En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Una de las reivindicaciones feministas históricas en las movilizaciones españolas ha sido “ni guerra que nos destruya, ni paz que nos oprima”. Desde el feminismo, condenamos la estructura patriarcal que sostiene los pilares del militarismo, del conflicto y la violencia. Tradicionalmente, se ha educado a los hombres a hacer la guerra, mientras nosotras cuidábamos en la retaguardia. Lo que sí tenemos claro es que la paz no será posible mientras imperen las estructuras sociales patriarcales. Por ello, el antimilitarismo debe ser feminista, y ha de buscar estrategias de resolución de conflictos que no pasen por echar más leña al fuego.
Nadie en su sano juicio apoya las atrocidades que está cometiendo Putin. Pero eso no es excusa para responder del mismo modo, no es motivo para alargar una guerra hasta el infinito, con muchísimos más muertos, pobreza y calamidades. Estirar el conflicto solo provocará más pérdidas, más dolor y sufrimiento para el pueblo ucraniano, pero también para el resto del mundo, que ya sufre las consecuencias de la guerra, con una crisis alimentaria que afectará a los países más vulnerables y con una subida de precios que asfixia cada vez más a las familias de nuestro país.
Hay quien se dedica a insultar a una parte de la izquierda por oponernos a la guerra y por no apoyar a la OTAN. Insultar y llamar estúpidos a quienes no creemos que para hacer la paz tenga sentido lanzar otra piedra más, es una manera testosterónica más de afrontar el conflicto, en lugar de apostar por el debate o el diálogo. Qué diría Julio Anguita si estuviera vivo, me pregunto yo.
Precisamente, Anguita preguntaba en 1999 al Ejecutivo por qué la OTAN no defendía a los kurdos masacrados por Turquía, a los palestinos y a los marroquíes, que sufren la política del rey Hassan II. Al mismo tiempo, denunciaba la guerra declarada por la OTAN contra Yugoslavia en la que se estaba vulnerando el Derecho Internacional y se estaba haciendo gala de imprevisiones y chapuzas en la atención a los refugiados. Parece que poco importa ya todo el daño que ha hecho históricamente esta Alianza.
Cabe recordar que tan sólo un 18% de la ciudadanía de nuestro país quería formar parte de la Organización del Tratado del Atlántico Norte
Quienes cuestionamos a la OTAN y el envío de armas, formamos parte de una posición marginal, pero también incómoda. Pareciera que no nos importaran los ucranianos ni su sufrimiento, cuando nada tiene que ver con eso. Simplemente preferimos otras vías más diplomáticas, otra manera de comprender el mundo y la vida, que tenga que ver más con tender puentes y no con destruir escuelas y hospitales. Quienes cuestionamos a la OTAN y este envío de armas selectivo (¿por qué sí a Ucrania y no a Palestina por ejemplo?), somos hijos de quienes gritaron bien claro ese OTAN NO en 1982. Cabe recordar que tan sólo un 18% de la ciudadanía de nuestro país quería formar parte de la Organización del Tratado del Atlántico Norte.
Sin embargo, hay buenas noticias, porque la estúpida izquierda española no está sola en su estupidez. Desde Francia, Jean-Luc Mélenchon se ha posicionado a favor de la salida del país vecino de la OTAN y ha apostado por que “la desnuclearización del mundo debe volver a ser un objetivo concreto de nuestra diplomacia, ya que el ensañamiento nuclear no puede tener ningún sentido concreto, la guerra acaba de demostrarlo”. Y ha añadido que “por frustrante que sea, el único camino racional es el de la paz y tiene un nombre claro: desescalada”. Y también, hago mías sus palabras en las que se muestra partidario de tomar una iniciativa diplomática radical, aceptar y tratar franca y directamente el tema de la seguridad de cada nación en Europa.
El apoyo a la guerra, a las armas y a la militarización es una forma de masculinidad tóxica más. Se enseña desde pequeños a los niños a afrontar los conflictos, no poniendo la otra mejilla, sino respondiendo con una hostia. No se educa a los más pequeños con estrategias de afrontación de conflictos y cuando se es mayor, ya es demasiado tarde. A nosotras nos educan de otra manera, a hablar las cosas, hacer las paces, darnos abrazos, en definitiva, a cuidarnos.
Además, las guerras dañan más profundamente a las mujeres, se producen mayores violencias, violaciones, torturas. Se usan sistemáticamente nuestros cuerpos como moneda de cambio para dominar al enemigo. Quizá sea por eso que históricamente haya ejemplos de mujeres que apostaron por el antimilitarismo. Las Mujeres de Negro, por ejemplo, inició sus andanzas en 1988, cuando feministas israelíes, palestinas y norteamericanas se movilizaron contra la ocupación de Palestina. También se organizaron en 1991 en Italia contra la Guerra del Golfo, y, sobre todo, hacia la antigua Yugoslavia. Algo más cercano encontramos también al movimiento feminista de Euskal Herria, que se unió contra la exportación de armas desde el Puerto de Bilbao realizando acciones no violentas de desobediencia civil.
En el 15M también tuvo mucho protagonismo el no a la guerra y a la violencia, y la manera de resolución de conflictos partía siempre de la inteligencia colectiva. Aunque esta postura fue controvertida por la magnitud de violencia represiva por parte de las fuerzas del orden, el consenso fue responder de manera no violenta, y parte del éxito y del reconocimiento y apoyo social del movimiento vino de ahí.
Por todo ello, esa mirada feminista nos lleva a no caer en el chantaje emocional de apoyar a la OTAN como consecuencia de la invasión de Rusia en Ucrania. Nos presumo más inteligentes y lúcidas, menos testosterónicas, más cercanas a la inteligencia colectiva que tiende puentes hacia el entendimiento y una sociedad justa y pacífica. Ni guerra entre pueblos ni paz entre clases, decía aquel eslogan viejuno que muchos ya han olvidado a cambio de un estatus que les obliga a apoyar opciones militaristas.
Pero será que soy naíf, o directamente estúpida.
Una de las reivindicaciones feministas históricas en las movilizaciones españolas ha sido “ni guerra que nos destruya, ni paz que nos oprima”. Desde el feminismo, condenamos la estructura patriarcal que sostiene los pilares del militarismo, del conflicto y la violencia. Tradicionalmente, se ha educado a los...
Autora >
Anita Botwin
Gracias a miles de años de machismo, sé hacer pucheros de Estrella Michelin. No me dan la Estrella porque los premios son cosa de hombres. Y yo soy mujer, de izquierdas y del Atleti. Abierta a nuevas minorías. Teclear como forma de vida.
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí