El arte es mi trinchera
Alex Katz, no quiero ser tu musa
Ada, bióloga de profesión, dejó su trabajo para dedicarse por completo a hacer ese “algo” que al pintor le faltaba
Deborah García 17/06/2022
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Cuando en los años 50 el único arte que importaba era el abstracto, Alex Katz cabreó a toda la crítica presentando nuevas maneras de pintar el cuerpo humano. No se sintió intimidado ni por el modernismo, ni por el arte abstracto, ni por la Bauhaus, movimientos que dominaban el tiempo en el que él empezó a pintar. Sin embargo, en las entrevistas que concede y en alguno de sus libros habla con admiración de Paul Klee, Pierre Bonnard y, especialmente, de Henri Matisse.
Aunque Katz renunció al arte que promovía el expresionismo abstracto, sí replicó la energía y la lógica formal de este movimiento. Katz buscaba la ejecución de una obra pictórica rápida, activa en un sentido físico, inspirada en el action painting de Jackson Pollock, cuyas composiciones “totales” fueron una revelación para él. Desde el momento en el que se graduó en el Cooper Union, Katz sabía que quería ser pintor figurativo. No encontró ninguna razón por la que no pudieran existir nuevas formas de arte figurativo que fueran tan poderosas y contemporáneas como el expresionismo abstracto.
El estilo de Katz es inconfundible, destacan los colores planos, la casi nula profundidad, el uso impecable de la línea que pretende representar la apariencia de las cosas tal y como son percibidas, ahora, en tiempo presente. Y aunque son intensos, la condición en los cuadros de Katz es que no hay espacio para la melancolía en ellos. Él mismo señala que su obra habla del presente, ya que esa es su forma de vivir. En sus lienzos no encontraremos ni narrativa ni pasado. Katz quiere capturar el momento en el que exactamente algo pasa. En su obra también son característicos los primeros planos, los recortes, o la coexistencia del mundo de la publicidad y de la moda, junto con el minimalismo. Imágenes grandes y recortadas que están influenciadas por enfoques visuales dinámicos surgidos del mundo del entretenimiento. De estos grandes lienzos me gustaría destacar los llamados cutouts, figuras recortadas y pintadas a menudo sobre madera, el gusto por la implementación de fondos neutros, la apuesta por la abstracción y el uso de vallas publicitarias, y es que como vemos, su obra dialoga a la perfección con el diseño y la moda.
Estos grandes lienzos de Katz a menudo parecen suspendidos, como si no hubiese narrativa, como si realmente no le interesara demasiado crear relato. El pintor ha llegado a decir que sus obras son reductoras, en el sentido de que contienen un número mínimo de partes para transmitir una idea concreta. Katz suele pintar a su gente allegada, su gusto por el retrato es más que evidente aunque rehúye la interpretación psicológica y escapa de lo anecdótico. En sus obras hay también un vacío, una especie de objetividad sin sobresaltos, y encuentro también elegancia y exuberancia. Las imágenes que produce son nítidas y agradables.
No puedo terminar el texto dedicado a Katz sin hacer referencia a Ada, presente en la exposición del Thyssen y en todas y cada una de las exposiciones que se inauguran mostrando el trabajo del pintor. Ada es un personaje recurrente en el trabajo de Katz y es su modelo. Su mal llamada musa inspiradora y esposa, que se ha convertido en icono absoluto de su obra. No hay década desde los años 50 en el que Ada no protagonice alguno de los cuadros de Katz. Muestra de ello son algunas de las obras que le ha dedicado: Blue Umbrella #2 (1972), Ada in Blue (1959), Ada With Mirror (1969) o Brisk Day (1990), entre otras obras en las que el pintor hace alusión a las tendencias de la moda de las últimas décadas. Lo cierto es que con pañuelo al cuello o sombrero, la intimidad de Ada, la vida de Ada, forma parte de la Historia del Arte de la segunda mitad del siglo XX.
El crítico Sanford Schwartz dijo que Ada le había dado a la obra de Katz una presencia humana compleja que no existía antes en su trabajo. Es importante poner en valor y cuestionarnos qué significa decir de una mujer, de una persona, que es la musa de alguien. Ada, bióloga de profesión, dejó su trabajo para dedicarse por completo a hacer ese “algo” que a Alex Katz le faltaba. En 1960 Ada renunció a su carrera científica y dejó de trabajar cuando Vincent, su único hijo, nació. Es poco agradable, incluso aterrador, pensar que su vida real desde entonces ha estado en el lienzo, personificando cada etapa de la larga carrera de Katz.
Hace tan solo unos días publiqué en Twitter unas fotografías que me encontré navegando por el archivo Getty, en ellas podía verse al pintor Paul Gauguin entre nativos de las islas de la Polinesia. Una de ellas, en concreto, mostraba a su última esposa: Vaeoho. En el momento en el que la fotografía fue realizada la niña tenía 14 años y habría sido obligada a convivir con él. Gauguin la tomó como esposa y la hizo su mujer. Quizá podríamos pararnos tan solo unos segundos y releer esos dos verbos de esas dos frases cortas: tomó e hizo. Ese mismo año, en 1901, Vaeoho fue obligada a vivir con Paul Gauguin, que le triplicaba la edad y que, debido a la sífilis que sufría, tenía el cuerpo lleno de llagas que necesitaban cuidados. En la entrada de aquella casa que Gauguin construyó había una inscripción en un dintel: “Maison du Jouir”. La casa de Gauguin se hizo famosa en las islas Marquesas por las orgías que allí se celebraban. Vaeoho tuvo una hija del pintor. Según el catálogo de obras de Gauguin, desde que Vaeoho empieza a vivir con él hasta que el pintor muere en 1903, él pinta 32 cuadros. ¿Dónde quedan los cuidados que Vaeoho dio al pintor a la hora de construir el relato de su arte?
Sin duda podemos disfrutar de los cuadros de Katz y de Gauguin, pero también sin duda ha llegado el momento de dejar de hablar de musas e introducir en el relato a las mujeres que a menudo fueron objeto y sujeto de estos cuadros. Dudar sobre la Historia del Arte que nos han enseñado, y que en gran medida se sigue auspiciando desde las instituciones, permite repensar conceptos tan heteropatriarcales como el de musa, maestro o genio, porque para quienes nos dedicamos a escribir, enseñar o exponer cuadros debería ser una obligación el añadir capas y capas de narrativas que permitan comprender también las condiciones que se dieron para que la obra que contemplamos viera la luz. ¿Dónde quedan los cuidados en el relato de todos estos grandes pintores? ¿Quiénes hicieron posible su arte, cómo y en qué circunstancias?
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El Museo Thyssen inauguró el 11 de junio una retrospectiva del artista Alex Katz.
Cuando en los años 50 el único arte que importaba era el abstracto, Alex Katz cabreó a toda la crítica presentando nuevas maneras de pintar el cuerpo humano. No se sintió intimidado ni por el modernismo, ni por el arte abstracto, ni por la Bauhaus, movimientos que dominaban el tiempo en el que él empezó a pintar....
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Deborah García
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