arrastra un poco temas de toda esta etapa.
Aun así, todo empezó hace como cuatro o cinco años. Llega un momento en el que decido cambiar un poco mi modo de vida. Decido ser menos sedentario, hacer más deporte, reducir un poco el consumo de alcohol, etcétera. Es entonces cuando empiezo a perder peso y a recibir comentarios que, aunque no me parecían negativos en su momento, ahora me parecen muy dañinos, muy tóxicos. “Qué bien estás”, “se te ve genial” o “estás mejor que nunca”, son esos comentarios lo que provocan que en mi cabeza haya un click que hace que empiece a asociar que bajar peso es estar mejor. Que cuanto menos pese, voy a estar más sano y atractivo.
Cuando pasa esto, empiezas a perder algunas funciones básicas del cuerpo. Empiezas a estar más irascible, con menos energía, sin libido. Pero sigues pensando en adelgazar.
Algunas personas con anorexia a las que he tenido la oportunidad de entrevistar me han asegurado que, aunque hay un proceso por el cual tú te metes en la enfermedad, también hay un click en tu cabeza que te hace ver qué estás enfermo. ¿En tu caso fue así? ¿Cómo y cuándo llegó ese otro click que te hace más consciente de la situación?
A mí más bien me hicieron verlo. Yo no era capaz de concienciarme de que estaba en los huesos. ¿Has visto alguna vez esa mítica escena que aparece en las películas en las que se ve a alguien obeso en un espejo, pero luego, cuando lo enfocan a él, en verdad está delgadísimo? Pues no es una ficción. Es real. A mí me pasó. Yo me miraba al espejo y me veía gordo, con sobrepeso. Ahora miro esas fotos, de hace un par de años, y veo que estaba delgadísimo. El problema es que yo no me daba cuenta. Yo no me veía para nada delgado.
Entonces, si tú no te dabas cuenta de cómo estabas, ¿cómo conseguiste verlo?
Fue todo gracias a una amiga médica que me cogió un día y me dijo: “Mira, a ti te pasa esto”. Cuando pasó, estuve varios meses negándolo hasta que por fin llegó el famoso click. Al final, acabé dándome cuenta porque no era capaz ni de subir unas escaleras sin ahogarme. Se me marcaban los huesos. No estaba bien con mi pareja ni con nadie. Yo estaba en la mierda. Creo que eso fue lo que me ayudó a darme cuenta de mi situación. Si no hubiese tocado fondo, jamás me hubiera dado cuenta de la realidad.
Mientras todo esto pasaba, tú estabas con tu actual pareja (ahora esposa). Ella tuvo que vivir todo el proceso. ¿Cómo fue la relación con ella y la enfermedad?
Complicada. Muy complicada, en serio. Creo que las personas con anorexia, a la gente que más rechaza y menos caso hace es a la más cercana. Con la que más confianza tienen. Esas personas tan cercanas, son las que tienen una relación lo suficientemente buena, en cuanto a confianza se refiere, para decirte las verdades. Así que no las escuchas. Puedes llegar a apartarlas de tu vida, incluso. A mí me paso. Tengo varias relaciones de amistad que se han resentido por culpa de la enfermedad.
En esos momentos, tú ves que estás adelgazando y ellos lo ven de otra manera, por lo que, cuando vienen a decirte que estás mal, crees que lo hacen para joderte. Que te dicen esas cosas porque te tienen envidia. Porque tú tienes “un cuerpo bonito” y ellos no. Abres espacio, sobre todo, entre las personas más cercanas.
Me subía al escenario a brincar y botar sin haber ingerido apenas calorías. Acababa destrozado y sin fuerzas, y aun así no comía nada
Con mi pareja me pasó un poco esto. Yo fui cambiando. Ella se dio cuenta de que no estaba con la misma persona con la que había empezado a salir. Era diferente. Cada vez la iba tocando menos, cada vez follábamos menos, cada vez estábamos más distantes y peor. Lo malo también llegó por la impotencia que fue sintiendo poco a poco. Ella no sabía ayudarme. No sabía cómo hacerlo. Me mandaba señales, pero no las quería escuchar. De hecho, la amiga médica vino a hablar conmigo gracias a ella. Porque mi pareja se lo comentó.
De todo el calvario por el que has tenido que pasar, ¿qué es lo que peor llevas o más te jode?
Lo que más me jode es, precisamente, el tiempo perdido. No tanto el mío como el de mi pareja. He perdido dos años de mi vida y eso me jode muchísimo, pero, sobre todo, he hecho que mi pareja, la persona a la que más quiero, pierda dos años de la suya. Y eso es muy duro. Es muy duro ver cómo esa persona que comparte todos sus momentos contigo pierde el tiempo. Sé que esto es algo que ella nunca me va a echar en cara, pero es una mierda sentirlo. Y yo lo llevo sobre mis hombros.
Una de las cosas más sorprendentes de tu enfermedad fue el feedback que los oyentes de Los Chikos del Maíz tuvieron hacia ti a lo largo de todo el proceso. En los videoclips en los que ya era evidente que algo te pasaba, empezaron a verse comentarios como “ya no es Toni El Sucio, sino Toni El Flaco” u “otra estrella que cae en las drogas”. ¿Cómo llevaste todo ese debate público que hubo entorno a ti? Porque la gente no tenía ni idea de que era anorexia. O no quería pararse a pensarlo, que también puede ser.
Pues imagina cómo llevaba esos comentarios que hasta llegué a quitarme la cuenta de YouTube para dejar de leerlos durante un tiempo. Tenía que poner cierta distancia entre lo que me decían y la realidad a la que me estaba enfrentando. Era difícil, la verdad. Pasé de ser el gordito del grupo a ser… bueno. Ya sabes.
Todo esto, además de en los videoclips, pues salía notablemente más delgado, se notaba también en los directos que hacía con el grupo. Recuerdo que, durante la gira que hicimos con Riot Propaganda, acababa reventado de los conciertos. Imagínate. Me subía al escenario a brincar y botar sin haber ingerido apenas calorías. Acababa destrozado y sin fuerzas, y aun así no comía nada.
También, ahora que lo pienso, era curioso vernos cuando parábamos en algún bar de carretera cuando estábamos de ruta. Mientras mis compañeros Nega y Martín, el dj, se comían unos bocatas espectaculares, yo me pedía sándwiches de pollo a la plancha. Que está bien hacerlo si te apetece, por supuesto, pero yo lo hacía porque medía cada una de las calorías que me metía en el cuerpo. Era horrible pensar en ello. En lo poco que ingería. En lo mal que me sentía por hacerlo.
Aun así, no recuerdo haber tenido ninguna conversación explícita con mi compañero Nega sobre lo que pasaba. No decíamos nada. Era raro. Muy raro.
Pero, claro, de repente llegó el libro. Anunciaste su publicación, desvelaste lo que te pasaba y todo cambió. Los comentarios de la gente. El feedback. Tu imagen pública. Todo. ¿Cómo fue todo el proceso? ¿Cómo se gestó el libro y cómo está funcionando?
Cuando por fin me di cuenta de que estaba enfermo, empecé a ir a terapia con una psicóloga. Ella me mandaba como deberes. Principalmente, tenía que escribir sobre cómo me sentía. Cómo lo iba llevando todo. Hasta que vi que tenía muchísimo material escrito y que había que sacarlo. Quizá podía ayudar a alguien.
Yo no he publicado Hambre para ganar dinero, sino para ayudar. A ver, si llega algo de pasta, pues bienvenida sea (risas), pero la idea de sacarlo no es solo por mí, sino por ayudar a la gente que puede sentirse como yo me he sentido. Y lo estoy consiguiendo, joder.
Me llegan muchos mensajes de personas que se ven reflejadas en mis palabras. Me escriben por Twitter o por Instagram, incluso, padres que compran mi libro y se lo regalan a sus hijos porque intuyen que pueden estar pasando por algo parecido a lo mío. Está ayudando mucho y estoy encantado. Pero, ojo, soy consciente de que no soy ningún experto en el tema. No soy ni médico, ni endocrino, ni psicólogo, no pretendo hacer un tratado científico sobre la anorexia. Solo quiero contar mi historia. Intentar que, si alguien me lee y se ve reflejado en mí, sepa que no está solo. Que puede salir.
Hambre, de hecho, ha llegado en un momento en el que las enfermedades mentales se han puesto por fin en el punto de vista mediático. Ya se habla de salud mental en la política. ¿Cómo ves todo este tema?
Creo que aún queda mucho por conseguir, pero está de puta madre. Hasta hace nada no se podía hablar de esto, si tenías depresión o alguna enfermedad similar, te decían que te animaras y que salieras de copas y a echar un polvo. O que si tenías anorexia te dejaras de cuentos y te comieras cuatro kebabs. Una pena…
Ahora se ha roto esa barrera y, por lo menos, se habla de ello a nivel institucional y en los medios. También ha tenido algo que ver esa rotura de la visión clásica de la masculinidad, ¿no? Ya no nos imaginamos la anorexia como una cosa de mujeres. Por fin somos conscientes de que le puede pasar a cualquiera.
Por último, quería preguntarte sencillamente ¿cómo estás?
Buah, tío, pues ahora estoy mejor. Sigo yendo a terapia, sigo esforzándome y sigo luchando para sentirme más a gusto conmigo mismo. Y voy notando las mejoras. Ya no pienso constantemente en las calorías que tiene esta galleta que me acabo de comer (dice señalando un plástico sobre la mesa), ni me obsesiono tanto como antes con el peso y las cantidades. Pero esto es un día a día. Un proceso. Algo constante. Tengo que aprender a vivir con la enfermedad, porque es posible que tenga que luchar contra ella de por vida.
Tengo picos emocionales, hay días que acabo muy cansado y derrotado, sobre todo ahora, que estoy promocionando el libro y el EP a la vez, pero, por lo general, echo la vista atrás y me veo mucho mejor que antes. Querría que algún día llegara el momento en el que dejara de pensar constantemente en lo que como. Espero poder conseguirlo.
Toni se acerca por el paseo de las Acacias, en Madrid, a la cafetería en la que lo espero. No es consciente del calor que, el último día de mayo, hace en la capital: lleva unos pantalones largos y una camisa vaquera abierta sobre una camiseta de Angela Davis. “Puf, siempre me pasa”, comenta entre risas. “A Madrid...
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