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geopolítica

Hamás está reconfigurando el equilibrio de poder en Oriente Medio

El ataque contra Israel ha forzado una alianza incómoda entre Catar, Arabia Saudí, Egipto, Turquía y los Emiratos Árabes Unidos. Queda por ver si alguno de ellos podría desactivar la bomba a punto de estallar en Gaza

Zvi Barel (Haaretz) 4/11/2023

<p>El príncipe heredero saudí Mohammed bin Salman y el secretario de Estado Anthony Blinken reunidos en Riad el pasado 15 de octubre para discutir sobre los ataques de Hamas contra Israel. /  <strong>U.S. Department of State</strong></p>

El príncipe heredero saudí Mohammed bin Salman y el secretario de Estado Anthony Blinken reunidos en Riad el pasado 15 de octubre para discutir sobre los ataques de Hamas contra Israel. /  U.S. Department of State

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El 25 de octubre, poco después de que el presidente turco Recep Tayyip Erdogan arremetiese contra Israel, la Bolsa turca cayó un 7%. Ese día, las transacciones se suspendieron hasta en dos ocasiones debido al desplome de los índices, aunque se reanudaron más tarde.

Inversionistas locales e internacionales, cuando apenas regresaban al mercado de valores de Turquía, revirtieron su decisión ante el “apoyo firme” de Erdogan a Hamás. En los tiempos que corren, apoyar a Hamás es perjudicial para los negocios y los economistas turcos alertan de que este tipo de declaraciones podrían derivar en sanciones extraoficiales contra Turquía.

“Al criticar a Israel y manifestar su apoyo a Hamás, Erdogan se está enfrentando no solo a Israel, sino a los Estados Unidos y los Estados europeos”, comentó un miembro de la Cámara de Comercio de Estambul a Haaretz. Asimismo, advirtió que el sentimiento antiturco que se extiende por el mundo podría tener un impacto negativo sobre el turismo y obstaculizar los esfuerzos de Turquía por convertirse en un centro regional de gas natural, llevando al país a una crisis en un momento en el que se está empezando a recuperar de otra.

“Al criticar a Israel y manifestar su apoyo a Hamás, Erdogan se está enfrentando no solo a Israel, sino a los Estados Unidos y los Estados europeos”

La cancelación de la visita de Erdogan a Israel y el estancamiento de las conversaciones sobre acuerdos económicos, principalmente en torno a la energía, son parte del precio que Turquía podría pagar como consecuencia de la postura del presidente turco.

Otro de los temas sobre la mesa es la venta de aviones de guerra F-16 estadounidenses a Turquía, una transacción que todavía está pendiente de recibir la aprobación del Congreso, al que ni siquiera entusiasmaba antes de la guerra; de hecho, incluso amenazaba con frustrarla cuando la decisión del presidente Joe Biden era ratificarla. El motivo principal de la suspensión del acuerdo por valor de 20.000 millones de dólares radicaba en la oposición de Turquía a la adhesión de Suecia a la OTAN; no obstante, tras meses de duras negociaciones, Erdogan aceptó aprobar su incorporación como nuevo miembro de la organización y el lunes presentó la propuesta ante el parlamento turco. Con todo, y dado el acercamiento de Erdogan a Hamás, es posible que esto no sea suficiente para aplacar al Congreso.

Cuando estalló la guerra de Gaza, Erdogan se ofreció como mediador en las negociaciones de la crisis de rehenes. Según la página web de Al-Monitor, le pidió a Ismail Haniyeh –líder del ala política de Hamás que se encontraba en Turquía el día en el que se desencadenó la guerra–, que abandonase Estambul con su comitiva tras haber aparecido en la televisión rezando y celebrando la operación de Hamás.

Aun así, después, Erdogan y su ministro de Asuntos Exteriores, Hakan Fidan, mantuvieron conversaciones con Haniyeh para estudiar la posibilidad de liberar rehenes por razones humanitarias. Pero, como ha ocurrido en ocasiones anteriores, y a pesar de la hospitalidad de Turquía hacia Hamás, sus reuniones con los líderes de la organización no bastaron para cerrar acuerdos. Catar y Egipto, con mucha más capacidad de influencia sobre Hamás que Turquía y formas más eficaces de ejercer presión sobre la organización, lideraron las conversaciones. En esos medios, Fidan visitó durante la semana Abu Dhabi y Doha, la capital de Catar, para averiguar cuál podía ser el rol de Turquía en las negociaciones, sobre todo en lo que se refiere a colaborar con la liberación de rehenes que no son israelíes ni estadounidenses. En ese sentido, confía en que el hecho de que Turquía haya sido el primer país en enviar un avión de carga con ayuda a Gaza –sumado, tal vez, a la crítica de Erdogan a Israel– permita afianzar su posición en las conversaciones con Hamás.

El mandatario de Turquía estaba convencido de que Olmert no solo era un aliado, sino un buen amigo

Para Erdogan debe ser como tener un déjà vu. En 2008, en vísperas de la operación Plomo Fundido de Israel en Gaza, recibió al primer ministro Ehud Olmert para negociar la paz con el presidente sirio Bashar al Asad. Durante las conversaciones, sugirió llamar a Al Asad con el objetivo de que él y Olmert mantuvieran una charla indirecta. Olmert dio su visto bueno, y la conversación entre Erdogan y Al Asad estuvo mediada por interpretación; el contenido se relataba de forma simultánea a Olmert, quien permaneció en la sala. Según apunta una fuente turca de alto nivel que habló con Haaretz, el mandatario de Turquía estaba convencido de que Olmert no solo era un aliado, sino un buen amigo.

Erdogan sabía que las Fuerzas de Defensa de Israel estaban concentrando tropas en la frontera de Gaza para prepararse para la operación y, a tenor de esa amistad entre ambos, pidió el visto bueno a Olmert para persuadir a Hamás de que detuviese los ataques contra Israel, con el fin de lograr un acuerdo que permitiese evitar una operación militar. Olmert prometió reflexionar sobre esa petición a su vuelta a Jerusalén. Como su respuesta no llegaba, Erdogan lo llamó y, para su sorpresa, su llamada no fue atendida hasta en dos ocasiones. Entonces, el mandatario turco cayó en la cuenta de que Olmert no tenía ninguna intención de que formase parte de la toma de decisiones.

“Erdogan se sintió traicionado por alguien a quien consideraba un buen amigo”, explicó la fuente turca de alto nivel. “Erdogan no perdona ni olvida”, asegura un periodista turco que trabaja para un medio de comunicación gubernamental. “Más allá de ser un ideólogo o un nacionalista turco, siempre tiene las cuentas claras”.

Esta vez Turquía también le pidió a Israel que pospusiera o que incluso abandonase la intención de lanzar una ofensiva terrestre; aunque atendieron su llamada, la respuesta de Israel no dejó lugar a dudas.

Si bien Erdogan vuelve a estrechar lazos con Hamás, a quien se ha referido como “grupo de liberación”, Catar es el país que encabeza las negociaciones. Tiene dos bazas principales: el asilo que ofrece a algunos líderes de Hamás y el ingente financiamiento que inyecta a la organización; una suma que, en la última década, asciende a miles de millones de dólares transferidos a la Franja de Gaza, parte de ellos con el apoyo de Israel. Curiosamente, mientras Israel considera a Hamás un protegido iraní, Hamás ha accedido a entablar negociaciones a través de Catar.

Parece que Hamás considera que el canal árabe puede servirle más que el iraní

A diferencia de la Yihad Islámica, cuya existencia depende en gran medida de Irán, parece que Hamás considera que el canal árabe puede servirle más que el iraní. Además, la idea de los “frentes unidos”, que se suponía que iba a garantizar una participación amplia en la guerra de Hizbulá, otro protegido iraní, sigue sin concretarse. Quizás saque estas conclusiones por la estrategia iraní en la región: las escaramuzas entre Hizbulá e Israel en el norte han escalado hasta alcanzar una magnitud sin precedentes desde la Segunda Guerra del Líbano; no obstante, Hizbulá está lejos de cumplir las expectativas de su contraparte en Gaza, si bien ha eliminado a muchas comunidades israelíes mediante sus operaciones.

Son múltiples tanto las bajas que ha sufrido Hizbulá como los ataques en sus bases, pero, el líder libanés de la organización, Hassan Nasrallah, aún no ha comparecido en público ni ha pronunciado uno de sus acalorados discursos sobre los sacrificios que hace su organización por Hamás y la población de Gaza, ni tampoco ha dado detalles sobre cómo piensa expandir los “frentes unidos”. Es posible que este silencio se deba a que Hizbulá no ha decidido ni ha recibido todavía la aprobación de Irán para dilatar la contienda, lo que podría conducir a una guerra regional en la que este país se volvería un actor principal y, como tal, un objetivo de los ataques.

Hace unos días, el primer ministro de Catar Mohammed bin Abdulrahman al-Thani insinuó que podría haber un avance en las negociaciones con Hamás para la liberación de rehenes, pero la información de la que se dispone hasta ahora es poco precisa: no está claro de cuántos rehenes se está hablando ni de qué nacionalidad son y, sobre todo, se desconoce qué obtendrá Hamás a cambio. En este momento, el foco está puesto en la liberación de rehenes civiles, especialmente, de personas heridas, población infantil, mujeres y gente mayor, a cambio de ayuda humanitaria para la Franja de Gaza.

Por mucho que se logre este objetivo, la amenaza de ofensiva terrestre persistirá y es esto lo que suscita la mayor preocupación entre los países de la región, una preocupación que comparte el Gobierno estadounidense. En una reunión celebrada en octubre entre el príncipe heredero saudí Mohammed Bin Salman y el secretario de Estado Antony Blinken, el primero advirtió del peligro de que la guerra se propague a otros países árabes. Cuando Bin Salman habló con el presidente Biden, le transmitió de forma explícita y con un tono apremiante que era necesario evitar una campaña militar en la Franja de Gaza que resultaría en la muerte de muchos civiles.

Una guerra regional en Oriente Medio podría socavar Vision 2030, el proyecto de desarrollo estrella de Arabia Saudí

Ahora bien: para Bin Salman no se trata únicamente de una cuestión humanitaria. El día en el que conversó con Biden, tuvo una reunión con inversores en la que se anticipó cómo una guerra regional en Oriente Medio podría socavar Vision 2030, el proyecto de desarrollo estrella de Arabia Saudí. Son varios los inversores que han manifestado que “las grandes inversiones requieren tranquilidad y estabilidad”, de forma que, si la guerra en Gaza se transforma en una guerra entre varios Estados, se postergaría la entrega de fondos a Arabia Saudí, aunque el país no estuviese implicado directamente. Los saudíes han suspendido las conversaciones sobre la normalización de relaciones con Israel; sin embargo, están manteniendo un perfil bajo y un tono moderado en sus declaraciones. Por su parte, en las redes sociales se ensañan con ellos por “hacer oídos sordos” ante la tragedia de Gaza y no presionar más a Washington para que bloquee la invasión por tierra de la Franja de Gaza.

En defensa de Bin Salman salió Amr Adib, periodista egipcio sénior, aliado del presidente al-Sissi y propietario de varias empresas de comunicación. Recientemente publicó en un tuit que “nadie debería criticar a los saudíes ni menospreciar los esfuerzos de Bin Salman. Desde el primer día, la postura de Arabia Saudí frente a la guerra fue más apropiada que la de muchos otros países que conocéis bien y que es mejor no mencionar; no deberíamos andar discutiendo en un momento tan complejo”. Aun cuando Arabia Saudí comparte la preocupación de Egipto sobre la dominación en la región de una organización que ambos países detestan, la ubicación de Egipto, que comparte frontera con la Franja de Gaza y controla el paso fronterizo de Rafah, le otorga el poder de ejercer presión sobre Hamás, algo de lo que carecen los saudíes, que, en cambio, aprovechan su capacidad de influencia sobre Washington, por ejemplo, a través del alcance de su producción de petróleo.

Estados como Arabia Saudí, Egipto y, en mayor medida, Emiratos Árabes Unidos, Turquía y Catar –que no son precisamente uña y carne– se han visto obligados a unirse debido a una guerra que amenaza con desestabilizar sus países y, desde luego, con perjudicar gravemente sus economías y su seguridad. La coyuntura actual parece aún más absurda si recordamos que no hace mucho Arabia Saudí jugaba en ligas mayores, desafiando a Estados Unidos para que le permitiese desarrollar su propio programa nuclear independiente y garantizar una alianza defensiva a cambio de que se normalizasen las relaciones con Israel, y todo esto mientras gestionaba su posicionamiento con respecto a China.

Ahora todo se reduce a lidiar con una alianza de actores no estatales, uno en Gaza y el otro en Líbano, y esperar que Catar, justo el país sobre el que la corona impuso sanciones asfixiantes entre 2017 y 2021, logre desactivar la bomba de relojería que está a punto de estallar en Gaza.

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Traducción de Cristina Marey Castro.

Este artículo fue publicado originalmente en Haaretz

El 25 de octubre, poco después de que el presidente turco Recep Tayyip Erdogan arremetiese contra Israel, la Bolsa turca cayó un 7%. Ese día, las transacciones se suspendieron hasta en dos ocasiones debido al desplome de los índices, aunque se reanudaron más tarde.

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Autor >

Zvi Barel (Haaretz)

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