1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

  308. Número 308 · Mayo 2024

  309. Número 309 · Junio 2024

  310. Número 310 · Julio 2024

  311. Número 311 · Agosto 2024

  312. Número 312 · Septiembre 2024

  313. Número 313 · Octubre 2024

  314. Número 314 · Noviembre 2024

Ayúdanos a perseguir a quienes persiguen a las minorías. Total Donantes 3.340 Conseguido 91% Faltan 16.270€

Historia

Cinco escenas sobre el imperio de los romanos

Con una entrevista sobre la esclavitud y la Nueva York colonial

Mario Campaña 9/10/2022

<p>Mosaico de mediados del siglo III con imágenes de esclavos de Dougga, Túnez.</p>

Mosaico de mediados del siglo III con imágenes de esclavos de Dougga, Túnez.

Pascal Radigue

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Primera escena. En junio de 2022, en Madrid, se reúne la OTAN, con sus príncipes-electores. La finalidad: la coronación del nuevo emperador de todos los romanos. El escenario: la iglesia del Prado. Como corresponde a la tradición imperial, y para dar más realce a la ocasión, han preparado una guerra, una guerra de consagración del nuevo emperador. Y el caballero mayor de los anfitriones, actuando según los protocolos cortesanos, proclama que el fastuoso cónclave es “una oportunidad para la paz”. A pocas calles, en uno de los teatros del Reino, los políticos-funcionarios se entregan a otro de los tantos espectáculos que animan la ocasión, una obra llamada Las cloacas. Siguiendo el hábito, toman el escenario por el mundo representado. Y silban y abuchean por la chabacanería, zafiedad y falta de ética de ciertos comediantes.

Cambio de escena. Entre 1710 y 1793, ante irresolubles y sangrientos problemas, como las guerras religiosas, los pensadores-funcionarios de la llamada Ilustración entienden que las estructuras políticas y morales provistas por la religión cristiana y las monarquías resultan insuficientes. En 1710, Gottfried Leibniz publica Ensayos de teodicea: sobre la bondad de Dios, la libertad del hombre y el origen del mal, y en 1793 Immanuel Kant da a conocer un articulo y un libro, La religión dentro de los límites de la mera razón, en que discurre sobre el mal moral y “el mal radical en la naturaleza humana”. Entre una fecha y otra, los Diderot, De La Mettrie, D’Holbach, Rousseau, Hume, Voltaire, Montesquieu, Adam Smith, Shaftesbury y muchos otros como ellos concluyen que Europa, es decir, el mundo, necesita nuevos principios. Inspirándose en la tradición grecorromana, como era debido, erigen el ideal de la república a un lado y otro del Atlántico. Siguiendo la consigna de comerciantes, prestamistas e industriales, consagran la libertad y la igualdad. Y nacen la democracia y el Estado moderno. Para que no haya confusiones, en la misma época, en el llamado Sacro Imperio Romano Germánico, fueron nombrados cuatro nuevos emperadores, entre estos Federico II, el Grande, el monarca ilustrado. El proyecto milenario seguía vivo; inspiró a Alejandro Magno, después a Roma, luego a la Iglesia católica y aún alimentaría al Tercer Reich. Era seguro: el Mal podía ser vencido con las leyes y la moral.

Tercera escena. En la misma época, centenares de miles de africanos son secuestrados, comprados y llevados a América y allí subastados, vendidos, explotados y asesinados en las grandes plantaciones que, de norte a sur, los europeos habían abierto en esas Indias equivocadas de allende el Atlántico, en un incomparable festín. Quienes lo movían eran los mismos comerciantes, prestamistas e industriales que habían hecho consagrar la libertad y la igualdad, más los monarcas y obispos. Para visualizar correctamente la escena, hay que decir que “en las colonias [americanas] más florecientes, la población esclava llegó a ser diez veces superior en número a la libre”. La estadística no es escandalosa: en la democrática Atenas vivían más o menos 21.000 ciudadanos y 400.000 esclavos, según el censo de Demetrio de Falero, uno de los gobernantes de la ciudad-estado. Y hay que saber que “alrededor de 1770, la producción de esclavos dominó el comercio en el Atlántico y generó grandes fortunas en Burdeos y Liverpool, Londres y Nueva York, Boston y Nantes”. La Ilustración puso en marcha su gran proyecto modernizador negándose a tener en cuenta que en la acumulación de su riqueza y por tanto en el fundamento de su proyecto había intervenido un principio destructor, que permitía a algunos hombres y pueblos disponer de la vida de otros, y que, dejando actuar a ese principio, la modernidad naciente se entregaba a un albur histórico que podía ser trágico. Los reyes, príncipes y funcionarios-pensadores no quisieron ni oír hablar de eso. John Locke, uno de los primeros ilustrados y así, predecesor en el diseño del mundo nuevo, fue secretario de los esclavistas británicos en Carolina, en América del Norte. Esos Lords Proprietors de Carolina, amos de tierras y personas, otorgaron a Locke un título nobiliario y cuatro mil baronías en su colonia.

Las dos guerras mundiales exhiben que el mundo construido por la Ilustración estaba muy lejos de haber resuelto los horrores que llevaron a la caída del sistema monárquico-feudal

Cuarta escena. Y he ahí que, dos siglos y medio después, todo salta por los aires: la Primera y sobre todo la Segunda Guerra Mundial exhiben catastróficamente que el mundo construido estaba muy lejos de haber resuelto los horrores que llevaron a la caída del sistema monárquico-feudal. El arduo, concentrado y prolongado diagnóstico de la intelligentzia europea era erróneo, los pensadores-funcionarios se habían equivocado. Un principio destructor indeterminado estaba actuando con un poder inusitado en la consciencia moderna. Y no fue una pitonisa sino Hannah Arendt quien afirmó entonces que en la segunda mitad del siglo XX el Mal debería ser el tema dominante del debate intelectual en Europa. Los reyes y príncipes se han negado.  

Quinta escena. Siguiendo vagamente a Jürgen Habermas, que en 1980 planteó la necesidad de llevar la modernidad hasta su completitud, pues había quedado inacabada, uno de los caballeros mayores del Reino defiende en este 2022 la necesidad de dar “una segunda oportunidad a la Ilustración”. De manera sorprendente afirma que “de lo más grave en la modernidad ha sido la separación entre la razón y el corazón”. Que lo dijera Pascal en el siglo XVII tenía sentido, pero repetirlo ahora es hablar con los ojos cerrados. La diferencia entre razón y sentimientos hace mucho que fue abolida. Ya Adam Smith, en su Teoría de los sentimientos morales, predijo que el hombre de negocios de la modernidad estaba condenado a la moralidad, pues de eso dependía la buena marcha de su comercio. Todo defensor de la Ilustración debería saber que ya no hay oposición entre razón y sentimiento. No hay diferencias entre lo que pensamos y lo que deseamos. Hoy solo tenemos sentimientos convenientes. El predicho caballero mayor del Reino hace responsable a la cultura posmoderna de los males de hoy, pues, según él, al margen de la modernidad y la Ilustración solo queda la barbarie. Pero la mayor demostración de barbarie tuvo lugar antes de que nadie hablara de deconstrucción o posmodernidad. Los dos holocaustos modernos, el de los africanos y el de los hebreos, ocurren en el auge de la Ilustración. 

De la esclavitud, forma escandalosa y palpable del Mal, la Ilustración no quiso hablar. Pero es precisamente del mal que necesitamos hablar

De la esclavitud, forma escandalosa y palpable del Mal, la Ilustración no quiso hablar. De la esclavitud, el emperador y reyes y príncipes y caballeros de hoy no quieren hablar. Sus portavoces ni siquiera recuerdan el tema. Pero es precisamente del mal que necesitamos hablar.

Por ello he hecho preguntas a la profesora Beatriz Carolina Peña, de la City University of New York, CUNY, sobre su libro Juan Miranda y otros negros españoles en la Nueva York colonial, publicado por la Universidad de Rosario, Colombia, en 2021, que versa precisamente sobre la esclavitud. Juan Miranda (1719-1760, aproximadamente), nacido en Cartagena de Indias y súbdito español libre, fue apresado a los quince o dieciséis años de edad por corsarios y conducido hasta New York, donde vivió como esclavo durante veintiséis años. Los últimos cuatro años de su vida estuvo litigando por su libertad, sin obtenerla.

La profesora Beatriz Carolina Peña, de la City University of New York.

Háblenos por favor de la importancia estratégica del puerto y la provincia de Nueva York en relación al mercado y el comercio esclavista, los usos o destinos laborales de los esclavos y la demografía o porcentaje de la población esclavizada. 

El origen de Nueva York garantizaba lo que hoy llamamos su ‘cosmopolitismo’. Primero fue neerlandesa, desde que la isla de Manhattan fuera arrebatada a los habitantes originarios. Un alto porcentaje de la población de la ciudad era de ascendencia y nacionalidad holandesa. Solo después de ser neerlandesa Nueva York pasó a ser inglesa. Casi un veinte por ciento de los neoyorquinos era de raza negra; la mayoría de ellos se hallaba en condición de esclavitud. La población esclavizada de Manhattan era la más elevada de una urbe colonial británica, a excepción de Charleston, en Carolina del Sur. Con respecto a la procedencia de los esclavos, algunos llegaban directamente desde África, pero la mayoría pasaba antes por las llamadas Indias Occidentales, lo que garantizaba a los compradores que muchos sujetos negros hubieran ya superado la terrible “aclimatación” en las plantaciones ardientes e inmisericordes del Caribe. La ciudad de Nueva York estaba dotada de un mercado donde se vendían los esclavos, pero también se realizaban subastas en otros lugares públicos. Además, como demuestro en mi libro, una de las formas que tenía el mercado de proveerse de esta mano de obra era la actividad de los barcos corsarios, a través de la venta de los tripulantes no blancos de los navíos hispánicos y, en menor grado, franceses. El comercio era una faceta nuclear de la personalidad de Nueva York. Parte de ese aferrarse consistía en mantener los lazos económicos con el resto de las colonias hermanas. La provincia de Nueva York ejercía un papel muy importante en el intercambio comercial entre las colonias británicas del noreste de América y las islas del Caribe. La ciudad de Nueva York se aferró al poderoso imperio inglés ante las amenazas constantes del enemigo francés, español e indígena que la circundaban.

La población esclavizada de Manhattan en el siglo XVIII era la más elevada de una urbe colonial británica, a excepción de Charleston, en Carolina del Sur

El Caribe, entendiendo por tal tanto las islas como las costas de las hoy repúblicas de Centroamérica, Colombia y Venezuela, fue el epicentro de la esclavitud en América, por situarse allí los principales puertos de llegada de los buques negreros desde África, para su posterior reparto por todo el continente. Desde el Caribe eran llevados los esclavos no solo al sur sino también al norte, a Estados Unidos y así a Nueva York. Es el ámbito geográfico de la historia de Juan Miranda. ¿Quiere describir ese Caribe desde el punto de vista de los intereses de las potencias europeas y el negocio esclavista?

El colonialismo europeo se inició en las Américas con la presencia española. La competencia agresiva entre los imperios generó en el siglo XVII la penetración de Holanda, Francia e Inglaterra, en este orden, en territorios sobre los que España había reclamado posesión previa; así lo demuestra, por ejemplo, La Española, el caso más paradigmático por su envergadura simbólica en el proceso histórico de la invasión europea del Nuevo Mundo. Los franceses se apoderaron de parte de la isla; este hecho se refleja hoy en la existencia en su demarcación de dos naciones con tensiones entre sí: la República Dominicana y Haití. Por otra parte, Holanda, Francia e Inglaterra se apresuraron a apropiarse, cada una, de una sección distinta de las Antillas Menores. El Caribe era el final de la travesía transoceánica, donde culminaba la primera fase de la ruta comercial de los negros capturados en África. Poseer territorios antillanos era cardinal para participar en plenitud del lucrativo comercio del tráfico de esclavos procedentes de África. Es evidente que el acceso al mar caribeño les facilitaba a los actores de este intercambio la rapidez del procesamiento, depósito y redistribución de los negros que lograban sobrevivir el aflictivo recorrido trasatlántico. Otra razón para ambicionar estos dominios era que los territorios tropicales de la zona constituían suelos ideales para el cultivo de productos de gran demanda y renta, como el azúcar, el cacao y el tabaco. Para completar este cuadro de beneficios, las plantaciones ubicadas en el área podrían, con facilidad, prontitud y a bajo costo, surtirse de esclavos y reponerlos, según surgiera la necesidad.  

Cuenta usted que la animadversión británica contra los corsarios españoles, rivales en las disputas comerciales, se habría dirigido por igual hacia los Spanish negroes, es decir, los africanos y americanos esclavizados por la corona española que habían sido arrastrados hasta la ciudad de Nueva York como mano de obra forzada. ¿De qué modo la población esclavizada sufría la animadversión mencionada, ya no como los otros esclavos sino además como esclavos que procedían del enemigo español?

Un hecho concreto para demostrar esa animadversión es, precisamente, la ‘Conspiración de New York’ o el ‘Gran complot de los negros’ de 1741. Como las coronas inglesa y española se hallaban enfrentadas en guerra, las autoridades de la provincia de Nueva York tenían la certeza de que España podía intentar invadir y apropiarse de los territorios ingleses de Norteamérica. De hecho, no era raro que se avistaran barcos enemigos a todo lo largo de las costas coloniales inglesas del Este, en general practicando el corso. En este contexto, los Spanish negroes, es decir, los hispanocaribeños presentes, esclavizados en la ciudad de Nueva York, se percibían como aliados potenciales de la amenaza española. Por lo tanto, en aquel momento crítico, fue creíble la teoría de que quienes estaban tras la ‘Conspiración de New York’ pensaban coligarse con los católicos españoles para entregarles la isla de Manhattan y, en el proceso, lograr la libertad y el poder político. Se imaginaba que los Spanish negroes, por su procedencia, catolicismo, lealtad al rey de España, dominio de la lengua castellana y experiencia marítima y de combate entre las olas serían protagonistas de la rebelión y de la cesión de Nueva York cuando los españoles llegaran al puerto.

La suerte de Juan Miranda y sus esfuerzos por recuperar su condición de hombre libre en la Nueva York colonial parece que empieza a cambiar con la llegada del inglés William Kempe al cargo de fiscal general y procurador general. ¿Cómo era posible la aparición de posiciones promanumisión de este tipo de esclavo, los Spanish negroes, en ese contexto metropolitano y colonial tan sumamente impregnado de prejuicios en que un propietario esclavista podía matar a su esclavo “sin ninguna consecuencia punitiva? ¿A qué le atribuye la existencia de un pensamiento como el de Kempe, capaz de impulsar un juicio en que “el esclavo demandaría al amo”?

Responder a esa pregunta es para mí uno de los retos de investigación que me he propuesto emprender en el futuro más o menos cercano. El primer elemento para tomar en cuenta es que William Kempe llegó a Nueva York como un hombre maduro y con principios sólidos. Sospecho que pudo haber estado influenciado por las ideas de igualdad procedentes de los cuáqueros. Según mis pesquisas preliminares, en su lugar natal de Lewes, Sussex, existía, desde 1655, un centro de reunión de seguidores de esta doctrina religiosa. Por supuesto, esto es solo una hipótesis, y ardo en deseos de conseguir fondos para viajar a Lewes, revisar archivos, y conocer más, allí mismo, sobre la historia de los cuáqueros y de los Kempe. A menos que encuentre escritos de William Kempe sobre sus creencias y prácticas religiosas o quizá su nombre en alguna lista de asistencia a la casa cuáquera, no podré demostrar, categóricamente, esta impronta en él; pero aspiro, por lo menos, a verificar el posible influjo de los cuáqueros en Kempe en la primera mitad del siglo XVIII.

Primera escena. En junio de 2022, en Madrid, se reúne la OTAN, con sus príncipes-electores. La finalidad: la coronación del nuevo emperador de todos los romanos. El escenario: la iglesia del Prado. Como corresponde a la tradición imperial, y para dar más realce a la ocasión, han preparado una...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes iniciar sesión aquí o suscribirte aquí

Autor >

Mario Campaña

Nacido en Guayaquil (Ecuador) en 1959. Es poeta y ensayista. Colaborador en revistas y suplementos literarios de Ecuador, Venezuela, México, Argentina, Estados Unidos, Francia y España, dirige la revista de cultura latinoamericana Guaraguao, pero reside en Barcelona desde 1992.

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí