1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

CTXT necesita 15.000 socias/os para seguir creciendo. Suscríbete a CTXT

Rafael Poch / autor de 'La invasión de Ucrania'

“Esta guerra es una pérdida de tiempo en un siglo en el que no nos podemos permitir el lujo de perderlo”

Pablo Iglesias 1/04/2022

<p>Rafael Poch en una entrevista en La Casa Encendida</p>

Rafael Poch en una entrevista en La Casa Encendida

La Casa Encendida

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Rafael Poch-de-Feliu (Barcelona, 1956) es una de las voces que más rigor y seriedad ofrece para hablar, en España, de la guerra en Ucrania. Autor de varios libros sobre Rusia y China, ha sido profesor de Relaciones Internacionales en la Universitat Pompeu Fabra y en la UNED y fue, durante más de tres décadas, corresponsal de La Vanguardia en Moscú, Pekín y Berlín. Acaba de publicar en la colección “¡Movilizaos!” de la editorial de CTXT La invasión de Ucrania, una recopilación de textos suyos de los últimos ocho años que representan un mapa de urgencia para orientarse y entender las claves del conflicto. Navegando en un mar de basura informativa, periodismo de tertulia y propaganda, el libro de Poch es un bote salvavidas de decencia intelectual e información. Devoro sus 90 páginas en dos viajes de ida y vuelta de Galapagar a Madrid armado con un rotulador y un bolígrafo. Anoto y subrayo el texto sin compasión para preparar los programas de La Base que dedicamos a la invasión rusa de Ucrania y, finalmente, propongo al autor entrevistarle sobre su libro, pidiéndole que explique algunos párrafos que he subrayado con más agresividad de la cuenta. Allá vamos.

La Rusia de Weimar y la geopolítica

Esta Rusia de Weimar nunca habría llegado aquí sin su Versalles. ¿Repetirá Occidente el error intervencionista cuando llegue la quiebra del régimen de Putin?

La primera parte no precisa explicación: todo el mundo entiende que el cierre en falso de la Guerra Fría, y la estafa que siguió a la histórica retirada imperial de la URSS, contribuyeron al actual estado de ánimo de la sociedad y de los dirigentes rusos. 

Sobre lo segundo: mi impresión es que la guerra solo puede tener dos resultados para Rusia: 1- malo y 2- muy malo. Si eso es así la hipótesis de una quiebra de régimen en Rusia, a corto, medio o largo plazo, es bien plausible. En 1905, comenzó la quiebra del zarismo con un humillante desastre militar ante Japón. Por muy hábiles que sean los dirigentes rusos en la administración de las sanciones occidentales –y la política del Banco Central de Rusia no podemos calificarla de “hábil”– sus efectos serán devastadores para la sociedad rusa. ¿Cual será su reacción? No está claro que la actual caricaturización de la invasión imperial de Ucrania como una “II Guerra Patria”, una especie de apostilla a la II Guerra Mundial, funcione hoy en Rusia para que la ciudadanía se sacrifique en el altar de la “seguridad nacional” y las “amenazas existenciales” contra Rusia. No estamos ante la sociedad de aquella URSS de los años cuarenta, cincuenta y sesenta, dispuesta a sacrificios extraordinarios. Menos aún sobre un guion deficiente. De ahí, mi pregunta sobre el “intervencionismo” exterior si se produce una quiebra. ¿Intentará Occidente poner a los suyos en Moscú, como hizo en Ucrania en 2014? Históricamente, el intervencionismo extranjero en un país como Rusia ha sido desastroso. Sería extremadamente peligroso.

Para China, Taiwán es su Ucrania. Saben que si Rusia se rompe los dientes allí aumentará su propia debilidad

Estamos ante un choque entre imperios, en un momento dominado por el traslado de potencia global hacia Asia que les afecta a todos. Occidente no sabe qué hacer con el vigoroso ascenso de China. El debate en el dividido establishment de Estados Unidos es si continuar con la contención de Rusia o ganarse a esta para concentrarse en la contención de China. El vicealmirante alemán destituido por pedir “respeto” a Rusia justificó su posición en la misma lógica: concentrar mejor el fuego contra China. 

Cuando Estados Unidos le pide a China que se sume a las sanciones contra Rusia, lo que le está diciendo es: “Ayúdanos a cargarnos a tu socio para que luego podamos ir a por ti con mayor comodidad y menor peligro”. Los chinos lo entienden perfectamente y, como dicen en Galicia, “los mandan pal carayu”. Para China, Taiwán es su Ucrania. Saben que si Rusia se rompe los dientes allí aumentará su propia debilidad ante la amenaza militar de Estados Unidos y su OTAN del Pacífico, el AUKUS, es decir, ante la alianza militar de Estados Unidos con Australia e Inglaterra, con Japón rondando por ahí. Por eso prefieren practicar una sabia prudencia, subrayan la violada soberanía e integridad territorial de Ucrania y, al mismo tiempo, le preguntan a la OTAN si su expansión al Este, sus infraestructuras de misiles en Polonia y Rumania y todo lo que afecta a la seguridad de Rusia, contribuye a la paz y la seguridad del continente. De momento parece claro que el acuerdo comercial entre la UE y China, por el que Merkel tanto porfió y el Parlamento Europeo congeló, se desmoronará. Otra victoria de Estados Unidos sobre la estupidez estratégica de los europeos.

El presidente de China, Xi Jinping, y el de Rusia, Vladimir Putin, reunidos en 2019. Foto: Kremlin.

 

Autocracias liberales

También en el bando ucraniano más nacionalista y pro-OTAN hay magnates corruptos pero, a diferencia del Kremlin, esos magnates y los padrinos euroatlánticos que los sostienen interactúan con la sociedad. Su propaganda y su acción política es mucho más dinámica y eficaz. Y venden un sueño europeo

Rusia carece de soft power, de capacidad de seducción. El capitalismo chino, productivo y con cierta capacidad de reparto, puede ser visto como alternativa o mal menor por muchos en el Sur global. El modelo ruso, que es como el nuestro, neoliberal y oligárquico, orientado al enriquecimiento de una minoría rentista especuladora y ladrona, pero con menos pluralismo, carece por completo de atractivo. En Ucrania, tanto el régimen como sus padrinos todavía tienen una posición más holgada ante la sociedad. Los desastres sociales de su gestión son ahora de risa al lado de las ruinas creadas por el ejército ruso. En términos geopolíticos, lo único que le queda a Rusia es su condición como importante “contrapeso” al hegemonismo occidental. Habrá que ver de qué forma repercute la actual guerra en eso. Esta guerra incide de la forma más directa en la correlación de fuerzas global.

El capitalismo chino, productivo y con cierta capacidad de reparto, puede ser visto como alternativa o mal menor por muchos en el Sur global

El actual régimen ruso, tan denostado por Occidente, no lo fundó Putin, sino Boris Yeltsin en nombre de valores liberales-occidentalistas (…) Fue en los años noventa, bajo el gobierno liberal y prooccidental de Yeltsin (con raras excepciones, más bien habría que hablar de liberal-estalinistas), cuando se bombardeó el primer parlamento plenamente electo de la historia rusa, con el aplauso de Occidente (octubre de 1993), y se impuso sobre aquella masacre (unos 200 muertos y miles de detenidos) un presidencialismo y una constitución autocráticos y un parlamento (Duma) consultivo e irrelevante. Esta memoria nos advierte contra el aplauso y el padrinazgo occidental de personajes alternativos a Putin, como el envenenado y encarcelado Aleksei Navalny: puede haber algo peor que Putin. Muchos rusos, seguramente la mayoría, así lo piensan.

Si regresaran al poder las fuerzas liberales que gobernaron el país tras la disolución de la URSS de 1991, el resultado podría ser parecido, o igual, o peor, al actual.

Han pasado muchos años y me doy cuenta de que explicar estas cosas se parece a hablar de la I Guerra Mundial desde la posguerra de la Segunda... Los jóvenes pueden no ser conscientes de que en Rusia ya hubo un gobierno “occidentalista”. No tuvo nada de democrático, ocasionó un desastre (Weimar en Moscú) con un desplome de todas las seguridades de la vida y un colapso demográfico de medio millón de vidas… Aparte de permitir el acceso al capital occidental, su única gran “ventaja” estratégica para Occidente era su debilidad, lo que determinaba su impotencia internacional y su carácter subalterno respecto al hegemonismo. En la guerra de Yugoslavia, los rusos tenían el corazón con Serbia, pero su gobierno colaboró con la OTAN. El verdadero agravio del Kremlin en aquel desastre balcánico era el no poder ser un factor decisivo y la evidencia que resultaba, por tanto, de no ser gran potencia. Todo aquello no era estable porque era demasiado contradictorio para la secular identidad de grandeza rusa. En aquella época todos estábamos asustados en Moscú, porque sabíamos que tendría consecuencias. Gorbachov me dijo en 1996: “¿Es que en Occidente no se dan cuenta para quién trabajan (a qué contribuyen) con la ampliación de la OTAN?, Rusia no será débil eternamente”. La sensación de interinidad era palpable para todos ¿por qué si no los ricos se llevaban su dinero fuera, compraban residencias en el extranjero y los que podían se hacían con un pasaporte israelí o chipriota? Con Putin ha habido recuperación de la “dignidad nacional”, se frenó la decadencia material y se recuperó cierto orgullo, pero el sistema sigue sin ser eficaz. Ahora la economía lleva diez años estancada. Rusia sigue sin ser capaz de afirmar una vía de desarrollo firme y estable como la que vemos en China en medio de todas las contradicciones inherentes al desarrollismo en el antropoceno. Esa es la cuestión que hay que resolver. Se dirá que no solo en Rusia, y es verdad, pero es obvio que un regreso al tipo de gobierno de los años noventa no es la solución, sino otro enredo.

Con Putin ha habido una recuperación de la “dignidad nacional”, se frenó la decadencia material y se recuperó cierto orgullo, pero el sistema sigue sin ser eficaz

Muchos de los que se oponen a Putin en Rusia, los llamados “liberales” no creo que hayan evolucionado mucho. Son los mismos que en 1993 exigían a Yeltsin un “juicio contra el comunismo” del que ellos mismos formaban parte biográficamente. Recuerdo aquella reunión de intelectuales liberales en un cine de Moscú, en octubre de 1993, clamando a favor del cierre de los periódicos de oposición, la ilegalización de sus fuerzas políticas mayoritarias en el Parlamento y el internamiento de los disconformes. “¿Es que no hay suficientes estadios en Moscú!?”, clamaban. Muchos de los que piden libertad a Putin y han sido maltratados por el régimen, el asesinado Boris Nemtsov, sin ir mas lejos, son y eran gente así. 

Uno de los problemas de la autocracia es que tiene “la oposición que se merece”. En Rusia, la intelligentsia ha estado siempre condenada a la revuelta por falta de cauces de expresión, lo que la condena a una especie de anarquismo impotente. Es una oposición radical e irrelevante, una fuerza fuertemente antiestatal porque nunca tuvo responsabilidad alguna de gobierno ni posibilidad de tenerla. La falta de libertad es fatal no solo para el amo, sino también para el sometido. Recordemos el “franquismo cultural” de nuestra oposición antifranquista de izquierdas, con su dogmatismo, su caudillismo y su miseria autoritaria. En la historia rusa, todo eso se da exactamente igual, pero aún en mayor medida. Por eso hablo de “liberales-estalinistas”. Mientras tanto, es verdad que ha aparecido una nueva generación, incluso gérmenes de izquierda, pero todavía todo parece muy embrionario. Quizá dentro de una generación... Al mismo tiempo, no quisiera transmitir una sensación de fatalidad, Rusia tiene tradiciones populares democráticas que son un tesoro. Rusia tuvo a Gorbachov, un “muzhik” de Stavropol, de abuela ucraniana y casado con una ucraniana nacida en Siberia. Seguramente Gorbachov ha sido una de las figuras políticas más relevantes del siglo... El país necesita unas décadas de desarrollo orgánico, sin convulsiones, para encontrar su camino, que yo creo será un camino de tipo colectivista. La tragedia de esta guerra para Rusia es que apunta hacia todo lo contrario a lo que el país necesitaba.

