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ISABEL MELLÉN / HISTORIADORA

“La Ilustración fue un movimiento misógino”

Deborah García 20/03/2022

<p>Isabel Mellén. </p>

Isabel Mellén. 

Cedida.

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Isabel Mellén Rodríguez (Vitoria, 1986) es una historiadora, investigadora y divulgadora especializada en el arte románico alavés y en el papel desarrollado por las mujeres durante la Edad Media. En Tierra de damas (Ed. Sans Soleil, 2021) Mellén desmiente lo que la historiografía nos ha hecho creer saber sobre las mujeres del románico y de la Edad Media, y desarrolla una nueva narrativa en la que quedamos incluidas, como cuerpos activos. Sus reflexiones sobre cómo se elabora el discurso de la Historia y de la Historia del Arte, a través de los prejuicios y estereotipos de cada tiempo, se vuelcan hacia un pasado convertido en chivo expiatorio de los males del presente, y todo ello se traduce en una invisibilización de las mujeres en el relato histórico.

Dices al comienzo de Tierra de damas (Editorial Sans Soleil, 2021) que uno de los principales motivos para escribir el libro es rescatar la voz de las mujeres del medievo, y leyendo tu libro que está además documentado en tus investigaciones, no solo se percibe un compromiso por derribar mitos, también el compromiso de construir una Historia más caleidoscópica que incluya lo que otros eliminaron a propósito. 

Para mí ha sido muy dolorosa y reveladora a la vez la constatación con mis propios ojos del nivel de ocultamiento al que hemos sido sometidas las mujeres por la historiografía reciente. La visión que yo percibía de la Edad Media y sus mujeres, cuando leía los documentos de la época, difería radicalmente de la visión oscura y misógina que nos transmiten los libros de texto, los productos audiovisuales y algunos textos académicos. Eran dos mundos que no se tocaban.

Creo que uno de los elementos más interesantes del libro es que desde una cuestión muy concreta, como es el románico alavés, podemos percibir una tendencia dentro de la Historia como disciplina, y es que el pasado en general es una construcción ideológica. 

Descubrir que gran parte de lo que nos han contado no sólo de la Edad Media, sino del pasado en general, es en el fondo una construcción ideológica misógina de nuestra contemporaneidad es una verdad dura por todo lo que implica. Además, nos revela que el patriarcado no es una organización social monolítica y que siempre ha sido así, sino que ha sido variable, más flexible o más severa según las épocas, y que nuestras madres y abuelas no han vivido precisamente en el mejor momento para las mujeres. En contra de lo que nos han hecho creer, la calidad de vida de las mujeres en la Edad Media, dentro de una sociedad que también era machista, era mucho mejor que las que han vivido en el siglo XIX o XX, por ejemplo. 

El patriarcado no es una organización social monolítica y que siempre ha sido así, sino que ha sido variable, más flexible o más severa según las épocas

¿Ese es de hecho uno de los motivos por los que se ha tratado de oscurecer la Edad Media mediante bulos y leyenda negra?

Sí. Implica que se ha utilizado no sólo la Historia, sino todas las disciplinas del saber de una manera interesada, tergiversando, ocultando y mintiendo para transmitir una ideología machista y fomentar la misoginia, lo cual me parece que es de una gravedad absoluta y nos obliga a revisar en profundidad todos los saberes y todas las disciplinas. Y sobre todo revisar el sistema educativo en todos los niveles, ya que en la actualidad se sigue enseñando una Historia androcéntrica que recorta a sabiendas a las mujeres del discurso histórico.

¿Crees que igual que pasa en tu libro, el relato histórico va alejándose poco a poco del punto de vista machista dominante en la academia y en la cultura popular? 

Poco a poco va cambiando. Tenemos el relato histórico que cada tiempo requiere y cada sociedad exige, por ello la voluntad de hoy en día de ampliar los límites del relato de la Historia para incluir a toda la gente marginada hasta el momento (mujeres, sexualidades y géneros no heteronormativos, personas racializadas…) es fiel reflejo de una demanda social que exige una pluralidad de puntos de vista sobre el relato oficial porque quiere una sociedad cada vez más justa e inclusiva. 

En tu libro hay una crítica nada velada también hacia nuestro mundo actual. 

Sí. En ese sentido la crítica que hago sobre cómo se nos ha contado la historia es también una crítica a nuestro mundo actual y a una ideología todavía dominante que aplasta a las personas que no entran dentro del canon de los hombres blancos ricos, tanto del presente como del pasado.

Se sigue enseñando una Historia androcéntrica que recorta a sabiendas a las mujeres del discurso histórico

Parece que el papel de las mujeres nobles a lo largo de la Edad Media fue pasivo, gracias a tu libro sabemos que no es así, que hubo mujeres que desarrollaron un papel fundamental en muchos aspectos y muy diversos. 

Tengo que aclarar de inicio una cuestión al respecto, y es que mi objeto de estudio principal han sido las iglesias románicas, ámbito en el que estaban involucradas un tipo de mujeres concretas: las damas de la nobleza, ricas, cristianas, con poder y privilegio. En este libro no trato sobre las mujeres trabajadoras, campesinas, judías, musulmanas o excluidas. Es importante tenerlo en cuenta porque no podemos extrapolar su situación al resto de las mujeres de su sociedad.

Cierto, pero tampoco se nos había hablado del papel tan relevante de las mujeres privilegiadas.

Es cierto que, dentro de este grupo de privilegiadas, encontramos mujeres con muchísimo poder que no ha sido suficientemente puesto de relieve. Eran mujeres que participaban activamente en política, que trazaban complejas estrategias político-religiosas que iban a marcar las acciones de sus linajes a veces durante muchas generaciones, que dirigían señoríos, que ejercían de juezas, árbitras y mediadoras en conflictos, que eran grandes mecenas de las artes y construían no sólo iglesias, sino todo tipo de obras de arte que hoy en día son parte de nuestro patrimonio común o están en los museos, y que además eran mujeres de gran cultura que tenían libros (algunas incluso libros de filosofía), que escribían poemas, que bordaban tapices y textiles que en la actualidad consideraríamos auténticas obras de arte y que dirigían poderosos conventos. 

Vista general de Estíbaliz. / Fotografía cedida por la entrevistada.

Mujeres fascinantes haciendo cosas realmente fascinantes. Pensar en el siglo XII y que esto sea una realidad hace que realmente miremos hacia nuestro pasado, pero también hacia nuestro presente, de una forma completamente diferente. 

Mujeres fascinantes que hacen cosas en la Edad Media que eran impensables para una mujer de su misma clase social en el siglo XX. Por ello me parece fundamental rescatar su labor, sus roles de género asociados y sus biografías reales, porque nos ofrecen un buen panorama del poder que las mujeres llegaron a tener y que perdieron paulatinamente a lo largo de los siglos, hasta tocar fondo en nuestra contemporaneidad más reciente.

A menudo parece repetirse esa idea de que la Edad Media fue una época dominada por el dogma estricto de la Iglesia, pero no es así. Tierra de damas bascula en torno a la idea de que en nuestro territorio, y probablemente también en otros, costó mucho asentar los postulados de una Iglesia en ciernes. 

Resulta muy llamativo comprobar lo mucho que habla de sí misma una época cuando narra el pasado. Si vemos misoginia en la Edad Media es porque se ha escrito desde una época misógina y si vemos teocentrismo en el Medievo es porque hasta hace muy poco tiempo la Iglesia tenía un poder inmenso en todos los aspectos de la política, de la sociedad e incluso de la vida privada a través del control de la moral. Los siglos más teocéntricos son, a juzgar por la documentación y las evidencias históricas, el XIX y XX. Es cuando la Iglesia regula todos los aspectos de la vida. 

Resulta muy llamativo comprobar lo mucho que habla de sí misma una época cuando narra el pasado. Si vemos misoginia en la Edad Media es porque se ha escrito desde una época misógina

En la Edad Media la Iglesia no ostentaba tanto poder como en la actualidad y tanto poder como hemos creído que tenía.

Era un agente más dentro de una sociedad muy compleja y plagada de intereses entrecruzados. Digamos que en la Edad Media la Iglesia aspiraba a tener ese poder inmenso, pero todavía le quedaba mucho camino para lograrlo, estaba apenas dando los primeros pasos. En el siglo XII no tenía el control de las iglesias, no recibía todos los diezmos que exigía, no tenía una alianza fija y estable con el poder político, los obispos se enfrentaban a todo tipo de resistencias dentro y fuera de sus filas, todavía no había impuesto y popularizado los sacramentos (por lo que las bodas eran civiles), acababa de imponer un celibato a los sacerdotes y monjes que rara vez cumplían, y desde luego no habían impuesto a los estamentos laicos su moral represiva en torno al sexo. No es de extrañar, por lo tanto, que historiadoras e historiadores hayan proyectado su situación actual sobre un pasado sobre el que se han querido verter infinidad de bulos, pensando que el teocentrismo era un fenómeno de la Edad Media y no de la Edad Contemporánea. 

¿Se ha abusado demasiado de las fuentes eclesiásticas para explicar el pasado? 

Dentro de la visión teocéntrica de nuestro tiempo se ha abusado de las fuentes eclesiásticas para explicar el pasado, usando las opiniones, misoginia y preocupaciones de este estamento social concreto, exclusivamente masculino, como explicación para toda la amplia vida social de la Edad Media. Es como si en el futuro tratasen de explicar el siglo XXI utilizando sólo las opiniones de los incel que esparcen su misoginia por algunos grupúsculos de Internet. Nuestro teocentrismo actual ha llevado a pensar que sólo la opinión de los eclesiásticos debía ser tenida en cuenta para explicar la Edad Media, llegando a conclusiones sesgadas, erradas y profundamente misóginas.

Nuestro teocentrismo actual ha llevado a pensar que sólo la opinión de los eclesiásticos debía ser tenida en cuenta para explicar la Edad Media

A lo largo de las páginas de Tierra de damas y gracias a la documentación comprobamos que en territorio vasco se luchó mucho contra el poder del obispado de Calahorra, es decir, que el poder de la Iglesia no estaba exactamente consolidado. 

Las clases nobiliarias rurales eran las que gestionaban muchos aspectos de la religiosidad de su tiempo. El obispo de Calahorra llegó a excomulgar a toda Álava y no se dejó entrar a ningún obispo ni vicario en Vizcaya hasta el siglo XVI. Creo que son dos datos que reflejan la rebeldía que existía en territorio vasco a la injerencia del obispado en asuntos que hoy en día denominaríamos religiosos y que estas élites consideraban propios.

Me gustó mucho el paralelismo que trazas entre el trabajo de ideólogo de Chillida y el desarrollado por las matronas. Parece que se desprecia, o quizá se desconoce el gran papel que ejercieron las mujeres al ser ellas también propulsoras de diferentes iglesias románicas. Las imaginaron, las diseñaron, les dieron una decoración, algunas incluso participaron en su construcción en la cuadrilla de canteros y después ellas las cuidaron y les dieron un sentido político único. 

La medievalista Therese Martin, cuando habla sobre reasignar el papel de las mujeres en tanto que creadoras en la Edad Media, lo tiene claro. Comenta que hay resistencia en nuestro siglo a aceptar que las mujeres han podido estar detrás de una obra de arte, bien sea como autoras materiales de la misma o como autoras intelectuales. Insiste en que debemos demostrar hasta la saciedad esa autoría, mientras que se asume de forma acrítica que los autores de algo siempre son los hombres. Para ellos no se necesita demostración ni se ejerce la sospecha ni la duda sobre su autoría. Hay un doble rasero y una doble vara de medir en función del género y eso es un prejuicio de nuestro tiempo. 

Detalle con damas en las pinturas de Alaiza. / Fotografía cedida por la entrevistada.

¿A menudo los hombres se suelen mostrar escépticos cuando este tipo de informaciones ven la luz?

Creen que te lo estás inventando y aunque les enseñes la documentación son incapaces de aceptar algo tan básico como que las mujeres trabajaban en la construcción de forma cotidiana. Su prejuicio es más fuerte que la evidencia y suelen reaccionar de manera violenta.

De hecho, hay un rechazo manifiesto en nuestro tiempo a aceptar la autoría de las mujeres.

Producto de la ideología patriarcal tan agresiva que hemos sufrido en los últimos siglos. Por una parte, las autoras sufren la ocultación por parte de las personas que crean el discurso de la historia, pero por la otra además se menosprecia su labor, no se las quiere considerar como autoras de pleno derecho.  Más aún en el caso de las mujeres matronas o que ejercían mecenazgo sobre algunas obras. Aceptamos sin problema que lo que hoy en día denominamos artistas sean únicamente los ideólogos de las obras, como en el caso de Chillida, que sólo diseñó El peine del Viento. Nadie considera autores de la obra a los trabajadores, montadores y demás personal involucrado en colocar las esculturas en esa ubicación tan especial, y sin embargo lo hacemos con los talleres de cantería de la Edad Media. 

El origen, la intención y el deseo por lo tanto de todos estos templos y construcciones habría que encontrarlo en el contexto vital de aquellas mujeres nobles.

Cuando queremos saber el significado de una imagen de una iglesia románica no deberíamos preguntarle al que talló la pieza, sino a la mujer mecenas que encargó la obra. Estos estaban bajo las órdenes de las damas que construían sus iglesias a su gusto, que elegían la decoración, que les decían cómo debían representarlas y qué escenas escoger. Del mismo modo que si queremos saber qué significado tiene El peine del Viento, es absurdo que se lo preguntemos al obrero de la fábrica de la que salieron las esculturas de acero, tendremos que preguntárselo a Chillida. 

El problema sería que a las mujeres les ha sido negada la autoría y la importancia.

Muchas de las interpretaciones que se han vertido sobre el románico no tienen ni pies ni cabeza porque nos negamos a considerar las autorías y los matronazgos femeninos.

Es curioso que siga existiendo el prejuicio de que la Edad Media fue una época oscura y de censura, cuando vemos gracias a tu libro y a investigaciones como la de Gorka López de Munain que las serpientes a menudo asociadas al pecado de la mujer son exvotos que nos hablan de fertilidad y nacimiento. Háblanos un poco de la visión que había en estos templos sobre el cuerpo y los genitales. 

Me parece curiosísimo que se siga defendiendo esa supuesta moral represiva medieval cuando las iglesias románicas nos muestran todo lo contrario. En ellas nos encontramos mujeres y hombres enseñando los genitales, practicando coitos y todo tipo de escenas sexuales sin censura. El intento de censura llegó, sin embargo, hacia finales del siglo XIX e inicios del siglo XX, momento en el que se produjeron actos de iconoclasia en las iglesias para borrar, disimular o eliminar definitivamente esas escenas, muchos de ellos liderados por párrocos que querían imponer una moral represiva en torno al sexo. 

Es indicativo de en qué punto de la historia nos encontramos esa moral asustada por el sexo

Imágenes que por otra parte hasta el siglo XIX no habían generado tensiones y que encima estaban situadas bien visibles en las iglesias.

Es indicativo de en qué punto de la historia nos encontramos esa moral asustada por el sexo. Desde nuestra época, en la que todavía pervive en gran medida esa moral, se trata de justificar la aparición de estos coitos y desnudos en los templos ofreciendo varias teorías, todas ellas contempladas desde un punto de vista exclusivamente masculino. Todas ellas hipótesis no demostradas y simplistas que se contemplan bajo una mirada masculina, evidente en el modo en el que se ha llamado a estas representaciones. 

El llamado románico obsceno y después románico erótico. 

Pero no son ni algo obsceno ni algo erótico. Hay que tener en cuenta que muchas de las mujeres que enseñan su vulva, por ejemplo, son damas de la nobleza. Lo sabemos por el tocado que las identifica como tales. Si unas señoras con prestigio que están pagando su iglesia deciden representarse de ese modo no es para mostrarse como pecadoras ni tampoco para ser objeto de deseo de la mirada masculina. Esos son problemas de nuestro tiempo. Lo harían porque, de un modo que quizá hoy en día se nos escapa, eso les generaba cierto prestigio (no debemos olvidar que las iglesias eran lugares que aprovechaban para desplegar todo el aparato de propaganda de su familia y su linaje). 

Detalle del capitel de Estíbaliz con la imagen de la mala madre. / Fotografía cedida por la entrevistada.

Sin duda todo cobra más sentido si ponemos el foco sobre las damas, si realmente analizamos su posición, y como decíamos antes, sus preocupaciones.

La respuesta nos lleva de lleno a una de sus grandes preocupaciones: la fertilidad. Tenían la obligación moral de traer descendencia al mundo para perpetuar el linaje, pero al mismo tiempo era una actividad de riesgo porque muchas morían en el parto. Eso les generaba poder social (los hijos e hijas eran posteriormente piezas de ajedrez que ellas manejaban dentro del tablero de las relaciones de poder de la época) pero al mismo tiempo miedo. El hecho de que se representen desnudas, pariendo, teniendo sexo… en sus iglesias, y que muestren a sus esposos del mismo modo quizá sea una suerte de exvoto, una manera de exhibir el poder de dar vida y perpetuar el linaje, pero al mismo tiempo una manera de pedir protección divina en esa difícil empresa. 

¿Algo parecido podemos intuir en las llamadas mujeres serpientes?

Éstas no aluden al mal ni al pecado, no son lujuriosas las damas bien engalanadas que se muestran con serpientes, ni tampoco los hombres que aparecen en posturas semejantes con estos animales. Tienen más sentido como representaciones de la fecundidad, de la capacidad de dar vida, de la creación de un largo y fructífero linaje.

Como alavesa e historiadora y como apasionada del arte no dejo de maravillarme con iglesias como la de Estíbaliz o las pinturas de Alaiza. Mucha gente puede pensar que es un libro “local”, o asociado a Álava o al País Vasco, pero lo que también deja claro Tierra de damas es que fue una época más global de lo que se pensaba, el arte se replicaba y se hacía en función también de unos intereses. 

El apelativo de “local” es algo ideológico. Locales son todos los estudios que tenemos sobre cualquier época, porque se basan en datos extraídos de la zona concreta que controla la o el historiador de turno. Me hace mucha gracia que a los grandes medievalistas no se les considere locales: Émile Mâle, George Duby, Jacques Le Goff… Básicamente nos hablaron de Francia y consideramos que su saber es extrapolable a toda la Edad Media y a todos los lugares por igual. Y si hay algo diverso es la Edad Media, con su pluralidad de reinos, leyes, gentes, costumbres… Suelo poner de ejemplo que incluso variaba la manera de computar el tiempo en un reino y otro. Si cruzabas la frontera con Navarra estabas en otro año distinto. No era lo mismo ser mujer en Castilla que en un reino de Taifas.

Dama en castillo, canecillo de Armentia. / Fotografía cedida por la entrevistada.

¿Crees que a menudo se nos olvida que la realidad de aquellas era tan diversa como la nuestra?

Sin duda. Por ello yo tenía dos opciones ante esta investigación: centrarme en el caso de estudio que conozco y domino bien –porque manejo el terreno, conozco personalmente las iglesias de las que hablo, controlo las fuentes existentes–, y abrir una ventana a un pasado en el que puedo profundizar y buscar matices, o hacer una panorámica del matronazgo y su relación con las iglesias románicas, describiendo algunos ejemplos de distintas localizaciones de las que es imposible controlar todo el contexto que las rodea. Opté por la primera opción. El fuerte posicionamiento de la nobleza al mando de sus iglesias privadas me permitía acercarme a la voz de las damas, cotejando documentación con imágenes para poder ver así su mundo sin interferencias de otros poderes. Damas poderosas como Toda y María Lopez estaban jugando en la liga de las altas esferas, en contacto con reinas y reyes, y haciendo estrategias político-religiosas en territorio vasco cuyas ramificaciones llegaban incluso hasta la Borgoña francesa. 

Se trata por lo tanto de un caso local, pero que nos permite entender la globalidad e interconectividad del mundo medieval. 

Considero que en la Edad Media es preferible hilar fino y estudiar casos particulares para no incurrir en generalizaciones que funcionan en Francia pero no en Aragón o en León. También estos estudios locales representan esa historia diversa y plural que ahora demandamos, con sus matices, excepciones, particularidades… pero que al mismo tiempo participa en la globalidad de su tiempo y nos permite extraer algunas conclusiones más o menos universales o, mejor dicho, transversales.

Escenas de la vida cotidiana en la portada de Tuesta. / Fotografía cedida por la entrevistada.

¿Crees que este tipo de papel tan importante de las mujeres en diferentes niveles pudo darse en otros lugares de la Península Ibérica?

Y en toda Europa y en más épocas. Los estudios sobre matronazgo están apenas comenzando, pero a mi juicio son muy prometedores. Hasta ahora hemos analizado las obras de arte desde muchos puntos de vista, pero rara vez teniendo en cuenta a las mujeres que las hacían posibles y los intereses políticos que tenían detrás para ejecutarlas. 

La verdad histórica es un acto de rebeldía ante nuestro presente, que sigue perpetuando un patriarcado atroz

¿Podríamos considerar al matronazgo  como la puerta de entrada a un mundo de poder de mujeres silenciado hasta la fecha?

En el matronazgo o mecenazgo de obras artísticas femeninas se concitan muchas cosas: poder político, poder social, estrategias de pacificación o mediación, propaganda personal o de linaje, poder religioso, preocupaciones o deseos personales. Cada vez conocemos más nombres de mujeres a las que les debemos muchas de nuestras obras, queda darles un contexto y buscar el porqué de cada una, desgranar sus intereses particulares para descubrir ese poder femenino que se manifestaba a través del arte. Pero es un fenómeno que se ha dado casi hasta nuestros días, era un rol de género femenino asociado a las clases altas.

A menudo nos han dicho y han repetido que las mujeres de la Edad Media carecieron de relevancia social y jurídica, y en tu libro destacas el papel que jugaron algunas damas como representantes de la paz en conflictos. O la existencia del mismo lenguaje inclusivo. Como mujer que escribe sobre Historia y sobre Arte, ¿no te da auténtica rabia sentir que nos han querido borrar, que nos han querido sin pasado para en cierta forma dejarnos un poco desnortadas y justificar las tropelías actuales?

El primer sentimiento es rabia, por supuesto, pero descubrir todo el pastel y revelarlo creo que es también ejecutar una especie de justicia tanto para las mujeres del pasado como para las del presente. Y además creo que es nuestra obligación como historiadoras o historiadoras del arte. Allá donde nos han encubierto, donde nos han ignorado deliberadamente, donde han tergiversado el discurso es donde debemos poner el acento, para sacar a la luz esa verdad incómoda que no quieren que sepamos. La verdad histórica es un acto de rebeldía ante nuestro presente, que sigue perpetuando un patriarcado atroz apoyándose (entre otras cosas) en un relato histórico inventado o sesgado para perpetuarlo. 

Tomar conciencia de nuestro pasado nos empodera, nos da herramientas para dejar de tragarnos las mentiras y violencias que sostienen nuestro sistema actual

Parece que el hecho de que estudiemos la Edad Media produce cierta incomodidad, parece que al desvelarla liberamos un poder que nos incumbe en exclusiva a las mujeres. Diría que sentirnos fuertes y sabernos fuertes en aquel contexto histórico nos empodera y mucho.

Me encanta que la Edad Media auténtica produzca incomodidad, porque creo que es el primer paso para rasgar el velo de Maya y descubrir todos los trucos (muchos de ellos pueriles y poco sofisticados) que se han utilizado para ocultarnos en el relato de la Historia e imponer el patriarcado actual. Hay una correlación entre cada verdad incómoda que se desvela y un punto débil del patriarcado actual, porque si no, no se habrían tomado la molestia de tratar de cubrir con bulos esos hechos o simplemente de negarlos. Para mí el conocimiento es poder. Tomar conciencia de nuestro pasado nos empodera, nos da herramientas para dejar de tragarnos las mentiras y violencias que sostienen nuestro sistema actual, quiebra su supuesta justificación histórica y nos permite comprender que los derechos de las mujeres se pueden tanto ganar como perder, por lo que la lucha es perpetua. 

Para terminar querría destacar lo necesario que es que haya más estudios e investigaciones serias con perspectiva de género. Tierra de Damas es buena prueba de ello. 

Es poner las cartas sobre la mesa y evidenciar cosas como que en la Edad Media las mujeres vivían mejor que en otras épocas, que la Ilustración fue un movimiento misógino que terminó de hundir a las mujeres, que la historia es progresiva y lineal para los opresores pero no para las personas oprimidas, que la idealizada antigüedad romana se sustentó sobre una violencia y ausencia de derechos brutal para las mujeres. Nos revela la otra cara de la historia, lo cual es emocionante por la cantidad de descubrimientos trascendentales que se están produciendo, pero al mismo tiempo revela una contemporaneidad desoladora. Sólo sabiendo a lo que nos enfrentamos con cierta perspectiva podremos derrotarlo, así que es algo doloroso, emocionante, y absolutamente necesario.

Isabel Mellén Rodríguez (Vitoria, 1986) es una historiadora, investigadora y divulgadora especializada en el arte románico alavés y en el papel desarrollado por las mujeres durante la Edad Media. En Tierra de damas (Ed. Sans Soleil, 2021) Mellén desmiente lo que la historiografía nos ha hecho creer saber sobre...

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Autora >

Deborah García

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