
Mujer escribiendo una carta, 1892
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Querida comunidad ConTeXTataria:
Es para mí una profunda necesidad volcar en el seno de esta carta algunas cosas importantes que me han ocurrido desde la primera vez que visité este país. Por otro lado, me entusiasma escribirles porque la carta, como tal, se ha convertido en un fenómeno cada vez más excepcional en los tiempos que corren. Sin embargo, fue tan importante en una época de nuestra historia, en el siglo XVIII, que se convirtió en todo un movimiento social. Lo que no ha cambiado mucho desde entonces es justamente por qué escribiendo cartas se robustece nuestra subjetividad, es decir, la existencia concreta, y cómo los diminutos yoes se vuelven la medida inmensa de nuestra singular y única vida.
Y tratándose de un asunto realmente importante, debo decirles primero que, viniendo de México, donde yo nací; de una ciudad que se llama Morelia, en la que también vivió María Zambrano y la cual, por cierto, recordó en su discurso al obtener el Premio Cervantes, nunca me imaginé que, veinte años después de mi primera visita como turista a las tierras cervantinas, estas terminarían por convertirse en el lugar en donde habría de descubrir dos cosas imprescindibles para todo ser humano: el amor y la libertad. Claro que no me refiero a ese tipo de libertad enclenque de la que hablan ciertos politicuchos de turno, cuyos nombres no merecen figurar en esta carta, sino a la insobornable libertad y el amor de los que habló la propia Zambrano, autora de la inmortal obra El hombre y lo divino, y, sin duda alguna, una gran feminista que nunca necesitó llamarse a sí misma de esa forma.
De manera que –ustedes disculparán las digresiones debidas a mi formación filosófica y que me impiden ser breve–, habiendo visitado hace más de diez años España, conocía, en efecto, algunas cosas de este país; digamos, cuestiones culturales, históricas y algunas otras políticas; pero lo que desconocía absolutamente eran los aspectos vitales, los cuales he ido descubriendo poco a poco desde mi llegada aquí, no hace tanto tiempo. Porque una se lanza a vivir, así, la aventura del amor, pero también con todo el asombro que supone llegar a un lugar extraño y vivir en cierto modo como extranjera; esta es una batalla interna y externa que sólo el universo sabe cómo se va librando; quiero decir, a veces con un poco de suerte, azar o por designios insospechados, ya que en esta condición existencial, aunque hablemos el mismo idioma, los foráneos como yo estamos expuestos durante un largo tiempo a lo contingente, a lo inesperado, a lo desconocido, y nada se compara con el hecho de adentrarse y vivir con los otros, de donde se desprenden encuentros y desencuentros; pero hablar de esto ahora nos llevaría a otra discusión y no es ese el tema; insisto en que yo sólo quiero hablar de mis dos grandes descubrimientos en este país: el de la libertad y el amor.
Por un lado, para mí la libertad es tener hoy un espacio como columnista de opinión en CTXT. Sin duda, un capítulo muy significativo y una experiencia muy estimulante como mujer y como periodista, ya que la suerte o los designios de los que les hablaba me han dado la oportunidad de articular mi propia voz en medio del escenario mundial tan inquietante en el que estamos y, sobre todo, en los comienzos de una crisis como ha sido la pandemia. Pues ¿quién se habría imaginado que aquella botella arrojada al mar cibernético tendría respuesta por parte de quienes son hoy mis compañeras y compañeros en esta revista? Porque como les decía, una, como extranjera, se lanza al mar sin saber si llegará a tierra. Por suerte, aquí estoy, compartiéndoles una parte muy importante del sentido de mi vida e intentando que este se trasluzca en cada línea que escribo. Por ello, mi enfoque personal como columnista, menos ideológico o político, si se quiere ver así, y más filosófico y literario, es una apuesta por el pensamiento, que sigue siendo, a mi modo de ver, el mayor bastión para la defensa de la libertad. Y por eso, agradezco a CTXT la oportunidad que me ha dado de formar parte de sus firmas y de su equipo de mujeres, al cual me he sumado con la vocación de ejercer mi profesión apasionadamente, pero también con el deseo de que, en conjunto, con todos ustedes que forman esta comunidad contextataria, intentemos comprender nuestra humana complejidad. Así que gracias por posar sus ojos en mis Pre-textos para pensar y también sus oídos en la serie de entrevistas que acabamos de empezar, Latinoamérica en CTXT. Porque pensar y actuar en este mundo es una llamada que nos obliga a todos, este es el espacio al que nos debemos; es nuestra única posibilidad de delimitar una geografía en común; es a ese sitio al que hay que arraigarse; el verdadero hogar o mundo en donde se conjuguen nuestros apegos y pertenencias de una forma mucho más profunda que la que nos permiten las fanáticas identificaciones a las que estamos acostumbrados o las habituales etiquetas político-administrativas que suelen imponernos.
Así que, hablándoles del descubrimiento de esa libertad, también les estoy hablando de amor, de aquel que siento por mi trabajo; porque es desde él que puedo dirigirme a ustedes, a su inteligencia, a su espíritu y corazón, con la finalidad de que no perdamos de vista que estas son potencias transformadoras, desgraciadamente muy manoseadas hoy en día, y despreciadas, en diversas partes del mundo. Y a los que imaginaron que les contaría un poco cómo fue que conocí a mi otro amor, a un hombre divino, como diría aludiendo nuevamente a María Zambrano, aunque mortal, les diré que tal vez esto lo cuente en alguna otra ocasión. Mientras tanto, les mando, como decimos en México, un abrazote.
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Es para mí una profunda necesidad volcar en el seno de esta carta algunas cosas importantes que me han ocurrido desde la primera vez que visité este país. Por otro lado, me entusiasma escribirles porque la carta, como tal, se ha convertido en un fenómeno cada vez más...
Autora >
Liliana David
Periodista Cultural y Doctora en Filosofía por la Universidad Michoacana (UMSNH), en México. Su interés actual se centra en el estudio de las relaciones entre la literatura y la filosofía, así como la divulgación del pensamiento a través del periodismo.
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