CARTAS DESDE BAIRES
Argentina, el día de la Marmota
El espejo de Milei es el Gobierno de Carlos Menem, pero nunca en la historia del país las políticas de ajuste gozaron de tanta aprobación
Emiliano Gullo 2/12/2023
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La película se llama El día de la Marmota. El actor principal, Bill Murray, es un meteorólogo de televisión, con malos modos y pésimo humor, que queda atrapado en un mismo día, encerrado en un bucle temporal en el que repite inexorablemente todas las acciones. Sabe que está preso de ese día, pero, como si estuviera castigado por una antigua maldición, no logra escapar. Es consciente de que cuando despierte al otro día, todo será igual. Se levantará y caminará las mismas calles, tropezará en los mismos lugares; cometerá los mismos errores. Y aun así no podrá evitarlo. La Argentina acaba de despertar en su día de la marmota y, como el meteorólogo Bill Murray, repite las mismas políticas que la fundieron –que la funden– una y otra vez. A diez días de la asunción de Javier Milei, la primera certeza de su Gobierno es el nombramiento del ministro de Economía, Luis Caputo, el mismo funcionario que emitió bonos de deuda a cien años y uno de los responsables del préstamo-grillete del FMI de 44.000 millones de dólares durante el Gobierno de Mauricio Macri.
Al igual que el personaje de Murray, el presidente Milei es producto de la televisión. Es, ahora también, producto del voto popular. Como nunca en la historia de este país, un candidato a presidente ganó las elecciones diciendo que, al menos al principio –y seguramente después también–, habrá menos dinero para la población. La sinceridad del torturador. “Va a haber ajuste. El 85 por ciento de los argentinos cree que tiene que haber ajuste. Me votaron para eso. Yo gané diciendo la verdad, diciendo que había que ajustar”.
El espejo de Milei es el Gobierno de Carlos Menem, que asumió en 1989 en medio de una hiperinflación, la amenaza de los militares y una crisis social y política. Menem tardó dos años en detener la subida de precios gracias al Plan de Convertibilidad, anclar el peso con el dólar, el desmantelamiento del Estado y la apertura de importaciones, entre otras cosas. El costo fue la destrucción de la industria nacional, un desempleo de casi el 30 por ciento, aumento de la pobreza y un país que terminó hundido en la crisis de 2001. Por eso el individuo rey advierte que va a tardar casi dos años en bajar la inflación.
Pero Milei no es Menem. No tiene su carisma para ponerle sonrisas a los ajustes ni al Partido Justicialista en sus espaldas para sostenerse ante la primera crisis. No los necesita. Milei no necesita de la simpatía para seducir a la población. Tampoco tiene que prometer una revolución productiva como lo hizo Menem antes de llegar a la Rosada. No necesita de eufemismos que ayuden a digerir sus políticas más hostiles.
Su fenómeno no radica tanto en él mismo bajo ninguna de sus facetas. Ni como líder antisistema –liturgia que abandonó para el balotaje con su alianza con Mauricio Macri– ni como estadista libertario dolarizador –una de sus políticas estrella que también dejó huérfana en la campaña–. Quizá haya que observar a una sociedad en transformación, acorralada entre la pulverización del salario y el descreimiento en la clase política. El sintagma leninista de “lo que no avanza retrocede” podría explicar las razones de esta reacción elástica de los argentinos y la vuelta a las políticas de los años noventa. Que el sector más progresivo del peronismo no haya podido profundizar sus políticas de redistribución de riquezas –sino todo lo contrario– probablemente haya sido uno de los focos infecciosos de la pandemia libertario-conservadora. Los límites propios del peronismo.
“Estanflación” significa un estado de parálisis productiva más inflación, lo introdujo el presidente al prever los primeros años de su mandato
El primer logro de Milei es discursivo. Nunca en la historia argentina las políticas de ajuste gozaron de tanta aprobación. En la breve década de los ochenta, post dictadura y previo al menemismo, las empresas estatales de servicios tuvieron un desempeño que horadó su legitimidad. El austral –la moneda nacional que había reemplazado al peso– se desintegró durante la hiperinflación. Los supermercados con las góndolas desérticas. Los clientes corriendo a las cajas registradoras para pagar los pocos productos que encontraban antes de que los empleados remarcaran los precios. Los cortes de electricidad. La falta de combustible. Así las cosas, el Gobierno de Menem pisó con autoridad para avanzar en las reformas neoliberales que los funcionarios de ese momento bautizaron con la expresión futurista “primera generación”. Pero el pasado volvió como futuro. Milei adoptó la misma frase para explicar su plan de gobierno: reformas de primera, segunda y tercera generación. La primera arranca el 10 de diciembre y el director de esta película ya se encargó de spoilear el final.
El que avisa no traiciona, podrán decir los libertarios. En los últimos días, la palabra más buscada en Twitter Argentina fue “estanflación”. El concepto, que significa un estado de parálisis productiva más inflación, lo introdujo con liviandad el presidente electo al prever los primeros años de su mandato. “Va a haber una estanflación porque cuando vos hagas el reordenamiento fiscal, te va a impactar negativamente en la actividad económica”. La actual vicepresidenta, Cristina Fernández, lo tradujo al castellano popular. “La estanflación es una catástrofe social porque representa la caída total de la actividad, desempleo y al mismo tiempo precios altos”, dijo en un video en su cuenta de Tik Tok.
La futura canciller, Diana Mondino, también advirtió frente a los principales industriales del país de que “mejor que vayan comprando un generador eléctrico porque la energía no va a alcanzar para todos”. Lo hizo durante la conferencia anual de la Unión Industrial Argentina. Antes de ingresar, ratificó la premisa de Milei en campaña de “no negociar con comunistas” y confirmó que “Argentina no ingresará a los Brics”.
No pasaron ni dos semanas de la victoria de Milei y la progresía porteña ya hace esfuerzos por acomodarse a la nueva realidad
Como era previsible, los problemas del nuevo Ejecutivo se encuentran en el Congreso. Con minoría en el Senado –tiene siete propios– y minoría en diputados –37 sobre 257–, La Libertad Avanza tiene que negociar con otras fuerzas para todo. En principio, no logra definir al presidente de la fuerza en ambas cámaras. El peronista Florencio Randazzo aparece como el principal candidato para Diputados, cosa que enfureció a Mauricio Macri, que pretendía poner un hombre propio en ese lugar. Se abren los frentes del expresidente. Caputo fue su funcionario pero no era el candidato natural en esta oportunidad. “Se cortó solo”, dicen algunos. Lo mismo sucede con Patricia Bullrich, que negoció de forma unilateral con Milei algún cargo de importancia durante varias semanas y acaba de ser confirmada en Seguridad. ¿Será así? ¿Será que Javier Milei solo se sirvió de Macri para ganar las elecciones y ahora lo margina del armado de gobierno? ¿O será parte del ballet macrista para lavarle la cara al nuevo presidente?
Mientras tanto, no pasaron ni dos semanas de la victoria de Milei y la progresía porteña ya hace esfuerzos por acomodarse a la nueva realidad. La pregunta empezó a rebotar en los mismos canales de televisión y en los mismos programas de radio donde hasta el domingo gritaban del pánico ante la posibilidad del triunfo libertario. “¿Y si le sale bien? ¿Si Milei logra controlar la inflación? ¿Y si hace como Menem que ordenó la economía?”
Un columnista de la radio más escuchada por los jóvenes progresistas dijo por estos días: “Ahora hay que acompañar la experiencia de este pueblo, por supuesto que hay gente que la va a pasar mal, pero hay que acompañar un proceso de toma de conciencia que llevará tiempo”.
La película se llama El día de la Marmota. El actor principal, Bill Murray, es un meteorólogo de televisión, con malos modos y pésimo humor, que queda atrapado en un mismo día, encerrado en un bucle temporal en el que repite inexorablemente todas las acciones. Sabe que está preso de ese día, pero, como...
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