Debate
El Green New Dilema y el ángel de la historia
En busca de respuestas: una respuesta a una respuesta
Juan Bordera / Antonio Turiel 24/06/2022
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Hace unos días publicamos en CTXT un texto que tuvo muy buena acogida titulado “España, colonia energética del norte de Europa”. Sin embargo, a tres compañeros (Xan López, Emilio Santiago y Héctor Tejero) les pareció necesario contestarnos en este otro texto. Vayan por delante tanto nuestro agradecimiento por tomar en cuenta la importancia de los temas que tratamos, como nuestra sorpresa ante las formas y el tono de la respuesta, que usa un lenguaje cargado de acusaciones.
En esta respuesta a la respuesta vamos a tratar de evitar caer en ese tono, aunque no sin hablar claro de lo que aquí, creemos, está pasando. A veces se usan palabras muy gruesas para atacar una parte del discurso con la intención de compensar los vacíos, sabedores quizá, de que las otras partes son irrebatibles. Pero, tal y como reconocen los tres autores, lo que nos une es mucho más grande que lo que nos separa y el problema que nos ocupa es enorme y urgente.
Nuestro artículo exponía una serie de verdades simples y comprobables:
Una, España no podrá nunca recibir suficiente gas natural licuado como para poder abastecer el consumo actual de Centroeuropa. No es posible, no hay suficiente gas licuado en el mundo ahora ni lo habrá nunca.
Dos, los planes de que España exporte a Europa en el futuro hidrógeno verde no tienen ningún sentido: la propia Estrategia Europea del Hidrógeno (documento de la Comisión Europea) reconoce que Europa no puede autoabastecerse de hidrógeno verde, y España tampoco. El informe del Grupo III del IPCC publicado en abril dice textualmente que la tecnología del hidrógeno verde no está madura para su implementación masiva. No puede haber una industrialización masiva, ni de España ni de Europa, vía el hidrógeno verde.
Tres, la idea repetida desde instancias europeas en las últimas semanas de que España debe ser la fuente de energía de Europa y exportar hidrógeno verde hacia el interior del continente, por lo expuesto en el punto anterior, solo se podría conseguir depauperando energéticamente a España con la excusa de la “solidaridad”. No tenemos suficiente energía como para autoabastecernos de hidrógeno, ¿qué pasará si encima exportamos?
Cuatro, si delante de estos hechos evidentes Europa insiste en que les debemos exportar hidrógeno (a pesar de que nos empobrecería energéticamente, a pesar de que incrementaría nuestro estrés hídrico, a pesar del enorme despliegue de instalaciones y ocupación del territorio que se requeriría), nuestra conclusión es que Europa nos quiere tratar como a una colonia energética, un territorio subordinado para mayor gloria de la metrópolis, y en línea con lo que Alemania ya está fraguando en sus acuerdos comerciales sobre hidrógeno verde en África. Hechos ya documentados por muchas otras fuentes y a los que hay que añadirles un dato a modo de coda.
Habitamos el país europeo que más debería alzar la voz contra las propuestas gatopardistas que buscan cambiar algo para que nada cambie realmente
Coda: España es el país europeo con mayor riesgo de desertificación. Habitamos el país europeo que más debería alzar la voz contra las propuestas gatopardistas que buscan cambiar algo para que nada cambie realmente. Somos el país que más va a sufrir si no se produce un giro de 180 grados en cómo se concibe el sistema socioeconómico, sea colonia o no. Un país que debería ser más valiente que otros, y quizá en no atreverse a serlo se encuentre uno de los principales motivos de que esa izquierda que tanto les preocupa a Emilio, Xan y Héctor no levante cabeza, pero ese es otro tema.
Volvamos a la réplica: en ella, sus autores manifiestan una preocupación por “qué marcos de interpretación social alimenta y cuáles tapona” nuestro texto. Una frase perfecta para introducir el debate que de fondo se está dando entre los dos textos, aunque se quiera obviar: el debate sobre Green New Deal (GND) y decrecimiento. Que no es un debate falso ni nada que se le parezca: es un debate imprescindible.
Emilio Santiago en solitario, en este otro texto mucho más respetuoso y lúcido, argumenta que ambas partes están condenadas a entenderse –algo que uno de nosotros ya argumentó hace un par de años aquí–, pero hay una clave que omite: el Green New Deal está asegurado; el Decrecimiento –lo que la teoría económica defiende–, no.
En el hipotético caso de llegar a un mundo de reparto de la riqueza, de reducción del uso de materiales y de energía pero también de la jornada laboral, habrá que haber pasado por una transición energética de emergencia que se puede asimilar a lo que algunos defienden como GND, pero al revés no está garantizado. Lo que la élite va a defender como GND no incluye las ideas decrecentistas ni por asomo, que son las que habrá que pelear (incluso en el foro económico mundial).
Por eso nuestro texto trata de taponar el marco sobre el cual se asienta el GND, por ser un marco fértil para grandes empresas y fondos de inversión, que va a hacer que la transición más crucial de la historia de la humanidad se acometa con la misma mentalidad que ha generado el problema. Y que podríamos definir como “tecno-optimismo en busca del beneficio a corto plazo”. Suerte para quién pretenda argumentar que el GND puede realmente escapar a esa mentalidad.
Además, la réplica está plagada de falacias. Vayamos por las más graves:
La comparación con Noruega: en el artículo se intenta ridiculizar el argumento de España como colonia energética con un argumento tramposo que es la base de su razonamiento: que hay otros países que exportan energía y eso no les convierte en colonias, para el cual usan el ejemplo de Noruega. La cuestión de fondo es que se usa un argumento que no es el nuestro para ridiculizar el todo. Una falacia de la simplificación en toda regla.
De un plumazo, la amenaza de la desertificación, las lógicas en las que está inserta España en la Unión Europea, o el convertirnos en territorio periférico de sacrificio, como lleva advirtiendo la antropóloga Yayo Herrero mucho tiempo, desaparecen del texto –muy convenientemente– para los autores de la réplica.
La comparación con Le Pen tiene la misma validez que aquella que buscaría atacar a los vegetarianos porque Hitler supuestamente lo fue. No tiene sentido
Nosotros no hablamos de colonia simplemente por exportar energía, hablamos de colonia porque estamos a expensas de lo que se decida desde unas posiciones de poder y desde unos intereses que no tienen arraigo alguno en el territorio, y a las que no les va a importar seguir con recetas que, al no cuestionar el modelo, en ningún caso podrán evitar que lleguemos a 3ºC de aumento de temperatura para fin de siglo, como ya pronostican los autores del IPCC. 3ºC, que en la Península Ibérica serían cerca de 5ºC. Territorio prácticamente inhabitable. Noruega no tendrá esos problemas en sus latitudes y tiene el mayor fondo soberano del mundo. Las comparaciones son odiosas, más aún cuando son tan convenientes.
Otra crítica que es cuanto menos curiosa es la denuncia de que nuestro texto puede alimentar a proyectos “nacionalistas energéticos de corte reaccionario”. La comparación con Le Pen tiene la misma validez que aquella que buscaría atacar a los vegetarianos porque Hitler supuestamente lo fue. Es decir, cero. No tiene sentido.
Por supuesto que se puede criticar el modelo actual de implantación de energías renovables sin que esto te convierta en reaccionario. Por supuesto que se pueden buscar fórmulas comunicativas para que la problemática llegue también a gente más hacia el centro o incluso a la derecha.
Porque lo más llamativo es que esa argumentación antipopulista la hacen dos miembros del proyecto político que se autodenomina Más País. Un proyecto político que, con sus aciertos y sus errores, no solo no escapa de esas formas que sus autores ven en nuestro texto, es que directamente son las suyas.
Aprovechando que los autores han decidido citar a Walter Benjamin, al final de su texto, citaremos uno de los párrafos más conocidos y visionarios del autor alemán: “Hay un cuadro de Klee que se titula Angelus Novus. Se ve en él un ángel, al parecer en el momento de alejarse de algo sobre lo cual clava su mirada. Tiene los ojos desorbitados, la boca abierta y las alas extendidas. El ángel de la historia debe tener ese aspecto. Su rostro está vuelto hacia el pasado. En lo que para nosotros aparece como una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe única, que arroja a sus pies ruina sobre ruina, amontonándolas sin cesar. El ángel quisiera detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo destruido. Pero un huracán sopla desde el paraíso y se arremolina en sus alas, y es tan fuerte que el ángel ya no puede plegarlas. Este huracán lo arrastra irresistiblemente hacia el futuro, al cual vuelve la espalda, mientras el cúmulo de ruinas crece ante él hasta el cielo. Ese Huracán es lo que nosotros llamamos Progreso”.
Donde ellos ven simples molinos eólicos, nosotros vemos gigantes, pero gigantes transnacionales y fondos de inversión tratando de exprimir al territorio
Y con esto llegamos al final, a la parte del artículo más atroz: “El artículo que nos ocupa ha despertado nuestras alarmas porque deja entrever un cierto deje conspiranoico”. Aquí está la clave del texto. Si se busca hacer de menos a nuestro artículo, solo se puede hacer buscando engrandecer pequeñas disputas, ridiculizando matices, porque en el grueso del texto no pueden más que coincidir. ¿Pero sabéis cuál es el verdadero motivo de que nos acusen de despolitizadores, reaccionarios o conspiranoicos? Pues que en el fondo es la única manera que tienen de disimular sus propios desengaños. Donde ellos ven conspiraciones nosotros vemos el simple devenir del capitalismo, ese al que el Green New Deal es tan funcional.
Donde ellos ven simples molinos eólicos, nosotros vemos gigantes, sí, pero gigantes transnacionales y fondos de inversión tratando de exprimir al territorio todo lo que puedan. Quijotesca denuncia la nuestra. Aunque somos los primeros que hemos reconocido que “algún macroparque habrá que hacer”, pero, por favor, no desde la mentalidad equivocada.
Los autores, eso sí, al menos reconocen lo siguiente sobre el modelo de renovables que se pretende implementar: “Al mismo tiempo, un marco de lucha tan justificado y legítimo como preñado de peligros”.
Benjamin, a través de su Angelus Novus, habría mandado sin duda al Green New Deal a las ruinas de la historia, por considerarlo parte de ese huracán que convino en llamar “progreso” y que nos está enterrando a cámara lenta, aunque de momento el espejismo aguante.
El mismo autor también dejó escrito sobre el ascenso del nazismo en el siglo XX: “Nada ha corrompido tanto a los obreros alemanes como la opinión de que estaban nadando con la corriente. El desarrollo técnico era para ellos la pendiente de la corriente a favor de la cual pensaron que nadaban”.
El Green New Deal y el Decrecimiento no son tan diferentes, si se sabe de lo que se habla. Y están condenados a entrelazarse. Pero es clave buscar una salida del imaginario tecno-optimista que lo domina todo, es clave huir del mito del progreso que no nos deja ver más allá, y es clave que abandonemos la fe en el crecimiento perpetuo en un planeta finito. Solo uno de los dos términos sirve para esas tres batallas cruciales para las que ya no queda apenas tiempo.
Hace unos días publicamos en CTXT un texto que tuvo muy buena acogida titulado “España, colonia energética del norte de...
Autor >
Juan Bordera /
Es guionista, periodista y activista en Extinction Rebellion y València en Transició.
Autor >
Antonio Turiel
Investigador científico en el Instituto de Ciencias del Mar del CSIC.
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