Tomás Laibe / constituyente chileno
“Nuestro pueblo no puede darse el lujo de vivir constantemente en revolución y con las calles en llamas”
Jordi Sarrión i Carbonell 10/03/2022
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Una tarde de marzo lluviosa en la ciudad de Barcelona. Al otro lado de la pantalla nos recibe Tomás Laibe, vicepresidente de la Convención Constituyente de Chile. De fondo suena una canción de la banda de rock chileno Los Prisioneros mientras, a 11.000 kilómetros de distancia, compartimos unos mates. Tras pasar 10 de sus 31 años militando en el Partido Socialista, Laibe vivió con un sabor amargo las promesas truncadas de renovación constituyente de la presidenta Michelle Bachelet.
Años más tarde, los chilenos lo han convertido en primera mayoría regional por la región de Aysén, y representante del colectivo LGTBI a través de la Red Disidente. Su vida transcurre entre reuniones y jornadas maratonianas para cerrar un texto constitucional que, en apenas unos meses, será una realidad y dejará atrás aquel régimen “atado y bien atado” por el dictador Pinochet. Como nos cuenta emocionado, “el mundo está cambiando y creo que en Chile hemos sido capaces de hacernos buenas preguntas”.
¿Cómo llega Chile al estallido social de 2019, fundamental para entender la Asamblea Constituyente?
Es necesario poner en contexto lo que está ocurriendo. Además, pienso que los casos de España y Chile tienen bastantes similitudes. Para mí, 2006 y las marchas estudiantiles de los Pingüinos marcan un punto de inflexión. No obstante, no es hasta 2011 cuando las movilizaciones comienzan a ser masivas. En aquel año comenzaron las movilizaciones contra las represas (plantas hidroeléctricas proyectadas en algunos puntos de Chile), la gran movilización estudiantil, la primera marcha masiva por los derechos de la diversidad sexual… 2011 es un año clave para entender lo que vivimos en Chile.
A aquel 2011 le siguieron nuevas movilizaciones regionales, especialmente en regiones de la Patagonia chilena (de donde somos el presidente Boric y yo), como Magallanes y Aysén. Las subidas del precio del gas en una región tan fría derivaron en un movimiento transversal por la educación, la salud o los servicios públicos. Estos hechos son cruciales para comprender el impulso regionalista que se derivó después a otras regiones, y que tiene un protagonismo crucial en las reivindicaciones y en la agenda de la nueva Constitución.
En 2019 las protestas de los jóvenes contra el aumento de precio en las tarifas del metro de Santiago dieron pie a un nuevo estallido social. ¿Cómo recuerda aquellos días?
El 18 de octubre del 2019 va mucho más allá de una simple protesta. Aquel día se quiebran la institucionalidad y el sistema de partidos en Chile. Incluso los carabineros pierden el control del país. Hay un momento, en noviembre, en que era tal el descontrol que se hablaba de estado de sitio. El estallido se extendió a la mayoría de regiones del país, y, de verdad, fue muy impactante para nosotros ver todo aquel caos. Las calles con barricadas, muchos locales saqueados y, al mismo tiempo, movilizaciones muy masivas, sin precedentes.
Todas aquellas demandas que daban vueltas en distinta sintonía confluyeron en aquel momento. Fue verdaderamente bonito ver banderas aymaras, mapuches, LGTBI… Pero, sin duda, lo más interesante es que el estallido supone el cuestionamiento de absolutamente todas las bases que sustentaban el régimen del momento. Comienzan a caer las estatuas, a cuestionarse la historia “oficial”. A este proceso muchos analistas lo han llamado “destituyente”, precisamente por su carácter impugnatorio de absolutamente todos los cimientos del sistema.
Sería imposible entender todo este proceso sin analizar la decepción colectiva que supuso, en cierta medida, el gobierno progresista de Michelle Bachelet.
Exactamente. Michelle Bachelet llega al poder en 2014 y lleva a cabo modificaciones estructurales como la reforma del aborto, mejoras en educación, mayores derechos en el ámbito sanitario o la reforma tributaria. No obstante, terminamos ese gobierno con un sabor amargo, porque muchos de nosotros nos dimos cuenta de que, incluso dentro de la coalición de Bachelet había un establishment y una serie de poderes fácticos que eran reticentes al alcance transformador.
