Relaciones internacionales
Lula, el equilibrista de mundos
El presidente brasileño vuelve a proponerse como bisagra entre el primer mundo y los países en vías de desarrollo. La polarización entre Occidente y el bloque liderado por China está dificultando el histórico papel integrador de Brasil
Bernardo Gutiérrez Río de Janeiro , 7/10/2023
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En julio de 2005, el gobierno de Lula envió una delegación diplomática a Tel Aviv. Celso Amorim (entonces ministro de Asuntos Exteriores) y Luiz Fernando Furlan (ministro de Desarrollo) llegaron a Israel rodeados de empresarios brasileños para supuestamente potenciar las relaciones comerciales de ambos países, especialmente en los ramos aeronáutico, alimentario y farmacéutico. Sin embargo, la visita tenía un objetivo político de fondo: disminuir el malestar del Gobierno israelí tras la Primera Cúpula América del Sur y Países Árabes, que había tenido lugar unos meses atrás en Brasil. La cúpula, a parte de sellar acuerdos entre el Mercosur y los países del Golfo Pérsico, especialmente sobre explotación y comercio de petróleo y derivados, concluyó con una declaración conjunta de condena de la ocupación israelí de Palestina.
Para engrasar la visita diplomático-comercial, el Gobierno Lula lanzó un corto vídeo publicitario en el que un niño con la camiseta de la selección brasileña de fútbol recorría un mercadillo de Israel. Moviendo el balón entre sus piernas con maestría, el chaval brasileño comenzaba a jugar con otros dos niños, uno con una kipá (gorra ritual usada por los varones judíos) y otro con indumentaria usada por fieles musulmanes. El toque mágico del balón, que creaba un distendido clima fraternal, sintetizaba el papel que Brasil quería ejercer entre aquellos mundos enfrentados. Albergar simultáneamente una importante comunidad judía y el mayor número de descendientes de sirio-libaneses del mundo otorgaban a Brasil legitimidad. El Planeta Lula comenzaba a girar.
En sus primeros dos mandatos, Lula consiguió la proeza de mantener buenas relaciones con Israel y los países árabes. Reforzó sus alianzas con el primer mundo, al mismo tiempo que articulaba frentes comunes con los países en vías de desarrollo. Mientras garantizaba la inversiones de Estados Unidos en Brasil, dinamitaba los acuerdos de libre comercio que dicho país intentaba firmar con los países de América Latina. A la vez que cultivaba una seria relación político económica con la Unión Europea, Lula incentivaba otros romances: su papel fue clave para la creación de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) en 2008, el G-3 (embrión de los BRICS) y el G20. Brasil se aproximaba a la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), convirtiéndose en “socio prioritario”, sin descuidar la reunión anual con los países africanos que selló en una visita a Nigeria en 2005. Y priorizaba, sobre todo, la creciente relación comercial con China. Brasil marcaba goles geopolíticos tan inverosímiles que se ganaba el aplauso de sus supuestos rivales. Al final del segundo mandato de Lula, el asiento en el Consejo de Seguridad de las Organización de Naciones Unidas (ONU) parecía inminente.
Brasil aprovechará su presidencia rotativa del Consejo de Seguridad de la ONU para intentar restablecer el diálogo entre Ucrania y Rusia
Veinte años después de la irrupción de Lula en la geopolítica internacional, la diplomacia à brasileira está intentando seguir el mismo guion. Sin embargo, con la guerra de Rusia de fondo y el bloque geopolítico de China al alza, Brasil está teniendo dificultades para mantener su histórico equilibrio y su cariz mediador.
Fuerza acumulada. El pasado 1 de octubre, Lula asumió la presidencia del Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas (ONU). Hasta finales de octubre, Brasil aprovechará su presidencia rotativa para intentar restablecer el diálogo entre Ucrania y Rusia y para evitar la instauración de una Guerra Fría entre Estados Unidos y China. Tarea hercúlea, pues el Consejo está prácticamente inoperante. A finales de septiembre, la profunda crisis del órgano se hizo evidente cuando ministros rusos y ucranianos abandonaban la sala cada vez que el otro tomaba la palabra para hablar de la guerra. Lula llega al Consejo con fuerza acumulada. En sus primeros meses de gobierno, resucitó las instituciones latinoamericanas desmanteladas por Jair Bolsonaro, la UNASUR y la Comunidad de Estados Latino-Americanos y Caribeños (CELAC). Por otro lado, como presidente rotativo del Mercosur, Lula está tratando de flexibilizar algunas condiciones del tratado de libre comercio entre dicho bloque comercial y la Unión Europea, para cerrar un acuerdo antes del fin del año.
Si en América Latina Lula ha vuelto a tomar el liderazgo, en el resto del mundo está eclipsado por China
Sin embargo, si en América Latina Lula ha vuelto a tomar el liderazgo, en el resto del mundo está eclipsado por China. La reciente expansión de los BRICS, que abrió sus puertas a algunos regímenes no democráticos como Arabia Saudí o Emiratos Árabes, supuso el triunfo del camino marcado por China. Brasil, receloso inicialmente ante la ampliación del bloque, cedió a cambio de tres puntos: el apoyo chino a su entrada en el Consejo de Seguridad de la ONU, la incorporación de Argentina a los BRICS y el inicio de transacciones comerciales en monedas locales en detrimento del dólar. Que la expresidenta brasileña Dilma Rousseff presida el Nuevo Banco de Desarrollo (NBD), el banco de los BRICS, con sede en Shanghái, formaba parte del pacto para que Brasil apoyara la expansión impulsada por China.
La última reunión del G20 celebrada en Nueva Delhi, con Brasil presidiendo el grupo, concluyó con una pifia de bulto: Lula afirmó que no detendría a Vladimir Putin si el presidente ruso decidiera acudir a la próxima reunión a Río de Janeiro. Tras conocer que existía una orden de prisión del Tribunal Penal Internacional (TPI) contra Putin, el presidente brasileño se retractó. Además, accedió a reunirse en Nueva York con Volodímir Zelenski, presidente de Ucrania, que llevaba meses solicitando un encuentro oficial. La postura brasileña ante el conflicto de Ucrania es una china en el zapato del bloque occidental. Y una de las principales rémoras en su papel internacional. Lula no solo se niega a mandar o vender armas a Ucrania, sino que llegó a afirmar que Estados Unidos y Europa occidental deberían parar de incentivar la guerra. A pesar de que Lula ha criticado la invasión rusa de Ucrania y de que se ha ofrecido a mediar en el conflicto, la creciente polarización del mundo en dos bloques dificulta sobremanera el carácter dialogante de la diplomacia de Brasil. “La guerra de Ucrania exhibe la incapacidad de los países que forman parte de la ONU de alcanzar la paz”, afirmó Lula en el discurso que abrió la 78ª Asamblea General de las Naciones Unidas.
Además de la guerra de Ucrania, existe otro motivo que justifica las dificultades de Lula para mantener el equilibrio en la cuerda floja de la geopolítica: el peso de China en la economía brasileña.
Brasil for export. A finales de 2010, antes de las elecciones que darían la victoria a Dilma Rousseff, tuve la oportunidad de visitar algunas infraestructuras en el estado de Pernambuco, tierra natal de Lula. Uno de los buques insignia de su Gobierno era la construcción de la refinería internacional de petróleo Abreu y Lima, impulsada en colaboración con Hugo Chávez, entonces presidente de Venezuela. La refinería estaba rodeada de un polo petroquímico y textil, de un molino de trigo de la multinacional Bunge, de destilerías de ron Montilla y de naves industriales. A unos cuarenta kilómetros al sur de Recife, visité el complejo industrial portuario de Suape. En su astillero, Brasil había concluido la construcción del primer navío petrolero de su historia, el suezmax Joao Candido. El primero de muchos. Entre los contenedores, Felipe Cherpak, un descendiente de inmigrantes rusos que trabajaba en la empresa Tecon, me resumía la exitosa fórmula del nuevo Brasil de Lula señalando contenedores con el dedo: fruta para Europa, granito para África, mesas y soja para China. Antes de Lula, Brasil exportaba el 26% de sus productos a Estados Unidos. En 2010, apenas el 9,9%. En 2009, China se convirtió en el primer socio comercial de Brasil.
La marca china BYD, mayor fabricante global de vehículos eléctricos, ha comprado la fábrica de la estadounidense Ford en Bahía, cerrada en 2021
Desde que Lula visitara China por primera vez en 2004, el volumen comercial total entre ambos países se ha multiplicado por dieciséis, alcanzando en 2022 los 150.000 millones de dólares. Brasil exporta a China principalmente minerales (sobre todo hierro), aceites derivados del petróleo, soja y carne. China exporta a Brasil válvulas y tubos electrónicos, equipos de telecomunicaciones, placas solares y compuestos orgánicos.
Por si fuera poco, el veto y/o recelo al capital chino en Estados Unidos y Europa ha reforzado el carácter estratégico de Brasil. Gigantes chinos del sector de los electrodomésticos y de la electrónica como Gree, Midea, Hisense y TCL están desembarcando en Brasil. La marca Midea Carrier está construyendo una gigantesca fábrica de frigoríficos en Minas Gerais. La plataforma de comercio electrónico Temu, presente en dieciocho países, está ultimando su lanzamiento en el gigante sudamericano. Aunque, el sector que simboliza mejor el cambio del orden global es el de la automoción. La marca china BYD, mayor fabricante global de vehículos eléctricos, ha comprado la fábrica de la estadounidense Ford en el estado de Bahía, cerrada en 2021. Si una de las marcas más emblemáticas del Tío Sam fabricaba vehículos impulsados por petróleo, la china BYD pretende construir automóviles, camiones y autobuses eléctricos, además de una base de procesamiento de litio para baterías.
Las dificultades de Lula para volver a ser el alquimista global, más que geopolíticas, son económicas. Mientras el acuerdo del Mercosur y la Unión Europa continúa atascado y la presencia estadounidense en Brasil sigue disminuyendo, las inversiones de otros actores globales aumentan. Difícil que la nueva realidad comercial no empuje hacia un lado, aunque sea levemente, la geopolítica de Lula, el equilibrista de mundos.
En julio de 2005, el gobierno de Lula envió una delegación diplomática a Tel Aviv. Celso Amorim (entonces ministro de Asuntos Exteriores) y Luiz Fernando Furlan (ministro de Desarrollo) llegaron a Israel rodeados de empresarios brasileños para supuestamente potenciar las relaciones comerciales de ambos países,...
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Bernardo Gutiérrez
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