Cultura y memoria
El flamenco y la infamia apolítica
Sobre el centenario del I Concurso de Cante Jondo, primer certamen de flamenco de la historia, celebrado en Granada el 13 y 14 de junio de 1922
Pedro Lópeh 6/06/2022
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Hace exactamente cien años, como hoy, las miradas políticas se dirigían hacia Rusia. Los marhuendas de entonces decían que allí, en el contexto de una espantosa guerra civil, los bolcheviques se estaban comiendo literalmente a los niños. Se ve que los chiquillos, como los corderos, están más tiernos que los adultos, así que los burgueses de bien se comieron en su jugo el cuento de la antropofagia infantil. Proliferaron las campañas para recaudar fondos destinados a salvar a los pequeños eslavos. García Lorca, sin ir más lejos, donó cinco pesetas a la causa (que le sobraban, dicho sea de paso, por vía hereditaria, circunstancia de la que poco se habla).
Las miradas de entonces, como hoy, también estaban puestas en el norte de África, donde la tropa española había sufrido una terrible masacre efectuada, que ya es recochineo, con parte del armamento patrio que nuestros ruines generales vendían al enemigo para sacarse unas perrillas. Los comisionistas ibéricos, igual que la energía, ni se crean ni se destruyen: sólo se transforman. El Trastorno de Hiperactividad por Déficit de Imperio era la enfermedad de moda en la época, así que el protofascismo nacionalista estaba soliviantado, como los venados con las primeras lluvias de otoño. Aquello parecía una berrea rojigualda de simpáticos rocabareas, otro fenómeno inmarcesible.
Además de Rusia y Marruecos, la casa estaba hecha unos zorros. Las autoridades reprendían con ahínco las revueltas obreras, el comunismo llegaba a España con influjo soviético, los nacionalismos peninsulares tomaban forma y cuestionaban la unidad hispánica… Primo de Rivera, un señorito andaluz como los de ahora y siempre, se preparaba para el golpe y en la vecina Portugal, cagada la Iglesia con el panorama socialista, se inventaron una aparición mariana, la de Fátima, que alertaba a los pastorcillos, ¡oh, dios santo!, del peligro comunista. Imagino que esa misma virgen fue la que fundó la COPE.
Que hoy, a cien años justos del evento, sólo pongamos el foco en los aspectos musicales de la efeméride es un crimen de lesa razón histórica
Que en ese contexto un grupo de burgueses e intelectuales se inventen un think tank con la excusa del flamenco, pues vale; pero que hoy, a cien años justos del evento, sólo pongamos el foco en los aspectos musicales de la efeméride es un crimen de lesa razón histórica. También un crimen de futuro, porque estos locos años veinte, tan parecidos a aquellos en el fermento de los aires, amenazan con acabar como el rosario de la aurora.
El I Concurso Nacional de Cante Jondo fue, como reza la letanía oficial, el primer certamen de flamenco de la Historia. Promovido por Falla, Lorca y una extensa nómina de personajes públicos (Zuloaga, Gómez de la Serna, Edgar Neville y toda la piara de la Institución Libre de Enseñanza: ancho es el burgo), se celebró el 13 y 14 de junio de 1922 en la ciudad de la Alhambra. Nada –escúchenme–, nada, ningún detalle de los que observamos en el desarrollo del concurso fue azaroso ni apolítico. Por eso duele más, si cabe, que los fastos por el centenario del evento musical más importante en la historia de este cacho de país se hayan consagrado a una especie de folclore de efeméride, eso tan típico de nuestras instituciones. A la administración andaluza le llueve cualquier asunto al azar y te montan un Cine de Barrio. De hecho, y lo digo en serio, no hubiera desentonado ver a Pablo Sebastián con su piano blanco tocando alguna castizada chunga en medio de una plaza nazarí.
Por otra parte, tenemos a La Universidad de Granada, que, fiel a los principios de Ponzi que enarbola desde hace un par de décadas, también ha cantado por peteneras. Aún estamos por ver si esa mítica permeabilidad entre academia y sociedad da algún fruto en forma de algo que no sean créditos, méritos y dietas para consumo interno. ¿Ustedes han podido ver o leer algún análisis, alguna contestación académica al manoseo institucional del centenario? Yo tampoco, pero bastante tiene la UGR con mantener un departamento de Musicología, como para encima preocuparse de que trabajen para el bien común. ¡Sólo faltaba…! De los foros públicos de la Junta de Andalucía para la promoción y el estudio del flamenco tampoco esperamos otra cosa que no sea bombo, platillo y nómina, así que nos hemos quedado como estábamos: viva Falla que lo hizo, viva Lorca que se apuntó, viva el sarao del 22 y qué grande es el cante jondo.
Hasta lo de “cante jondo” tiene una profunda lectura política, puesto que no por azar los promotores del concurso decidieron prescindir de la denominación “flamenco”
Y es que hasta lo de “cante jondo” tiene una profunda lectura política, puesto que no por azar los promotores del concurso decidieron prescindir de la denominación “flamenco”, que estaba quemada y se asociaba a lo peor de la raza española: a juerga y cuchillo, zarzuela, toros… ¡y también fútbol! Porque todo lo que olía a pueblo llano les espantaba, y sólo buscaban entre las producciones del pueblo aquellos frutos de los que podían valerse para fundar los cimientos de la patria, legitimar su posición de clase media y levantar una sociedad a imagen y semejanza de su narcisismo. Además de la elección del concepto “cante jondo”, arbitraria y esencialista fue la norma que prohibía presentarse al concurso a los cantaores profesionales (aunque sabían que el cante es fruto de la profesionalización), lo mismo que poco inocente fue la inclinación por supuestos cantes (palos, formas flamencas) menos mixturados en favor de otros supuestamente más puros (aunque el cante es mestizo desde su cuna).
Estas y otras cuestiones se reflejan en el único fruto digno que este servidor ha encontrado sobre el centenario: el libro Contra el flamenco. Historia documental del Concurso de Cante Jondo de Granada, 1922, publicado por Libros Corrientes. En él sus editores, Carlos García Simón y Samuel Llano, se han tomado la terrible molestia de recopilar ¡casi 300 artículos! de la época sobre el concurso y sus repercusiones, ahorrándole el trabajo a las instituciones públicas y a la universidad, que deberían dimitir mañana de sus funciones si estos menesteres tan capitales para la cultura propia ha de realizarlos la plebe. Leyendo algunos artículos a vuelapluma uno se sorprende de que el debate sea de todo menos flamencológico. Cuando llevas dos docenas, ya coincides con los autores en que “el concurso del 22 fue, con una claridad especialmente meridiana, un evento excepcionalmente cargado de intereses extramusicales”. Tras el imprescindible repaso a la hemeroteca, que funciona como un baño de agua gélida para el duende y las brumas orientales, los autores firman sendos epílogos donde desvelan el fondo de la trama. Ya sabéis: bolcheviques caníbales, depresiones imperialistas, expediciones hacia el espíritu de la nación, higiene social y burguesía construyendo Estado. Si esto no es un thriller político con una flamenca bailando al fondo, que baje dios y lo vea.
Los impulsores de aquel concurso hubieran enarbolado con satisfacción el concepto de Marca España si nuestros democráticos ministros hubiesen nacido un siglo antes. Me extraña que a Gómez de la Serna no le saliera algún chascarrillo similar, la verdad, porque el tipo tenía alma de consultor turístico. De igual modo, los actuales políticos bien parecen una farsa de los de entonces. Por eso no es de extrañar que el PP y Vox firmaran un acuerdo de legislatura con una mención explícita al flamenco, o que Teresa Rodríguez, que anda, como entonces Blas Infante, pintando banderas a fuer de encontrar los hechos diferenciales más puros, suelte barbaridades sobre el cante. Unos y otras saben que en el flamenco duerme un resorte emocional que puede estimularse con fines partidarios, casi siempre relacionados con la dichosa identidad. Esa forma de reír y de llorar, esa academia plebeya de arte mayúsculo guarda un misterio, está claro. El Concurso de Granada de 1922 intentó desvelarlo con un conjuro de esencias, patrias y Estados. Hoy hacen lo mismo los funcionarios de la efeméride. En el otro lado, la única contestación, más publicitaria que otra cosa, se debe a los ínclitos descantaores apadrinados por la aristocracia cultural, que también son fascistas, pero que te citan a Escohotado en lo económico y a Pérez Reverte para las batallitas, ¡ja!, así que se dicen amantes, por tanto, de la libertad (de las cumbres). En medio estamos los mindundis que navegamos el pavoroso mar de la existencia con un puchero de seguiriyas y un desconsuelo académico y político insondable.
¡Qué lástima de flamenco! ¡Qué pena de pueblo!
Hace exactamente cien años, como hoy, las miradas políticas se dirigían hacia Rusia. Los marhuendas de entonces decían que allí, en el contexto de una espantosa guerra civil, los bolcheviques se estaban comiendo literalmente a los niños. Se ve que los chiquillos, como los corderos, están más tiernos que...
Autor >
Pedro Lópeh
Musicólogo especializado en folclore, cultura popular y flamenco. Hombre del campo que escribe y toca el acordeón.
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