Madrí, zona de obras
Sol
En esta plaza todo cambia, pero no por decantación del tiempo y la historia. Tampoco por voluntad popular ni por la evolución lógica de los entornos. Cambia por decreto municipal, porque me viene bien, porque hay negocio
Ricardo Aguilera 6/04/2023
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Allá por el siglo XVI, Galileo se metió en un lío por afirmar que la Tierra se mueve alrededor del Sol. Le llamaron de todo y la Iglesia casi se lo lleva por delante. Un siglo después, se abrió hueco en Madrid un lugar llamado Puerta del Sol que venía a confirmar las teorías del astrónomo toscano: todo se mueve alrededor de Sol.
Este agujero negro urbano ejerce tal fuerza centrípeta que todo acaba atrapado en él. No en vano es el kilómetro cero, el epicentro de las españas, constante sumidero de viajantes, vórtice de comunicaciones por arriba y por abajo. Sol es el imán de todas las manifestaciones, de los madrileños en pie de compras, de los turistas pastoreados con un paraguas, de los músicos callejeros, de los hombres-estatua y de los desdichados embutidos en el forro de Mickey Mouse. Sol es un sitio por el que se pasa, no en el que te quedas, pero por algún motivo siempre se queda allí. Quizás por eso, a esta plaza se la trata con la familiaridad de una amiga: no la llamamos Puerta del Sol, sino por su diminutivo: Sol.
Cuando empezó a tomar forma, era un entorno de conventos e iglesias. No queda ni una. Lo único que permanece de sus comienzos es la Casa Cordero, a la entrada de la Calle Mayor, y la Casa de Correos, construida por Jaime Marquet, arquitecto francés, en 1768. No es un edificio especialmente bonito. Pesado y vulgar incluso para su época. Tiene su aquel por el paso de los siglos y por el chirimbolo del reloj que da las campanadas de rigor en fin de año. Pero arrastra una historia negra. Durante la Segunda República fue la sede del ministerio más antipático de cualquier gobierno, el de Interior, que por entonces se llamaba Gobernación. Tras la caída en desgracia de España entera y verdadera, se convirtió en la Dirección General de Seguridad, la temible DGS. Por sus calabozos pasó lo mejor de este país para ser escabechado por destacados miembros de nuestros cuerpos de seguridad, algunos de ellos galardonados por su celo en el oficio. Que no se haya sometido a juicio sumarísimo a esa gentuza empañará para siempre nuestra historia. Hoy es la sede del Presidencia de la CAM, donde el eco de los gritos de los torturados arrulla a la pepona de feria que calienta el sillón. Le da lo mismo: no oye, no entiende, no conoce. Esos son sus poderes.
Hoy no vive casi nadie allí; hacerlo sería de locos con el jaleo permanente de la plaza
El resto de los edificios de Sol presenta la uniformidad resultante de haber sido construidos a un tiempo, a finales del XIX, cuando la plaza se remodeló integralmente. Son casas de viviendas de buen tono para su época, sin alharacas ni gracia especial. Hoy no vive casi nadie allí; hacerlo sería de locos con el jaleo permanente de la plaza. En su momento destacaba el número 1 de la puerta del Sol, el Hotel París. Fue pionero de la industria hotelera de lujo en la capital: baño en todas las habitaciones, salón restaurante con vistas a la plaza, el primer ascensor eléctrico y un portero con bigote que hablaba docenas de idiomas. Tenía, sobre todo, estilo. Fue perdiendo lustre con los años y la competencia. En su tejado se mantuvo durante décadas el anuncio de Tío Pepe, “sol de Andalucía embotellado”. Todo son recuerdos. Cerró en 2011 y tres años después se convirtió en la tienda Apple de Madrid. El bueno del Tío Pepe fue desahuciado y se tuvo que ir a otro edificio de la plaza. Hoy solo destaca por las colas de anómalos que quieren cambiar su iPhone 14 por el iPhone 15.
En Sol todo cambia, como decía Mercedes Sosa. Pero no por decantación del tiempo y la historia. Tampoco por voluntad popular ni por la evolución lógica de los entornos. Todo cambia por decreto municipal, porque sí, porque me viene bien, porque hay negocio. Como centro neurálgico de la capital, esta plaza ha sido siempre pieza de caza codiciada por los alcaldes que quieren colgarse una medalla: “yo hice la remodelación de Sol”. Ya podían estarse quietecitos, pero no. Recordemos algunas de estas “actuaciones”. En 1959, el Conde de Mayalde, con la varita mágica de los alcaldes en la mano, ordenó ajardinar Sol. Bien. Mal: duró un sentidito. Para cuando le substituyó Arias Carnicerito Navarro, no queda ni una planta. Allá por 1986, Juan Barranco acometió la peatonalización parcial de la plaza. Bien. Sin embargo, se le ocurrió cambiar las farolas de siempre por unas de diseño que inmediatamente fueron bautizadas como “supositorios”. El pueblo de Madrid, rancio en sus gustos y tradiciones, obligó a dar marcha atrás. En 2009, Ruíz Gallardón inauguró el intercambiador de Sol y dejó su propia cagadita: una ballena acristalada varada en medio de la plaza, perdida cual pulpo en garaje. Ya la están quitando. Por cierto, Sol está en obras ahora mismo. ¿Raro, no? Esta mañana pasé por allí. Vamos a ello.
La remodelación de la plaza corre a cargo del sapirujo que anida en la alcaldía. La idea es dejar aquello como un solar
La enésima remodelación de la plaza corre a cargo del sapirujo que anida en la alcaldía. La idea básica es dejar aquello como un solar: todo el espacio libre para chiringuitos de quita, pon y paga tasa municipal. Como en Plaza de España, para entendernos. El cetáceo de Gallardón fuera, y con él el recuerdo del 15M que se acunó entre sus aletas. A esta criaturita repugnante le pasa como a Serrano Suñer, cuñadísimo del genocida, que quería demoler Sol entero porque decía que el lugar tenía resabios izquierdistas: recordaba que allí proclamó Maura la República. Aparte de eso, el alcaldito saltarín quiere emular a tantos de sus antecesores jugando con las piezas de la plaza, o sea, el mobiliario urbano y las estatuas. Lo que está aquí, lo pongo allí, y así sucesivamente. Ya es tradición.
Las estatuas de Sol, en principio bienes inmuebles, no paran de corretear por la plaza. La Mariblanca, que lleva ahí desde el principio, antaño coronaba una fuente que desapareció en 1892. Ahí comenzó un periplo que la llevó al Retiro, a Recoletos y a Mayor. En este vaivén fue vandalizada a conciencia por la borrachería y acabó destrozada. La que vemos hoy es una réplica: una jovencita de aspecto clásico, vistiendo toga con teta al aire, un amorcillo a su vera y un par de cabezas de pescado con muchos dientes a sus pies. Está en el arranque de Arenal. La van a mover. La estatua del emblema de Madrid, el Oso y el Madroño, es obra de un especialista, el escultor Antonio Navarro Santafé, que también hizo las esculturas del toro de lidia del Puerto de Santa María, y la del caballo de Jerez de la Frontera. Se ve que se le dan bien los animales. La van a mover. La estatua ecuestre de Carlos III, reproducción en bronce del original de Manuel Francisco de la Peña, que está en la Real Academia de las Artes de San Fernando, también la van a mover, con su mecanismo anti-cagadas de palomas incluido. La estatua de carne y hueso del propio Antonio López, que empezó el año pasado a pintar la plaza, también se ha tenido que mover por sus propios pies, porque no solo le han quitado el sitio con las obras, sino que le han cambiado el modelo que pintaba, que él –iluso– pensaba estático. Dice que va a empezar el cuadro de nuevo. ¡Qué remedio! Total, un trajín que no viene a cuento.
El protagonismo de Sol lo tiene, como en todas las plazas históricas, el personal que llena este lugar con aire de anfiteatro
Por lo demás, el protagonismo de Sol lo tiene, como en todas las plazas históricas, el personal que llena este lugar con aire de anfiteatro. Aparte de los paseantes de todo tipo y los manifestantes de toda condición, los habituales de la plaza son seres sometidos regularmente a vejaciones municipales. Los charlatanes que glosaban las bondades de aparatos peladores de patatas y tintes para el pelo fueron desterrados por la policía hace décadas. Les tomaron el relevo los africanos con manta, que fueron corridos a palos. A las loteras que ponían sus sillas de tijera delante de La Mallorquina –¡muy ricos los bollos!– les han obligado a ejercer de pie. Todo es consecuente con el fin último que la alcaldía quiere darle a la plaza: el que no pague no hace negocio. Un recuerdo para terminar. Cuando inauguraron la fuente que va a quitar el renacuajo, había un banco corrido de piedra que rodeaba su contorno. Para pasmo de la municipalidad reinante en aquel momento, a la gente le dio por sentarse allí. Un escándalo. Total, que minaron el banco con un enrejado punta arriba para dar por culo literalmente al que pretendiera sentarse en aquel lugar tan propicio. ¡Que nadie se quede quieto gratis, circulen!
Allá por el siglo XVI, Galileo se metió en un lío por afirmar que la Tierra se mueve alrededor del Sol. Le llamaron de todo y la Iglesia casi se lo lleva por delante. Un siglo después, se abrió hueco en Madrid un lugar llamado Puerta del Sol que venía a confirmar las teorías del astrónomo toscano: todo se mueve...
Autor >
Ricardo Aguilera
Iba para biólogo pero las cosas se torcieron y devine en periodista. Por favor, no se lo digan a mi madre.
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí