Madrí, zona de obras
Montera
Calle abarrotada de gente, puerta que se abre a la Puerta del Sol, continuo de comercios singulares, incluido el de la carne. Hoy se sigue representando la misma obra, pero cambia el decorado
Ricardo Aguilera 4/06/2023
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Estaba allí mucho antes de que Madrid diera vueltas alrededor de Sol. Distintas fuentes se refieren a ella desde el siglo XV. Y distintas leyendas corren sobre su nombre. La más simpática dice que le viene por el mote de una señora muy llamativa que solía pasear su palmito por allí. La llamaban “la Montera” porque su esposo era un “Montero de Espinosa”. Esos monteros eran los gorilas domésticos que protegían a los reyes españoles a domicilio. Su función principal era apostarse ante la puerta del dormitorio para vigilar que el reyezuelo de turno durmiese sin ser apuñalado y follase sin que le pillase la parienta. Un cruce entre guardaespaldas, portero de noche y mamporrero. De ahí viene el apellido. Así que menos moños.
Volvamos a los tiempos modernos, como Charlot. Montera es lo que era: calle abarrotada de gente, puerta que se abre a la Puerta del Sol, continuo de comercios singulares, incluido el de la carne. Hoy se sigue representando la misma obra, pero cambia el decorado. Según tomamos Montera desde Gran Vía, la Red de San Luis. El nombre le viene de una iglesia que estaba allí dedicada a ese santo. Ya no está. Ardió en 1936. No lloren: quedan muchas. En su lugar se alzó el templete del metro Gran Vía. Antonio Palacios lo diseñó en 1919 con gusto art decó granítico. Lo desmontaron en 1972 y se lo llevaron al cementerio de Porriño, localidad natal de Palacios, para que pudiera acceder al otro mundo cómodamente. En su lugar pusieron una fuente con aves metálicas alzando el vuelo. Alguna mente preclara convirtió la fuente en rotonda para los autobuses que giraban hacia Fuencarral. Atascos, cláxones batientes, ruido de motores, malos humos... Los pájaros se asustaron y desaparecieron. Nadie sabe dónde están. En 2009, por fin, se peatonalizó la zona. Y en 2021 se levantó una copia del templete, con ascensor incluido. Pura alegoría del espíritu de Montera: giros de 360 grados. Se vuelve al mismo sitio, pero ya no es lo mismo.
A mano derecha del templete, según se mira, un local elegante, con cerrajería modernista, marquesinas de hierro y cristal. Una belleza. Era la joyería Aleixandre, lujo popular en plena Gran Vía. El local sigue allí. Ahora en vez de perlas cultivadas venden hamburguesas con la firma de un tal McDonald. Es tan solo la primera afrenta culinaria a la salud pública que domina Montera. Han proliferado. Lo que está a la baja es el puterío que tanta fama dio a esta rúa. Hoy las lumias están en franca regresión, arrumbadas a la entrada de Caballero de Gracia. Hay tal follón de turistas pisoteando la calle que les han quitado el sitio y así no hay manera de ejercer. Bajando un poco más llegamos a la calle Jardines, donde mora El Sol, sala subterránea de fiestas y conciertos que aguanta desde el 79. Una década menos es lo que lleva resistiendo la penúltima firma de Muelle que se conserva en Madrid, en el número 30 de Montera, justo encima de una sex-shop. Ha sido tristemente restaurada y el Ayuntamiento no sabe bien qué hacer con el añejo grafiti. De momento se ponen de perfil. Casi mejor así. De frente están muy feos.
Entre los números 25 y 31 de Montera se está perpetrando un hotel de lujo asiático. Todo muy acorde con el ambiente popular de la zona
En la acera contraria arranca el “Pasage del Comercio”, así con G, tal como reza el cartel, también conocido como Pasaje de Murga. Fue concebido como galería comercial, pero devino en sumidero de chulos, lumis y yonquis. Hoy está medianamente aseado y ya no da tanto miedo. Pero lo que hay al final da pánico. El pasaje conduce a la Plaza del Carmen. Todo vallado, obras que van para largo, el suelo levantado y el gorgojo arboricida que domina el Ayuntamiento haciendo de las suyas. Veinte árboles menos. Este hombrecillo solo admite arbustos que sean aún más bajitos que él. Las obras no son casuales. Se trata de agrandar el parking subterráneo. Allí han de aparcar los coches que salgan del proyecto de hotel de cinco que te estrellas que dará a la Plaza del Carmen y Montera. Conozcámoslo.
Entre los números 25 y 31 de Montera se está perpetrando un hotel de lujo asiático. Todo muy acorde con el ambiente popular de la zona. Para ello se han llevado por delante los cines Acteón, que vinieron a sustituir los llorados Almacenes Arias, con su género “para todos los bolsillos”, que ardieron en 1987 matando a diez bomberos. La que se armó. El hotel también se ha llevado por delante otros comercios menesterosos típicos de Montera: Los Guerrilleros (“no compre aquí, vendemos muy caro”), el bingo Montesol y la tienda de regalos La Rosa Negra. Los bajos del hotelazo están ya en marcha con la tienda de Lefties más grande do universo mundo. El gallego de Inditex no pierde comba. Lo mismo está vigilando toda la maniobra desde el bar-restaurante Ciudad de Tui, que está enfrente y donde se tapea bien. Temo por él: probablemente no sea lo suficientemente pijo-modelno para la clientela que se avecina. En la misma acera del Tui está una comisaría de Policía Municipal y el Registro Civil. Comparten uno de los edificios más feos de todo Madrid, lo cual no deja de tener su mérito. Un cajón gris metálico sin resquicio alguno para la alegría: lo de Guantánamo, pero en pleno centro de la ciudad.
Dejémonos llevar por la riada de gente que baja Montera. Van derechos hacia Sol, fatalmente atraídos por su fuerza de gravedad. La calle se estrecha, se rozan los codos de turistas alelados, paisanos con prisas, inmigrantes buscándose la vida, gente de compras… Todavía abundan las tiendas de baratillos diversos: zapatos, ropa, souvenirs. Ya caerán. Desembocando a Sol reciben varios establecimientos de “compro oro”, todos con un propio en la puerta. Llevan un cartel de anuncio colgando, cara de aburrimiento y mala leche. Justo en la esquina, la sempiterna tienda de abanicos, paraguas, bastones y gorras. Precios por las nubes y antipatía asegurada. Un regalo. Esos comerciantes fueron la vanguardia de los que se quejaban de que con la peatonalización perderían negocio. Visión comercial cero. Y más allá, las obras de Sol, lo único que permanece eternamente, indiferentes al paso del tiempo.
Estaba allí mucho antes de que Madrid diera vueltas alrededor de Sol. Distintas fuentes se refieren a ella desde el siglo XV. Y distintas leyendas corren sobre su nombre. La más simpática dice que le viene por el mote de una señora muy llamativa que solía pasear su palmito por allí. La llamaban “la Montera”...
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Ricardo Aguilera
Iba para biólogo pero las cosas se torcieron y devine en periodista. Por favor, no se lo digan a mi madre.
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