El de Chile es un proceso histórico seguido en todo el mundo. ¿Cuáles son las claves para entender cómo se avanza desde el estallido social hasta la nueva Asamblea Constituyente?
En noviembre de 2019 firmamos todos los partidos el acuerdo por la paz, que impulsaba la Convención Constituyente. Además, tuvimos muchos encuentros para que esta convención avanzara en el sentido que nos demandaba el pueblo de Chile. Creo que aquí hay tres elementos que son fundamentales: establecimos escaños reservados para los pueblos originarios, dotamos a la Asamblea y a sus órganos adjuntos de un carácter paritario y establecimos reglas especiales para la participación de independientes. De hecho, la gran mayoría de la Asamblea está formada por independientes. Permitimos la agrupación de independientes para formar listas y la gente valoró mucho estas candidaturas.
La izquierda tiene que trascender de la oposición y demostrar que está preparada para construir un mundo nuevo
En mayo de 2021 son elegidos como constituyentes, encargados de redactar una nueva Constitución. ¿Cómo fueron aquellos días?
La gran noticia de aquellos días fue el derrumbe de los principales partidos políticos del país, a izquierda y derecha. Yo soy militante del Partido Socialista, y aquellos días vi cómo entraban nuevos constituyentes independientes que interpelaban e impugnaban al sistema de partidos de Chile. Y es que, incluso dentro de los partidos, los jóvenes ganamos a los candidatos de primera fila. Había una impugnación incluso dentro de la militancia.
Esto es un notición, porque la sociedad chilena entra en bloque a formar parte de sus órganos de representación. Llegan representantes de la diversidad sexual, de los pueblos originarios, profesores universitarios… ¡Y hasta un ajedrecista! En definitiva, el Chile real que había estado fuera de la política tantos años sale de la alfombra donde lo habían encerrado y asume esta responsabilidad histórica con nosotros. Este terremoto también es realmente incómodo, porque nadie sabía cómo actuar. Todo el mundo celebraba tanta diversidad pero nadie sabía cómo crestas íbamos a hacer esto (risas).
Algunos les critican que ampliaran espacios de representación sin tocar la estructura económica ¿Qué pasos se están dando en Chile para modificar una estructura económica tan desigual?
Como llevamos más de diez años de movilizaciones, hemos podido llevar a cabo un diagnóstico sobre el Chile que queremos. Primero, es fundamental el cuestionamiento del modelo neoliberal, convertido en una auténtica máquina de fabricar desigualdades; además, es vital el cuestionamiento a la democracia y la capacidad de representar a las distintas voces. Bajo el paraguas de estos temas están las demandas de los pueblos originarios, el pueblo mapuche, la revolución feminista, una educación más justa e integradora, un Chile que no maltrate a su naturaleza, la lucha por unas pensiones justas y la defensa de un sistema sanitario público y fuerte.
Se está debatiendo que los chilenos podamos tener un ingreso básico universal
¿Cuáles son las transformaciones que están impulsando actualmente?
Lo bonito de todo esto es que todo está en debate. Hay siete convenciones temáticas y en todas se debaten transformaciones muy radicales en la institucionalidad chilena y en nuestro sistema político. Desde acabar con el Senado, convertido en un aparato de control y de retroceso, hasta reformar el poder judicial o crear un nuevo Defensor del Pueblo, como hacemos en la comisión de justicia. Ha habido importantes escándalos de corrupción y amiguismo. Y también está el asunto de que, si hacemos esta nueva Constitución con los pueblos indígenas, tendremos que reconocer el derecho indígena, claro.
En la comisión de medio ambiente se están consagrando derechos de la naturaleza mediante una nueva Defensoría de la Naturaleza. En la comisión de derechos fundamentales están en juego cuestiones tan importantes como que la educación no pueda ser un bien de mercado o que la seguridad social tenga asociada una pensión garantizada. E incluso se está debatiendo que los chilenos podamos tener un ingreso básico universal.
También tiene lugar un avance importante con respecto a la consagración de un Estado regional y la cooficialidad de las lenguas. Cuéntenos los detalles.
En primer lugar, hemos aprobado que Chile deje de ser un Estado unitario (aunque descentralizado) y pase a ser un Estado regional, como el español o el alemán. El avance hacia una descentralización efectiva nos llevó a debatir sobre el rol de los pueblos originarios. Por un lado, debatimos sobre la plurinacionalidad, y eso incluye los derechos lingüísticos, culturales y territoriales de los pueblos. Por otro lado, el debate sobre la descentralización también llevó al de las autonomías indígenas sobre sus territorios. Estos pueblos son preexistentes al Estado y, por tanto, el Estado tiene que tratarlos de una manera específica, entre otras cosas reconociendo sus lenguas propias.
¿Cómo están siendo las relaciones de la Asamblea Constituyente con el nuevo presidente Gabriel Boric?
La figura de Boric es muy relevante, porque él fue uno de los que firmaron el acuerdo para impulsar la Convención Constituyente. Además, pagó un costo muy alto, ya que su partido (Convergencia Social) estaba en contra del acuerdo, al igual que el Partido Comunista. Ellos pensaban que la Constituyente era una concesión al presidente Piñera, y que la movilización social debía continuar en las calles y no en las instituciones. La Historia nos ha dado la razón, porque estamos consiguiendo alcanzar una solución institucional a un conflicto violento.
El estallido de 2019 mostró que Chile tiene una fractura profunda, pero nuestro pueblo no puede darse el lujo de vivir constantemente en revolución y con las calles en llamas. Necesitan poder garantizar sus expectativas: estudiar, trabajar y progresar. Tenemos que ser capaces de transformar Chile con un horizonte de tranquilidad, sin acallar ni al movimiento social ni sus demandas. Tenemos que ser capaces de acompañarlo desde las instituciones. Y aquí Gabriel Boric tiene un papel crucial en esto, congregando, ilusionando y generando un proyecto amplio.
¿Cómo se imagina Chile dentro de diez años?
Me imagino un Chile mucho más libre, con una forma nueva de definir y entender nuestra vida en sociedad. Me muero de ganas de ver la cara de la nueva institucionalidad de Chile: con las regiones empujando el desarrollo nacional, con los pueblos originarios insertados en la vida social y las instituciones de nuestro país, y con un Estado que garantice los derechos sociales, la creación de empleo y la creación de valor. Un Estado que sea capaz de enfrentar el debate del cambio climático y reducir la brecha entre representantes y representados. El mundo vive un momento de transición que nos da la oportunidad en Chile de anticiparnos con las preguntas y las respuestas adecuadas.
La izquierda latinoamericana vuelve a tener un espacio para ganar y construir. Ahora bien, tenemos a la ultraderecha muy fuerte y las demandas han cambiado
¿Cómo ve el momento que atraviesa América Latina con las últimas victorias de la izquierda? ¿Cree que ha acabado el momento de regresión conservadora en la región?
Creo que la izquierda latinoamericana vuelve a tener un espacio para crecer, ganar y construir. Ahora bien, tenemos que ser conscientes de que la situación actual no es la de 2008 o 2010. Ahora tenemos a la ultraderecha muy fuerte y las demandas han cambiado. Además, pienso que debemos hacer autocrítica. El proyecto bolivariano tuvo sus luces, pero también sus sombras. Y esto debe hacernos reflexionar sobre la gestión de la diversidad y el pluralismo. Reivindicamos una izquierda plural, que además de la lucha de clases se preocupa por acabar con las estructuras patriarcales o el cambio climático.
Si le dijeran que se quedase con una reflexión después de todos estos años de lucha, ¿con cuál se quedaría?
En todos nuestros países, incluido España, ha habido grandes ciclos de movilización, indignación y cuestionamiento de lo establecido. Y hemos fracasado en la generación de cambios duraderos. ¿Qué podemos aprender del proceso chileno? La necesidad de comprender que el poder se disputa en la calle, pero también en las instituciones, y los cambios en la vida de las personas también están en los parlamentos. La izquierda tiene que trascender de la oposición y demostrar que está preparada para construir un mundo nuevo. La otra de mis reflexiones es que nunca podremos sacar nuestro proyecto adelante sin incorporar a las voces disidentes. Esto es fundamental para construir una hegemonía que sea duradera frente a la restauración conservadora.
Una tarde de marzo lluviosa en la ciudad de Barcelona. Al otro lado de la pantalla nos recibe Tomás Laibe, vicepresidente de la Convención Constituyente de Chile. De fondo suena una canción de la banda de rock chileno Los Prisioneros mientras, a 11.000 kilómetros de distancia, compartimos unos mates. Tras pasar...
Autor >
Jordi Sarrión i Carbonell
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí