LA MAFIA DE LAS CLOACAS
Los Corleones del Orgullo Patrio
Anita Botwin 13/07/2022
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Me los imagino sudados, con sus camisas entresacadas y sus corbatas desabrochadas, con puro en mano y brandy o whisky coronando la mesa. Una mesa al fondo, tras una cristalera, porque es así como se suele reunir la mafia, a escondidas. Piden ricos platos de chuletón, ese que también le gusta a Pedro Sánchez, otro barón dandy, pero más sutil. Ellos hablan y jalean como si estuvieran participando en una peli porno o en una de la mafia, tanto da que da lo mismo, porque follan como hablan, o hablan como follan, sin amor. Se esconden en restaurantes caros para hablar de su próxima batallita, de cómo sobornarán a tal o pascual. No necesitan armas porque tienen poder, no necesitan amenazar a nadie porque tienen dinero y con él compran la palabra, la palabra como arma, un arma capaz de destruir a cualquiera.
Me pregunto dónde están ellas, cuidando a sus hijos o gestionando que otras cuiden a sus hijos, haciendo cosas de mujeres, las mujeres de los señoros de la mafia, siempre al margen. No tienen cabida, no es un espacio para mujeres, son ellos quienes deciden contra quién van en la próxima jugada, cuál será el plan de ataque, qué cabeza cortarán, a qué político de izquierdas aniquilarán. Se ríen las gracias sin gracia como los matones de instituto, esos que hacen bullying a otros, ahora lo hacen igual, porque son adultos pero solo de edad. Van a por Pablo Iglesias porque lo que representa es lo contrario a lo que ellos aspiran: corrupción, dinero, poder, privilegios.
Trampean informes con el rabo porque son los señores jefes de todo esto, los lobos del Wall Street cañí, espías y mequetrefes de tres al cuarto, los Corleone del orgullo patrio. Esos señores dan un manotazo contra la mesa y se ofenden porque Pedro Sánchez quiere aprobar una ley contra la prostitución y por ahí no, por ahí sí que no pasan ellos. Tal y como recuerda Noelia Adánez en un artículo para el diario Público, el comisario llegó a montar una red de prostitutas para su negocio de espionaje. El señoro del rabo montó una agencia de escorts que funcionaba como tapadera para sacar información de personajes públicos. A un señoro de la mafia no le pueden faltar las putas, ni los chuletones, ni el puro, porque de no ser así sería un señor blandengue, que decía el Fary, o mucho peor, un rojo deconstruido.
Su lenguaje es obsceno y machirulo, porque ellos “matan”, ellos “dan buenas hostias”, de las que duelen, de las que son capaces de quitar y poner gobiernos a su antojo y al de los poderes a los que sirven. Van contra todos los que no son ellos mismos y sus intereses, y se ríen las gracias, hablan de pollas, de rabos, parecen personajes de una película de Esteso y Pajares porque son machos y tienen que dejarlo claro, unga unga, mostrando masculinidad tóxica a raudales. Me imagino esa mesa redonda y ese giro de cámara a lo Tarantino y esa frase que arranca Pulp Fiction: “No empecemos a chuparnos las pollas todavía”. Porque ellos son muy fálicos, necesitan dejar claro que todo lo que hacen, lo hacen porque son hombres, porque son blancos y porque son privilegiados. Y por supuesto, porque tienen rabo.
Que la democracia estaba podrida ya lo sabíamos antes del escándalo de las cloacas, cuando metían a raperos en prisión u orquestaban montajes policiales falsos, como el 4F que acabó con el suicidio de Patricia Heras o la operación Pandora, sin olvidarnos de Alberto Rodríguez o Isa Serra, víctimas de lawfare. Muchos activistas han ido cayendo por el camino, en tiempos del 15M, parando desahucios o manifestándose. Que la democracia olía a cerrado lo sabemos desde el momento en el que los CIE existen y se ponen vallas en Melilla donde se asesina a personas que vienen huyendo de otros lugares en los que también huele a podrido. Que la democracia ya olía a cloaca no era ninguna novedad, lo que sí es nuevo es que sepamos que aquellos que iban de progresistas y de periodistas no eran ni lo uno ni lo otro, y ahora no solo lo sabemos unos cuantos, ahora es vox pópuli.
Me los imagino sudados, con sus camisas entresacadas y sus corbatas desabrochadas, con puro en mano y brandy o whisky coronando la mesa. Una mesa al fondo, tras una cristalera, porque es así como se suele reunir la mafia, a escondidas. Piden ricos platos de chuletón, ese que también le gusta a Pedro Sánchez, otro...
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Anita Botwin
Gracias a miles de años de machismo, sé hacer pucheros de Estrella Michelin. No me dan la Estrella porque los premios son cosa de hombres. Y yo soy mujer, de izquierdas y del Atleti. Abierta a nuevas minorías. Teclear como forma de vida.
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