PROCESANDO EL YUYU
La no-socialdemocracia y el no-fascismo
Se está fabricando la izquierda gubernamental europea del siglo XXI. Sería bueno que, a diferencia de lo ocurrido desde 1981, existiera. De momento, Scholz propone salvar a las empresas amparándose en un paradigma hegemónico: el neoliberalismo
Guillem Martínez 30/10/2022
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1- La época se parece a un prepucio en que, a pesar de llamarse prepucio, y prometer con ello ser un mero tránsito hacia un hipotético pucio y a un posterior postpucio, no conduce a nada de eso, salvo a sí misma. Las épocas/los prepucios son ellas mismas. Son pura mismidad, algo que tiene su propia lógica y no admite otra. Nadie, en fin, puede adivinar y prever las épocas, ni como entrar o salir de ellas. Salvo, en primera instancia, el arte.
2- La época se empezó a dibujar varias épocas antes de la época. Cuando se empezó a comprender el Postmodern, el fin de la Modernidad, la sensación de que nos habíamos pasado de largo el punto culminante del progreso al que, por otra parte, no habíamos llegado jamás. La brutalidad de ese no pisar jamás la tierra prometida, de ese no poder dejar de transitar una tierra ya gastada, copa, de hecho, la poesía del XX. La época, desde la cultura de masas, esa otra poesía, la explica un álbum de los 70: Never Mind the Bollocks. Here’s the Sex Pistols, compuesto por un grupo de charnegos ingleses, los primeros en formular la época a través de un objeto cultural que no era una edición numerada. Otros virtuosos en señalar la brutalidad de la época, pero dos décadas posteriores, son The Yes Men, nunca lo suficientemente recordados.
3-Recordémosles.
4- The Yes Men es un grupo que empezó a emitir arte en los USA de los 90. Lo hacía bajo el mismo criterio que Fidias en el 450 a.C. Belleza, esto es, gamberrismo. En España hubo grupos parecidos, como La Fiambrera Obrera, que empezó en València, yendo a las inauguraciones de exposiciones sociatas, con fiambreras, a mangar el catering de las croquetas, ese alimento que, snif, tanto hizo por el arte en España. La Capilla Sixtina de los Yes Men fue la construcción de una página web clon de la de la Organización Mundial de Comercio, repleta de barbaridades. Pese a ello –o tal vez por ello– en esa web se recibió un mail de otra organización internacional, solicitando un ponente de la OMC para una conferencia. Lo enviaron. El ponente Yes-Men se presentó el día indicado en el continente correcto, y con un traje y una conferencia aburridos. Hasta que, sin abandonar el tedio, empezó a hablar de la necesidad, para el intercambio de flujos de riqueza, de exterminios masivos de población pobre. Nadie interrumpió la conferencia, sino que, al parecer, hubo aplausos y, en el turno de preguntas, interés notorio hacia la innovación liberal propuesta. Los Yes Men demostraban así que, si bien la Modernidad, ese calentón, había inventado el exterminio, la Postmodernidad, esa frialdad, inventaba algo tal vez peor, por incalculable y reproducible: la ausencia de reparos ante el exterminio, su normalización, su posible cotidianización, cuando se anuncia sin gritos y con gráficos y con corbata. Como sucedió en 2020 en Madrid, Catalunya, USA… el mundo.
5- Los Yes Men dibujaron la época a partir de una novedad importante nunca jamás vista en democracia: la absoluta y formal ausencia de empatía y responsabilidad social por parte de cada vez más políticos e instituciones. Un jalón histórico absoluto, en tanto la ausencia de empatía va contra la especie humana. Gracias, en todo caso, a The Yes Men, Luis de Guindos, consejero del BCE, exconsejero de Lehman Brothers, y exministro de Economía con Rajoy cuando la coventrización de Grecia y de algunos barrios PIGS, es, así, una persona que me hace sentir seguro. Seguro del punto de vista de The Yes Men. ¿Cómo se llegó a esa total ausencia de empatía ante los seres humanos en lo público? Pues como se llega al prepucio. Lentamente o a lo bruto, según el día.
Los Yes Men demostraban así que, si bien la Modernidad había inventado el exterminio, la Postmodernidad inventaba algo tal vez peor: la ausencia de reparos ante el exterminio, su normalización
6- La empatía llega a las constituciones europeas en 1945, donde se establece el fin de la Revolución, como siempre, pero con la novedad de que se fija también el fin de la contrarrevolución. Derechas e izquierdas transigían. Aquí nadie va a volver a exterminar a nadie, porque no se va a amenazar la propiedad de nadie. En contrapartida a ambas renuncias, se fija un nuevo tipo de Estado, que garantiza derechos y propiedad. Podría denominarse Empático. Pero se le llamó del Bienestar. Dura razonablemente bien hasta 1973. En 1976 debe estar ya pocho, pues Harold Wilson,–académico de Oxford, sexi, divertido– en el trance de dimitir como Primer Ministro de UK, confiesa en petit comité que no sabe ya, tras tres años, qué hacer ante la crisis. Años después se supo que Wilson, para entonces, ya padecía Alzheimer. Pero también se supo que la socialdemocracia, el liberalismo y conservadurismo clásico, pues también. En 1977 los Sex Pistols explican que la socialdemocracia y el Bienestar ya estaban reducidos a pura convención. Y en 1979 y 1981 son jubilados por, respectivamente, Thatcher y Reagan, a través de algo nuevo, que evoluciona hasta Orbán, Le Pen, Putin, Trump, Meloni, Ayuso…, y que ya no es ni liberalismo ni conservadurismo post-45. Es su contrario. De alguna manera la socialdemocracia formulada en 1945 –diferente a la de 1918–, sobrevive hasta aquel 1981, momento en el que el un partido socialdemócrata europeo accede a la pomada con un programa clásico de nacionalizaciones por última vez. Que al año Mitterrand se come con patatas. En 1982 otro partido socialdemócrata accede al poder, sintomáticamente ya sin nacionalizaciones en el programa. Ni en el ánimo. Es más, en 1985, el ministro de economía de ese gobierno –en el que fue, anteriormente, ministro de Industria, desde donde ejecutó la desindustrialización de España; se dice rápido–, para explicar la desregulación económica, la selva que está legislando, dice que este “es el país en el que es más fácil hacerse rico, y en menos tiempo”. Otra metáfora cruel de aquel momento, peligroso para la igualdad: un año después, en 1986, es asesinado Olof Palme, el hacedor de algo que podría denominarse socialismo voluntario a través del IRPF, ese invento de Roosevelt, con el que Roosevelt extraía 95 centavos por cada dólar declarado por un millonario –hoy, en los USA, se recauda lo mismo, pero a la inversa: cinco centavos por cada dólar de millonario; lo que hace imposible el socialismo, o incluso una merendola, vía IRPF, esa broma–. Dos años antes moría Berlinguer –sardo, como todos los secres generales sexis del PCI–, y en breve lo haría el PCI formalmente, después de hacerlo informalmente cuando el Comune de Bologna, el gran escaparate del municipalismo de izquierdas en Europa, privatizaba sus servicios, en modo forever. En 1994 un socialdemócrata vuelve al poder en UK. Es Tony Blair que, para ello, se inventa los palabros Tercera Vía. En ese momento ya hay pocas diferencias entre las vías de las socialdemocracias y las vías neoliberales –salvo el uso de la simpatía, que es lo contrario que la empatía, esa responsabilidad de especie–, al punto que ambas vías van juntas a una guerra injusta en Irak. En breve, en 1998, el SPD vuelve, costosamente, al poder en Alemania. Es ya otro SPD. Es la Tercera Vía / Schröder, que emite reformas económicas en modo anti-1945, que la democracia cristiana no se atrevía a emitir, por su carácter rupturista. En plena emisión de indiferencia social, en 1999, Oskar Lafontaine dimite como Ministro de Economía de Alemania –esto es, de Europa–, y funda en breve Die Linke. En el acto de renuncia a toda su carrera anterior, da por desaparecida la socialdemocracia, así como toda posible misericordia desde el Mercado y el Estado, como ya han hecho, un poco antes, los Yes Men por la vía de los hechos –artísticos–. A principios del XXI, la socialdemocracia holandesa daba por pajarito el estado del bienestar, a través de un discurso refrendado del rey de los Países Bajos. Proponían como nombre artístico para la nueva época/prepucio el de estado Cooperativo. No por las cooperativas que nacerían como setas, sino porque si quieres educación, sanidad, jubilación –las tres Gracias del Bienestar–, pues te vas a la Mutua Madrileña. A cooperar. Esto es, a apoquinar. Más. Mucho. Se entierra la empatía. El neoliberalismo es, por ausencia de contrincante, hegemónico.
7- Ese pensamiento único fue el que gestionó la crisis descomunal de 2008. Fue el que ralentizó las respuestas, lentas y poco radicales, a la pandemia, en 2020 –ejemplo: se especula con que el retraso en la implantación de los ERTEs en España, dibujados ya en febrero de 2020 por Trabajo, supuso el despido de 300.000 personas; la lentitud es reaccionaria, piensen en ello cuando les planten media hora en una cita–. Sin embargo, algo está pasando en esta crisis de 2022, además de la lentitud habitual. A pesar de la muerte del Bienestar, ¿está volviendo la socialdemocracia? Se intuye eso en Alemania.
8- El Gobierno de Olaf Scholz ha anunciado un gasto anticrisis de 200.000M€ que, sumados a los ya anunciados antes de verano –una cifra que iría de los 100.000M€, o los 184.000M€, según quién te lo explique–, sumarían unos 380.000M€, la cantidad mágica que esta misma semana se especulaba que costaría reconstruir Ucrania en donde estaba Ucrania. Esa cantidad es mucho, por tanto. Es un plan Marshall con todas las letras. Algo inusitado. Si no para Europa, sí al menos para Alemania. Es un antes y un después. Es una refundación. Un cambio cultural y de paradigma absoluto. ¿O no? Veámoslo.
Si quieres educación, sanidad, jubilación –las tres Gracias del Bienestar–, pues te vas a la Mutua Madrileña
9- De los 100.000M€, o 184.000M€, ya empezados a gastar, se sabe que el grueso –unos 90.000M€; o mucho más, según– fueron a parar a líneas de crédito para energéticas, y al rescate, vía nacionalización, de UNIPER, empresa importadora de gas, con poco o nada que importar desde Rusia, y que fue nacionalizada con criterios neoliberales, para socializar pérdidas. En julio, cuando se estaba planificando esto, el Gobierno alemán hablaba, no obstante, de volver a la austeridad en 2023, tras este gasto puntual abultado. Idea fulminada con la ampliación de gasto a 200.000M€, lo que explica que nadie, ni siquiera Alemania, tiene una velocidad de cálculo hábil y orientada. Esto es, capacidad de lectura de la realidad. De ese gran gasto de 200.000M€ –que, por cierto, el TS alemán amenaza con dificultar, lo que explica que el neoliberalismo, no legislado en la Constitución alemana, que sí que fija el Bienestar, se ve a sí mismo como más constitucional que el lomo de la constitución, como sucede en todas partes–, el 2’5% del total, unos 5000M, se van a ir en pagar a todos los alemanes, independientemente de su riqueza o pobreza, el recibo de la luz del mes de diciembre. Se especula que más o menos 100.000M€ se van a ir en una Excepción Alemana, el pago, a las empresas, de un topaje –ese palabro, esta época– para que, aún así, se puedan poner las botas como nunca antes, literalmente. La empresa, si bien no en las constituciones, ya es un sujeto político absoluto, con el mismo rango que el Estado.
10- A falta de más detalles, el grueso del gasto histórico alemán –tan histórico que dibujará una época– se va en subvencionar directamente a empresas, directamente o a través del pago de recibos a ciudadanos. La socialdemocracia renuncia a intervenir el mercado, salvo para eliminar el enojoso trámite de que las empresas concurran al mercado, garantizándoles beneficios sin competitividad, y sin grandes impuestos que no sean puntuales y extraordinarios. Es lo que se llama Capitalismo PCUS. Ante una inflación descomunal, que amenaza la estabilidad laboral –y la social, la vida, incluso– para este invierno, se renuncia a intervenir en la causa principal de todo ello, el precio del gas y de la energía. León Blum, socialdemocracia post-1918, hubiera nacionalizado esas empresas, amparándose en la idea del interés general, fijada por el constitucionalismo austriaco y mexicano. Olof Palme, socialdemocracia post-1945, hubiera intervenido el precio del gas y de la chirimoya, si fuera preciso, amparándose en la idea de que el Bienestar es la prioridad del Estado, como se fija en la constitución alemana. Scholz, la socialdemocracia post-1989, propone, básicamente, salvar a las empresas –que salvarán, con su mera existencia, al mundo, se supone–, amparándose en ningún texto legal, pero sí en un paradigma hegemónico. El neoliberalismo. Socorro.
La empresa, si bien no en las constituciones, ya es un sujeto político absoluto, con el mismo rango que el Estado
11- Pese a todo esto, lo anunciado en Alemania es fantástico. Simplemente por una razón. Era imposible hace unos meses. No es socialdemocracia. Es una no-socialdemocracia, un solar vacío, inexistente hace meses, sobre el que puede edificarse, si se quiere, socialdemocracia. A pesar del previsible y tremendo desperdicio, de la profunda inutilidad que supondrá fundir cerca de 400.000M€ en, principalmente, el pago a empresas de cantidades injustas a través de precios injustos y manipulados, el futuro está abierto. Hubo una disrupción de la socialdemocracia –punto 6– desde 1981, hace más de 40 años, que coincidió con la desaparición del Bienestar, lo que explica que la socialdemocracia y el Estado estén poblados por personas a las que no se les paga por ser especialmente ágiles, sino por asistir a reuniones de la OMC y aplaudir, digan lo que digan. El hecho de que, con lentitud, ganen agilidad, aún en la dirección opuesta a la inteligencia, a la igualdad, a la efectividad, es un indicio de que pueden –deben– haber cambios en esta crisis económica, climática, de combustibles y democrática, incluso civilizatoria. O estamos perdidos. Están cambiando marcos. Lo antaño radical desde 1981 empieza a ser central. Funciones olvidadas vuelven a ser necesarias. Ejemplo: la ausencia de empatía desde 1981 ha sido tanta, que se nos olvidan las posibilidades de la opción contraria. En 2020, 319.000 ciudadanos españoles accedieron a la pobreza más absoluta, si bien el Escudo Social dispuesto, tímido, pero sin precedentes, evitó que ese número llegara al más del millón de personas previstas. Es una crueldad atroz haber pisoteado a 319.000 personas. Aún siendo igualmente atroz, hubiera sido peor aumentar ese número.
Años después se supo que Wilson, para entonces, ya padecía Alzheimer. Pero también se supo que la socialdemocracia, el liberalismo y conservadurismo clásico lo sufrían igualmente
12- En España, tras un periodo de protestas, no existen movimientos. Fueron sustituidos por partidos, esa otra lógica. Aún así, y visto lo visto en el punto 11, es una buena idea que las socialdemocracias duras –las que previeron, por ejemplo, los ERTEs– estén en los Gobiernos. Y, por lo mismo, se desprende también, es mala idea que, a meses de las elecciones generales, la socialdemocracia a la izquierda del PSOE y de Scholz, se esté majando a palos por un puesto de trabajo digno, bajo excusas cutres y forzadas, que requieren una industria de la comunicación crispada, constante, peronista y/o subnormalizadora, para poseer algo de electricidad.
12+1- En términos generales, se está fabricando la izquierda gubernamental europea del XXI. Sería bueno que, a diferencia de lo ocurrido desde 1981, existiera. El gasto alemán, absurdo, es un indicio. Puede ser un chasco. Sus primeras medidas y su lentitud presagian eso. O su contrario, aún. Las derechas, no obstante, van más rápidas ante el cambio de época, pues son la época. En UK, gracias a Truss, se ha descubierto que un Estado debe disponer de un mínimo, muy mínimo, gasto social, a través de impuestos mínimos. O cae víctima de la especulación de su deuda, ante la sospecha de motines y de la reducción de la capacidad del pago de deuda. Y, en España, el PP, poco leído, muy sensible a Truss, ha dado un salto de gigante hacia lo iliberal, no reconociendo, ya formalmente, la obligación constitucional de renovar instituciones judiciales, un paso más hacia no reconocer unas elecciones, eso que pasará, más pronto que tarde, en algún lugar y en este siglo. Son más rápidos porque, lo dicho, son, desde 1981, la época.
1- La época se parece a un prepucio en que, a pesar de llamarse prepucio, y prometer con ello ser un mero tránsito hacia un hipotético pucio y a un posterior postpucio, no conduce a nada de eso, salvo a sí misma. Las épocas/los prepucios son ellas mismas. Son pura mismidad, algo que tiene su...
Autor >
Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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