ganas de quemar cosas
No es posible la opinión después de Gaza
La tragedia sigue ocurriendo, los crímenes de guerra, la matanza de inocentes, la tormenta de fuego, los versículos del Libro de Josué, la crueldad sin límite
Alicia Ramos 6/11/2023
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He oído por ahí, confieso que no lo he leído en ninguna parte, que Theodor Adorno decía, o dijo alguna vez, o alguien creyó haberle oído decir, que después de Auschwitz era imposible escribir poesía. Y puede ser que lo haya dicho, incluso que lo haya escrito y hasta que lo haya defendido vehementemente, no digo yo que no, solo reconozco que nunca lo he leído, porque con todo lo vieja que soy hay tantísima cosa que no he tenido tiempo de leer... Pero ahí está la idea: no es posible la poesía después de Auschwitz.
Esta gente decía estas cosas, ¿no?, algo habrá que decir para suscitar el debate filosófico. Como lo de Jacques Derrida de que “nada hay fuera del texto”. Son cosas que te obligan a reflexionar sobre qué es el texto, qué es nada, qué es fuera, qué es haber. Y, en el caso de Adorno, qué es poesía. Porque Auschwitz ya, por desgracia, sabemos lo que es. De qué es símbolo. Qué significa, qué peldaño ocupa en la escalera que nos lleva a lo más profundo del pozo de la ignominia y la depravación.
Y está claro que casi todo el mundo puede reconocer el horror cuando lo tiene delante.
Por eso estoy últimamente con esto de que para qué voy a escribir yo nada, y mucho menos mi opinión, cuando todo está tan a la vista, con subtítulos en varios idiomas. Cualquier intento de opinar te lleva a una disyuntiva fatal: o dices lo obvio o mientes. ¿Quién podría querer mentir, maquillar la barbarie, justificar el horror? Pues alguien a quien le paguen mucho más de lo que me pagan a mí por opinar o alguien que haya perdido todo rayo de esperanza y que quiera que arda todo a ver si se le quema el alma de paso y deja de torturarle.
“¡Pero hay que opinar, hay que mojarse!” A lo mejor pensamos eso porque es lo único que podemos hacer, aunque no sirva para nada, aunque solo sea para levantar la moral de la tropa. Lo siguiente ya sería exigir al prójimo que se manifieste, que condene, y de ahí al auto de fe hay un paso.
A mí solo me funciona refugiarme en las cuatro cositas que creo saber del mundo antiguo y reordenarlas para leerlas en otra dirección y echar la tarde. O ponerme a llorar hasta que me duerma, claro.
Hubo hace más de tres mil años otro mundo como este. No se parecía en nada pero existían estructuras políticas complejas de gran alcance
Hubo hace más de tres mil años otro mundo como este. No se parecía en nada pero existían estructuras políticas complejas de gran alcance, diferentes entre sí, conectadas en una especie de globalización del Mediterráneo oriental y de Mesopotamia, con áreas de influencia externas, que mantenían un equilibrio comercial, militar, tecnológico y político delicadísimo (tenemos tres archivos, tres, que dan fe de la correspondencia diplomática entre estas potencias de la Antigüedad: Hattusa, Ugarit y Tell el-Amarna). El Reino Medio asirio, el Reino Hitita, el Reino Nuevo egipcio, las riquísimas ciudades-estado de la costa sirio-palestina, la codiciada Chipre, el mundo de Creta y el Egeo ya bajo el control de las ciudades-estado micénicas, emporios comerciales como Troya que se mantenían independientes gracias a este equilibrio global, y pueblos que también habían empezado a enriquecerse gracias a estos intercambios pero que ocupaban una posición excéntrica en el tablero y de los que no sabemos gran cosa aparte del tipo de casco y de escudo que llevaban cuando se plantaron en el delta del Nilo a partirle la cara a Ramsés III.
Este mundo se llamaba Bronce Tardío. Lo del bronce ya da una buena pista
Este mundo se llamaba Bronce Tardío. Lo del bronce ya da una buena pista. Para hacer bronce hace falta un 88% de cobre y un 12% de estaño. El cobre no es que sea abundante, pero hay para todos, hagan cola, paguen el precio, y llévense estos hermosos lingotes chipriotas que además harán de lastre en sus naves de casco redondo para facilitar su viaje en el sentido contrario a las agujas del reloj por esta bañerita global. Arranque en el Delta del Nilo, con su carga de escarabeos dorados, marfil de Nubia, lapislázuli de las minas del Sinaí; remonte siguiendo los vientos y las corrientes por las ciudades cananeas que actúan como terminales de las rutas terrestres que, Asiria mediante, nos traen esmeraldas y estaño de Afganistán, resina de Terebinto, madera de sicomoro y grandes troncos de cedro del Líbano; otra estación en Chipre, donde escribas escurridizos apuntan las cantidades de cobre en un silabario incomprensible con deje aqueo; evite a los piratas shekelesh del mar de Licia, donde patrullan las naves de guerra que Ugarit va a echar mucho de menos en breve. Y antes ya bastaba con llegar a Creta, a sus palacios laberínticos, y sus hermosas casas de dos pisos que los marinos llevaban en forma de maqueta en sus naves para presumir por el mundo, pero las cosas han cambiado, el orbe es más ancho y hay que remontar el Egeo para encontrarse con mal tiempo en el estrecho de Dardanelos y pagar con oro y plata cada día de estancia al abrigo de Troya hasta que cambien los vientos e internarse en el Ponto Euxino, en cuyos puertos se puede adquirir ámbar báltico y trigo a buen precio para luego vendérselo a los reyes micénicos que lo apuntan todo en su sistema de escritura menos el comercio, que lo llevan de cabeza, y, entonces sí, pasar por Creta y luego que los vientos y las corrientes nos devuelvan al delta del Nilo, que es también la cabecera de una ruta comercial que se adentra en el continente salvaje hasta lugares donde la selva verde es como otro mar.
Ese mundo colapsó. Dejó de funcionar. El equilibrio dejó de ser tal y todo se vino abajo
Ese mundo colapsó. Dejó de funcionar. El equilibrio dejó de ser tal y todo se vino abajo. En el plazo de cien años se documenta la destrucción violenta por fuego de todos los palacios micénicos, de Hattusa, la capital de los hititas, de Troya –hay un poemita muy bonito de un tal Homero que lo cuenta–, de Chipre, Ugarit, horizontes de destrucción en Biblos, Tiro, Sidón, problemas serios en Egipto, que mal que bien se sobrepuso gracias a la fortaleza de su economía y a la solidez de sus instituciones, y el Reino Medio Asirio aguantó casi un siglo hasta que la caída de las redes comerciales que controlaba empezó a dejarse sentir.
Y luego vino la Edad del Hierro. Para hacer hierro solo necesitas hierro. No hay que ir a buscar un ingrediente exótico a unas islas remotas del Atlántico norte. Así que te apañas. ¿Que quieres acero? Solo tienes que añadir una pizca de carbono, que lo tienes en la misma fragua, no hay ni que salir del taller. Los hititas parece que ya lo sabían desde antes del colapso del bronce final y habían empezado a desarrollar la metalurgia del hierro. Pero da igual. Ya cada pueblo, cada aldea, cada clan familiar más o menos extenso puede buscarse la vida sin necesidad de confiar en forasteros, y menos en los comerciantes que son todos unos piratas.
Dije que el Bronce Final era un mundo como el nuestro pero diferente. Igual no era tan diferente. La gente se movía. Puede ser que algunos micénicos se hubieran establecido en la actual Sicilia, porque hay cerámica micénica en Sicilia. O alguien de Sicilia la compró. En fin, había contactos también con el Mediterráneo occidental.
Cuando Meremptah derrotó a los “pueblos del mar” en 1208 a.C., escribió los nombres de los pavorosos pueblos a los que se enfrentó. Y nombró entre ellos a los shekelesh, que suena parecido a sículos, sicilianos. Y muchos autores piensan que venían de Sicilia. Pero que a lo mejor habían llegado allí solo unas décadas antes, o un par de generaciones, y en origen eran micénicos. Y da un poco igual, porque a lo mejor shekelesh ni siquiera significa sículos.
A los Pueblos del Mar se les ha venido echando la culpa desde hace mucho del colapso del Bronce Final. Y las cosas no suelen ser tan sencillas nunca, no suele funcionar que un solo factor explique procesos complejos que se retroalimentan. Además, entre los “pueblos del mar” había tropas mercenarias que luchaban del lado egipcio. Y luego los peleset, otro de estos pueblos, se establecieron en lo que hoy es Palestina y fundaron su famosa pentápolis filistea: Ascalón, Asdod, Gat, Ecron y Gaza. En los yacimientos más antiguos de estas poblaciones se documentan edificios de tipo micénico y mucha cerámica micénica del Heládico Reciente IIIC, el periodo micénico final. También se optó, para explicarlo, por la hipótesis del comercio, o de regalos diplomáticos. Pero un señor que se llamaba, o se llama, no sé si vive aún, Isadore Perlman, junto a otras personas, estudió la pasta de la cerámica bicroma micénica de yacimientos filisteos como Tel Miqne-Ekron y llegó a la conclusión de que la cerámica micénica había sido manufacturada en Palestina, con arcilla palestina, en hornos palestinos. Así que, o los micénicos se habían traído a un cuerpo de ceramistas micénicos o los filisteos eran, efectivamente, de origen micénico.
Luego había otro señor que se llamaba Yigael Yadin, que fue comandante en jefe de las Fuerzas de Defensa Israelíes entre 1949 y 1952, que también era arqueólogo, por lo visto. Y el pavo se dedicó a estudiar la figura de Sansón. Parece ser que Sansón era de la tribu de Dan, esa tribu que está buscando dónde asentarse por todo el Antiguo Testamento mientras carga con el sarcófago egipcio de su patriarca, el quinto hijo de Jacob, y todo así. Y al final se meten en problemas, claro. Hay autores que quieren ver en la tribu de Dan a los danuna que aparecen citados entre los “pueblos del mar” que se enumeran en Medinet Habu y a los que derrota un Ramsés III gigantesco solo con un arco, si nos dejamos llevar por la propaganda faraónica.
Sansón se vale de sus proezas físicas para consolidar su fama, sus hazañas dan nombre a hitos en el territorio, como la Colina de la Quijada, le dice mentiritas a Dalila como haría Odiseo… y Yadin llega a la conclusión de que el patrón heroizante de Sansón es más propio del ámbito cultural griego que del cananeo, que es como un héroe homérico, vaya. Que los danuna son los dánaos que vienen de destruir Troya a seguir la fiesta en el delta del Nilo y acaban dándose de hostias con sus primos los filisteos (eso es muy helénico), y que al final la población de Canaán, desde Arvad hasta Gaza, ya estaba penetrada por un fermento griego micénico desde antes de que unos nómadas desarrapados a los que apenas les alcanzaba para mantener un único dios decidieran escribir unos libros que esgrimir en el futuro como título de propiedad de una tierra en la que hasta ese momento cabía todo el mundo.
La tragedia sigue ocurriendo, los crímenes de guerra, la matanza de inocentes, la tormenta de fuego, los versículos del Libro de Josué, la crueldad sin límite.
Pero hemos echado la tarde.
He oído por ahí, confieso que no lo he leído en ninguna parte, que Theodor Adorno decía, o dijo alguna vez, o alguien creyó haberle oído decir, que después de Auschwitz era imposible escribir poesía. Y puede ser que lo haya dicho, incluso que lo haya escrito y hasta que lo haya defendido vehementemente, no digo...
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Alicia Ramos
Alicia Ramos (Canarias, 1969) es una cantautora de carácter eminentemente político. Tras Ganas de quemar cosas acaba de editar 'Lumpenprekariat'. Su propuesta es bastante ácida, directa y demoledora, pero la gente lo interpreta como humor y se ríe mucho. Todavía no ha tenido ningún problema con la Audiencia Nacional ni con la Asociación Española de Abogados Cristianos. Todo bien.
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