LA VITA NUOVA
Magia (negra) Borràs, y otras buenas noticias
Están pasando cosas en la sociedad cat. Sería tan bello, como improbable, que ERC se sumara a la fiesta y que acabara de dejar plantado al trumpismo local
Guillem Martínez 3/08/2022
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1- Hace tiempo que no les hablaba de CatalunyaZzzzzz. Cat es un puzzle, como todo el mundo. Por lo que igual es más comprensible si se observa pieza a pieza. En este articulete les paso varias de sus últimas piezas. Verán que, ordenadas, determinan, tal vez, un nuevo paisaje.
2- El abogado general del TJUE (Tribunal de Justicia de la UE) –un cargo de difícil traducción; un supercicuta no vinculante, pero importante; lo que antes era el boticario– se posicionó, hace escasas semanas, a favor no solo de las tesis, sino incluso de las pulsiones de Llarena. Esto equivale a una suerte de acta est fabula, aplaudite, que decían los antiguos para archivar un tema y pirarse. Es, en todo caso, el inicio del tercer acto de todo este drama, que puede concluir a finales de año, con una sentencia definitiva, que reformularía el pack euroórdenes. Y con una euroorden posterior, como una casa, que podría enviar a Puigdemont et al., en el caso de que no estén en ese momento en Corea del Norte o en Marte, a Madrid, directamente y sin pasar por la casilla de salida. Si eso es así, pinta juicio y condena cargadita, sobreactuada. Esa es la tradición iniciada el 3-O de 2017. Posteriormente, estancia en la cárcel, me dicen, por un periodo similar al de los otros condenados anteriores, punto en el que Puigdemont et al. serían indultados. En el caso, claro, de que haya gobierno de coalición. Y gas, luz y agua caliente, que si bien los caminos del Señor son inescrutables, los de los señores de la guerra ya ni te digo.
3- Notas sobre este tercer acto. A) El usuario procesista está desmovilizado, por lo que, B) no hay el ambiente futbolístico de otros tiempos. Sí, claro, llegado el momento, C) se montarán pitotes, pero tal vez menos, pues los pitotes, los momentos Bob Esponja de ciudadanos en la calle con orcas y antorchas, son, D) vistos con recelo, incluso por el procesismo, desde que se produjeron los últimos, en 2019, en tanto ya no son manifestaciones cursis y moduladas por un govern, sino eso que teme Alemania, E) motines, malestar, protesta violenta y desorganizada ante objetos más amplios y reales que los propuestos por el procesismo, esa misa. El motín –ojo– parece ser la protesta del futuro. Esto es, del presente. Explosiones antigubernamentales que ningún gobierno en su sano juicio –sí, eso abre una puerta a una posible excepción cat– quiere.
4- Es posible que todo este aludido tercer acto, que ya ha empezado, no consistirá, como hasta ahora, en verticalismo del procesismo sobre sus usuarios a través de los medios públicos y concertados, sino en la delegación de todo ese agitprop en el equipo de la defensa de Puigdemont, que sería el interlocutor con los medios públicos y etc. Eso es lo que está pasado, al menos, con el caso Borràs, gestionado por los mismos abogados. Lo que nos lleva al punto 13, que viene antes del 14 y después del 12.
5- Junqueras ha denunciado a España ante el TEDH (Tribunal Europeo de Derechos Humanos). Esto es, una vez agotadas las instancias esp, el equipo de abogados de Junqueras acude a instancias europeas, para intentar que le den para el pelo a la sentencia del juicio al Procés. Creo que, con la denuncia de Junqueras, todos los expresos ya están en trámite europeo. Un trámite, por otra parte, difícil de prever y de interpretar. Por dos razones. A) el TS se salió de la curva mucho antes del juicio –colando la cosa rebelión, zas, que posibilitó que el juicio fuera en el TS, y no en el TSJC, que es el sitio natural de toda esta antinaturalidad– y después del juicio –con la sentencia; desmesurada y alejada de la lógica judicial, y de la lógica a secas–, pero hizo un juicio apañado, calculado, consciente de que el juicio mismo es la chicha del TEDH. Sí, se produjeron rarezas y novedades en el proceso. Pero vete a saber si eso es visto así por el TEDH. Veremos. El otro aspecto que dificultará la interpretación de lo que pase en el TEDH será, me temo, el propio procesismo. Que no ha cambiado, y considera que la toxicidad informativa es una suerte de inteligencia y deber democrático. No lo es, sino que es su contrario. Esa toxicidad informativa aludida, por ejemplo, es la responsable de vender constantemente éxitos europeos que, por ahora, no se han producido ni una sola vez, si exceptuamos los casos nacionales, que no europeos, de Bélgica, Alemania e Italia. Veremos.
6- La exdiputada cat Anna Gabriel viajó, por unas horas, a Madrid, donde declaró en el TS sobre su situación, para después volver a Suiza. Se trata de un acto de normalización. Gabriel, vamos, no tenía orden de búsqueda y captura, y no hay cargos de cárcel contra ella. Desobedeció a una citación para declarar en el TS. Eso es todo. Muy poco como para edificar una iglesia sobre esa roca. Personalmente, temía que el TS optara por sobreactuar su respuesta cuando ese momento del retorno llegara. No lo ha hecho. Bien. Esa no sobreactuación llevó al fin de otra sobreactuación. La de denominar exilio a una estancia en el extranjero huyendo de ningún cargo. Sobreactuar, ampliar la gravedad de las palabras ante lo ocurrido, el número de personas golpeadas o acusadas judicialmente, entorpece, incluso impide, la percepción de lo que pasó en Cat, de los abusos del Estado y del gobierno en 2017. Estado y gobierno se extralimitaron, en efecto. Que el procesismo sobreactúe es, a su vez, otra extralimitación, otra toxicidad, que impide percibir la gravedad real de lo vivido. Gabriel es, en todo caso, el segundo caso de persona vinculada al procesismo que retorna. La otra –Meritxell Serret, de ERC; actualmente diputada en el Parlament– lo hizo hace un año, tras también un cambio de abogado. Ambas optaron por Íñigo Iruin –en el caso de Serret, sustituyó a Boye–. Un gran abogado. Colaboró en la legalización, o en la no-ilegalización, de Sortu, consiguió un recurso de amparo del TC contra la condena del TS a miembros de la Mesa Nacional de Batasuna, y colaboró en la consecución de una condena efectiva para el general Galindo. Sorprende que, para ese proceso sencillo de negociación del retorno de dos personas sin grandes cargos, se haya optado por un peso pesado y un gran conocedor del TS. Puede ser un indicio de que a) en la cercanía del procesismo no existen, o no se valoran esas características, o de que, b) esos giros de guión hacia la ausencia de sobreactuación es preferible hacerlos desde otra cultura. O c) ni idea. En todo caso, es bueno no sobreactuar. Es, incluso, de izquierdas. Mola. Felicitaciones.
7- En todo caso, hay grandes cambios en la CUP, y en Cat, que tienen que ver con la sobreactuación vivida y con su mella. Sobre CUP. En lo que es otro recorte de sobreactuación encomiable, la diputada en 2017 por la CUP, Gabriela Serra, reconoció hace semanas que la CUP sabía, el 27-O –the night they drop Old Dixie down–, que la DUI era un fake sin recorrido y sin nada previsto. Y que la CUP decidió no comunicarlo a la sociedad, sino participar de la fiesta. Algo importante, pues la fiesta, tras la extralimitación de la mentira, condujo al cultivo de la mentira, al fake como política, al nacimiento –punto 12– del trumpismo cat. Independientemente de otras valoraciones, decir esas cosas, incluso varios años después, requiere valentía. Plas-plas-plas. Hay, no obstante, quien ha ido más lejos.
