Cartas desde Meryton
Juegos de guerra
La batalla cultural es como la gota malaya: al principio no molesta, pero es insistente, y al final consigue colar, no solo el mensaje, sino también los términos y hasta el enfoque del mismo
Silvia Cosio 6/02/2023
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Las guerras culturales están diseñadas para que gane la derecha.
– Espera un momento, tú ya has escrito esto.
– Sí, de hecho lo escribo una vez al año.
– ¿Se nos acaban las ideas o es que nos hemos vuelto cansinas?
– Es que pienso que es un tema muy importante y que caemos en la misma trampa una y otra vez.
– O sea, que te has vuelto cansina y aburrida.
– A ver si así consigo que te parezca más entretenido: “Frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre le dijo que las guerras culturales están diseñadas para que gane la derecha”.
– Vaya, además de cansina, redicha.
– Espera, dame otra oportunidad: “Era un domingo en la tarde/ Fui a los coches de choque/ Y estaban pinchando el disco que a mí tanto me pone/ El de Las guerras culturales están diseñadas para que gane la derecha”.
– Diiiilo, reina.
– Gracias.
Las guerras culturales están diseñadas para que gane la derecha, al menos esto es así desde hace cuarenta años, cuando el reaganismo-thatcherismo se aplicó en firme para cargarse el estado de bienestar disparando contra todo el sistema de pensamiento que lo sustentaba, empezando por todo lo que nos hacía querer ser buena gente. Uno no puede defender un sistema económico que se basa en la competencia desleal y abusiva, en la desconfianza, la trampa y que implica dejar en la estacada a la gran mayoría de la población si la susodicha población va por la vida siendo respetuosa con el semejante. Así que lo importante es comenzar a inventarse problemas: “Ya no se puede decir nada”, “Le abres la puerta caballerosamente a una mujer y te da un guantazo”, “Los violadores solo tienen que decir que se sienten mujeres para librarse de la cárcel”, “La gente joven lo tiene todo hecho y se ofenden por todo”, “Esto toda la vida se ha hecho así”. Luego ya solo les queda ponerle un nombre rimbombante tipo “cancelación”, “ideología de género”, “generación de cristal”, “lo woke” u “ofendiditos”, y ya tenemos el marco que constriñe, determina y contamina la discusión pública. Y el resto quedamos atrapados en la trampa.
Dice el maestro Enrique del Teso que no se puede discutir con normalidad con la extrema derecha –que es, al fin y al cabo, la que acaba beneficiándose de las guerras culturales– porque no tienen el más mínimo pudor en mentir y exagerar, y eso implica aceptar que lo que dicen es tan razonable como lo que dice un demócrata. Lo que no quiere decir que no podamos debatir, sino que al debatir tenemos que desenmascararles y no normalizarles. Tarea harto difícil y compleja, pero que tenemos que empezar a aprender a hacer porque nos están comiendo la tostada. Las guerras culturales, además, son como la gota malaya: al principio no molestan, pero son insistentes y consiguen colar no solo el mensaje sino también los términos y el enfoque del mismo.
Nos han pasado por la (extrema) derecha con la cancelación, esa cosa que no existe pero que ya damos por descontando, como si la condena por violación a Harvey Weinstein o unos tuits criticando la última columna uniceja del agitador de Primark de turno fueran el capricho de una sociedad infantilizada. Mientras, Plácido Domingo recibe ovaciones en pie porque la cultura de la cancelación es una cosa horrible. Lo mismo pasa con el aborto, un tema que la extrema derecha suele sacar de forma recurrente porque controlar el cuerpo, la sexualidad y los derechos reproductivos de las mujeres es la punta de lanza de la reacción, y que ya estamos enfrentando en los términos que nos marcan los antiabortistas. En el mismo momento en el que hemos accedido a denominar “provida” a las personas que se oponen al derecho al aborto, hemos aceptado que aquellas personas que defendemos el derecho a decidir somos “promuerte” o “antivida”, he aquí la trampa de las guerras culturales en todo su esplendor. Pero por encima de consideraciones éticas, políticas y filosóficas lo que realmente me molesta más de las guerras culturales es la cantidad de tiempo que perdemos discutiendo con personas que son extremadamente estúpidas. La misma peña que tenía claro que se podían forrar con dibujos virtuales de un mono horrible o invirtiendo en crypto, que entra en ebullición ante la mera existencia de las hamburguesas veganas, que se sienten en la obligación de sacarse una foto en bañador llevando una corbata porqueasíaprenderáperrosanxe, que son capaces de escribir todo un pliego de descargo para demostrar que es imposible que existan sirenas negras, es la que está marcando el discurso y la agenda política. Es para hacérnoslo mirar, la verdad. Yo creo que deberíamos tatuarnos la frase “las guerras culturales están diseñadas para que gane la derecha”, porque más nos vale ser cansinos que tontos útiles.
Las guerras culturales están diseñadas para que gane la derecha.
– Espera un momento, tú ya has escrito esto.
– Sí, de hecho lo escribo una vez al año.
– ¿Se nos acaban las ideas o es que nos hemos vuelto cansinas?
– Es que pienso que es un tema muy importante y que caemos en la...
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Silvia Cosio
Fundadora de Suburbia Ediciones. Creadora del podcast Punto Ciego. Todas las verdades de esta vida se encuentran en Parque Jurásico.
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