1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

CTXT necesita 15.000 socias/os para seguir creciendo. Suscríbete a CTXT

configuraciones políticas

La invasión reaccionaria

Críticas feministas al abordaje de las violencias de género

Laura Macaya Andrés 26/03/2022

<p>Manifestación del 8M de 2020 en Madrid.</p>

Manifestación del 8M de 2020 en Madrid.

Manolo Finish

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

La política y los métodos que hoy elegimos para combatir la violencia patriarcal, la forma en que proponemos castigar, controlar, punir o resolver los hechos de los que las mujeres son víctimas en esta sociedad capitalista-patriarcal, no pueden estar en oposición a la sociedad futura que anhelamos y por la que estamos peleando.

Andrea d’Atri 

De las mejores cosas que ha hecho el feminismo ha sido evidenciar el carácter estructural de las violencias de género sufridas, no solo por las mujeres, sino también por las personas disidentes en cuanto al género. El feminismo ha desarrollado la idea de que la misma existencia de dos géneros normativos responde a las necesidades de la reproducción social que, en el marco de la división sexual del trabajo, resulta imprescindible para el mantenimiento de la economía política capitalista. Además, determinados feminismos han señalado que el incumplimiento de las normativas de género asignadas a hombres y mujeres favorece los castigos hacia las personas infractoras en forma de discriminación, explotación, privaciones o violencias de género. Todo ello ha contribuido a señalar las estructuras patriarcales, capitalistas y racistas como cómplices de estas violencias. Teniendo en cuenta los marcos teóricos y políticos que nos han aportado tanta complejidad, me pregunto: ¿por qué conformarnos con reproducir configuraciones políticas que no se corresponden con esta potencia feminista que ha servido para desnaturalizar y arrojar luz sobre las causas estructurales que nos generan precariedad y sufrimiento?

En el presente artículo me propongo aportar algunas reflexiones en torno a lo que Wendy Brown ha denominado como “determinados proyectos políticos bienintencionados y posiciones teóricas contemporáneas que redibujan inadvertidamente las mismas configuraciones y efectos del poder que pretenden derrotar”. En concreto, cómo algunas propuestas y análisis feministas no sólo resultan poco eficientes para acabar con el heterosexismo y la violencia de género, sino que reproducen lógicas y prácticas punitivas y, con ello, favorecen la pervivencia de los sistemas de control neoliberales y las subjetividades normativas en cuanto al género. 

Este uso extensivo del concepto de violencia ha desplazado a otras expresiones de desigualdad, y también ha supuesto que se nombren como violencia actos de reproducción del sexismo

El aumento del punitivismo ha sido un elemento indispensable en el desarrollo de las políticas neoliberales con el fin de compensar la inseguridad producida por la precariedad social y económica y la destrucción de los vínculos comunitarios tras el desmantelamiento de los Estados del bienestar occidentales. (Aunque los principales estudios al respecto hacen referencia a los Estados del bienestar más o menos desarrollados, algunas autoras como Lucía Núñez apuntan a una dinámica casi global al analizar procesos similares en países latinoamericanos.) Para evitar nuestra complicidad con ello, se hace urgente analizar qué rasgos comparten algunas de las propuestas feministas con el punitivismo de los actuales sistemas de control con el fin de poder reflexionar sobre todo ello y aportar herramientas para la mejora de nuestras estrategias colectivas de pensamiento y acción política. Con este fin se realiza este análisis, como una base sobre la que pensar políticas más eficientes y coherentes y no tanto como crítica destructiva de la que la autora se desresponsabiliza.  

La declaración antipunitivista, que nos esforzamos en hacer, se volatiliza entre la urgencia, el show tanatocrático, el pánico sexual y nuestras propias estrategias “caseras” de militancia. 

