El arte es mi trinchera
Alice Neel: las personas primero
Crónica de la primera retrospectiva dedicada a la retratista en España
Deborah García 14/02/2022
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Desde hace meses vengo escribiendo El arte es mi trinchera, un espacio en el que, más que parapetarme, me imagino en compañía de mucha gente que necesita historias, vidas e imágenes que nos hagan persistir en nuestras luchas. La exhibición de la que escribo esta vez, Alice Neel: las personas primero, es la primera gran retrospectiva dedicada a esta pintora en España. A lo largo de las salas que el museo Guggenheim de Bilbao dedica a Neel veremos el trabajo de una artista excepcional que muestra a las mujeres a través de otra mirada de mujer. Sin duda, Neel, nos hace ser conscientes de la objetivación a la que hemos sido sometidas a lo largo de la Historia y de la Historia del Arte. En lo personal esta retrospectiva me atraviesa totalmente, y me anima a convertir las grietas de la mirada el leitmotiv de mi escritura.
En la producción que realizó entre los años 30 y 50 destacan las pinturas dedicadas a los activistas que se manifestaron contra el fascismo o el racismo
Neel se convirtió a través de sus alucinantes retratos en una de las pintoras más radicales del siglo XX, una defensora de la justicia social cuyo compromiso político se plasmó durante años en su obra. En la producción que realizó durante los años 30 y 40 y la década de los 50 destacan las pinturas dedicadas a los activistas que se manifestaron contra el fascismo o el racismo, junto con una serie en honor a las víctimas pobres de la Gran Depresión. Cuadros como Los Nazis asesinan a los judíos de 1936, o Salvad a Willie Mcgee de 1950 muestran el compromiso de Neel con la política internacional o contra el racismo institucional de Estados Unidos. En este recorrido que propone el museo Guggenheim hay una sala que recoge los cuadros que Alice Neel creó durante la época que vivió junto con sus vecinos en el Spanish Harlem, la mayoría migrantes. En obras como Georgie Arce o Two Girls capta el alma de sus vecinos, la mayoría niños migrantes con una compleja vida interior y que hasta entonces no habían sido nunca sujetos artísticos. A lo largo de estas salas veremos también los retratos de los líderes de diferentes organizaciones políticas, artistas queer, y miembros de la diáspora neoyorquina.
Tras la muerte de su hija primogénita, el trauma se convirtió en la base del contenido de las pinturas de Neel
En algunos aspectos la obra de Neel es absolutamente original y no tiene precedentes en la Historia del Arte occidental. Pienso, por ejemplo, en la sala que muestra varias acuarelas de diferentes desnudos y que Neel llevó a cabo desde los años treinta, de esta serie destacan sobre todo los desnudos de mujeres embarazadas. Tras la muerte de su hija primogénita, el trauma se convirtió en la base del contenido de las pinturas de Neel. Temas como la maternidad, la pérdida y la ansiedad impregnaron su obra durante toda su carrera. Destacan de la exposición obras como Parto de 1939. En ella vemos a una mujer que acaba de dar a luz recostada sobre una cama, pero lo que llama poderosamente nuestra atención son las ojeras color rojo tierra que remarcan su cansancio, o María embarazada de 1964.
Como bien se destaca a lo largo de la retrospectiva, otro de los temas predilectos de Alice Neel fue la ciudad de Nueva York. A ella se consagra como si fuera una persona más en obras como: Spanish Harlem o La calle 107 con Broadway. Es a través de esos paisajes o retratos de ciudad como conocemos el drama de sus calles, la belleza cotidiana de sus edificios y, lo más importante, la diversidad, resiliencia y pasión de sus habitantes.
Sin embargo, debo pedir que nos detengamos durante un tiempo en una obra capital de Alice Neel: Peggy. Peggy es un retrato fechado en 1949, época en la que Neel vivía en el Spanish Harlem con su segunda pareja. En aquella época pintaba retratos de forma habitual, sobre todo de sus vecinos con los que compartía el día a día. Peggy es formalmente un cuadro típico de este momento, pero llama nuestra atención su disposición horizontal. En el cuadro observamos a Peggy recostada, la diagonal del cuadro corta su cuerpo a la altura del pecho, dejándonos su rostro y sus manos en primer plano. Ella aparece tumbada sobre una almohada, vistiendo una camisa verde lima. Las pinceladas van degradando el color suavemente.
Mirándola fijamente me doy cuenta de que Peggy tal y como la pintó Alice Neel no mira nada. ¿Mira quizá hacia adentro? Su boca acentúa esa sensación de dolor, y en cierta forma, sentimos una especie de impotencia que irá aumentando a medida que vamos analizando y desplazando la mirada por el cuadro. Peggy es el retrato de una mujer que ha sido víctima de violencia machista. Como si fuera una fotógrafa, Neel, pinta los golpes que van apareciendo alrededor de los ojos de Peggy. Las gradaciones de color otra vez: el amarillo y el verde dan buena cuenta del tiempo presente de la agresión; el rojo de la sangre también es protagonista. La disposición del pelo en el cuadro redunda más en las formas crueles de las contusiones. Me llama la atención, sin embargo, que Peggy está “arreglada”, como si Neel nos relatara a la perfección cómo funcionan las relaciones de abuso, como si Peggy no pudiera dejarse estar en la desesperación, como si tuviera que mostrarse bella; esos rizos lo atestiguan. Ha sido golpeada, pero tiene que complacer.
Con las extremidades torcidas, Peggy parece rota. Está pintada muy plana en primer plano, como si fuera una mariposa clavada en un álbum
Sus dedos tocan de manera casi automática y con miedo los golpes, como si la mujer mirara directamente a través de ellos y lo único que pudiera ver de manera recurrente fueran las agresiones, una y otra vez. El brazo derecho se inclina hacia abajo apoyado en la mesa, donde hay una especie de bodegón de tres manzanas en un cuenco al fondo, pintado con los mismos rojos y verdes que sus golpes. Su otro brazo se eleva hacia arriba, contra un fondo azul a rayas. Con las extremidades torcidas, Peggy parece rota. Está pintada muy plana en primer plano, como si fuera una mariposa clavada en un álbum. Y es precisamente esto lo que convierte el cuadro en una imagen tan dolorosa. No hay escapatoria. No hay una mirada de Peggy hacia afuera. Es como si todo su universo diera vueltas sobre cada golpe, como si no hubiera ni un ápice de esperanza. Neel no abre ninguna ventana en la representación, nos obliga a mirar a esta mujer, golpeada por su compañero y golpeada también, ¡cómo no! por una Historia del Arte que no ofrece, ni ha ofrecido antes testimonio alguno. Neel nos lo enseña, nos dice que esto pasa. Esta mujer sufre. Miradla.
De este cuadro me obsesiona que parece que no hay salida. Lo he mirado tantas veces y lo he sufrido tanto que no me parecía que esto pudiera ser una opción. ¿Cómo iba a escribir sobre un cuadro que representa un maltrato e iba a llegar a la conclusión de que la mujer maltratada está sola dando vueltas alrededor de su dolor? No fue hasta que leí las explicaciones de Alice Neel sobre que era para ella un retrato que comprendí que sí había una salida: “Una de las razones por las que pinto es para atrapar la vida a medida que pasa”. Neel hizo la distinción entre un “retrato” y una “imagen de una persona”, optando por este último para describir su trabajo. El término “retrato” es un término cerrado, que implica la posesión de un objeto o producto. También tiene una historia tensa de propaganda, como lo fue para emperadores, dioses, reyes o clérigos.
Alice Neel prefería decir que ella había realizado una “imagen de una persona”, pues esto sugería el vaivén entre dos mundos que se atravesaban, el del que pinta y el del sujeto. Para Neel, la condición humana era tanto una lucha como un acto de felicidad. Fue marxista toda su vida, participando en grupos de estudio, marchas y reuniones políticas que defendían a los más desfavorecidos y a las clases trabajadoras, lo sentimos en cuadros presentes en la retrospectiva como Estibadores regresando del trabajo de 1936 y Síntesis de Nueva York, La Gran Depresión. Para Neel, la dureza de la lucha política, emocional o física, y las cicatrices que deja, eran los únicos temas posibles para una imagen. Incluso los enormes vientres de sus mujeres embarazadas desnudas están llenos de promesas y presentimientos.
Pienso otra vez en la imagen de la persona Peggy, no en el retrato, pienso en la definición de Alice Neel, en el retrato son dos mundos que colapsan. Quizá Alice llevó a Peggy para siempre con ella en su vida y en su obra, y quizá su mundo ya no volvió a ser el mismo. Quizá la grieta que yo buscaba no estaba en el lienzo, quizá todo estaba en sentir esa grieta dentro de mí al mirar, en ver cómo han pasado los días y continúa aquí abierta. Quizá Peggy siga aquí en nuestra nueva forma de pintar, de mirar y de escribir.
Desde hace meses vengo escribiendo El arte es mi trinchera, un espacio en el que, más que parapetarme, me imagino en compañía de mucha gente que necesita historias, vidas e imágenes que nos hagan persistir en nuestras luchas. La exhibición de la que escribo esta vez, Alice Neel: las personas...
Autora >
Deborah García
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí