Manu Escudero / Embajador ante la OCDE
“El acento debe ponerse ahora en el uso de los fondos europeos, no en un aumento de la fiscalidad”
Miguel Mora 2/10/2021
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Manu Escudero (San Sebastián, 1946) fue uno de los pocos dirigentes socialistas que se alineó junto a Pedro Sánchez en su guerra contra el aparato de Ferraz. Economista inquieto y hombre tranquilo, licenciado por Deusto y máster en la London School of Economics, Escudero pasó de estar fuera del PSOE a ser el cerebro económico del proyecto Sí es sí, que sirvió de base a la campaña electoral de las primarias que catapultaron a Sánchez hasta la secretaría general y luego a la presidencia del Gobierno. El artífice del giro a la izquierda de aquel PSOE fracturado vive ahora en París, donde es embajador y representante permanente de España ante la OCDE. Desde allí contesta por escrito a algunas preguntas de CTXT sobre su reciente libro, Nueva Socialdemocracia, publicado por la Fundación Pablo Iglesias, en el que pone al día el ideario económico socialista y aboga por una reforma del capitalismo que ponga límites al poder de los fondos buitre y los oligopolios.
Biden, Noruega, Alemania, España… ¿Asistimos a una resurrección de las ideas y las fuerzas socialdemócratas en el mundo?
Creo que algo está cambiando en el discurso económico internacional: yo lo estoy viviendo en primera fila en la OCDE, pero pasa lo mismo en el FMI y otras instituciones multilaterales. Ese nuevo discurso está mucho más cercano a los valores de la socialdemocracia que a los valores de las opciones de derecha o centro-derecha. Es un discurso en el que comienza a integrarse la lucha contra las desigualdades y la lucha contra el cambio climático y la biodiversidad en el concepto mismo de crecimiento económico, así como una visión mucho más dinámica y mucho menos “austericida” del propio crecimiento, junto a la noción de que la globalización produce ganadores y perdedores y eso se puede evitar sin caer en el proteccionismo… Atrás van quedando los conceptos básicos del neoliberalismo –desregulaciones, privatizaciones, impuestos a la baja, visión acrítica de la globalización, y una visión dogmática de los déficits presupuestarios y la deuda. No es que lo nuevo haya ya triunfado y lo viejo haya muerto, sino que estamos en una transición de un viejo discurso a uno nuevo. Esa incipiente convergencia entre el naciente discurso internacional y los valores de la socialdemocracia probablemente explica el hecho de fondo de que esta comienza a tener los vientos a favor, y esto explicaría la nueva situación en Europa con nuevos gobiernos socialdemócratas en el norte de Europa y la perspectiva de un gobierno liderado por la socialdemocracia en Alemania.
Es sorprendente que el viraje real que realizó el PSOE y que significó salir del declive electoral haya sido sistemáticamente ignorado y obviado por muchos intelectuales y analistas
Sin embargo, para consolidar la resurrección de la socialdemocracia hay que señalar una tarea que aún tiene por delante: realizar un examen autocrítico de cómo pasó en general de ser una fuerza política “de los 30%” (en apoyos electorales) a finales del siglo XX, a una fuerza política “de los 15%” y en declive en la década de 2010.
Yo afirmo que ese examen autocrítico ya se ha ido realizando en España, mediante el reposicionamiento político del PSOE desde 2017, de la mano de Pedro Sánchez y sus equipos. Es sorprendente que ese cambio, ese viraje real que realizó el PSOE y que significó salir del declive electoral en el que se había metido, haya sido sistemáticamente ignorado y obviado por muchos intelectuales y analistas.
Esa puesta al día de los presupuestos socialdemócratas en Europa, ¿en qué se diferencia de las ideas del PP europeo? Lo digo porque socialistas y populares suelen votar exactamente lo mismo en Europa.
Los pilares de una nueva socialdemocracia que ajuste cuentas con el pasado y en consecuencia supere definitivamente la amenaza de declive en la que se encontraba, son en mi opinión los siguientes:
a. Un nuevo acento en la lucha contra las desigualdades de renta, y sobre todo de concentración creciente de la riqueza en pocas manos –hace cinco años en el lenguaje socialdemócrata no se abordaba la realidad de las “desigualdades”, sino que se utilizaba un término mucho más parcial, la “igualdad de oportunidades”. Obviamente esto estaba relacionado con los logros del pasado, con la construcción del Estado de bienestar.
b. Las desigualdades no se pueden resolver solamente mediante mecanismos redistributivos (progresividad en impuestos y servicios universales de sanidad, educación, servicios sociales y protección social), sino que son necesarias nuevas políticas “predistributivas”, relacionadas con las desigualdades crecientes que se dan en la producción, en los lugares de producción, en el modo de organización de las actividades económicas, en la realidad económica y social diaria de cada persona.
c. La elevación a la categoría de principio de la socialdemocracia, junto a los principios tradicionales de justicia social, de dos nuevos principios: el ecologismo, es decir, la transición ecológica y energética, así como el feminismo, que supone la erradicación definitiva de la dominación de la mujer y de la cultura patriarcal. Este último aspecto no se plantea como una lucha identitaria, sino como el caso más importante de lucha contra las desigualdades.
d. El abandono de las grandes alianzas con la derecha que, dentro de un marco neoliberal dominante, llevó a la socialdemocracia a ocuparse de la mera gestión. Detrás del “no es no” a las grandes alianzas que se planteó Pedro Sanchez en 2016, estaba algo mucho más importante que era volver a abrazar el espíritu reformador del socialismo democrático, que había ido languideciendo…
Estos cuatro nuevos elementos son los pilares de una nueva socialdemocracia, que tiene poco que ver con los presupuestos del PP europeo, aunque no se debe renunciar a que esa fuerza en Europa asuma en el futuro algunos de los elementos planteados… Peor lo tenemos con el PP español, porque es una fuerza política que, en vez de construirse como fuerza democrática de centro-derecha, está cada día más contaminada por los presupuestos ideológicos de la extrema derecha española, por Vox, que es el espejo en el que se mira.
En el libro, traza su decálogo para la nueva socialdemocracia y afirma que la búsqueda de mayor igualdad en renta y riqueza debería ser el elemento central de las políticas socialistas. Sus propuestas se parecen mucho a las de Unidas Podemos. ¿Por qué parece tan reticente el Gobierno Sánchez a emprender pues una reforma fiscal realmente progresiva, que tase a las grandes empresas y a los súper ricos, en la línea de los Demócratas de Estados Unidos?
De hecho, la primera acción que tomamos en la Ejecutiva del PSOE recién constituída en 2017 fue impulsar en España una nueva política de rentas, en la que la subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) tenía un papel central. Esto se puso en práctica tan pronto como Pedro Sánchez formó el gobierno después de la moción de censura a Rajoy… Estoy hablando de 2017, cuando Unidas Podemos andaba aún dando vueltas a Gramsci…
España tiene la necesidad de incrementar sus ingresos fiscales en varios puntos del PIB para equilibrar el gasto que ha asumido nuestra sociedad para pagar nuestro Estado de bienestar
Las propuestas de nueva socialdemocracia no sé si se parecen a las de otros, pero lo que sí sé es que tienen su propia fundamentación en nuevos elementos de economía política y en unos basamentos ideológicos que yo no he visto enunciados por otras fuerzas políticas. Por ejemplo, el diagnóstico de las crecientes desigualdades parte de una visión de la economía política de la transición digital en la que, si no lo remediamos con la política democrática, se profundizará la división entre unas pocas “grandes estrellas” que seguirán aumentando sus sueldos astronómicos, unos segmentos de profesionales muy bien pagados que trabajan en los oligopolios o oligopsonios que están surgiendo a partir de las empresas digitales y de inteligencia artificial, una mayoría de clases medias y trabajadoras en los países desarrollados empobrecidas, y unos segmentos que se situarán en los márgenes de las actividades económicas, y se componen sobre todo de las generaciones jóvenes que ya no podrán aspirar al nivel de vida de sus mayores.
Respecto a esa reticencia que dice que tiene el gobierno de Pedro Sanchez para acometer una reforma fiscal, no es tal. Un gobierno de nueva socialdemocracia realizará una reforma fiscal. Y la hará porque España tiene la necesidad de incrementar sus ingresos fiscales en varios puntos del PIB para equilibrar el gasto que ha asumido nuestra sociedad para pagar nuestro Estado de bienestar. Sin embargo, en el momento actual de salida de un colapso económico sin precedentes por la pandemia, el acento debe de estar en el uso de los fondos europeos para la recuperación y las reformas, y no en un aumento de la fiscalidad. Y eso es, precisamente, lo que distingue a la nueva socialdemocracia de otras opciones de izquierda: para ser reformador hay que saber manejar los tiempos, acumular fuerzas en los momentos oportunos y acometer entonces las reformas… Ese espíritu reformador que sabe cómo plantear las reformas en el momento adecuado para contar con una mayoría de apoyo, y no antes ni después, es un elemento básico del socialismo democrático. Más a largo plazo, además, irá cambiando la naturaleza de la fiscalidad, porque en la sociedad digitalizada de un futuro no muy distante, el trabajo asalariado necesario para niveles crecientes de producción irá siendo menor (aunque el trabajo fuera del mercado y con valor social irá aumentando), al tiempo que aumenta la polarización de renta y riqueza entre una minoría y la mayoría de clases medias y trabajadoras: las nuevas fuentes de ingresos públicos cada vez serán más claramente la riqueza de los “billonarios” y los beneficios de las empresas productoras de nuevas tecnologías digitales y de inteligencia artificial.
La Transición Ecológica y la Digitalización deben ser gobernadas mirando al bien común, afirma. Pero más bien parecería que el PSOE está fracturado y que no renuncia a su alma socioliberal, más pendiente de los deseos del Ibex y los Fondos Buitre que de los de sus votantes.
La nueva socialdemocracia debe tener en cuenta la colonización que determinados fondos financieros están intentando en la economía productiva española
Yo no lo veo así. La nueva socialdemocracia debe tener en cuenta la colonización que determinados fondos financieros están intentando en la economía productiva española. Y en este terreno habrá que enfrentarse a tensiones inevitables con algunos de ellos, así como con otros núcleos de poder económico privado: esto no es un brindis al sol, sino algo que el Gobierno ya ha comenzado a hacer, en el caso, por ejemplo, de la transición energética y en concreto la factura de la luz. Ante las subidas enormes del precio del gas, la posición que ha tomado el gobierno ha sido, por un lado, bajar los impuestos. Pero ha dicho bien claramente a las grandes empresas productoras de energía que el esfuerzo tiene que ser compartido, y por ello ha determinado suprimir una parte muy importante de los beneficios (llamados literalmente “beneficios caídos del cielo”) que perciben esas empresas que operan infraestructuras nucleares o hidroeléctricas cuyos costes y amortizaciones son muy bajos y no justifican tales beneficios.
En el libro constata que la concentración empresarial y el empuje de los fondos buitre están determinando no solo la estructura de la economía financiera sino que también condiciona cada vez más la economía productiva, y que es preciso contener ambos elementos. ¿Qué reformas concretas propondría para España?
Generalmente los abusos de poder que se dan por parte de fondos de inversión sobre sectores productivos toman la forma de la entrada en empresas clave para formar oligopolios u oligopsonios y, a través de esos mecanismos de poder en el mercado, transferir renta de las empresas productivas a los propietarios o partícipes en los fondos. Por ello el primer mecanismo que se debe reforzar como un elemento clave en la nueva economía es la defensa de la competencia, o más en general, las regulaciones que limiten la concentración de poder excesivo en los mercados. Hay otras medidas a contemplar en el escenario de las inversiones a escala internacional, pero todas ellas deben tener la misma filosofía: no se trata de abolir esas instituciones privadas, sino de irlas condicionando mediante presión política para que se alineen con el bien común.
Más sanidad pública. No a las residencias privadas. Vacunas sin patentes y avances para considerar el clima como un bien público. Suena muy bien, pero en España no parece haber acciones concretas que nos acerquen a esos objetivos. ¿Podría el PSOE plantear estos asuntos en la próxima campaña electoral? ¿Harán algo concreto antes del fin de la legislatura en ese sentido?
Yo creo que veremos un reforzamiento de la sanidad pública, en la forma de mayor inversión y mayor cooperación entre la administración central y las autonómicas, por ejemplo. Mi esperanza es que el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia que se está poniendo en pie con los fondos europeos no solamente sirva para la recuperación sino, genuinamente, para la reforma, más allá de las reformas que plantea Europa, en diversas políticas públicas clave, como las políticas industriales, la políticas activas de empleo, la inserción laboral juvenil, la digitalización de las pymes y de las administraciones… La clave del éxito de ese plan será precisamente que ayude a España a pegar un gran salto de reformas. Creo que se está dando una tensión y una movilización sin precedentes cara a la recuperación, tanto en el sector público como en el privado: pero es un proceso que acaba de empezar, y esto se comenzará a notar más pronto que tarde.
Aboga también por una nueva versión de la globalización y un New Deal para los países en desarrollo. Y sostiene que las recetas neoliberales están agotadas. Como economista, ¿cree de verdad que el capitalismo es reformable?
Sí, son palabras mayores. Necesitamos una nueva versión de la globalización que conserve la apertura de los mercados y evite el proteccionismo, pero que tenga en cuenta a los perdedores en los procesos de globalización y los proteja. Y necesitamos un nuevo acuerdo para el desarrollo que exija mayor responsabilidad a los países en vías de desarrollo en materias como la protección social o el esfuerzo fiscal interno de modo que las élites de esos países contribuyan más a su desarrollo, y a cambio, necesitamos mucha más solidaridad en términos de ayuda, de apoyo frente a la deuda contraída en la pandemia, y de estímulo de las inversiones directas extranjeras en esos países: eso es el nuevo “deal”, absolutamente necesario en Latinoamérica, en África y en el Sureste asiático.
Creo que la tesis más fuerte de mi libro es esta: por debajo de la transición ecológica, la transición digital y la transición demográfica (que también debe ser tenida en cuenta) estamos ya embarcados en una gran transición de superación del capitalismo. No se trata de reformarlo, sino de superarlo, conservando el mercado pero aboliendo gradualmente la supremacía inordinada de los poderes económicos privados. El capitalismo ya no da más de sí, y solamente cabe esperar en el largo plazo un estancamiento secular para las clases medias y las trabajadoras… Esta perspectiva de una superación del capitalismo no es una perspectiva inevitable, pero sí es una perspectiva posible. Y es la primera vez, desde tiempos de Bernstein, que el socialismo puede comenzar a imaginar una sociedad nueva, a la que se llegará a través de la democracia y de las reformas, con el apoyo de la mayoría. No es una perspectiva para que se cumpla mañana, pero sí que es una evolución posible a largo plazo.
Manu Escudero (San Sebastián, 1946) fue uno de los pocos dirigentes socialistas que se alineó junto a Pedro Sánchez en su guerra contra el aparato de Ferraz. Economista inquieto y hombre tranquilo, licenciado por Deusto y máster en la London School of Economics, Escudero pasó de estar fuera del PSOE a ser el...
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Miguel Mora
es director de CTXT. Fue corresponsal de El País en Lisboa, Roma y París. En 2011 fue galardonado con el premio Francisco Cerecedo y con el Livio Zanetti al mejor corresponsal extranjero en Italia. En 2010, obtuvo el premio del Parlamento Europeo al mejor reportaje sobre la integración de las minorías. Es autor de los libros 'La voz de los flamencos' (Siruela 2008) y 'El mejor año de nuestras vidas' (Ediciones B).
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