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En los meses de octubre y noviembre se produce en Madrid una saludable concentración de conciertos flamencos y jazzísticos. Otros meses la música está como desterrada de esta ciudad. Días de mucho, vísperas de nada. Viene siendo así desde que desapareció aquella musicolandia de la movida ochentera del siglo pasado, cuando día y noche eran un carnaval para la música en vivo y sus melómanos. Los tiempos cambian, solemos darnos cuenta de esto cuando cambian a peor. Pero en el otoño de este cambiante Madrid todo es de color gracias, por ejemplo, a la Suma Flamenca.
Este año –con buen criterio– la Suma comenzó planteando un tema de rancio abolengo: la movida flamenca. Se recordó a Mario Pacheco y Cucha Salazar, artífices del seminal y modélico sello discográfico Nuevos Medios. Fueron creadores del imaginario de los Jóvenes Flamencos, impulsores de la buena música emergente aliada de los artistas consagrados en todos los géneros. Gran fotógrafo, Mario fijó los tiempos nuevos en sus retratos flamencos y en las portadas de discos que se recogen en su exposición fotográfica del Ateneo de Madrid. Imágenes con alma, que impactan, que no mienten.
Autorretrato del fotógrafo Mario Pacheco que forma parte de la exposición en el Ateneo de Madrid.
Catarsis en la reunión-cumbre con algunos de los excepcionalísimos artistas fichados por Mario: Pepe Habichuela, Josemi Carmona, Jorge Pardo, Carles Benavent, Javier Colina, Tino Di Geraldo, Bandolero y la voz descomunal y exquisita de Silvia Pérez Cruz. Emoción a calzón quitado de este grupo salvaje del arte sin fronteras. Dos horas de verdad, inspiración y locura por Mario Pacheco. Todo fue una enormidad, pero hubo dos momentos de sobrehumana incandescencia artística: la soleá de Pepe Habichuela a su amigo Mario y el ascenso y descenso por las torrenteras del alma con la voz enduendada de Silvia Pérez Cruz, una diosa interpretando la Elegía a Ramón Sijé. Mario Pacheco, nunca tendremos otro como él.
En un universo paralelo y muy próximo a la movida flamenca de Mario Pacheco, el ciclo madrileño Villanos del Jazz abrió con una cuña hermana: la copla revisitada por Martirio y Chano Domínguez. Estaban en otro proyecto, pero no hubieran desentonado en el homenaje a Mario por un buen par de razones. Martirio arrancó su carrera en Nuevos Medios, que publicó su primer disco Estoy mala (1986). Y en 1994 este sello también le publicaba a Chano, Pardo, Colina y Di Geraldo 10 de Paco, disco con epifanía del maestro de Lucía. Veinticinco años después de su maridaje con la copla, Chano y Martirio han ido depurando el espacio de creación a partir de las obras clásicas de la tonadilla. Y esa estupenda compañía sentimental propicia un juego bien sofisticado para los intérpretes y para el espectador. Se disfruta de nuevas esquinas, de otros rincones para los historiones de Ojos verdes, Torre de arena, Tú eres mí marío, Te lo juro yo, La bien pagá y, por supuesto, Tatuaje. Si lo grandioso pudiera meterse en un suspiro de madrugá, eso sería la copla jazzística de Chano y Martirio.
Riqueni y Linares
El guitarrista sevillano Rafael Riqueni durante su actuación en los Teatros del Canal. Foto: David González.
Volviendo a lo vivido en la Suma Flamenca, dos hitos han tenido lo hasta ahora nunca visto y disfrutado: Rafael Riqueni y Carmen Linares. Dos artistas flamencos que están en lo más alto y que han dado dos conciertos, tal vez, insuperables hasta para ellos mismos. A diferencia de la conmovedora inmersión interior mostrada hace pocos meses en Madrid por Rafael Riqueni en torno a su disco Herencia, su concierto en la Suma fue un inusitado ascenso a la faceta extrovertida de Rafael, hombre esencialmente humilde en escena. Comenzó con los temas de su descomunal último disco Herencia (2021), con la granaína Triste Luna dedicada a Enrique Morente y la Soléa de los Llanos para Manolo Sanlúcar. Acompañado por las guitarras de Salvador Gutiérrez y Manuel de la Luz, Rafael hizo los temas de Parque de María Luisa (2017), su álbum más vitalista, bucólico y lleno de pájaros. Para dejar constancia de las aves cantoras en su música, sonó la pieza Trinos. “La inspiración me vino escuchando los cuartos de tono y los microtonos de los pájaros en el parque”, dijo Rafael. Una maravilla de las maravillas, pero hubo más: los temas de reciente composición para la obra Nerja, con una malagueña gigante para Antonio Benamargo, certero director de la Suma. Y para esta obra todavía sin grabar, Rafael se arrimó al violonchelo de Gretchen Talbot: una nana inmensa con toda la tragedia de Amargura y con la fantasía de La Nana del Caballo Grande. Rafael Riqueni, todo luz, inventiva y sobrecogedora flamencura.
La flamencura de Carmen Linares es lo primero que se ve. Viene avalada por toda una vida dedicada al cante grandérrimo. Este año, Carmen ha recibido el Premio Princesa de Asturias de las Artes junto a María Pagés (lo reciben el 28 de octubre en Oviedo). La Suma de este año va dedicada en general a Madrid como provincia del imperio flamenco. Carmen Linares recordó que aquí se hizo artista, cuando a finales de los años 60 comenzó a trabajar en los tablaos madrileños al lado de las grandes figuras del momento. El peso de la responsabilidad hizo que Carmen se sorprendiera de la entrega y de la intensidad que ella misma estaba dando, casi como si estuviera en un examen. Arrancó por fandangos de Lucena y el cante la Peñaranda, enfilando una noche en la que todo iba a discurrir por la senda del cante tradicional. Al llegar a los tientos recordó especialmente a dos compañeros con los que coincidió en el tablao: Enrique Morente y Rafael Romero, El Gallina. Y de los dos míticos cantaores hizo recreaciones. De Morente volvió a acordarse en los fandangos de Huelva. Todo lo hace grande Carmen, con conocimiento, control y exigencia absolutos. En esta noche de tributo a la tradición apenas se asomaron los grandes poetas que Carmen frecuenta. Pero la tradición también ha entregado una pléyade de coplas hermosas que alguien desconocido inventó en su tiempo. Y un jirón de la tierra se desprendió cuando Carmen hizo los versos de Juan Ramón Jiménez, el poeta que cantó a la muerte y la raíz. Pepe Torres bailó de escándalo por seguiriyas, tonás, bulerías… Todo el cuadro de tocaores, voces y palmas que lleva Carmen estuvo pletórico; por segunda vez escuchamos la exquisita guitarra de Salvador Gutiérrez. Fue un concierto de subidón en subidón con una Carmen Linares titánica. Su voz te lleva –hipnótico– a la fuente del gozo:
“Toma este puñal dorao
Y ponte tú en las cuatro esquinas
Y dame tú de puñalás
Y no digas que me olvidas
Y no me lo digas jamás…”
El estado de salud del flamenco es bueno o muy bueno. No se entienden todas esas críticas que lo ponen en peligro. Desde el riesgo o la tradición, a diestro y siniestro, encontramos artistas singulares, con poderío y personalidad. Tino Di Geraldo es un percusionista estrella, que en esta Suma ha protagonizado una inmersión en los modos de la música india de la India. El confinamiento hizo que Tino volviera a sus tablas indias y de esa vieja querencia viene este vibrante concierto. Acompañado por la guitarra de Melón Jiménez y las flautas de Lara Wong, Tino estuvo emocionante y en maestro por seguirillas, tangos, bulerías, sevillanas, chotis madrileño, música gnawa, una versión de Weather Report o la escapada feliz al paraíso de John McLaughlin con Shakti. Un puñado de belleza.
El guitarrista Chicuelo, al fondo, y la bailaora Karen Lugo durante una actuación en el Taller de Músics de Barcelona.
La noche de El Pele estuvo dominada por lo que mejor sabe hacer: cante a toda potencia. El cantaor cordobés se entregó al máximo deslizando soberanos ecos de Morente en algunos cantes. En la noche del guitarrista Chicuelo, otra explosión de dominio y creatividad. El tocaor de Cornellá de Llobregat, acompañante habitual de las grandes figuras del cante, descubrió su propio territorio en compañía de la formidable y sensual bailaora Karen Lugo, el violonchelo acrobático de Martín Meléndez y la batería sabia de David Gómez. Hay vida en el flamenco, mucha vida, diversa, con su propio ángel. La Suma viene dando fe de estos prodigios. El flamenco es nutritivo.
En los meses de octubre y noviembre se produce en Madrid una saludable concentración de conciertos flamencos y jazzísticos. Otros meses la música está como desterrada de esta ciudad. Días de mucho, vísperas de nada. Viene siendo así desde que desapareció aquella musicolandia de la movida ochentera del siglo...
Autor >
Pedro Calvo
Periodista chusquero. Nací en Cuatro Caminos (Madrid), en 1954. Vengo de los felices tiempos del estajanovismo plumilla. Me dio por escribir de músicas y de la tele. Tengo el humor ahí. Una manía. En RNE me dejan ponerme fino delante del micro.
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