narcos
Juan Villoro y Marlon Brando en México
A propósito de ‘La tierra de la gran promesa’, la última novela de Juan Villoro
David Guzmán Játiva 22/01/2022
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En una de las películas de Luis Estrada, Un mundo maravilloso, los pobres entre los pobres intentan una revolución antes de convertirse en criminales. En ¡Viva Zapata!, el héroe, interpretado por Marlon Brando, y dirigido por Elia Kazan, pelea sin descanso contra el gobierno, hasta que cae en una emboscada. Una vez muerto, los campesinos dudan de la identidad del muerto. “Zapata sigue en las montañas”, dicen. Pero ¡Viva Zapata! es una de las películas de juventud de Marlon Brando. Como La ley del silencio, en la que Brando se convierte en un traidor a la mafia. Durante años Brando hizo una serie de películas militantes, como Queimada, en la que interpreta a un héroe revolucionario. Pero su retorno a la pantalla grande lo hizo interpretando al Padrino.
La última novela de Juan Villoro, La tierra de la gran promesa (2021), gira en torno al cine documental. Pero este cine, a principios del milenio, según el relato de Villoro, se encuentra atrapado en los círculos de la mafia. Recuerdo que entre las remotas y pioneras imágenes del cine se encuentran justamente las que narran la epopeya de la revolución mexicana: Pancho Villa cambió la hora de los fusilamientos –¡que se hacían en la oscuridad– para que la cámara los captara al amanecer. Pero de Emiliano Zapata y Pancho Villa a Cara Cortada o al Padrino hay una indudable distancia.
¿Indudable? Hace un par de años un estudiante salió con la historia de que Pablo Escobar era como una especie de Robin Hood. Ya poco falta para que lo comparen con Zapata o con Villa. Por estos rumbos la ley del Padrino se ha vuelto una fe cada vez más extendida. Yo le dije al estudiante que estaba equivocado. ¿Por qué? En la novela de Villoro todos los políticos mexicanos tienen un retrato de Zapata en sus mansiones. Claro, los políticos que no tienen ningún escrúpulo en hacer negocios con el Chapo, o con el Vainillo, uno de los personajes de Villoro en su última novela.
La ligereza de Villoro se convierte, en esta última novela, en humor negro
Hubo un momento de verdad en la revolución mexicana: la lucha contra Porfirio Díaz, la búsqueda de tierra y libertad. Zapata encarnó ese momento de la verdad. Caído el tirano, armados los ejércitos revolucionarios, las luchas intestinas, las guerras entre revolucionarios son el momento cómico de la revolución. Jorge Ibargüengoitia lo retrató magistralmente. Pero hubo un momento trágico: Zapata. ¿Por qué la verdad ha de ser trágica? Polvo somos.
El tono de Juan Villoro, su ligereza, me recuerdan a Jorge Ibargüengoitia. El mismo Villoro le ha dedicado uno de sus ensayos literarios a este escritor muerto tempranamente en el año 1983, en Barajas, junto a Ángel Rama, Manuel Scorza, y Marta Traba, en un accidente aéreo. ¿En qué se parecen Ibargüengoitia y Villoro? También podríamos decir, saltándonos la comparación: ¿En qué se distinguen el Padrino-Marlon Brando y Cara Cortada-Al Pacino?
Recordemos que Al Pacino es el heredero de Marlon Brando. Sin embargo, cuando Marlon Brando –el Padrino– se niega a entrar en el negocio de la droga, lo que podía ser una comedia se convierte en tragedia. Las “familias” no sólo se disputan el territorio: hay algo más. A Cara Cortada no le importa vender a su madre con tal de subir. Exagero, pero Cara Cortada no tiene límites. Aunque intenta cuidar de su hermana. El Padrino tiene un límite. Es más, en el colmo del aburguesamiento o del heroísmo, tiene la desfachatez de decirles que no a sus socios, cuando lo invitan a entrar al nuevo negocio. Pero la partida al final la gana Cara Cortada. Es decir, la gana hasta que a él también lo matan: murió en su ley, diríamos por acá. Quien a cuchillo mata…
La ligereza de Villoro se convierte, en esta última novela, en humor negro. Imagínense a un actor como Cantinflas incapaz de hacer sus chistes enrevesados. Tomando antidepresivos o somníferos. Angustiado por las pesadillas. Exiliado en Barcelona. ¿Se imaginan a Cantinflas exiliado en Barcelona? Los narcos de esta novela de Villoro se hacen la guerra entre sí: el cine documental les sirve para tenderse trampas. Es como si Cantinflas hubiera denunciado, sin querer, al Padrino o a Cara Cortada. Y luego tuviera que recibir a un emisario que viene a hacerle una propuesta “que no podrá rechazar”. Y es como si la mitad de El ruletero o como si una parte de ¡A volar, joven! sucediera en Barcelona. ¿Podría entenderse Cantinflas con los catalanes? ¿Y los catalanes, comprenderían sus chistes, sus desplantes, sus gestos?
Ahora que lo pienso, la verdad es que Marlon Brando y Cantinflas hicieron, a veces, sobre todo de viejos, cierto cine que hacía concesiones. ¿Cómo es eso de que el Padrino se niega a entrarle al negocio de las drogas? No me hagan reír. ¿Cómo es eso de que Cantinflas sale interpretando al patrullero 777 y dando lecciones de urbanidad? No me hagan llorar. Es triste lo que cuenta Villoro. “Y ahora ¿quién podrá ayudarnos?”, dixit en el Chapulín colorado.
En una de las películas de Luis Estrada, Un mundo maravilloso, los pobres entre los pobres intentan una revolución antes de convertirse en criminales. En ¡Viva Zapata!, el héroe, interpretado por Marlon Brando,...
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David Guzmán Játiva
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