Vivienda
Ahí está Naima
No es fácil vivir aquí con piel de marroquí cuando les has educado para que no agachen la cabeza
María González Reyes 15/11/2022
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Todo ocurre en una conversación por teléfono. Sus palabras siempre como si la vida fuera una pompa de jabón que consigue hacer que flote sin romperse. Las mías que se me atragantan hasta que dice algo que me hace reír. Y justo ahí, en ese momento exacto, nuestras voces se encuentran.
No hablábamos desde hacía tiempo, aunque yo sabía que llevaba ya demasiados meses resistiendo para que no la echaran de su casa. Sabía también que no estaría en la calle. Supo y pudo construir una red a su alrededor. Una red de esas que te salvan de caer a un río en el que es el agua la que decide por dónde llevarte.
“¿Qué tal los niños?”. Siempre, lo primero que hace, es preguntarme por mis hijos. “Bien, ya sabes, tienen una vida que les permite disfrutar de muchas cosas”. Nos callamos. Imagino su sonrisa. Le cuento que el mayor lleva el pelo como le gustaba cortárselo a Rashid, que están felices. Y Naima me dice que eso es lo que siempre quiso para los suyos, que los niños y las niñas tienen que ser felices cuando son pequeños, que tienen que crecer sin preocupaciones porque luego ya viene todo lo demás.
Le pregunto cómo está. “¿Cómo es como le decís aquí? ¿Cómo es esa expresión? Creo que se dice: estoy para la basura”. Nos reímos. La artrosis no le deja usar las manos y sin manos ágiles no puede trabajar. “Las cosas que tengo que hacer ahora solo las puedo hacer poco a poco y la vida en esta ciudad no se puede hacer lento”. Dice. “Hay personas para las que las manos son mucho más importantes que para otras. Mis trabajos, sin manos ágiles, no pueden hacerse”.
“¿Y la casa?”. “Nos echaron. Hace un mes”. Silencio. “Pero hemos conseguido otro lugar. Lo hemos conseguido porque estoy en la PAH y porque no me rindo. No nos quedamos en la calle ni un día. Tienes que venir a verlo con los niños y les hago panes calientes”.
“¿Te pudiste llevar las cosas?”. “Sí, es lo bueno que tiene vivir con poco equipaje”. Ríe. “Apenas tengo cosas. Colchón para el suelo, algunas mantas. Mesa y cuatro sillas. Con los chicos lo sacamos todo antes. Solo me dejé un jabón en el baño, olía bien ese jabón”.
Recordamos el día en el que supe que estaba en la PAH. Fue en una manifestación y mi hijo pequeño me dijo: mamá, mira, ahí está Naima. Y yo le dije: no todas las personas que llevan pañuelo en la cabeza son Naima. Y él: vale, pero Naima está ahí.
Y, efectivamente, Naima estaba ahí, llevando la pancarta. Me acerqué a ella y le dije: he tenido un pensamiento muy racista y machista y feo, no te imaginé detrás de una pancarta. Y ella se rió, me dio un abrazo y dijo: casi nadie nos imagina a las mujeres árabes como luchadoras, no te pasa a ti sola. Y caminamos juntas en la manifestación.
Yo la había conocido unos años antes del día de la manifestación. Vino a una entrevista al colegio donde estudiaban sus hijas y en el que yo era profesora. Acabó contando que se había quedado sin trabajo porque en el bar donde hacía de limpiadora y cocinera el dueño la quería obligar a comer cerdo. “No es por religión, es por dignidad, por eso me fui”. Dijo. “No puedo enseñar a mis hijos a ser dignos si yo no lo soy. Hay cosas por las que no se puede pasar. Necesito dinero pero más necesito la dignidad. ¿Les podríais dar de comer en el colegio? Son cuatro. Dos niñas y dos niños. En cuanto consiga otro trabajo vuelvo a pagar el comedor”.
Después estuve mucho tiempo sin verla. Durante la pandemia coincidimos en la red de alimentos que habíamos organizado en el colegio. En una de las entregas comenzamos a charlar. Todavía sin mascarilla. Ahí me enteré de que vivían en una habitación toda la familia. La casa completa era una habitación. La primera semana agradeció la comida con palabras. La segunda, antes de llevarse los alimentos, nos dio un pan que había hecho esa misma mañana, temprano. La tercera nos regaló una tortilla de patatas que había preparado con parte de las patatas que recogió la semana anterior.
Otros compañeros de la red de alimentos decían: no tiene sentido que venga a llevarse comida porque la necesita y que nos dé de vuelta, en forma de tortilla o de panes, parte de la comida que se lleva. Pero Naima nos enseñó que sí lo tiene. Con esos panes y esas tortillas nos mostró lo que es la solidaridad verdadera, esa que consiste en dar lo que realmente necesitas y no lo que te sobra.
“¿Cómo están tus hijas, y tus hijos?”. Le pregunto. “Amina cambió su nombre por Lucía, así le sale más trabajo. Rabab se ha ido a Francia, a ver qué tal allí. Los chicos peor, no encuentran nada. No es fácil vivir aquí con piel de marroquí cuando les has educado para que no agachen la cabeza”.
“Naima, ¿qué crees que es lo más importante que tengo que enseñar a mis hijos?”. “Enséñales a ser dignos y a usar bien todos los privilegios que tienen”.
“Naima, ¿cómo consigues poder con todo?”. “Cuando vives en la urgencia todo el rato no te paras a pensar si puedes o no puedes, decides, haces y después yo siempre saco un momento para celebrar haber conseguido seguir adelante”.
“¿Me escribes la semana que viene diciéndome qué día te va bien que vayamos a verte?”. “Sí, les tendré preparados panes a los niños y té para nosotras”. “Cuídate mucho”. “Tú también”.
Todo ocurre en una conversación por teléfono. Sus palabras siempre como si la vida fuera una pompa de jabón que consigue hacer que flote sin romperse. Las mías que se me atragantan hasta que dice algo que me hace reír. Y justo ahí, en ese momento exacto, nuestras voces se encuentran.
No hablábamos desde...
Autora >
María González Reyes
Es escritora, activista de Ecologistas en Acción y profesora de Educación Secundaria.
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí