Lavorare con lentezza
Putin y Lenin
El presidente de la Federación Rusa mandó ayer al infierno cualquier mínimo reconocimiento a la política internacional soviética y adoptó sin complejos un discurso nacional-imperialista de estilo zarista. Y eso da miedo
Pablo Iglesias 22/02/2022
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Putin es un anticomunista convencido y un nacionalista de derechas. Ayer lo dejó claro en un discurso para la Historia en el que dejó muchas pistas sobre su imaginario cultural y sus referentes ideológicos así como su sentido de la ironía y la imagen que tiene de sí mismo. Cualquiera diría que a Putin le complace esa caricatura que le presenta en la escena mediática “occidental” como ese padre autoritario al que su yerno tiene pánico. Cualquier psicoanalista diría que se gusta en ese rol superyoico castigador. Me lo imagino trasteando en las redes sociales disfrutando de esas imágenes en las que aparece cabalgando un oso. Pareciera que las psicologías individuales no tienen importancia geopolítica y es verdad que de Putin se hacen demasiadas caricaturas, pero no desprecien nunca los factores psicológicos a la hora de entender el comportamiento de los líderes políticos. Ahora volvamos al discurso.
En su proclama de ayer Putin atacó a Lenin y ya les digo que el hecho de que el presidente de la Federación Rusa ataque a Lenin en un discurso que vieron millones de rusos, en el contexto de una grave tensión militar, no es un asunto baladí. Putin cargó contra el federalismo, contra el pacifismo y contra el respeto de la plurinacionalidad propio de los bolcheviques que, al menos mientras Lenin mandaba, defendieron incluso el derecho de autodeterminación de los pueblos. Putin dijo ayer nada menos que Lenin era el arquitecto de la nación ucraniana y atacó incluso el talento geopolítico del Lenin de la paz de Brest-Litovsk. El Lenin consciente de la realidad de la correlación de fuerza militar con Alemania frente al poco racional optimismo de Bujarin y Trotsky fue, para Putin, un cobarde. Llamar a Lenin cobarde en Rusia es, para muchos rusos y para cualquier comunista, una provocación. Con una ironía innegable, Putin sugirió además que para continuar el proceso de “descomunistización” de Ucrania quizá Ucrania debería desaparecer. En gramática parda castiza a esto se le llama una macarrada.
Putin mandó ayer al infierno cualquier mínimo reconocimiento a la política internacional soviética y adoptó sin complejos un discurso nacional-imperialista de estilo zarista. Y ciertamente eso da miedo a cualquiera.
Pero ojo, eso no hace de la OTAN una reserva moral y militar democrática ni convierte al corrupto gobierno ucraniano, que ha atacado los derechos civiles de buena parte de sus ciudadanos, en la encarnación de una resistencia popular anti-imperialista. Y tampoco resta lógica geopolítica a los deseos rusos de tener a la OTAN lejos de sus fronteras. A esa izquierda deseosa de encontrar un bando al que dar un poco la razón ética y moral hay que decirle que, desde el fin de la Guerra Fría, eso se ha hecho muy complicado. Ni la (supuesta) izquierda otanista ni el rojipardismo tienen fácil dar argumentos presentables a la hora de explicarnos quiénes son los buenos y quiénes son los malos.
Ayer me escribía Rafael Poch, quizá uno de los periodistas de nuestro país que más sabe de Rusia y que jamás se ha alineado con el atlantismo dominante en la prensa española, que el discurso de Putin no beneficiará a Rusia y dará vitaminas a una OTAN que estaba en “muerte cerebral”. Me decía que enterrar los acuerdos de Minsk (rechazados por el gobierno de Ucrania) con el reconocimiento de las “repúblicas” no auguraba nada bueno para la paz y que la retroalimentación entre un nacionalismo ruso agraviado por 30 años de humillaciones y el nacionalismo ucraniano, en el marco de un Estado fallido entregado a los EEUU, era algo “muy malo”.
Creo que Poch tiene toda la puñetera razón.
Putin es un anticomunista convencido y un nacionalista de derechas. Ayer lo dejó claro en un discurso para la Historia en el que dejó muchas pistas sobre su imaginario cultural y sus referentes ideológicos así como su sentido de la ironía y la imagen que tiene de sí mismo. Cualquiera diría que a Putin le complace...
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Pablo Iglesias
Es doctor por la Complutense, universidad por la que se licenció en Derecho y Ciencias Políticas. En 2013 recibió el premio de periodismo La Lupa. Fue secretario general de Podemos y vicepresidente segundo del Gobierno.
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