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Compareció solemne, rodeada de banderas de la Comunidad que presidía. Se rumoreaba que iba a hacer un anuncio determinante, decisivo, y por supuesto en el sentido de una mayor libertad, avanzando siempre hacia mayores cotas de libertad individual. Subió al estrado con paso firme y se encaró al micrófono como si el pobre tuviera la culpa de algo.
—Vamos a acabar con todo eso de estar separando los residuos, ya basta, que es una asquerosidad y una pérdida de tiempo absurda. Basura es basura y punto. ¡Un solo cubo de basura para toda la basura! Nuestros ayuntamientos no pueden afrontar la multiplicidad de gastos que implica mantener varios sistemas de recogida diferenciados que al final seguro que van a parar todos al mismo vertedero, como cualquiera puede comprobar en videos de internet.
Una cerrada ovación por parte de la prensa acreditada acogió sus palabras.
—¿Por qué los ciudadanos libres tienen que reducirse a estar separando las migas de las servilletas, las cáscaras de los envases y los cartones de los plásticos? ¿A quién beneficia esto? No hay que buscar demasiado para encontrar al final del pasillo al consenso progre riéndose de todos nosotros, viendo como metemos nuestras manos libres en la basura orgánica para sacar un plástico que no debiera haber caído allí, y yo digo que eso es una forma de esclavitud, de sumisión, de comunismo encubierto que daña nuestra libertad de forma directa.
Entre bambalinas, un consejero cuya empresa llevaba años beneficiándose de una contrata de tratamiento de residuos de aquella manera, esbozaba un gesto de preocupación.
—¡Se acabó la esclavitud de los porteros de nuestras elegantes fincas urbanas, obligados a sacar hasta tres contenedores diferentes para que los ciudadanos de bien se deshagan de sus residuos obedeciendo ciegamente a un sistema de clara inspiración socialista! ¡Un solo cubo para todo! ¡Si los ecolojetas quieren separar la basura, que vayan ellos a separarla a los vertederos de forma voluntaria!
Otro consejero, accionista de una empresa que distribuía contenedores de basura, se asustó momentáneamente hasta que se dio cuenta de que no era la calidad de la basura sino su volumen lo que mantenía el negocio a flote.
—¡Y ya está bien del paripé ese de colocar y mantener y vaciar y limpiar esos iglúes absurdos para recoger el vidrio, armatostes que ocupan un lugar en el que podría aparcar un coche o que podría albergar una terraza! ¿Por qué tiene que desplazarse un ciudadano, que ha madrugado para trabajar y pagar sus impuestos al gobierno socialcomunista, hasta un punto que puede estar lejos de su portal, cargando con kilos y kilos de vidrio, solo para darle el gusto a los esbirros de Soros? Basura es basura, ¡un solo cubo para toda la basura!
Otra ovación entusiasta de los medios acreditados.
—Y ya está bien —la presidenta redujo el tono—, ya está bien, digo, de estar reciclando el papel. ¡A la basura! ¿Alguien ha comprado algo de papel reciclado? ¡Es repugnante! No queremos una sociedad que imprima en papel reciclado como en Cuba, Venezuela y Corea del Norte. Nuestros ciudadanos son el primer mundo, ciudadanos de primera categoría, y merecen papel del bueno, sin usar. ¡Si los colectivistas quieren reutilizar el papel, que lo reciclen en sus casas!
Tras una pausa dramática continuó.
—Voy a acabar con toda esta tontería de los puntos limpios. ¿Puntos limpios? ¡Ja! Son puntos asquerosos, llenos de basura y de funcionarios ociosos, eso es lo que son. Nuestros ayuntamientos no pueden permitirse estos agujeros negros por los que cae sin cesar el dinero de los contribuyentes. ¿Cuántos litros de aceite de freír usado se recogen en estos mal llamados puntos limpios? ¿Qué porcentaje de todo el aceite que se usa en esta Comunidad va a parar allí? ¡Una ínfima parte! La población ha hablado y el reciclaje no va con ella. ¡Que reciclen los chinos, que son los que más contaminan! ¡Y todos esos funcionarios que se vayan a trabajar a empresas privadas, o que emprendan, que ya está bien de estar ahí a la sopa boba!
El aplauso ya era unánime, eléctrico, histérico.
—¿Y las pilas? ¿Qué es eso de que una sola pila usada puede contaminar no sé cuántos miles de litros de agua? ¿A quién quieren asustar? ¡Las pilas a la basura con todo lo demás! ¿O es que alguien ha visto grandes depósitos de agua junto a los vertederos?
Aquí la respuesta ya fue algo más fría y poco a poco se fue instalando un silencio denso.
—Y, sobre todo, ya está bien de agacharse a recoger las cacas de los perros en bolsitas de plástico. ¿Que el perro se ha “cagao”? ¡Pues se ha “cagao”! ¡Que para eso lo he “sacao”! –el recurso al lenguaje castizo que tan buenos resultados le había dado–. No tiene sentido que el policía que va a caballo te multe por no recoger las caquitas de tu perro cuando él no se baja de su montura cuando esta se caga, ¡y de forma mucho más abundante que tu perro! Al final lo que están haciendo es generar un odio gratuito a nuestros cuerpos y fuerzas de seguridad que nos protegen de la ETA.
La carta del terrorismo levantó nuevamente la ola de aplausos.
—Pues hasta aquí por hoy. La semana que viene presentaremos el plan de tratamiento de residuos nucleares de la central que vamos a construir para dejar de depender del gas y el petróleo de países en los que no hay libertad.
Compareció solemne, rodeada de banderas de la Comunidad que presidía. Se rumoreaba que iba a hacer un anuncio determinante, decisivo, y por supuesto en el sentido de una mayor libertad, avanzando siempre hacia mayores cotas de libertad individual. Subió al estrado con paso firme y se encaró al micrófono como si...
Autora >
Alicia Ramos
Alicia Ramos (Canarias, 1969) es una cantautora de carácter eminentemente político. Tras Ganas de quemar cosas acaba de editar 'Lumpenprekariat'. Su propuesta es bastante ácida, directa y demoledora, pero la gente lo interpreta como humor y se ríe mucho. Todavía no ha tenido ningún problema con la Audiencia Nacional ni con la Asociación Española de Abogados Cristianos. Todo bien.
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