Hace dos semanas nos echábamos las manos a la cabeza porque el PP había arrasado en las elecciones andaluzas. ¿Cómo podía ser, si la región ha sido tradicionalmente de izquierdas? Es más, había muchas voces que aceptaban la victoria como un mal menor porque frenaba la entrada de la extrema derecha en el gobierno. Vox ha tenido mal resultado, se decía de manera triunfal, como si tener a 14 diputados fascistas en el Parlamento andaluz fuera un motivo de alegría o una buena noticia.

Se hablaba de que Juanma Moreno tenía un perfil moderado, era un personaje retocado y creado al más puro estilo del socialista andaluz. Ya no quieren que les roben esos, ahora prefieren nuevos actores de guante blanco. La política puede hacerse aburrida, por eso es importante cambiar el plantel aunque el escenario siga siendo el mismo.

Si Juanma Moreno intenta imitar a Susana Díaz, Pedro Sánchez hace lo propio asumiendo el discurso y las formas de Abascal. Siendo sincera, esa vuelta de tuerca no la vi venir. La trama se está enrevesando y los espectadores, nosotros y nosotras, miramos atónitos esperando a ver el próximo giro, la próxima sorpresa, el próximo cambio, la próxima oficina del español, el próximo partido que sustituya a UPyD o Ciudadanos, que viene a ser lo mismo.

Muchas cosas vienen siendo lo mismo. Eso explica la abstención, la desafección del electorado. Unidas Podemos quiere, pero no puede. Y llegados a este punto, ¿tiene sentido seguir en una relación donde ni pinchas ni cortas?, ¿no será mejor una ruptura a tiempo antes de que alguien salga herido, la ciudadanía salga herida?, ¿hacía falta ese viaje para estas alforjas? Quizá  tenga más sentido irse con dignidad en lugar de tener una relación que te maltrata y humilla a diario, que no te deja hablar, te silencia, te afea. No solo eso, sino que además hubiera preferido bailar con otra, con Albert Rivera, por ejemplo.

La guerra se nos está haciendo demasiado larga, los intereses geopolíticos también

La población necesita respuesta a sus problemas cotidianos. No llega a fin de mes, no puede pagar la luz, a duras penas puede hacer la compra y ya no puede ni comer sandía, alimento que siempre hemos compartido las familias menos pudientes durante los meses de verano. La guerra se nos está haciendo demasiado larga, los intereses geopolíticos también. Además, nos encontramos ante una crisis climática que carece de respuestas y de medidas urgentes; que empeorará aún más la calidad de la vida de la gente, especialmente de la más vulnerable.

El PSOE está llevando a cabo medidas que bien podría acometer la derecha, la reducción del IVA de la luz (propuesta por el PP), el rechazo al impuesto a las grandes fortunas propuesto por Unidas Podemos, la falta de una reforma fiscal y también de la derogación de la ley mordaza. Y la última, al más puro estilo Tarajal, ha consistido en parar la migración desde el sur, que ha costado la vida a 37 subsaharianos. “Bien resuelto”, respondió sin titubeos el presidente del Gobierno más progresista de la historia, después de que la policía marroquí, en colaboración con la española, les matase sin temblarles el pulso, diciendo que iban armados, armados de piedras y palos, como si eso fuera un argumento válido para matar a alguien. Imaginen que quien iba armado con piedras fuera un ucraniano y no un negro, ¿se habría actuado de igual forma? La pregunta se responde sola.

La realidad es que las políticas migratorias de la Unión Europea matan y le toca a España apretar el fusil. ¿Hasta cuándo? Si un partido autodenominado de izquierdas lleva a cabo medidas de derechas, la gente va a preferir votar al auténtico y no a la marca blanca.

Cuando se acuerden de la ciudadanía maltratada quizá sea demasiado tarde. El fascismo ya está aquí, entró por la puerta grande hace tiempo y no hemos sido capaces de frenarlo. En Estados Unidos, a las pobres no les dejan abortar, aquí quizá pronto ocurra lo mismo. Sin embargo, nos darán oportunidades laborales, como por ejemplo alquilar nuestros vientres a las familias ricas. Desde luego se producirá un retroceso de derechos y libertades como hacía tiempo no presenciábamos. Ha llegado el momento de ser valiente, de acometer medidas que de verdad mejoren la vida de la gente. Y si no es posible, si la mafia no lo permite, si los poderes presionan para no hacerlo, quizá es mejor abandonar el poder institucional por la puerta grande y con dignidad.

Cuando se acuerden de nosotras ahí seguiremos, enarbolando nuestras banderas y nuestras luchas, que serán las de siempre, las de las nadies. Menos mal que nos queda el consuelo de saber que en Colombia, al menos, el pueblo ha decidido eso de vivir sabroso.