(Catalina Trebisacce)

Diversos análisis feministas señalan que, sobre todo a partir de los años ochenta, se produce una tendencia a centrar gran parte de las reivindicaciones de las mujeres en la lucha contra las violencias que se perpetran contra ellas. En relación con ello, el feminismo tiende, tal y como explica la filósofa Paloma Uría (2009), a una identificación entre opresión, discriminación y violencia, de manera que llegan a entrar en el campo de la violencia toda manifestación de desigualdad hacia las mujeres. Como apunta también la jurista Tamar Pitch, “violencia” y “femicidio” han suplantado cualquier otro término en el lenguaje feminista, lo que conlleva la consabida tendencia a la intervención penal y punitiva y a la casi desaparición de otros términos como dominación o explotación y sus estrategias específicas para combatirlos. 

Este uso extensivo del concepto de violencia no solo ha desplazado a otras expresiones de desigualdad hacia las mujeres, sino que también ha supuesto que se nombren como violencia actos de reproducción del sexismo, comportamientos molestos con sesgo de género e incluso insinuaciones, miradas u ofrecimientos sexuales no deseados.   

Puede observarse esta tendencia en el marco de los movimientos feministas de base en el extremo protagonismo que tiene la denuncia de la violencia contra las mujeres y los lemas y consignas que apuntan a la categoría general de los hombres como enemigos del feminismo, sospechosos habituales cuando no, potenciales agresores. En contraposición, movilizaciones en defensa de los derechos laborales de las trabajadoras sexuales o las trabajadoras domésticas, las luchas contra la explotación laboral, la brecha salarial, la dificultad de acceso a la vivienda de mujeres pobres, racializadas o trans o la represión policial de personas activistas o colectivos estigmatizados reciben mucha menos atención y esfuerzos, y no se tienen tan en cuenta por parte de los medios de comunicación, e incluso  de los propios movimientos. 

Esta extensión del concepto de violencia de género ha servido para aumentar la sensación de riesgo y peligro en las mujeres, tanto en su vida cotidiana como, especialmente, en su relación con los hombres y el uso del espacio público. Se produce una especie de pánico moral, el pánico sexual, que supone una sobredimensión de los riesgos sexuales atribuidos a las acciones de individuos o grupos concretos que conduce de forma irremediable al irracionalismo y el conservadurismo.

Ante análisis que apelan a la emotividad, como el “nos matan”, se activa la cultura de la excepcionalidad que avala la aceptación de las normativas en busca de una supuesta seguridad perdida

La emergencia de una nueva cultura de control del delito en el neoliberalismo se ha caracterizado por la lógica preventiva, el encarcelamiento masivo y la estigmatización de determinados grupos sociales considerados potencialmente productores de riesgo en contraposición con el sujeto paradigmático neoliberal, el “homo empresario de si mismo” (Garland). Estos individuos o grupos supuestamente productores de riesgo (de Giorgi) se establecen en base a criterios racistas y clasistas y, al ser señalados como los causantes de la creciente inseguridad de la población, se aplica sobre ellos una política de tolerancia cero hacia sus conductas, que serán más perseguidas y más penadas. Por otra parte, las proclamas derechistas de tolerancia cero ante el delito actúan en menor medida contra individuos “exitosos” o contra empresas contaminadoras o explotadoras.  Esto pone en marcha la consabida tendencia altamente selectiva del sistema punitivo estatal, que actúa prioritariamente persiguiendo y castigando con más dureza los delitos que más cometen las personas pobres o de clases estigmatizadas. Todo ello oculta que las verdaderas causas de la creciente inseguridad individual y social se derivan más bien de las privaciones, el desempleo, la falta de acceso a la vivienda, la disminución de derechos laborales, sociales y civiles, la violencia institucional, el racismo estructural, etc., fruto de un consolidado capitalismo especulativo y extractivista, que de las acciones de individuos o grupos aislados. 

Cuando determinadas estrategias feministas olvidan el carácter estructural de las violencias de género y centran sus intervenciones en individuos concretos que son, muchas veces, parte de las comunidades políticas y afectivas de la propia víctima, o establecen al grupo total de los hombres como potencialmente productores de riesgo, están reproduciendo las formas en las que se desarrolla el control punitivo en los marcos estatales del neoliberalismo. Esta particularización del riesgo, típica del sistema penal, extrae el conflicto de su marco comunitario, contrapone los intereses de la víctima a los de la persona que agrede, e incluso los ensalza por encima de los intereses de la comunidad de la que forma parte. Se despliega entonces el carácter atomizador de los sistemas neoliberales que no hace más que acrecentar la sensación de soledad, desarraigo y, por tanto, de riesgo. 

La cultura del castigo permea en muchas de las propuestas políticas feministas al reproducir sus lógicas en cuanto a la individualización de un problema social

Las causas del riesgo son derivadas hacia aquello que no cuestiona el funcionamiento de una determinada economía política, es decir hacia los hombres particulares en lugar de hacia las condiciones de vida precaria en la que nos hace vivir el régimen neoliberal, alimentando, con todo ello, la cultura de la urgencia y la emergencia. De la misma forma que el populismo punitivo se deriva del irracionalismo que provoca el miedo al delito y justifica políticas punitivas como el aumento desmesurado de penas, las medidas de seguridad o el control preventivo, las proclamas de “emergencia feminista” justifican cualquier medida individual o colectiva sin valorar el coste, la eficiencia o la conveniencia de la misma. Ante análisis poco rigurosos que apelan a la emotividad mediante lemas como el “nos matan” se activa la cultura de la emergencia y la excepcionalidad que avala la aceptación y reiteración de las normativas en busca de una supuesta seguridad perdida y, por tanto, la aceptación del punitivismo como mal menor conocido y de más rápida aplicación. A pesar de que tanto la sociedad civil como los responsables políticos son conscientes de la ineficiencia de las instituciones punitivas estatales para controlar el delito, como bien ha explicado David Garland (2012), en los actuales sistemas de control neoliberales se tiende a negar la evidencia o a aceptarla a través de un giro simbólico, en el cual se abandona la posibilidad de ir a las causas del delito y se enfoca en expresar la rabia, la angustia y el odio que el delito provoca. De la misma forma, el abordaje de las violencias de género por parte de algunos feminismos pivota entre esos dos extremos: o bien, se acepta el castigo como un “algo hay que hacer” con el consiguiente refuerzo de la cultura punitiva, o bien, se abandona la búsqueda y el análisis racional y sosegado de las causas de la violencia en pos de una política expresiva en la que las muestras de rabia y venganza se convierten en el eje central de la propuesta. Esto tiene efectos devastadores no solo sobre la salud emocional de las activistas y las víctimas, sino también sobre la capacidad emancipadora y liberadora del feminismo, que acaba instaurándose en la impotencia ante la transformación social y el cambio. 

La tendencia punitiva al particularismo y la destrucción comunitaria es fruto de un feminismo esencialista e identitario que exige unidad y fidelidad a los axiomas internos

Es desde ese lugar de impotencia desde el que muchas veces el feminismo acaba centrando sus estrategias políticas o bien en la demanda de la protección estatal y el refuerzo del sistema penal, o bien en la reproducción de la cultura del castigo.  El refuerzo del punitivismo por parte de algunos feminismos no se limita únicamente a las propuestas de un feminismo carcelario y demandante de protección por parte del sistema coercitivo estatal. La cultura del castigo permea en muchas de las propuestas políticas feministas al reproducir sus lógicas en cuanto a la individualización de un problema social, la simplificación del objetivo, la radicalización y el bloqueo del conflicto o la lógica amigo-enemigo, como explica Lucía Nuñez. De esta forma, nos encontramos propuestas políticas que apelan al endurecimiento de los delitos de odio, las demandas de más penas o más delitos ante los agravios cometidos contra las mujeres o personas disidentes en cuanto al género con el consecuente refuerzo del sistema penal, ejecutor de las principales violencias hacia las partes más vulnerables y transgresoras de los colectivos a los que pretendemos proteger. Pero también nos encontramos con propuestas políticas que, apelando a la autogestión de los conflictos, desarrollan estrategias para combatir la violencia de género como los exilios, las expulsiones, las extorsiones para reconocerse como agresores, las denuncias públicas sin garantías o las “terapias reparativas” supervisadas. Sin entrar en aquellos lemas o campañas que promueven la eliminación física o la amputación a las personas que agreden. Creo que es importante evaluar de forma crítica y rigurosa estas estrategias que, no solo reproducen las técnicas de represión de los sistemas penales, sino que además no logran acabar con las violencias, empeoran la calidad ética de nuestras propuestas, renuncian a la transformación, destruyen las comunidades y acaban afectando de forma más negativa a las partes más marginadas y con menos recursos de las mismas. No quiero decir con ello que algunas de estas propuestas no puedan ser necesarias bajo determinadas circunstancias, como por ejemplo cuando quien ha agredido reitera en la conducta, se ha producido una agresión grave y no se tiene intención de reparación y cuando con todo ello se pone en riesgo grave a la víctima o a la comunidad. Ahora bien, no todo vale y en los casos en los que colectivamente se estime necesaria una acción de corte punitivo debe ajustarse a los valores de lo mínimo necesario, no renunciar a acompañar a quien agrede y partir de la idea de que se está actuando contra los efectos de la violencia, pero no contra sus causas. 

Un feminismo que trabaja para ampliar nuestra capacidad de agencia, nuestro poder de decisión, que apuesta para ampliar los márgenes estructurales e individuales de libertad y seguridad por las mujeres, pero sabiendo que la vida es insegura y que la seguridad total es imposible y puede ser contraria a la libertad.

(Cristina Garaizábal)

La tendencia punitiva al particularismo, la atomización y la destrucción comunitaria es fruto de un feminismo esencialista e identitario que exige unidad y fidelidad a los axiomas internos. Situado en la inmovilidad y en la imposibilidad de crítica interna, este feminismo establece la censura y las acusaciones en complicidad con “el enemigo” como estrategias para neutralizar a las personas que disienten de las posturas más hegemónicas. Todo ello no solo acaba justificando las purgas internas y excluyendo a las partes más vulnerables del grupo de “mujeres” como las trabajadoras del sexo o las mujeres trans, sino que además se acaban sosteniendo mensajes, lemas y análisis poco rigurosos. Esto añadido a los juicios sumarios respecto a las vidas de lxs compañerxs debido al abandono de las luchas estructurales y transversales en pos de un feminismo como “forma de vida” favorece la pérdida de la potencia transformadora de las estrategias feministas. 

Cómo dice la filósofa argentina Moyra Pérez, “personalmente me interesa más pensar en cómo sería un sistema de justicia organizado en torno a la equidad y la justicia social para todas las personas, más allá de su género, pero teniendo en cuenta el género como un factor –entre otros– de injusticia y opresión”. Y en eso estamos muchxs de nosotrxs, en pensar cómo sería un modelo de acompañamiento a las víctimas de las violencias que no las someta a los duros escollos de los procesos penales y que no vaya en contra de aquello que es importante para todxs. Escapa al objetivo de este artículo enumerar las estrategias que activistas y profesionales estamos desarrollando para aplicar una perspectiva antipunitiva, compleja e interseccional en nuestra labor de acompañamiento a las violencias de género. Así como justificarnos del supuesto amparo en la teoría, principalmente cuando esta teoría surge de la lucha cotidiana por mitigar el dolor y los efectos negativos que el punitivismo tiene sobre las víctimas. Todo ello escapa a los objetivos de este artículo… quizás en el próximo.

------------

Laura Macaya es experta en atención directa y diseño de políticas públicas en materia de violencias de género. Forma parte del colectivo “Proyecto X”.

La política y los métodos que hoy elegimos para combatir la violencia patriarcal, la forma en que proponemos castigar, controlar, punir o resolver los hechos de los que las mujeres son víctimas en esta sociedad capitalista-patriarcal, no pueden estar en oposición a la sociedad...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí

Autora >

Laura Macaya Andrés

Experta en atención directa y diseño de políticas públicas en género y feminismos. Forma parte de Genera, asociación en defensa de los derechos y libertades sexuales y de género.

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí