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Generación del 45

Un retrato epistolar para Ángel Rama

La publicación de su correspondencia contribuye a profundizar en la personalidad y la obra de uno de los grandes intelectuales latinoamericanos del siglo XX

Rubén A. Arribas 28/04/2023

<p>La Generación del 45, con ocasión de la visita de Juan Ramón Jiménez. Ángel Rama es el primero por la derecha. <strong>/ Ana Ines Larre Borges</strong></p>

La Generación del 45, con ocasión de la visita de Juan Ramón Jiménez. Ángel Rama es el primero por la derecha. / Ana Ines Larre Borges

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El próximo 27 de noviembre se cumplirán cuarenta años del accidente aéreo de Mejorada del Campo (Madrid). En aquel vuelo de Avianca procedente de París, con escala en Madrid y destino final Bogotá, murieron 181 personas y se salvaron 11. Entre los fallecidos hubo varias celebridades literarias, como el peruano Manuel Scorza, el mexicano Jorge Ibargüengoitia o la argentina Marta Traba, quien también sobresalía en el terreno de la plástica. Los tres acudían a la capital colombiana para participar en el Primer Encuentro de Literatura Hispanoamericana. Junto a ellos, viajaba el editor, ensayista y teórico cultural uruguayo Ángel Rama, paradigma del intelectual latinoamericano del siglo XX.

El año pasado, la editorial Estuario publicó en Montevideo Ángel Rama. Una vida en cartas. Correspondencia 1944-1983, un libro de casi novecientas páginas que recoge una selección de más de cuatrocientas misivas escritas por el crítico que impulsó a García Márquez, Vargas Llosa o Cortázar al Parnaso de las letras latinoamericanas en los sesenta. Lo hizo a golpe de artículo y ensayo en múltiples revistas de la región, en especial en la uruguaya Marcha y en la cubana Casa de las Américas.

Entre las cartas seleccionadas, no figura ninguna dirigida a Scorza, hay más de veinte a Traba –su segunda esposa– y hay tres para Ibargüengoitia. Estas últimas ayudan a conocer la opinión de Rama sobre el boom. En la primera carta, de marzo de 1981, Rama se muestra perplejo ante el rechazo del escritor mexicano a participar en Novísimos narradores hispanoamericanos en marcha (1964-1980). Sorprendido por tal decisión, le recuerda que él ha sido “el crítico hispanoamericano que más se ha preocupado de difundir y escribir sobre su obra” y le explica que esa antología es su propuesta de canon alternativo al boom, amén de que puede que se traduzca a varios idiomas. Asimismo, promete enviarle un divertido ensayo sobre el fenómeno editorial de moda, al que da por muerto –al menos artísticamente– desde hace años.

El boom le parecía “un fraude cultural”, un tinglado de Balcells y Barral que beneficiaba a unos pocos

Como el propio Rama constata en otras cartas a diferentes corresponsales, el boom le parecía “un fraude cultural”. Si bien él había contribuido –y mucho– a su existencia, pensaba que era un tinglado económico organizado por Carmen Balcells y Carlos Barral que beneficiaba a unos pocos, obviaba la producción literaria de muchos países y marginaba otras disciplinas (teatro, poesía, música, etc.). Además, ¿cómo explicar la ausencia de José María Arguedas, Juan Rulfo, Augusto Roa Bastos o Juan Carlos Onetti?

A fin de dar cuenta de la variedad de estéticas narrativas existentes en la literatura latinoamericana, Rama había seleccionado una veintena de autores y autoras que, como le escribió a Ibargüengoitia en una segunda carta, debían reemplazar a los del boom. Entre otros nombres, esa nueva promoción incluía los de Rosario Ferré (Puerto Rico), Cristina Peri Rossi (Uruguay), Sergio Ramírez (Nicaragua), Iván Egüez (Ecuador), Antonio Skármeta (Chile), Bryce Echenique (Perú), Manuel Puig (Argentina), Fernando del Paso (México), Luis Britto (Venezuela) o Reinaldo Arenas (Cuba). Buen conocedor del mundo editorial, Rama agregó en su carta: “Puedo equivocarme, of course, pero esas son las reglas de todo juego”.

Aunque sin gran entusiasmo, Ibargüengoitia aceptó finalmente aparecer, y el libro se publicó ese mismo año (1981). A modo de preámbulo, Rama escribió una introducción de más de cuarenta páginas llamada “Los contestatarios del poder” y, antes de esta, puso la siguiente dedicatoria: “A Marta Traba, excluida de esta antología no por razones artísticas, sino por razones del corazón”. La negligencia del piloto y del copiloto de Avianca, responsables del fallo humano que supuso la segunda mayor catástrofe aérea en suelo español, nos privó de saber si la operación post-boom habría sido exitosa. Las reglas del juego son a veces así. Así de crueles.

La traición de Reinaldo Arenas

Ángel Rama volaba a Colombia para agradecer en persona al presidente Belisario Bentancur su apoyo en el conflicto con la Administración de Ronald Reagan a cuenta de la denegación de un visado para trabajar en la Universidad de Maryland. Después de muchos meses de batalla mediática y judicial en suelo estadounidense, Rama debió marcharse del país y se exilió en París. De nada le sirvió haber sido becado por la Fundación Guggenheim o haber recibido el apoyo público de relevantes instituciones docentes, de escritores como Arthur Miller o de personalidades políticas, como Betancur y Carlos Andrés Pérez, presidente de Venezuela. Para la Administración estadounidense, Rama era un comunista y por tanto debía deportarlo.

Para la Administración estadounidense, Rama era un comunista y por tanto debía deportarlo

Eso sí, la acusación era falsa. Rama lo explica con detalle en sus cartas: si bien él había colaborado en la década de los sesenta con la revista Casa de las Américas, editada y publicada por la Revolución cubana, nunca había militado ni en el Partido Comunista ni en ningún otro. Es más: había publicado cuatro cartas en Marcha (1971) para explicar su distanciamiento respecto de la Revolución debido al caso Padilla y otros acontecimientos. En todo caso, de lo único que podían acusarle era de seguir siendo fiel a sus convicciones en favor del antiimperialismo, el latinoamericanismo, el socialismo democrático y la libertad intelectual. Para Rama era innegociable el “derecho inalienable de cualquier ciudadano a discutir públicamente lo que es la república”, fuera eso en el país que fuera.

Sin embargo, el conflicto con el visado le hizo ver que había poca voluntad en “reconstruir una filosofía política” fuera de “la oposición democracia-comunismo”. Se refería a que llevaba tiempo recibiendo palos por igual de la Revolución cubana y sus colegas de la izquierda que de la Administración y algunos medios estadounidenses, así como del movimiento anticastrista en el exilio. En el fondo, concluye Rama, ni un bando ni el otro tenían interés en conocer su trabajo intelectual, sino que tan solo buscaban armar ruido y cobrarse una pieza de caza mayor (y presumir luego de ello).

Así las cosas, Rama cuenta que el famoso The New York Times publicó que la Biblioteca Ayacucho, un proyecto que él promovía con el apoyo del Gobierno de Venezuela desde 1974, no era más que una editorial que publicaba “frecuentemente autores comunistas”. Curiosamente, el diario neoyorquino parecía desconocer que se trataba de una colección cerrada que aspiraba a recoger el legado intelectual desde la época precolombina hasta el presente, y además hacerlo mediante suntuosas ediciones críticas donde colaboraba la flor y nata de la cultura latinoamericana. Y sí, había autores comunistas entre los 500 títulos que se proponía publicar, como César Vallejo o Pablo Neruda, ganador del Nobel en 1971, pero también estaban el Inca Garcilaso de la Vega, Rubén Darío, Andrés Bello, Pedro Henríquez de Ureña o José Martí.

Incluso estaba Borges, de quien Rama era un firme defensor literario, pese a estar en sus antípodas políticas. Recuérdese que Borges había celebrado la invasión estadounidense de República Dominicana, se había ido a comer con el general Videla mientras desaparecían personas en Argentina o había ido a Chile para ser condecorado por Pinochet, de quien elogió su cordialidad y bondad... Pero, bueno, el problema para algunos eran Vallejo y Neruda.

De todos modos, como muestra la correspondencia, el gran vocero de la campaña anti Ángel Rama fue Reinaldo Arenas, exiliado desde 1980 en Estados Unidos. Pese a que le había publicado Con los ojos cerrados en los setenta, había escrito favorablemente sobre El mundo alucinante, recomendaba su publicación a cuanta editorial le pedía consejo o lo había avalado para la beca Guggenheim, Arenas decidió apoyar públicamente la deportación de Rama. Lo hizo, además, en unos términos tan insultantes, con tanta intensidad y tal inquina, que solo un acuerdo con la Administración estadounidense para arreglar su situación como exiliado explicarían una actitud tan bochornosa y desagradecida.

Como Rama le recuerda a Arenas en una larguísima y memorable carta, fue él quien escribió sobre su obra y lo defendió en público cuando otros lo habían atacado. Es más: lo había incluido en la antología Novísimos narradores... como único representante de Cuba, pues lo consideraba un gran talento. A cambio de esos gestos, había recibido la crítica feroz de la Revolución y no pocos amigos de izquierda le habían retirado el saludo. A modo de respuesta, Arenas intensificó y redobló los ataques contra él.

Pese a lo superlativo de la traición recibida, Rama prefirió pensar en lo mucho que había sufrido psíquicamente Arenas en Cuba y no hacerse demasiada mala sangre con él. Las cartas donde habla sobre este asunto con amigos y conocidos dan buena cuenta de su estatura como persona. En cualquier caso, vale la pena recordar que el atormentado Arenas también supo ser un tormento con uno de sus grandes valedores.

José Bergamín y la Generación del 45

Ahí va un dato curioso: Ángel Rama murió dos meses más tarde que José Bergamín, su maestro, quien falleció el 28 de agosto de 1983. Los dos se habían conocido en Uruguay, donde el poeta y ensayista republicano vivió exiliado entre 1945 y 1954. Bergamín ejerció la docencia en la facultad de Humanidades y Ciencias de Montevideo, y Rama se convirtió allí en uno de sus discípulos incondicionales. A lo largo de su epistolario, especialmente cuando es un veinteañero, Rama habla con frecuencia de don Pepe, como lo llamaban cariñosamente él y su círculo.

Ángel Rama fue quizá la cabeza más visible de la Generación del 45 (o Generación Crítica, como él la denominaría). A ella pertenecieron Idea Vilariño, Amanda Berenguer, Ida Vitale –la primera esposa de Rama–, José Pedro Díaz, Carlos Maggi o Mario Benedetti. También, y en calidad de outsider, la inclasificable Armonía Somers. A decir de Rama, esos jóvenes “ambicionaban un cambio en la realidad nacional” y querían modernizarla introduciendo en el ámbito cultural disciplinas como la sociología, la psicología, la economía, etc. En la parte literaria, apostaron por construir un canon “que les permitiera sentirse herederos de algo más que la literatura gauchesca”. De ahí que eligieran a Felisberto Hernández (1902-1964) y Juan Carlos Onetti (1909-1994) como referentes.

A Rama, un hijo de campesinos inmigrantes gallegos, la amistad con Bergamín le supuso conectarse con la cultura española que más admiraba

A Rama, un hijo de campesinos inmigrantes gallegos, la amistad con Bergamín –treinta y un años mayor que él– le supuso conectarse con la cultura española que más admiraba: Bécquer, Antonio Machado, Unamuno o la generación del 27. Además, y puesto que el hermano mayor de Rama era historiador, Bergamín fue una fuente de información sobre la Guerra Civil, y quizá por ello la figura clave para entender el interés de Rama por la cultura como agente transformador de la sociedad.

En sus cartas de juventud, Rama se desvela no solo por conseguir los libros del maestro, sino por ayudar a que él y su familia encuentren cobijo y sustento en Montevideo. Pocos meses antes de morir, en una carta a su amigo Carlos Maggi, Rama escribió: “La vida compartida no se pierde jamás, es la raíz que nos alimenta. En la mía están ustedes y todos los amigos de aquel tiempo feliz en que éramos la barra de don Pepe Bergamín. Estoy tratando de escribir sobre él y lo que me sale es el nosotros de esos años, lo que él hizo al desgaire por nosotros, casi sin saberlo, esa libertad interior que aprendimos de él y por la cual nos aproximamos a él, y que a lo largo de los años nos ha preservado mágicamente, evitando que nos resecáramos, nos convirtiéramos en escayola, palabra que por primera vez le oí decir a Pepe en sus paradojas sobre la estatua del Comendador”.

Quede para otra ocasión escribir sobre el paso de Juan Ramón Jiménez por Montevideo en 1948. La visita del enemigo irreconciliable de Bergamín dejó también huella en la joven Generación del 45. Así se lo hizo saber Rama, en una larga y divertida carta, al poeta cubano Nicolás Guillén, quien había terminado salpicado por la polémica: “No es exagerar nada afirmar que ese viaje, unido a la presencia polémica de Bergamín, partió en dos a una generación que venía buscando voz y norte”.

Una obra que rescatar

Además de autor de cartas –más de 500 por año llegó a escribir, según le explica a Idea Vilariño–, Ángel Rama produjo una enorme cantidad de textos periodísticos, ensayísticos y editoriales de todo tipo. Por destacar tan solo tres que guardan relación con España, vale la pena mencionar “El boom en perspectiva” –el ensayo del que hablaba a Ibargüengoitia–, imprescindible para entender su polémica con Vargas Llosa o Cortázar al respecto, así como las introducciones que escribió para la edición que Círculo de Lectores publicó de Crónica de una muerte anunciada, de García Márquez, y La guerra del fin del mundo, de Vargas Llosa. Ambos textos –que rondan las cuarenta páginas– representan una muestra inequívoca de su talento como crítico literario.

De sus libros, acaso cuatro sean los más emblemáticos: La ciudad letrada, Los gauchipolíticos, Rubén Darío y el modernismo y La transculturización de América Latina. En España, excepto los dos últimos, rescatados por la editorial Verbum, casi cualquier otra obra suya –incluidas las cartas o el diario del exilio– hay que buscarla en librerías de lance o que vendan libros importados. Se anuncia una nueva edición de La ciudad letrada por parte del sello barcelonés Trampa Ediciones, en la colección “Intervenciones”, que dirigen Nora Catelli y Edgardo Dobry. A ver si este noviembre, además de conmemorar el accidente aéreo un año más, alguna editorial patria anuncia que lanzará la “Biblioteca Ángel Rama”. Bien lo merece este inmenso intelectual latinoamericano de raíces españolas.

El próximo 27 de noviembre se cumplirán cuarenta años del accidente aéreo de Mejorada del Campo (Madrid). En aquel vuelo de Avianca procedente de París, con escala en Madrid y destino final Bogotá, murieron 181 personas y se salvaron 11. Entre los fallecidos hubo varias celebridades literarias, como el peruano...

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