Hay grandes cambios en la CUP, y en Cat, que tienen que ver con la sobreactuación vivida y con su mella
8- En Arran, grupo vinculado a las CUP, se ha producido una ruptura. Anecdótica –hablamos de un grupo pequeño dentro de un grupo pequeño–, pero categórica –reproduce algo, una dinámica robusta, que está sucediendo en otras culturas–. Se trata de una escisión de más de 30 grupos comunistas, que pretenden intensificar –entiendo– el socialismo por encima de las identidades. Se trata de una ruptura absoluta en el nacionalismo cat. Similar –entiendo, indeed– a la protagonizada por GKS, esa ruptura absoluta con la cultura abertzale, producida unos años antes en Euskadi. Gazte Koordinadora Sozialista, recordemos, nació como un desencuentro de jóvenes de izquierdas vascos frente a generaciones abertzales anteriores. Comunistas, internacionalistas, distanciados de los discursos de las identidades, fueron señalados, en su día y por parte de sus mayores, como españolistas y antifeministas –dos identidades, por cierto; por cierto, así es como ha sido saludada la escisión cat por parte de los no escindidos–. GKS, un grupo muy leído y estudioso, me dicen, hoy prepara un nuevo partido comunista no circunscrito a ningún territorio. Ambos fenómenos –GKS y los ex-Arran– explican una desafección a tener en cuenta. Ante dos nacionalismos. Y después de un periodo de intensificación de esos dos nacionalismos. En el caso cat, ante una gran mentira de Estado, que fue el Procés, en la que la izquierda cat –CUP y una parte del staff de Comuns, determinante en el hecho de que hoy Comuns sea un partido casi residual, según las encuestas– participó a tope. Incluso hoy. El nacionalismo, incluso con bicho/mentira, es un gran aglutinador donde no hay nada más, algo común en el neoliberalismo, ese no-hay-nada-más. Eso fascinó a las corrientes populistas de izquierda en Cat e, incluso, en Esp. Aún lo hace, me temo. Lo de Arran/GKS es, ojo, algo nuevo. Un punto y aparte. Un indicio de que estamos en otro sitio. Lo que nos lleva a otro sitio. El de siempre, o punto 9.
9- Esa inteligencia del abandono de las identidades existe. Es la única oposición a las derechas e izquierdas que optan por las identidades. Tiene su futuro. Y su peso. La percepción, no de esa inteligencia pero sí del cansancio frente a los discursos rampantes y vacíos de la identidad, ha determinado, me temo, el giro oficial de ERC, tras la última reunión de la mesa Gobierno-Govern, en la que se pactaron dos acuerdos sumamente básicos, pero en la espiral de identidad esp y cat, importantes. Se trata de a) la renuncia a la unilateralidad, y de b) el reconocimiento por parte del Gobierno –importante, no del Estado, ni del para-Estado, ni del Deep-State– del modelo lingüístico votado por el Parlament hace poco. Como cualquier medida del Gobierno –los límites al gasto particular de energía, por ejemplo–, esto no es nada si no se llega a un segundo acuerdo. Veremos.
10- Y luego tenemos, claro, el caso Borràs. Contrariamente a todo lo que hayan leído, es –casi– una buena noticia.
11- El caso –el posible fraccionamiento de facturas a un posible amigote por valor de 300.000 posibles euros– se arrastra desde hace años. No solo ha convivido con la carrera política de Laura Borràs, sino que era, literalmente, su carrera política, la posibilidad de ser juzgada y, con ello, movilizar a parte de la sociedad y, de paso, revalorizar su propio peso político específico en una cultura democrática con la información centralizada y sesgada, en la que se valora el sufrimiento y la persecución, incluso donde no hay de eso. Los posibles cargos de corrupción no hicieron que ERC, CUP y JxC vetaran a la persona de Borràs en la política cat. Al contrario. Fue aupada como candidata a la Gene por JxC, y ERC la encumbró como presi del Parlament como mal menor, pues podría haber sido, de no haberse contentado con eso, vicepresidenta de la Gene. La cultura democrática cat, escasa, ha posibilitado no solo la promoción de un cargo por, precisamente, estar imputada por corrupción, sino que el discurso de Borràs sea retransmitido en tiempo real por los medios públicos y concertados, durante un tiempo dilatado. Lo que ha permitido observar una mayor degradación democrática de la habitual, a través de los intentos para que la persecución de la corrupción sea entendida como lawfare, para que la presunción de inocencia –lo ha dicho, lo ha dicho– impida a un cargo ser juzgado, o para que la palabra personal de un imputado –soy inocente, y todo eso– supla un juicio, lo dicho, por corrupción.
12- La mala noticia es que Borràs ha dibujado con facilidad, sin oposición, sin escándalo, el mayor y más exagerado trumpismo cat, esa cosa que no desaparecerá fácilmente. La buena noticia es que Borràs no ha podido materializar ese éxito. O, al menos, no aún. No ha podido cambiar leyes en el reglament del Parlament. El día en el que se concretó su suspensión como diputada y, por ello, como presidenta del Parlament, convocó una manifestación de hombres y señoras bisonte, en las inmediaciones del Parlament. Pero solo fueron cuatro gatos del procesismo, ese Imserso de luxe. Hizo un manifiesto saliente, en la línea contraria al manifiesto rupturista de Arran: sin análisis, orientado al odio, en el que señalaba partidos y personas físicas, al más puro estilo Trump. Y ello generó más estupor que odio. Algo ha fallado, en fin. Y no ha sido la cultura democrática cat, ese fallo continuo, panibérico. Haya pasado lo que haya pasado, ha pasado en la sociedad. En la sociedad, ya en 2017, sucedió algo inusitado. Pasó algo. Algo alejado del nacionalismo y del Estado. Del catalanismo, del españolismo. Pocas personas, con un discurso difícil, se enfrentaron casi en silencio a dos bandos enfurecidos, en defensa de algo mayor que ellos mismos, y a través de, únicamente, cultura democrática. Esto es, de defensa de la minoría frente a la mayoría gritona. Ese estado de ánimo, que no vota lo mismo, y que incluso no vota, ha ido creciendo. Ha metido el dedo en el ojo, incluso, a la opción trumpista mejor calculada por aquí abajo. Y a la que, por primera vez, y desde diversos medios –algo imposible en Cat hace 5 años: la disidencia–, se le ha llamado así.
La mala noticia es que Borràs ha dibujado con facilidad, sin oposición, sin escándalo, el mayor y más exagerado trumpismo cat
13- El discurso de Borràs es el de su defensa. Y el de su defensa es el típico de las defensas de, por ejemplo, narcotráfico u otros delitos comunes, profundos e intensos. Confundir, invalidar pruebas con dudas no demostrables, crispar e intentar dilatar el juicio. Sí, es un error político absoluto optar por esas defensas de delito común cutre. Pero se accede a esas defensas por voluntad propia, por proximidad entre un discurso político previo y esas defensas. Si las defensas de Borràs y de Puigdemont van a llevar la voz cantante en este tercer acto, la sociedad se va a enfrentar, otra vez, a una nueva oleada de confusión, posdemocracia, mentiras y odio. Y, por todo ello, desafección.
14- Están pasando cosas en la sociedad cat. Sería tan bello, como improbable, que ERC se sumara a la fiesta y que acabara de dejar plantado al trumpismo local. Por ejemplo, devolviendo a la sociedad los medios de comunicación públicos. Lo que en Esp te hace Ferreras, en Cat te lo hace, más barato, el propio Estado, la Gene, a través de sus medios. El procés y, luego, el trumpismo cat, quizás tan solo sea eso. Medios de comunicación al servicio político. Que los desenchufen. Que vuelva la sociedad.
1- Hace tiempo que no les hablaba de CatalunyaZzzzzz. Cat es un puzzle, como todo el mundo. Por lo que igual es más comprensible si se observa pieza a pieza. En este articulete les paso varias de sus últimas piezas. Verán que, ordenadas, determinan, tal vez, un nuevo paisaje.
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Autor >
Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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