Los orígenes de la guerra 

Europa y América han bendecido, financiado y teledirigido todo esto, que no comenzó el pasado noviembre, sino hace más de 20 años con la disolución de la URSS. Desde entonces, Estados Unidos se ha gastado en Ucrania más de 5.000 millones de dólares en promover el “cambio de régimen” vía organizaciones no gubernamentales, medios de comunicación y compras de lealtades.

Estas son citas de artículos de 2014 escritos en Kiev en pleno fragor del Maidán. La cifra la dio la propia vicesecretaria de Estado Victoria Nuland, en una sesión del Congreso. Obviamente, se refiere a la mitad del problema, aquella parte de la revuelta popular de la que no se hablaba aquellos días y sobre la que intenté llamar la atención para que se entendiera que aquello no era solo una revuelta popular, que había en ella algo fundamental que se omitía en el informe. El Maidán fue, hablando con propiedad, una genuina “revolución fallida”. No tenía programa, más allá de la expresión de un descontento popular absolutamente justificado. Tampoco tenía líderes, ningún Walesa, ningún Lula; los que aparecían por la plaza solían ser abucheados. Fue fallida porque su resultado fue un cambio de figuras e ideologías que no afectaron a lo fundamental, es decir que dejaron igual las bases del orden establecido; la corrupción, la desigualdad, el robo de recursos públicos “privatizados”, etc. En esas condiciones, el movimiento fue fácil objeto para sus padrinos exteriores y su única consecuencia fue el cambio de obediencia exterior, con diferentes figuras, del mismo régimen oligárquico y corrupto. Se fue Viktor Yanukovich, millonario del este de Ucrania que jugaba a dos manos con los intereses de Rusia y Occidente, y vino Petró Poroshenko, septima fortuna del país y originario del centro de Ucrania, un personaje absolutamente plegado a los intereses occidentales, fundamentalmente de Estados Unidos y Alemania. Se canceló el precepto de neutralidad recogido en la Constitución, se decretó la “descomunización”, la campaña anticomunista que borró y criminalizó las biografías y los símbolos en los que se reconocían millones de ciudadanos, particularmente en el este del país, y se prohibieron partidos como el Comunista, que había sido la fuerza más votada en Ucrania hasta 1998 y que disponía de 32 diputados en la Rada. Los echaron a patadas. Muchos de estos cambios se hicieron de forma irregular, por ejemplo sin alcanzar el requerido quorum en la cámara parlamentaria… No hay duda de que los 5.000 millones invertidos por Washington tuvieron su efecto, por más que seguramente no fueron determinantes. Aquellos días en Kiev, un conocido politólogo local, al que de vez en cuando invitaban a la embajada de Estados Unidos, me dijo que daba la sensación de que el Maidán tenía “un estado mayor paralelo” en la embajada.

Manifestantes radicales del Maidán lanzan cócteles molotov contra la policía ucraniana en 2014. Foto: Mstyslav Chernov.

Un movimiento que nunca habría ganado sin contar con el apoyo de Occidente, y que representa quizá a un tercio del sentir de este país, se ha impuesto rotundamente sobre otro tercio que no se identifica con él, ante la neutral angustia del resto de la población de una nación de más de 45 millones de habitantes. Quien quiera ver aquí una “fiesta europeísta” es un irresponsable.

Esta cita forma parte de la misma serie escrita en marzo de 2014 en Kiev. Era algo que se palpaba en la propia capital, pero en las regiones del este era mucho más manifiesto. El Maidán rompió el complejo equilibrio que había en el país y convirtió la tensiones en conflicto. Con las medidas adoptadas, también en materia lingüística, y la prevención que ocasionaron en el este y sur del país, ese conflicto dio lugar a protestas, fuertes en algunos lugares, como Odesa, donde se aplastaron, con una masacre y más de 40 muertos el 2 de mayo; débiles en otros, como Járkov, donde la disconformidad activa no llegó a ser masiva y pudo ser controlada con policía; y armada en el Donbás, lo que dio lugar a una dinámica de pura guerra civil allá. El gobierno respondió decretando una “operación antiterrorista” y así comenzó todo. En todos esos casos, agentes rusos excitaron la protesta, pero igual que lo ocurrido en el Maidán, sin ellos el problema habría seguido allí. Menos de un año después, la CIA ya estaba entrenando cuadros del SBU (ex KGB), del ejército, y de las milicias de extrema derecha en Estados Unidos.

La evidencia indica que la extrema derecha desempeñó un papel clave en el derrocamiento violento del gobierno en Ucrania. 

La extrema derecha fue la fuerza de choque del Maidán. Eso no quiere decir que el movimiento fuera de “extrema derecha”. Lo que quiere decir es que sin esa fuerza semiarmada no se habrían podido tomar los edificios y hacer frente a la policía, como ocurrió. Ellos y la policía fueron los que mataron y murieron. El diez por ciento de las víctimas mortales del Maidán fueron policías. Algo así en Madrid o Atenas, con sedes ministeriales ocupadas al lado de la sede del parlamento y manifestantes armados con cascos militares, escudos barras de hierro y algunas armas de fuego, habría dado lugar a un estado de excepción inmediatamente. El Estado ucraniano era demasiado débil para afrontar aquello que en Occidente se consideraba una protesta justa, pacífica y legítima, y que fue bendecida con la presencia en la plaza de decenas de ministros y personalidades de gobiernos occidentales. Respecto a las conexiones subterráneas de la extrema derecha con agentes occidentales, caben todas las conjeturas. Recordemos que el momento decisivo que lo cambió todo fue la matanza de unas 60 personas en la plaza, tanto policías como manifestantes, a cargo de francotiradores que, según el único estudio que conozco, estaban apostados en los edificios controlados por la protesta… Los muertos de aquella jornada y de las precedentes fueron declarados héroes nacionales, la “centuria celestial”. Desde entonces se han prodigado los monumentos patrióticos a aquellos caídos, pero si uno observa la geografía de esos monumentos comprobará que no hay ni uno en las ciudades del este y el sur del país...

Tras el cambio de régimen de 2014, no fue la extrema derecha la que conquistó el Estado, más bien una variante local y particularmente corrupta de neoliberalismo, pero sí se impuso la narrativa nacional banderovski del nacionalismo de extrema derecha.

Ucrania occidental es el Piamonte del nacionalismo ucraniano. Gran parte de su territorio perteneció al Imperio Austrohúngaro y a Polonia en diferentes etapas. Galitzia solo ingresó en la URSS con el pacto germano-soviético y ya definitivamente en 1945. En los años treinta, una época en la que había nazis en toda Europa, en Madrid, en Barcelona, en París y hasta en la Casa Real inglesa, el nacionalismo de Ucrania occidental fue filonazi y luego tuvo un gran papel en el holocausto de judíos y gitanos y en la matanza de polacos. Se creó incluso una división ucraniana de las SS. Hasta los años cincuenta, la CIA sostuvo la guerrilla del llamado Ejército Insurgente Ucraniano de Stepan Bandera, y lanzaba paracaidistas en Ucrania occidental. Con el Maidán, la narrativa de ese nacionalismo, que hasta entonces estaba circunscrita geográficamente, se impuso en buena medida en el centro del Estado. El nuevo gobierno era neoliberal pero su narrativa giró mucho hacia el polo de Ucrania occidental. Al mismo tiempo, las escuadras de extrema derecha fueron organizadas como fuerza militar muy potente y armada, e integradas en la Guardia Nacional y el Ejército. Desconozco las cifras concretas, pero no se trata de unos insignificantes millares. A partir de ahí, el discurso invasor habla de “régimen nazi” y ha puesto en marcha una retórica en la que la invasión se hace pasar por una especie de reedición caricaturizada de la Segunda Guerra Mundial. Hay un vídeo ruso muy explícito en esto que vincula la actual guerra con aquella, con dos rubias despampanantes cantando en un mausoleo de la Segunda Guerra Mundial y diciendo “somos rusos y Dios está con nosotros”, “no nos volverán a poner de rodillas”, etc. Todo esto es lamentable. Para quien haya conocido a aquellos dos pueblos verdaderamente hermanos, más allá de toda mitología de la época soviética, es una tragedia. Es verdad que hasta franceses y alemanes acabaron reconciliándose, pero esto dejará una cicatriz terrible de la que el gobierno ruso es el principal responsable.

La simple realidad es que Gorbachov fue engañado por los socios occidentales con los que negoció el fin de la Guerra Fría.

Creo que ha quedado claro que la Guerra Fría se cerró en falso. Tenemos un montón de documentos y testimonios de los protagonistas directos de aquello que lo confirman. Algunos despistados dicen, “bueno, hubo promesas verbales, pero no documentos escritos”. Es un argumento cínico, porque si George Bush padre, su secretario de Estado, James Baker; el presidente Mitterrand; el canciller Helmut Kohl; el director de la CIA Robert Gates; el secretario general de la OTAN Manfred Wörner; y muchos más, porque la lista es mucho más larga, te dicen que la OTAN no se ampliará al Este después de que tú has retirado tus fuerzas de Europa central/oriental sin condiciones, en un claro ambiente de reconciliación y fin de época, el asunto deja pocas dudas. Pero es que además, en noviembre de 1990, se firmo en París la Carta para una nueva Europa de la OSCE, (¡un documento firmado por todos los europeos y Estados Unidos!), que dejaba bien claro el fin de la lógica de bloques y afirmaba una seguridad continental integrada en la que la seguridad de unos no podía hacerse a costa de la de otros. Luego vino el documento 2+4 de la reunificación alemana. O sea que el resultado es una estafa documentada y sin paliativos.

Hay que ser muy ingenuo para creer que las admisiones en la OTAN venían determinadas por el legítimo temor de los lituanos o los polacos

Evidentemente hubo mucho más: el golpe de agosto de 1991 de los conservadores del PCUS contra Gorbachov, el golpe de Estado de Yeltsin y los presidentes de Ucrania y Bielorrusia de diciembre de 1991 disolviendo la URSS para hacerse con el poder, los excesos de la Rusia de Yeltsin, el restablecimiento de una autocracia (prooccidental) en Moscú, el golpe de octubre de 1993 que disolvió a cañonazos el primer parlamento plenamente electo de la historia rusa, las rapiñas de la privatización con guión occidental, la guerra de Chechenia… todo eso evidentemente, creó prevención en los países del Este de Europa que tenían más razón que un santo para temer a Rusia y explica su deseo de entrar en la OTAN, más aún cuando el ingreso se les presentaba astutamente como una antesala a la integración en la Unión Europea. Pero, cuidado, la OTAN no es un club de libre admisión: allí solo entran los que quieren quienes mandan en ella, y esos estaban interesados en avanzar militarmente hasta las fronteras de Rusia. Hay que ser muy ingenuo para creer que las admisiones venían determinadas por el legítimo temor de los lituanos o los polacos. Hay que leer los documentos estratégicos de Estados Unidos.

Gorbachov negocia la reunificación alemana con Genscher y Kohl en Rusia, el 15 de julio de 1990.

La propaganda occidental reduce el conflicto de Ucrania a la maldad de Putin, al nuevo expansionismo ruso y propone cronologías tan descaradas como la película que comienza con la invasión rusa de Crimea. Ni siquiera admite la narrativa de una doble responsabilidad en su génesis

La propaganda de guerra se cisca hasta en el Papa de Roma, literalmente. El 24 de marzo, los líderes de la OTAN reunidos en Bruselas amenazaron a Rusia con aún más sanciones y decidieron enviar más armas a Ucrania e incrementar al 2% de su PIB los presupuestos de defensa. El mismo día, el papa Francisco pronunció un discurso en Roma en el que dijo lo siguiente: 

“Me avergüenzo de los Estados que incrementan el gasto militar al 2%, ¡están locos! La verdadera respuesta no está en mas armas, mas sanciones y mas alianzas político-militares, sino en una actitud diferente, una forma diferente de gestionar un mundo ya globalizado, no para enseñarnos los dientes, sino para establecer relaciones internacionales. Es evidente que la buena política no puede surgir de una cultura de poder entendida como dominación y opresión, sino solo de una cultura de atención plena, de atención plena para el hombre y su dignidad, y de atención plena para nuestra casa común. Esto se niega con la vergonzosa guerra a la que estamos asistiendo. Para aquellos de ustedes que pertenecen a mi generación, es insoportable ver lo que sucedió y lo que está sucediendo en Ucrania. Por desgracia, esto es fruto de la vieja lógica del poder que todavía domina la llamada geopolítica. Las guerras regionales han estado ocurriendo todo el tiempo, aquí y allá, hemos estado en una ‘tercera guerra mundial por cuotas’ y ahora nos enfrentamos a una dimensión que amenaza al mundo entero. Y el problema básico es siempre el mismo: El mundo sigue siendo tratado como un ‘tablero de ajedrez’ donde los poderosos estudian los movimientos para extender su dominio en detrimento de los demás”.

Disculpa esta larga cita. Esto lo dijo el día 24, ¿tú lo has leído en algún lado? En el Westdeutsche Allgemeine Zeitung, el diario regional alemán más importante, leo el día 28 el siguiente resumen: “El Papa califica de ‘bárbara”’la guerra en Ucrania”. Si esto lo hacen con el Papa, ¿qué no harán con nosotros, pobres desgraciados?

Esta guerra es una pérdida de tiempo en un siglo en el que no nos podemos permitir el lujo de perderlo. Hay amenazas “estáticas”, podríamos decir, por ejemplo la abundancia de recursos de destrucción masiva. Si no resolvemos eso hoy, lo podemos resolver mañana, ¿verdad? Pero los problemas del antropoceno, el cambio climático, el calentamiento, no nos permiten eso. No son problemas “estáticos”, son amenazas que aumentan conforme transcurre el tiempo. Por eso, si queremos evitar el suicidio de la especie, no nos podemos permitir perder el tiempo. 

Rafael Poch-de-Feliu (Barcelona, 1956) es una de las voces que más rigor y seriedad ofrece para hablar, en España, de la guerra en Ucrania. Autor de varios libros sobre Rusia y China, ha sido profesor de Relaciones Internacionales en la Universitat Pompeu Fabra y en la UNED y fue, durante más de tres décadas,...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí

Autor >

Pablo Iglesias

Es doctor por la Complutense, universidad por la que se licenció en Derecho y Ciencias Políticas. En 2013 recibió el premio de periodismo La Lupa. Fue secretario general de Podemos y vicepresidente segundo del Gobierno.

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

1 comentario(s)

¿Quieres decir algo? + Déjanos un comentario

  1. jmfoncueva

    Calificar una guerra como una "pérdida de tiempo", con todo lo que se pierde y sufre en todas las guerras, me parece un titular de una frivolidad absoluta. Es impropio destacar esa frase dada la talla de entrevistado y entrevistador.

    Hace 2 años

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí