Madrí, zona de obras
Plazaspaña
En el proyecto de remodelación aparecían con generosidad árboles ya creciditos pero la realidad municipal ha talado con saña piezas centenarias para despejar toda la entrada de la plaza y dejar el camino expedito al negocio
Ricardo Aguilera 23/04/2023
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Nunca he tenido claro si me gustaba o no esta plaza. Por un lado la encuentro demasiado grande, abierta, ventosa, atravesada por un tráfico insufrible y presidida por una mole pesada y espesa: el Edificio España. Sin embargo, siempre me gustó la Torre de Madrid, una espiga blanca que anunciaba modernidad a la americana en años infames. Curiosamente, es obra de los mismos arquitectos que hicieron el tarugo de al lado. También me gustaba la arboleda de soberbios plátanos que te recibían al adentrarte en los jardines, que se iba haciendo más frondosa según te acercabas a la calle Bailén.
Hoy todo ha cambiado. A peor. Estamos en Madrid. El paredón del Edificio España está restaurado. Bien. Sin embargo, ya no es el Hotel Plaza que guardaba el recuerdo de Luis Buñuel y sus dry-martinis, sino que se ha reconvertido en el Riu, una de las cadenas hoteleras más horteras y depredadoras de este país, y hay mucha competencia… La Fuente de la Concha que abría el paso a los jardines ha desaparecido porque sí. También corrió peligro el grupo escultórico dedicado a Cervantes. Parece ser que Patrimonio dijo que lo dejaran donde está. Por cierto, al susodicho “grupo” le viene de perlas el nombre. Allí figuran, realizadas con distintos materiales y diversas escalas, estatuas de Cervantes, Don Quijote y Sancho con sus respectivos cuadrúpedos, la Gitanilla y media docena de personajes que están jaleándola, Rinconete y Cortadillo acompañados de una nutrida tropa de figurantes. También están Dulcinea y Aldonza Lorenzo, amén de unas alegorías del misticismo, el valor militar y la literatura. Coronándolo todo, una señora entrada en carnes abrazando una bola del mundo. Un gentío. Y un horror. A los turistas les encanta.
Como el origen de la Plaza de España se remonta al proyecto del ensanche de Madrid, a caballo entre el XIX y el XX, hay algún edificio de época notable, como la Casa Gallardo, de un modernismo más que recargado, o la Antigua Sede de la Real Compañía Asturiana de Minas, levantada por el director de dicha compañía que, mire usted por donde, murió de un balazo en la cabeza en su misma puerta. Lo mató uno de sus estudiantes. Sin comentarios.
Lo que si merece comentarse es la última remodelación de la plaza. Como de costumbre, los responsables enseñaron un proyecto donde los árboles aparecían con generosidad y ya creciditos, como si llevasen ahí toda la vida. Luego, la realidad municipal ha talado con saña piezas centenarias para despejar toda la entrada de la plaza y dejar el camino expedito al negocio. Ahora hay una explanada de granito sin sombra alguna, solo útil para casetas de feria, cines de verano, terrazas y demás industrias que habrán de pagar su correspondiente canon consistorial. Rien ne va plus. En un lateral del espacio vaciado, ha crecido un grumo verde de considerables dimensiones. Dicen que va a ser el futuro Café Cervantes, y que su aspecto de hez perruna se verá disimulado con unas enredaderas que pondrá la empresa a la que se adjudique el truño. De momento nadie ha dado un paso al frente y ahí tenemos esa excrecencia adornando la plaza.
El ensanche de los jardines con el nuevo eje verde Bailén-Ferraz se agradece, eso sí, pero está realizado también con exquisito mal gusto y algo de mala leche. Ahí ha reaparecido la Fuente de la Concha, frente a la iglesia de Santa Teresa y San José, para que se mojen sus santos pies. Justo al lado han puesto otra fuente postmoderna que no pega ni con cola, y así todos contentos. El granito vuelve a ser la materia prima por excelencia, y en medio, a modo de islas, retazos de verde que comunican distintas áreas infantiles pletóricas de chillidos. Los carriles bici se entrecruzan con el paso de los peatones en un malsano ejercicio de “a ver por dónde vas”. Por debajo de todo este guirigay, asoma por los respiraderos el murmullo del tráfico soterrado, de los restos de historia enterrados, demolidos o sacados a la luz para que enseñen sus vergüenzas, y el lamento de los que comprobamos que esta ciudad no tiene solución.
Nunca he tenido claro si me gustaba o no esta plaza. Por un lado la encuentro demasiado grande, abierta, ventosa, atravesada por un tráfico insufrible y presidida por una mole pesada y espesa: el Edificio España. Sin embargo, siempre me gustó la Torre de Madrid, una espiga blanca que anunciaba modernidad a la...
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Ricardo Aguilera
Iba para biólogo pero las cosas se torcieron y devine en periodista. Por favor, no se lo digan a mi madre.
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