Madrí, zona de obras
Cubos y basuras
A la altura de 1992, la plaza era lugar de reunión del facherío más infame de los Madriles, no como ahora, que están por todas partes
Ricardo Aguilera 7/05/2023
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Belleza y fealdad. Dos conceptos. Relativos, subjetivos, interpretables. Ya se sabe: los gustos, los colores y todo eso. Sí, pero no. La fealdad absoluta existe y está localizada en Madrid: la Plaza de los Cubos. Cómo será la cosa que incluso las guías para turistas, que son incapaces de ponerle un pero ni a los baches, dicen de ella lo siguiente: “No es bonita ni interesante, pero tiene buena oferta de cines y sitios para comer”. Bien, miremos las ofertas, como en el súper.
Es indiscutible que lo más atractivo de la plaza son los cines Renoir Princesa: versión original subtitulada, oferta ecléctica entre cine taquillero y cine de verdad, y muchas salas donde elegir. Si queremos más películas, no hay problema… o sí. No hay más que bajar al pasadizo subterráneo que conecta la plaza con Martín de los Heros. En pleno túnel hay otras salas. Pero también hay más cosas: un campamento de mendigos, orines y vomitonas del pertinaz botellón, una sala de juegos de maquinitas que nos retrotrae a los años 70 y una salchichería alemana que sobrevive entre las basuras. El horror. Una vez que alcanzamos la luz al final del túnel, encontramos los cines Golem, antes Alphaville, donde el que suscribe comenzó su carrera cinematográfica como acomodador. Un poco más allá, los Renoir Plaza de España. Es como Hollywood, pero en cutre. En el suelo, estrellas empotradas en el asfalto con los nombres de rigor. Los más odiados han sido vandalizados por los de siempre. Ejpaña eh Ejpaña.
Cuando en las guías ponen “buena oferta para comer”, el turista avisado debería leer “mucha oferta para comer”. Uno puede elegir entre los más diversos surtidos de metacrilatos rebozados que se sirven en infinidad de franquicias de mala digestión. Un chollo. Si hubiera que elegir un sitio para envenenarse, yo recomendaría el VIPS que domina la plaza: tiene amplios y limpios váteres para vomitar lo que te ponen. Ese VIPS, por cierto, fue uno de los primeros de la cadena. En los 80 cumplía la función de los drugstore: dar de comer al trasnochador en un Madrid donde todavía había más personas que bares. Además, tenía una sección de libros en permanente oferta muy interesante. Ya la han quitado. ¿Libros, dice usted?
La plaza de marras se abrió hueco a principios de los 70, ocupando el lugar del convento de las Adoratrices Esclavas del Sagrado Sacramento
Repasadas las ofertas, volvamos a la plaza. No se llama de los Cubos, en realidad, sino Plaza de Emilio Jiménez Millas. Este buen señor, camisa vieja de Falange, fue de los pocos defensores del Cuartel de la Montaña que salieron vivos. Durante la guerra, militó en la Patrulla Azul del aviador García Morato. Esta unidad llevaba como emblema un círculo con las imágenes de un halcón, una avutarda y un mirlo, con la leyenda de “vista suerte y al toro”, así, sin coma. Con aviones cedidos por alemanes e italianos se destacaron bombardeando a las tropas que defendían la República. Queda claro, pues, que este hombre merecía una plaza. Además, tras la escabechina nacional fue un pope de los sindicatos verticales, procurador en las cortes franquistas y concejal del Ayuntamiento de Madrid durante la alcaldía de Arias ‘Killer’ Navarro, del que era muy amigo porque salían juntos de caza mayor. Una plaza es poco: un campo entero. De concentración.
La plaza de marras se abrió hueco a principios de los 70, ocupando el lugar del convento de las Adoratrices Esclavas del Sagrado Sacramento. Como lo oyen. Así se entiende que la plaza saliera como salió: el solar estaba endemoniado, como en Poltergeist. Convertida en el patio trasero de la Torre de Madrid, goza de una umbría permanente. Es el arquetipo de “plaza dura”: ni un árbol, ni un centímetro de tierra, solo hormigón y solado de granito. Las nuevas edificaciones son paralelepípedos gris metalizado que repelen cualquier intención estética o imaginativa. Allí están los Juzgados de lo Social desde 2011, cuando finiquitó el timo de la Ciudad de la Justicia y los amigos de Esperancita dedicaban su tiempo libre a contar los millones que le habían extraído al erario público. Antes de que Aguirre se tomara la justicia por su mano, en aquellos edificios abundaba el amor corsario. En los periódicos aparecían los anuncios: “Señoritas en apartamentos”. Estaban allí. Hoy los juzgados han tomado el relevo y algo se les ha pegado en las maneras, porque llega uno allí con una demanda laboral y acaba pagando la cama.
Hoy la plaza es centro de botellones sin fin, de discotecas de bacalao-tropical o de trópical-bacalao, que no es lo mismo aunque suena igual
Lo de los cubos viene de la escultura que preside la plaza. Su autor es Gustavo Torner, gloria del expresionismo abstracto conquense. Está compuesta por una serie de cubos metalizados superpuestos en escalera. Lleva por título “Reflexiones”. Reflexionemos, pues. A la altura de 1992, la plaza era lugar de reunión del facherío más infame de los Madriles, no como ahora, que están por todas partes. En uno de sus bares, un guardia civil llamado Luis Merino aleccionaba a tres cachorros nazis. Inflamado de amor patriótico bramó sus intenciones en público: “Vamos a dar un escarmiento a esos negros”. Dicho y hecho. Borrachos como cubas, se plantaron en los restos de la discoteca Four Roses, en la Cuesta de las Perdices. Entraron a tiro limpio y mataron a Lucrecia Pérez, una dominicana que se ganaba la vida limpiando la mierda de los señoritos españoles. Como habían dejado huellas por todas partes, y declarado sus intenciones en público, los pillaron enseguida. Fueron condenados a graves penas de prisión. Los nazis, menores de edad, salieron en cuanto cumplieron los 25. El guardia civil, poco después. Luego le han seguido deteniendo por conducir borracho y cosillas por el estilo. Lo dicho: reflexionemos.
Hoy la plaza es centro de botellones sin fin, de discotecas de bacalao-tropical o de trópical-bacalao, que no es lo mismo aunque suena igual de fuerte. Los que hacen cola para el cine tienen que apartar las inmundicias a patadas, porque no hay cubo para tanta porquería, pese al mote de la plaza. Es, simple y llanamente, un lugar que da asco. Si tienen que pasar por allí recomiendo botas de agua y un descanso a la espalda de la plaza, en Ventura Rodríguez, donde permanece abierta la coctelería Bora-Bora. Delirios polinesios servidos en jarras de cerámica, licores de colores imposibles y humo volcánico saliendo del contenido y del continente. ¡Hmmm! El resto, cubos y basuras.
Belleza y fealdad. Dos conceptos. Relativos, subjetivos, interpretables. Ya se sabe: los gustos, los colores y todo eso. Sí, pero no. La fealdad absoluta existe y está localizada en Madrid: la Plaza de los Cubos. Cómo será la cosa que incluso las guías para turistas, que son incapaces de ponerle un pero ni a los...
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Ricardo Aguilera
Iba para biólogo pero las cosas se torcieron y devine en periodista. Por favor, no se lo digan a mi madre.
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